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Soberanías y mascarillas

El «que inventen ellos» tuvo su traducción en el capitalismo global: «que produzcan ellos». El capital encontró beneficios en el trabajo de la población china explotada (bien harían Rafa y Pau en «no fallar» a tanta población explotada, incluso infantil, y abandonar el patrocinio de Nike).

Las economías «desarrolladas» perdieron su soberanía productiva, es decir, su capacidad de elaborar bienes y servicios para satisfacer las desesidades de las personas, y la subordinaron a la sacrosanta acumulación de capital.

Hoy contemplamos las consecuencias. Economías hipertecnologizadas y avanzadas son incapaces de abastecerse de unas simples mascarrillas. (Se ha convertido en super moderno producirlas con impresoras 3D: lo arcaico disfrazado de innovación).
Hablar de soberanía económica, alimentaria, energética, financiera, tecnológica, sanitaria, etc. es hablar de democracia, de devolver el poder al pueblo. Hablar de soberanía en estos términos, de volver a controlar los medios de producción y vida para satisfacer las desesidades de la gente (frente a la acumulación de capital y poder) es imprescindible para avanzar hacia una economía democrática.

Las mascarrillas nos protegen del coronavirus, las soberanías de otros virus incluso más dañinos.

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Muladar

Aprendí de un amigo ecologista lo que era un muladar: un lugar donde dejar animales muertos para que las aves carroñeras puedan alimentarse. Los muladares protegidos me parecen una estrategia ecologista brillante pues me encantan los buitres y, además, con esos muladares protegidos se evitan destrozos mineros o de otro tipo. Pues bien, el gobierno de la Junta quiere convertir a Andalucía en algo parecido a un enorme muladar, pero en este caso para carroñeros humanos, miserables capitales carroñeros (casi siempre esto último es una redundancia).

Esta analogía es tan simbólica como injusta. Los animales carroñeros son un maravilloso servicio de limpieza natural que se alimentan de animales muertos. Los carroñeros humanos eliminan vida, humana y no humana, a mayor gloria de la acumulación capitalista. Aunque sea injusta seguiré con ella, pues, según todos los indicios, nos gusta y entendemos mejor lo injusto y caritativo que lo justo y equitativo.

Tras el desastre viene la miseria, y, con ella, miserables oportunidades de ganancia. Así, muchos sectores andaluces como el pequeño comercio y hostelería seguirán en la UCI cuando lo haga la última persona infectada en esta primera ola del virus (ya veremos cuando y cómo vienen las próximas mareas). Y, ante esta situación, la Junta de Andalucía quiere abrir autopistas a inversiones carroñeras que terminarán por quitar el poco oxígeno que le queda a buena parte del tejido económico andaluz.

De este modo, si no lo remediamos, Andalucía se convertirá en un enorme muladar neoliberal donde los fondos de capital foráneo (previamente alimentados por la política monetaria) aterrizarán para aumentar su riqueza y poder a costa de nuestra miseria, pobreza y desigualdad. Todo parecido a algo similar a una «comunidad autónoma» o mínimamente democrática (donde el poder reside en el pueblo) no será más que un espejismo o una mentira mil veces repetida por los canales sures o nortes de turno.

Hay algo peor que el capital carroñero: la gente que le prepara el muladar.

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Viernes Santo siglo XXI

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Dos noticias muy relacionadas pude leer en la mañana de este Viernes Santo de confinamiento.

Una, acuerdo del Eurogrupo. Habrá una ampliación de créditos para que los Estados gasten durante la crisis sanitaria y se permitirá entrar a rescatar empresas (grandes).

Dos, declaraciones de Roberto Saviano: «la mafia, en plena crisis por el coronavirus, está prestando dinero sin intereses para luego pedir favores.»

La Mafia prestará sin intereses y posteriormente exigirán una contraprestación aduciendo la necesidad de «respeto» (o algo similar). Si no es así, los sicarios a sueldo acabarán ejerciendo la violencia.

El poder financiero prestará con intereses y posteriormente exigirán medidas que denominarán con un nombre atractivo (ajustes, flexibilizadoras, mejoras, etc.). Los sicarios del Eurogrupo acabarán ejerciedo la violencia económica mediante la destrucción de servicios públicos (sanitarios) generadores de muerte.

