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Corrupciones

Unos corruptos dejarán paso a otros en el marco de un sistema de representación corrupto.
La cuestión es que parezca otra cosa, una renovación, una regeneración, la llegada de una alternativa a lo que hay.
Mientras continuará la corrupción legal de la prima de riesgo, el secuestro corrupto de la política económica, la corrupción consentida del sistema fiscal evasor, las inversiones corruptas en obra pública, desahucios corruptos de un derecho a la vivienda corrompido por la ganancia, la necesaria corrupción de la financiación partidista, la corrupción democrática de los partidos políticos mayoritarios, la legitimación electoral de un sistema estructuralmente corrupto.
La peor corrupción es la de la verdad.

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Neoliberalismo

Dos afirmaciones de Francisco González, presidente de BBVA: una, «quien controla los datos, controla el mundo»; dos, “si no se cambian las normas, gran parte de la riqueza que se va a crear en la nueva era digital se va a concentrar en muy pocas manos, y eso es muy negativo para la sociedad” (Diario Expansión).
Reírse o llorar. Después, tras parar de llorar o reír, pensar en lo que verdaderamente es el neoliberalismo: crear normas que benefician a unos determinados grupos sociales, en especial a los que controlan el mundo.
«Mejor» no siempre significa «mejor para todos» (El Cuento de la Criada).

30 mayo 2018

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Grosfroguel, Andalucía y la soberanía

Me ha gustado la entrevista y el discurso de Ramón Grosfoguel en un entrevista publicada en El Salto. Tiene muchas similitudes con lo que lleva mucho tiempo diciendo el Maestro Isidoro Moreno.
Y pienso que es necesaria la creación de un nuevo sujeto político andaluz que podemos definir como «soberanista». Entendiendo por soberanista no como sinónimo de independentista, pues soberanía no es sinónimo de independencia, sino como equivalente al derecho del pueblo a decidir, lo cual puede ser una solución federalista, confederalista, independentista, etc.
Gente que se sitúe fuera de la mentira que supone el actual régimen democrático español, un régimen que no permite a un pueblo como el catalán votar y actúa con cárcel y represión. Situarnos fuera del régimen de las autonomías del 78 y avanzar hacia un nuevo régimen político, social y económico. Y hacerlo desde formas sociales, políticas y económicas democráticas, horizontales y desde abajo, no desde estructuras piramidales con escasas capacidades de toma de decisiones diferentes a las que quieran tomar un número muy reducido de personas. Aquí me refiero a un partido político, un colectivo o una empresa.
Además creo que hay que hablar de soberanías, en plural. El soberanismo tiene que dejar de ser un discurso única y exclusivamente de identidad. Tiene que ser un discurso que asuma los problemas de un pueblo, y la soberanía se tiene que insertar en ese discurso para que soberanía signifique vivir mejor. Para que
que sea un movimiento de soberanía popular, tiene que vincular la soberanía a el control sobre los recursos. Sin soberanía económica no habrá soberanía.
Las fuerzas transformadoras andaluzas deben mirar hacia dentro, hacia los abajos, hacia los iguales. A partir de ahí seremos más fuertes y, por tanto, más útiles para cooperar con el resto de pueblos, colectivos, compañeras y compañeros de otros territorios, pueblos o naciones.
Para cooperar con alguien de Orereta o Sants no necesito contar con nadie de un despacho de Madrid. Y si lo necesito, nos seguiremos equivocando.

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Democracia y soberanía

Dice Jule Goikoetxea: «Sin soberanía popular, no hay democracia. Pero no hay soberanía popular sin pueblo, no hay pueblo sin territorio, y sin territorio con estructuras públicas-comunes que posibiliten el autogobierno colectivo, no hay democracia.»
Para que haya democracia debe haber soberanía popular, capacidad de decidir de la gente de un determinado territorio. Este tipo de decisiones subordinarán al capital cuanto más desde abajo se planteen, siempre desde la cooperación-unión y no la competencia-fragmentación. La supuesta democracia global no es más que el proyecto de una dictadura del capital global.

Fuente: https://www.elsaltodiario.com/polirika/nacion-y-democracia-global

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El origen del hambre (K. Polanyi): el mercado de trabajo

La creación del mercado de trabajo, la conversión de la fuerza de trabajo en una mercancía, supuso separar el trabajo de las otras actividades de la vida y someterlo a las leyes del mercado. Las consecuencias de la institucionalización de un mercado de trabajo resultaron patentes. En los países colonizados, había que forzar a los indígenas a ganarse la vida vendiendo su trabajo. Para ello fue preciso destruir sus instituciones tradicionales e impedir que se reorganizaran, puesto que, en una sociedad primitiva, el individuo generalmente no se siente amenazado de morir de hambre a menos que la sociedad en su conjunto se encuentre en esa triste situación. «No existe hambre en las sociedades que viven en el límite del nivel de subsistencia», sentenció M. J. Herskovits en 1940.
Así ocurría también en cualquier tipo de organización social europea hasta comienzos del siglo XVI. Y, puesto que el individuo no corre el riesgo de morirse de hambre en las sociedades primitivas, se puede afirmar que son en este sentido más humanas que la economía de mercado, y al mismo tiempo que están menos ligadas a la economía. Como si se tratase de una ironía del destino, la primera contribución del hombre blanco al mundo del hombre negro fue esencialmente hacerle conocer el azote del hambre. Fue así como el colonizador decidió derribar los árboles del pan, a fin de crear una penuria artificial, o impuso un impuesto a los indígenas sobre sus chozas, para forzarlos a vender su fuerza de trabajo. En ambos casos, el efecto es el mismo que el producido por el cercamiento de tierras en Europa con sus estelas de hordas vagabundas (lo que antes era del común, pasó a ser exclusivamente de una sola persona).
La coacción de la ley en Inglaterra, los rigores de una policía absolutista del trabajo en el Continente europeo, el trabajo bajo coacción en la América de comienzos de la época industrial constituyeron las condiciones previas para que existiese el trabajador «voluntario». El último estadio de este proceso ha sido alcanzado, sin embargo, con la aplicación de la «sanción natural», el hambre. Para poder desencadenarla era preciso destruir la sociedad orgánica que rechazaba la posibilidad de que los individuos muriesen de hambre.

