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Soberanías y mascarillas

El «que inventen ellos» tuvo su traducción en el capitalismo global: «que produzcan ellos». El capital encontró beneficios en el trabajo de la población china explotada (bien harían Rafa y Pau en «no fallar» a tanta población explotada, incluso infantil, y abandonar el patrocinio de Nike).

Las economías «desarrolladas» perdieron su soberanía productiva, es decir, su capacidad de elaborar bienes y servicios para satisfacer las desesidades de las personas, y la subordinaron a la sacrosanta acumulación de capital.

Hoy contemplamos las consecuencias. Economías hipertecnologizadas y avanzadas son incapaces de abastecerse de unas simples mascarrillas. (Se ha convertido en super moderno producirlas con impresoras 3D: lo arcaico disfrazado de innovación).
Hablar de soberanía económica, alimentaria, energética, financiera, tecnológica, sanitaria, etc. es hablar de democracia, de devolver el poder al pueblo. Hablar de soberanía en estos términos, de volver a controlar los medios de producción y vida para satisfacer las desesidades de la gente (frente a la acumulación de capital y poder) es imprescindible para avanzar hacia una economía democrática.

Las mascarrillas nos protegen del coronavirus, las soberanías de otros virus incluso más dañinos.

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