El dinero prestado a los Estados podrán servir, por ejemplo, para una denominada «renta mínima vital». O, más bien una limosma para acallar la rabia; agua fría que refresca gargantas resecas por tanta injusticia; avena que ceba la eterna demanda de beneficios insostenibles. Nada de eso una renta básica, ni mínima, ni vital. Nada de eso que no sea reducir la cuantía del robo y repartir la riqueza colectiva.

Nada de eso permitirá el poder financiero y su mafia, el capital y sus sicarios, el Eurogrupo y sus armas legitimadoras.

Una mañana de Viernes Santo del siglo XXI. Poco resucita salvo la maldad.

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Ecovirus transformador

En esta entrada resumo-tuneo de forma rápida (y algo precipitada) el artículo «Ante el coronavirus: salvar el capital», de Juan Domingo Sanchez Estop. Tuneo, pues sobre la base del artículo cambio «colores» e incluso algunas «formas»; resumo, porque intento quedarme con lo esencial (según mi criterio). Ante todo animo a la lectura del artículo, realmente interesante.

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La crisis del coronavirus tiene aires de fin del mundo; de una crisis de la presencia en términos de Ernesto de Martino, en la cual la presencia del ser humano en el mundo se ve cuestionada y casi nada de lo habitual tiene ya sentido. La crisis estaba antes que la pandemia. El coronavirus sólo ha venido a radicalizar esa crisis de inseguridad y de la presencia haciendo de la muerte una amenaza inminente para todos.

Los Estados han tomado medidas para salvar de un contagio masivo y evitar un coste de vidas considerable. Las personas son uno de los componentes básicos del capital: el capital variable, esto es la fuerza de trabajo humana. Para salvar al capital es imprescincible salvar a las poblaciones. Dada la dependencia vital del capitalismo respecto del capital variable, es indispensable para este régimen convertirse en régimen biopolítico, es decir, en un orden político y social que controla la vida, pues ésta es el soporte de la creación de beneficio y de la acumulación ampliada de capital.

Ademas del capital variable, también está en peligro el capital fijo debido a su paralización. La no utilización del capital fijo retira a las empresas del mercado y desvaloriza sus activos materiales. El principal principal valor de estos activos no es el valor presente de las herramientas, sino el valor futuro de lo que con ellas se produzcan. Un largo cierre de capacidades productivas puede así generar la destrucción y ruína de muchas empresas. Esta situación, en una sociedad en la que apenas existen formas de trabajo realmente autónomo, puede generar que dejen de elaborarse productos necesarios para garantizar la reproducción de la vida.

De este modo nos encontramos ante un dilema. No proteger al capital, al menos en algunas de sus formas, puede significar el derrumbe material de nuestra sociedad. No combatir a la economía capitalista, sin embargo, significa condenarnos «a un horizonte oscuro en el que los diversos venenos del capitalismo seguirán derramándose sobre la vida humana y destruyéndola junto a los entornos naturales que la hacen posible».

Hay que tener claro que el virus no va a derrumbar la economía capitalista. Nada la destruirá mientras «no dispongamos de estructuras de producción que permitan sustituirla.» Para Sánchez Estop «es necesaria una acción política que libere los potenciales de cooperación libre de nuestras sociedades y limite hasta abolirla la lógica de la acumulación de capital que nos ha traído hasta aquí. Esto no lo hará ningún gobierno y tendrá que ser impuesto a los gobernantes a partir de un nuevo sentido común de masas y de formas de contrapoder social.» Para el autor, «una acción política decidida que imponga los cambios necesarios desde dentro de la realidad material existente» requerirá de dos elementos fundalmentales: «Primero será necesario no hacer depender la existencia humana del trabajo asalariado introduciendo una renta básica incondicional. En segundo lugar, es necesaria una profunda reconversión del aparato productivo.»