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Minas y caenas

«El trabajo de los pobres es la mina de los ricos», dijo John Bellers.
La cuestión es que la especulación financiera, la robotización, los avances tecnológicos en favor del capital (perdón por la obviedad, si no fueran así serían frenados) están provocando en lugares como el nuestro que los ricos tengan otras «minas». En ese momento, aparece la frase de lo peor no es ser explotado, sino que no te quieran explotar.
Y a pesar de todo lo anterior perseguimos el «trabajo garantizado», el «pleno empleo», la «máxima ocupación».
El problema comenzó cuando en vez de pedir renta empezamos a pedir trabajo (asalariado).
Las minas de los ricos minaban nuestro futuro. Su ideología se convirtió en la nuestra y, desde entonces, tenemos el objetivo conjunto del pleno empleo.
¡Viva el trabajo, vivan las caenas!

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Múltiples minorías frente a las mayorías

Detrás/debajo del ruido, del chalet, de españoles nacionalistas enseñando músculo contra los «nacionalistas», de tantas y tantas energías dedicadas a esto mismo que estoy haciendo yo ahora (también tengo contradicciones), detrás de todo esto, hay sitio para la esperanza.
Esperanza por la existencia de tipos como el director del Museo Reina Sofía, Manuel Borja-Villel que desde su inteligencia nos dice no existen mayorías, sino múltiples minorías; o por la esperanza que emana de esas múltiples minorías silenciadas donde aparecen gentes que son capaces de luchar contra la precariedad de las empresas ultracapitalistas creando cooperativas.
Tras los nuevos fascismos y las eternas aspiraciones desclasadas siempre está la gente que piensa y la gente que lucha; y entre las dos, las que piensan y luchan. Ahora es cuando más hay que mirarlas y mimarlas para que no nos dejemos derrotar por la desesperanza.
Fuente: https://www.elboletin.com/noticia/163276/tecnologia/exrepartidores-de-deliveroo-y-glovo-trabajan-en-una-app-para-fomentar-el-empleo-digno.html

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Lección de economía

«El dinero y la riqueza parecen que son lo mismo,
siendo cosas tan distintas,
la riqueza es justamente
lo que el dinero te quita.»
Letra flamenca de Francisco Díaz Velázquez. «Coplas de Nadie».
Oída a Esperanza Fernández en el disco de Dani de Morón «21».
Aportación al disco de mi amigo Fernando González-Caballos.

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Hitos y transiciones

2011. Plazas.
2014. Elecciones europeas.
2016. Asalto fallido a los cielos.
2018. Chalet.
Terminó la segunda transición.
Desde Madrid dio para poco. Veremos desde Cataluña.
En Andalucía seguimos en la primera.

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Cultura y economía

Tuneo de un artículo de V. Lenore sobre un estudio del filósofo Alberto Santamaría.
La economía no es sólo la administración y gestión de algo, sino también la producción de un relato que da sentido a esa administración y gestión. Por ello economía y cultura van de la mano para el capitalismo.
Los libros de autoayuda y la filosofía emprendedora es una herramienta muy relevante para la actual victoria del neoliberalismo. Estos libros no han dudado es absorber conceptos de los movimientos sociales. Los nuevos gurús empresariales adoptan la retórica militante de la izquierda para reforzar posiciones de derecha. Es lo que el autor define como ‘activismo cultural neoliberal’. Así, ahora no hay que motivar a los trabajadores sino «movilizarlos».
Por otro lado, lanzan otra idea básica: hay que vivir la precariedad como una aventura. Hablan de nuestro potencial creativo, que tenemos que arriesgarnos, que con creatividad podemos lograr todo lo que queramos, que hay que ser aventureros y no funcionarios. En el fondo, nos invitan a competir en vez de a cooperar y compartir.
La literatura de autoayuda empresarial utiliza términos tan universales como “felicidad”, pero no la trata como un fin de la existencia humana, sino como un simple medio. Según un texto del Centro Botín, ‘De la neurona a la felicidad’, la infelicidad cuesta a las empresas 829 euros por habitante al año, es decir 386 millones de euros solo en la Unión Europea. Ser infelices resta productividad y eso es intolerable. Así el capitalismo afectivo crece para reforzar la adhesión de la tropa que conformamos cada uno de nosotros.
Lo peor de todo es que incluso la cultura está en manos de las empresas y del capital, aunque parezca que es un fortín de la izquierda. El capitalismo ha sabido capturar todas aquellas formas culturales destinadas a cuestionarlo. No sólo se quedan con el discurso radical de los sesenta -“la imaginación al poder” o “pidamos lo imposible” pueden ser perfectamente hoy lemas del BBVA-, sino que producen, casi sin darnos cuenta, una nueva noción de imaginación o creatividad dentro de la cual el impulso crítico desaparece a favor de un impulso adaptativo, según las necesidades del mercado. El neoliberalismo es tan viscoso que se adhiere a nuestros actos como una segunda piel.

Fuente: https://www.elconfidencial.com/cultura/2018-02-09/alberto-santamaria-en-los-limites-de-lo-posible_1519499/