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La ganancia

Resulta que vivimos en la civilización de la ganancia. Y, sin embargo, cada vez hay más perdedores.
La particularidad de nuestra civilización es que reposa sobre cimientos económicos. Aunque todos los tipos de sociedades están sometidos a factores económicos, sólo la nuestra optó por fundarse sobre un móvil económico, el de la ganancia. Nunca con anterioridad este rasgo había sido elevado al rango de justificación de la acción y del comportamiento en la vida cotidiana.
La base de la Economía social transformadora estará en eliminar la ganancia como móvil en el que se funda nuestro comportamiento cotidiano. La contradicción estriba en avanzar en unidades económicas que no tengan en cuenta, únicamente, el móvil económico. Herramientas económicas que sean capaces de basarse en otros factores diferentes a la ganancia. En especial las necesidades de la personas, tengan o no capacidad monetaria de pago.
No es una utopía. De hecho siempre fue así. Todas las civilizaciones se basaron en móviles humanos y sociales. Sólo la nuestra lo ha hecho en móviles económicos, en un móvil económico, en la ganancia.
Abandonemos la ganancia para que todas las personas puedan ganar.

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Harvey y la economía social transformadora

Tras la lectura de una interesante entrevista de El Salto a David Harvey, se me ocurren una serie de reflexiones sobre qué características debe tener la Economía social para ser verdaderamente transformadora, anticapitalista o poscapitalista (o como quiera llamarse a las entidades económicas que no desean contribuir a hacer más fuerte al capitalismo).
El capitalismo es una forma de producción, distribución y consumo. El elemento fundacional del capitalismo es la mercancía. Desde ese momento, todo deja de ser valorado según su valor uso para ser valorado por su valor de cambio.
El valor de uso es la aptitud que posee un bien o servicio para satisfacer una necesidad. Por el contrario, el valor de cambio es la remuneración de un bien o servicio en un mercado. El valor de uso y el valor de cambio están cada vez más alejados. Así, por ejemplo, la producción de alimentos tiene un valor de uso muy elevado en un mundo con millones de personas con hambre. Sin embargo, el valor de cambio de esos alimentos es muy escaso pues las personas que los necesitan apenas tienen dinero para pagarlos. El capitalismo, caracterizado por la subordinación de las personas al capital, de la satisfacción de las necesidades de las personas a los beneficios empresariales, imposibilita la erradicación del hambre, miseria y demás problemas económicos en un mundo con recursos más que suficientes para eliminarlos.
La transformación necesita políticas desmercantilizadoras, políticas que consistan en devolver bienes y servicios que han sido incorporados al mercado a su valor de uso. La sanidad, la educación o la alimentación nunca deben depender de un mercado, de su valor de cambio, sino de su valor de uso. De esta forma, mientras más recursos podamos remover del poder que tiene el capital, de las empresas del capital, para determinar lo que ocurre con ellos y moverlos hacia el poder de las organizaciones sociales, más nos alejaremos de la dominación del sistema capitalista.
Las organizaciones que conforman la Economía social transformadora deben tener, como uno de sus elementos esenciales, la subordinación del valor de cambio al valor de uso. Una entidad socioeconómica transformadora debe actuar, por tanto, en cualquiera de las fases del proceso económico (producción, distribución, consumo o financiación) subordinando la maximización del beneficio o ingreso a la satisfacción de las necesidades de las personas.
De hecho, mientras más rápido podamos movernos en esa dirección, el poder del capital disminuirá. Como dice H. Harvey, “si bien es cierto que el capitalismo parece enorme en este mismo momento, se encoge cuando muchos elementos y ámbitos de la vida ya no se encuentran supeditados a esta suerte de lógica de la mercancía y la escasez, y la lógica de la inequidad que el sistema capitalista produce”.

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Emprender

Noticia: «La empresa de reparto española Jinn incendia Londres con precariedad. Jinn ofrece un servicio de reparto a domicilio con un sistema similar al utilizado por otras empresas como Deliveroo o Glovo, en el que los trabajadores figuran como autónomos pese a tener una relación mercantil como la que tendría cualquier trabajador por cuenta ajena.»
La semana pasada el gobierno de «izquierdas» que gobierna Andalucía estableció un nuevo derecho: el derecho a emprender. Crean nuevos derechos para eliminar definitivamente el derecho a un empleo digno.
La empresa española Jinn es un claro ejemplo de éxito del emprendimiento que desea el gobierno de la Junta de Andalucía.
A los empresarios que generan este tipo de empresas se les conceden premios, otorgan subvenciones, los llevan a institutos.
Esto no es más que una estrategia de culpabilización de la víctima. Sí, el discurso más profundo es que la persona sin empleo está en mala situación porque no es lo suficientemente emprendedora. La culpa es suya. «No se pone en valor», tiene «déficit de empleabilidad», no actualiza su formación, le falta actitud, emprendedora.
En capitalismo, el desempleo es un problema sin solución, sistemático y social. El poder engaña con la esperanza del pleno empleo (precario); miente y daña a multitud de personas al convertir a este problema colectivo en indiviudal.
No merece perdón el que convierte a la víctima en culpable. El PSOE andaluz tiene cada vez menos perdón.