En los intersticios de la economía capitalista ya existen elementos de una realidad distinta, economías sociales transformadoras conformadas por entidades de trabajo cooperativo, bienes comunes, monedas sociales, grupos de consumo agroecológico, etc. La economía capitalista se transforma desde dentro, potenciando estas prácticas socioeconómicas transformadoras ya existentes. La nuevas estructuras socioeconómicas deberán instaurarse mediante la lucha y para lograr su predominancia se requerirá de un proceso de construcción de hegemonía política. Todo esto tiene, pues, una dimensión antagónica, política. La construcción de la hegemonía de las economías transformadoras deberán acabar «bloqueando y finalmente impidiendo la reproducción de las capitalistas.»

Existe una clara amenaza de una gran destrucción de capacidad productiva y de una posible catástrofe social. Hoy, evitar el desastre del hundimiento material implica mantener por todos los medios la existencia humana. Implica también reactivar el aparato económico, pero hacerlo con nuevas condiciones y nuevas reglas. Estas nuevas reglas podrían imponer una capacidad de planificación que permita la seguridad y soberanía alimentaria, energética, en productos esenciales para la salud humana y su protección. Unas cadenas de mercancías más cortas deberán sustituir a las actuales, una desglobalización selectiva se impondrá, aunque sea por motivos de seguridad del abastecimiento. Desde esta planificación se pueden impulsar otra forma de producir, distribuir, consumir y financiar, otro modelo socioeconómico donde la toma de decisiones se haga de modo democrático por parte de las personas trabajadoras. «Solo así podremos salvar la vida de nuestra especie hoy amenazada y lo haremos, como nos enseña esta crisis, no protegiéndonos a nosotros mismos en un combate por la supervivencia dirigido contra los otros, sino protegiendo a los demás seres humanos, las demás especies, los ecosistemas, el clima, el conjunto de condiciones que hacen posible nuestra existencia en este planeta.»

Fuente: «Ante el coronavirus: salvar el capital», por Juan Domingo Sanchez Estop. El Cuaderno; elcuadernodigital.com

 

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Socialismo capitalista

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Es momento de paradojas, ironías, cuestiones que pueden parecer increibles y que te hace pensar si el confinamiento, o la copitas de más que uno se toma en este estado de irrealidad permanente, pueden estar haciendo mayor efecto del deseado (quien dice copitas dice kilómetros en una bici estática, que cualquiera saber qué perturba más la mente, y el cuerpo).

Un ejemplo. Para David Harvey, pensando en Estados Unidos, «las únicas medidas políticas que van a funcionar son bastante más socialistas que cualquier cosa que pudiera proponer Bernie Sanders, y esos programas de rescate tendrán que iniciarse bajo la égida de Donald Trump. Este último, si es sabio, cancelará las elecciones sobre la base de una emergencia y declarará el principio de una presidencia imperial para salvar al capital y al mundo de la ‘revuelta y la revolución’.»

Toma ya. Igual David también se está pasando con las copitas. Pero no. La realidad más próxima nos confirma que no es así. De hecho, hemos oído hace poco a Luis de Guindos hablar de Renta Básica o, mejor dicho, su traducción guindera: renta mínima de emergencia (o algo así, llevo años intentando no aprender el guindorés). Lo que Luis quiere decir, lo puedo tutear porque son muchos años ya de conocerle, es «rentaparaqueconsumansinoelcapitalsevaalcarajo».

Igual podemos ir esperando el retorno de A. Merkel a su pasado y enseñanzas en la RDA. O igual no. A saber. La incertidumbre es una idea estupenda para poder justificar cualquier cambio de opinión.

El neoliberalismo nunca ha significado menos Estado, sino la reorientación del Estado para favorecer al capital. En estos momentos parece que se va a hacer un uso total del mismo para sostener a la economía capitalista, a costa de la insostenibilidad social y ecológica que eso supone. Lo que viene a ser una huida hacia adelante en toda regla, un quemar las naves cueste lo que cueste (entiéndase por naves las vidas de las mayorías que no toman las decisiones, claro).

Y no creo que sirva un nuevo New Deal (esta vez Green), sino que tendrdá que ser algo más gordo. Tal como explica Yanis Varoufakis (el único economista que ha estado en saraos de verdad y merece ser escuchado): «El New Deal no puso fin a la Gran Depresión, sino que fue necesaria una carnicería a escala industrial (la Segunda Guerra Mundial) y una inversión pública en matanzas masivas de tamaño similar, para sacar del desplome a la economía mundial.» Las matanzas en este caso parece que le van a salir gratis a la economía capitalista. Su capacidad de adaptación es infinta.

Y con todo esto, mira por donde, el personal encerrado en sus casas y disponiendo como armas de desahogo masivo unas letales cacerolas. Letales cacerolas para hacer frente al socialismo capitalista. Cuántas contradicciones.

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Economía del revés: Galeano y el valor

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La economía capitalista premia a quien no lo merece. Parte de la tremenda necedad de confundir valor con precio. Eso sí, necedad interesada.

Esta economía necia se guía por el valor de cambio. Así, recibe más dinero no quien es más útil para la mejora de la vida de la gente, sino quien es más funcional para la acumulación de capital.

En épocas de crisis se pone de manifiesto lo injusto y bárbaro del mecanismo. Vemos, para quien lo quiera ver, que los trabajos y tares impresdindibles, las que realmente tienen un enorme valor para la vida, apenas tienen valor de cambio capitalista.

Trabajos y labores de cuidados, limpieza, agricultura, transporte, comercio de primera necesidad, sanidad, investigación… Todos trabajos ínfimamente remunerados por la economía capitalista, mayoritariamente realizados por mujeres.

En la economía del mundo del revés, ese que tan bien describiera el Maestro Galeano, recibe más renta las tareas más alejadas de la vida, aquellas que hoy, en época de pandemia, bien pueden dejar de desarrollarse.

No volvamos a la economía del revés. Que el virus, sinónimo hoy de muerte, sirva para impulsar una economía para la vida.

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Virus y economías transformadoras

La crisis sirve para ratificar una opinión largamente mantenida y reflexionada: es preciso cambiar las bases de la economía actual.

¿Cuáles son?

1. La consideración como único trabajo el asalariado, es decir, aquél funcional para la acumulación de capital. La crisis muestra la verdad: los trabajos de cuidados, los trabajos voluntarios, otros muchos trabajos no asalariados están sacando adelante la vida durante esta crisis. Siempre el trabajo de las mujeres han soportado la vida, y sus crisis.

2. Producir aquello que tiene un valor de cambio. La crisis demuestra la barbaridad que es esto. Las vacunas tienen menor valor de cambio que fármacos para la erección masculina. Es preciso cambiar al valor de uso, tenga o no tenga dinero la persona que lo desea-necesita (desesita).

3. La propiedad privada de los medios de producción y vida. La crisis deja claro que lo público, lo comunitario es aquello que sirve para satisfacer las desesidades de la gente.

En el fondo es preciso cambiar el objetivo: la acumulación de capital debe ser sustituida por el mantenimiento y enriquecimiento de la Vida.

Eso requiere terminar con la economía capitalista.

Con virus y sin virus.

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Ni Calviño, ni Keynes, ni nadie

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Retrato de John Maynard Keynes realizado por su amante Duncan Grant. 1917-1918

«Estábamos bien, vino el virus y nos pusimos mal. Cuando acabemos con el virus volveremos a estar bien. Para acabar con el virus vamos a gastar una millonada, algo excepcional en la historia…» Esa es la idea que machaconamente nos trasladan desde el gobierno, con Nadia Calviño como precursora.

Pues bien es mentira. Se trata de un estrategia de gestión. En palabras de Amador Fernández-Savater: «la idea de la gestión es la ‘regulación’ de lo que pasa para ‘volver a la normalidad’. Lo que pasa es un hecho aislado y sin historia, se puede conjurar y neutralizar. Las respuestas a la crisis en cuestión se dan en el mismo marco de lo existente. Un ‘poder de salvación’ administra nuestro miedo y nos promete la supervivencia a cambio de obediencia.» Es gestión de la mentira porque la economía capitalista estaba enferma, con defensas bajas, harta de medicamentos (política monetaria expansiva) que no solucionaba sus problemas, es decir, acumular capital (crecimiento económico).