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Contra lo inevitable (leyendo a Polanyi)

Dice Polanyi: «La derrota de Alemania, tras la primera guerra mundial, creó condiciones extraordinariamente artificiales que suponían una violenta presión extranjera basada en la exigencia de las reparaciones. La nación en su conjunto tenía que soportar el peso de las reparaciones. La solidaridad nacional estaba anclada en la suprema obligación de mantener el valor exterior de la moneda. La responsabilidad colectiva de la moneda creó el marco indestructible en el interior del cual el mundo de los negocios, los partidos, la industria y el Estado se adaptaron a la tensión. Lo que había soportado una Alemania vencida, dado que había perdido la guerra, lo habían soportado voluntariamente todos los demás pueblos hasta la Gran Guerra: la integración artificial de sus países, presionados por la estabilidad de los cambios. Y únicamente puede explicar su orgulloso consentimiento a cargar con esta cruz la resignación a las inevitables leyes del mercado.»
El Estado español asumió la moneda única europea, un mecanismo extremo de estabilidad de cambios, tan extremo que la estabilidad se asegura y fija mediante una única moneda. La moneda única impone, «debido a la resignación a las inevitables leyes del mercado», aquello que soportó la Alemania de entreguerras y que dio lugar al nazismo. La violenta presión extranjera basada en la exigencia de las reparaciones de pago de deuda está generando y generará grandes sufrimientos.
El origen del nazismo se encuentra en mecanismos muy similares a los que actualmente se están aplicando a las economías del sur de Europa: una moneda única que impide políticas fiscales que mejoren la vida de la gente, acompañada de una política monetaria en manos del capital que aumenta la presión para trasladar rentas del trabajo al capital.
Polanyi explica el surgimiento del nazismo y la segunda guerra mundial a través de las consecuencias de este tipo de mecanismos y de la asunción de la economía de mercado como inevitable. Ojalá a historia no se repita. Para ello debemos comenzar a negar esta idea esencial: la inevitabilidad de la economía capitalista de mercado.

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Socialismo, democracia y economía liberal

«El socialismo es ante todo la tendencia inherente a una civilización industrial para transcender el mercado autorregulador subordinándolo conscientemente a una sociedad democrática. El socialismo es la solución que surge directamente entre los trabajadores, quienes no entienden por qué no ha de estar la producción directamente regulada, ni por qué los mercados no han de ser un elemento útil, pero secundario, en una sociedad libre. Desde el punto de vista de la comunidad en su conjunto, el socialismo es simplemente una forma de continuar el esfuerzo para hacer de la sociedad un sistema de relaciones realmente humanas entre las personas (…). Desde el punto de vista del sistema económico, supone, por el contrario, una ruptura radical con el pasado inmediato, en la medida en que rompe con la tentativa de convertir los beneficios pecuniarios privados en el estímulo general de las actividades productivas y, también en la medida en que no reconoce a las personas privadas el derecho a disponer de los principales instrumentos de producción. He aquí la razón por la que, en resumen, los partidos socialistas tienen dificultades para reformar la economía capitalista, incluso cuando están dispuestos a no tocar el sistema de propiedad. La simple posibilidad de que estén dispuestos a hacerlo mina el tipo de confianza que es vital en la economía liberal: la confianza absoluta en la continuidad de los títulos de propiedad. Si bien es cierto que el contenido real de los derechos de propiedad puede ser redefinido por el cuerpo legislativo, la seguridad de una continuidad formal es esencial para el funcionamiento del sistema de mercado.»
K. Polanyi.

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Ruidos

Hay suicidios con impactos mediáticos.
Por contra, el silencio cubre las enfermedades, sufrimiento e incluso suicidios de tantas personas perjudicadas por la actividad bancaria y financiera realizada en las últimas décadas.
Cuando alguien de arriba se suicida es noticia.
Cuando lo hace alguien de abajo, a causa de los actos de los de arriba, apenas cruza la línea del barrio, la familia.
El tiro de Blesa hace ruido. Sus decisiones al frente de una caja durante años y años apenas lo hicieron y terminaron en un enorme sufrimiento para miles de personas.
Después, el ruido de la gente atronó y, quizás, ahora, ha provocado el ruido de ese tiro auto infringido en el pecho del banquero.
Igual hay un futuro mejor.