Y la vuelta a Keynes y la política fiscal expansiva tampoco va a solucionar mucho. Así lo explica M. Roberts:

«La clave para restaurar el crecimiento económico es la inversión y eso depende de la rentabilidad. En una economía predominantemente capitalista, aumentar la rentabilidad del capital tiene un impacto mucho mayor en el crecimiento que el gasto público. De hecho, más gasto público basado en más deuda o impuestos puede amenazar la rentabilidad del capital. Lo que bloquea el gasto público puede no ser una deuda pública alta y creciente sino que el bloqueo a la inversión empresarial bien puede deberse a una deuda corporativa alta y creciente cuando la rentabilidad del capital es baja y está cayendo.

La flexibilización monetaria ha fallado. La flexibilización fiscal, si se adopta, también fracasará. Una recesión acaba con las empresas capitalistas más débiles y despide a los trabajadores improductivos. Luego, los costes de producción caen y las compañías que sobreviven a la recesión tienen una mayor rentabilidad como incentivo para reinvertir. El capitalismo solo puede salir de una recesión a través de la recesión misma.»

Carmen Castro García no hace mirar hacia otro lado: «Hay una oportunidad única de dar sentido al discurso de las personas primero y al de cuidados y sostenibilidad de la vida en el corazón de la agenda política y económica. ¿Seremos capaces de aprovecharla?»

Para ello debemos aspirar a la transformación, a, como nos dice Amador Fernández-Savater, «hacer aparecer nuevos juegos de preguntas y respuestas, nuevas maneras de pensar y actuar, nuevas lógicas para pensar-hacer sobre los problemas (crisis económicas, crisis migratorias, crisis ecológicas, femicidios) desde otro marco. (…) Transformar significa habitar la excepción. Habitar la situación, no dejarse simplemente gestionar. (…) Habitar, estar presentes, no ser sólo espectadores o consumidores o víctimas de las decisiones de otros, sino sentir, pensar y crear a partir de lo que pasa, darle valor, compartirlo, hacer con ello mundo y vida.»

El cómo se salga de esa recesión dependerá de nuestras ganas de sumisión o transformación, de esperar la gestión que hace el poder o de ir generando otra economía alejada de la capitalista.

Fuentes:

http://www.sinpermiso.info/textos/la-hora-de-las-politicas-fiscales?fbclid=IwAR12ZNYK4wOVTyMtRAhEHYnbhD26Qpq4QrE_c5JsJA_X0cOFfDinZ46KHjw

https://blogs.publico.es/dominiopublico/31272/a-que-nos-confronta-el-coronavirus-escudos-protectores-ante-el-colapso-economico/?fbclid=IwAR2yPmKpmxYoDuApuZ67RnACiSMWV5KuXPgP3zJhYfWtZWNgUYHZkMOYEWA

https://www.filosofiapirata.net/habitar-la-excepcion-pensamientos-sin-cuarentena-i/?fbclid=IwAR0hSZN6rISGDglvvBdKkfn8uTDYft0VuV5uI5Tpz3Fdhq8-wxkrmtALdAU

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Soberanía del capital y comunitarismo

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Obra de Juan Genovés

Cuando escribo nos encontramos a la espera de las medidas económicas que el gobierno español va a poner en marcha para frenar la crisis precipitada por el coronavirus. Desde los movimientos sociales se presiona para que las medidas ayuden a las mayorías sociales; para que sean útiles a las clases y grupos sociales más desfavorecidos.

El núcleo duro del área económica del «gobierno de progreso» español está compuesto por personas con ideología neoliberal. Ana Patricia Botín avaló y se felicitó por el nombramiento como ministra de economía de Nadia Calviño. Desde Fuentes Quintana y Miguel Boyer, hasta Calviño, pasando por Solchaga, Solbes, Rato o De Guindos,  los ministerios de economía del gobierno español han estado al servicio del capital.