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Autoorganización

Leo y oigo entre la gente que más me interesa de la relevancia de la autoorganización del abajo, de las clases obreras, de las personas explotadas. Estoy de acuerdo.
Esta idea surge al contraponer el sindicalismo necesario del que protagonizan los sindicatos del régimen; al contraponer las organizaciones políticas necesarias de las que sostienen el régimen; de las organizaciones sociales que desean transformar la sociedad de las que sirven para neutralizar elcambio hacia la mejora de la vida de las mayorías.
No oigo, con la misma intensidad, la necesaria autoorganización en la producción, en la distribución, en el consumo, en las finanzas. Apenas se impulsa la autoorganización económica. Otra cosa no es la economía social transformadora. Algo que apenas es visto como herramienta útil y necesaria para un verdadero cambio de régimen y sistema.
Gran error, incluso en las organizaciones políticas, sindicales y sociales que emiten discursos a favor de la autoorganización.
Autoorganicémonos en lo económico. Verás que sorpresa se llevan los que se creen que la riqueza la generan los empresarios, que las personas trabajadoras sólo viven de las pagas o que tan sólo somos segmentos de mercado para el aumento de los beneficios.
Sorprendámoslos.

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Alquitrán

Alguien puede morir trabajando en plena ola de calor alquitranando una carretera en el corazón de Andalucía.
Esta sociedad tiene el corazón alquitranado.
Tenemos capacidades para ir a la luna. Nos las han anulado para evitar estas barbaridades.
Los compañeros han sembrado un árbol donde murió esta persona. Vivo muy cerca. Iré a regar ese árbol. Quizás sirva para evitar que a mis hijos y a mí se nos alquitranen las entrañas. 
Mañana se normalizará lo que ha ocurrido. Ha sido un accidente. Una desgracia. Cosas que pasan…
Alquitranan la historia, la realidad, la vida y dignidad de las personas.
Quizás regar ese árbol me sirva para desalquitranarme.

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Lógicas, quimeras y utopías

Ayer asistimos a una charla de Isidoro Moreno. Esta tierra se permite no oír a personas como Isidoro. El ruido del poder ensordece la sabiduría.
Pero sí es verdad que si agudizas el oído el poder no puede acapararlo todo. Siempre, en todas las Ferias, hay sitio donde se puede hablar sin gritar; escuchar lo buscado y no lo impuesto.
Isidoro nos habló de quimeras como el pleno empleo. Y de utopías y lógicas para la transformación que sirvan para alcanzarlas. Me quedé con una brújula: pensar en otras lógicas diferentes a las del sistema económico capitalista.
Me gusta la lógica del reparto. El capitalismo acumula poder y riqueza en manos de pocas personas. La transformación vendrá del reparto del poder y riqueza. Otra cosa no puede ser llamada democracia, justicia ni libertad. Sin reparto ninguna empresa, sistema político, familia, asociación, comunidad, grupo humano será justo; sin reparto seguiremos viviendo en este mundo de hambre, miseria y violencia.
Gracias Isidoro por repartir tanta sabiduría.

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Comunidad momificada

Dos noticias oídas mientras tomaba el primer café.
En situación de semiesclavitud decenas de inmigrantes en Albacete. Dos céntimos por lechuga recogida. Entraban a trabajar a las cuatro de la mañana. Se supera el «de sol a sol». A las cuatro de mañana no creo que haya sol ni en La Mancha. Quizás el progreso capitalista consista en eso, en superar todos los límites para crear beneficios empresariales, en este caso superando los límites que impone la luz del día.
La siguiente noticia la inicia el locutor con un aviso: noticia muy dura desde Galicia. Una mujer llevaba siete años muerta en su piso. La encuentran momificada. Nadie la echaba de menos. Nadie acudirá a su entierro.
Ambas noticias creo que tienen un punto en común: la falta de comunidad. En el primer caso para evitar la explotación, la esclavitud; en el segundo caso para al menos ser enterrada en el momento de la muerte.
Consecuencias del individualismo, del espíritu «Robinson Crusoe». Cada individuo por sí mismo puede alcanzar la libertad, la felicidad, la subsistencia. «La sociedad no existe», decían y dicen los mesías del neoliberalismo. Lo están consiguiendo con indudable éxito.
La sociedad, la comunidad, está momificada, como el cadáver de la mujer.