En ese marco de políticas neoliberales cedimos la moneda y, así, perdimos la capacidad de realizar política monetaria. Con ella perdimos la política cambiaria: las devaluaciones de la moneda han sido una herramienta de política económica durante siglos. Además, no tenemos capacidad de realizar política fiscal. Si el Estado se endeuda, lo que ha realizado en los últimos años con más facilidad que cualquier empresa o familia, será chantajeado por el capital financiero (vuelve la «prima de riesgo», el bate de beisbol de la mafia financiera), precisamente aquél que controla la moneda, los tipos de cambio, la política fiscal (la deuda), es decir, la política económica.

Las políticas económicas neoliberales impulsan la cesión de la soberanía económica al capital financiero. El caso español ha sido ejemplar. Ahora, en estos momentos de crisis, un escaso número de personas, con capacidad de decisión sobre enormes fondos de capital, decidirán cuánto dedican a mantener con vida la fuerza de trabajo y cuánto a mantener sus tasas de ganancia. Cuánta legimitación requiere la acumulación.

En la actual economía capitalista, gobiernos como el español dependen de cuánto está dispuesto a ceder el capital financiero al mantenimiento de la vida. La soberanía popular, la democracia, está raptada por la soberanía del capital. «Gobiernos de progreso» asumirán como suyas decisiones surbordinadas a otras previamente tomadas en despachos del capital («por los mercados»); asumirán la subordinación de la vida a la acumulación de capital. Eso tiene un coste enorme en vidas (hoy). Y tendrá un coste enorme por el impulso que tomará el fascismo y su repercusión en nuestras vidas (futuras).

El neoliberalismo, la acumulación de poder, la «distancia y disciplina social» nos ha traído hasta aquí: una crisis sistémica precipitada por un virus. Frente a esto podríamos avanzar hacia la distribución del poder, del capital, de los trabajos («El reparto); hacia la cooperación que acorte distancias («La unión»); hacia el asunción de responsabilidades colectivas e individuales no disciplinarias («El cumplir»).

Iniciemos el comunitarismo.

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Gobierno de progreso para ricos

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Miren Etxezarreta:

«El señor Escrivá, Ministro de Seguridad Social, Inclusión y Migraciones, ha dejado ver algunos de los planes que tiene para las pensiones públicas. Y la verdad es que da bastante miedo pues, continuando en las líneas de sus planteamientos anteriores, consisten en un ataque muy refinado para debilitarlas en varios aspectos y orientarlas hacia un modelo donde las pensiones privadas sean dominantes, en línea con las orientaciones del Banco Mundial.»

Manuel Delgado Cabeza:

«Cuando lxs agricultorxs han salido a la calle, desde el Gobierno se ha elaborado un Decreto de modificación de la Ley de la Cadena Alimentaria. El mismo día en que se aprobó el Decreto, el ministro Planas declaró que a partir de ahora “el precio de venta nunca podrá ser inferior a los costes de producción”. Ese fue el titular, pero lo que agregó a continuación anulaba lo anterior: ‘que libremente se han determinado entre vendedor y comprador’. Suponer que el precio ‘se pacta’ ‘libremente’ no puede ser producto de la ignorancia. Que los precios ‘se pactan’ a partir de unas relaciones de poder absolutamente asimétricas se llega a reconocer en los Antecedentes del Decreto. Un informe técnico hecho por la COAG sobre el Decreto puede leerse: ‘se está legitimando que se pueda estar percibiendo un precio por debajo de los costes y de hecho se está pidiendo al agricultor o ganadero que lo legitime con su firma en el contrato, aceptando las posibles presiones de su comprador’.»

Fernando Pessoa:

«Todo lo que se ve es otra cosa».

Tras demasiadas décadas de engaños, los gobiernos «socialistas» continúan a lo suyo: poner en marcha políticas de derechas gracias a votantes de izquierdas.

Nuestro peor virus.

 

Fuentes:

– https://portaldeandalucia.org/opinion/medidas-concretas-para-que-nada-cambie/?fbclid=IwAR3rl2FVA5Ovyw8MoyVXqX3ZKiW3bXMrjPRQSZsXUhGRfb8sUuxm-28zfIM

– https://blogs.publico.es/dominiopublico/31156/sutil-y-artificioso-un-nuevo-ataque-a-las-pensiones-publicas/