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Trabajo y capitalismo digital según A. Casilli

A continuación «tuneo» una entrevista que he podido leer en Contexto y Acción de Erwan Cario al sociólogo Antonio Casilli.

La revolución de la inteligencia artificial (IA) no puede prescindir de los datos producidos y seleccionados por las personas, usuarias o pequeñas manos invisibles de micro-trabajo. Se trata de proteger estas actividades laborales contra la depredación de las plataformas.

Definición de “digital labour” y tipología de personas trabajadoras digitales

A. Casilli define «digital labour» como «toda actividad que produce valor y que se basa en los principios de tarificación y de datación (tratamiento automático de la información). La tarificación, es la reducción a tareas simples, fragmentadas y estandarizadas – la tarea más simple, es la pulsación- y la datación es la producción de datos para las plataformas y las inteligencias artificiales, que esas plataformas se esfuerzan en producir y en mercantilizar, y se basan en realidad en un flujo constante de datos producidos y tratados.»

Por su parte, según este autor, existesten tres grandes «amilias de trabajadores digitales».

La primera, y la más visible, es “el trabajo a demanda”. Pasa por las aplicaciones en tiempo real inmediato para permitir a nuestros consumidores acceder a servicios o productos. Son Uber, Deliveroo, servicios personales que están ahora por todas partes en el debate público, pues han centrado lo que en su momento se llamó “la uberización”.

La segunda familia, mucho menos conocida y visble es la del “micro-trabajo”. Es todo lo que hace referencia a plataformas en las que multitud de personas se dedican a la realización de tareas profundamente fragmentadas, y sobre todo micro-remuneradas. Son tareas que exigen entre algunos segundos o algunos minutos para llevarse a cabo, que van desde la maquetación de imágenes, la re-transcripción de pequeños fragmentos de texto, registro de voces u organización de información. Es un fenómeno global; es una forma de poner a trabajar a personas que están en países lejanos.

La tercera familia viene a continuación de la segunda, y es por así decirlo, trabajo gratuito, el que realizamos cuando utilizamos las plataformas sociales. Se lleva a cabo en las redes sociales como Facebook, YouTube o Instagram. Publicamos contenido, desde luego, pero hacemos mucho más que eso. Se realiza un trabajo de selección y clasificación de la información, señalando lo que es problemático respecto a las propias normas de la plataforma.

Sobre el mito del fin del trabajo

El mito del robot o de la automatización completa embruja al imaginario industrial desde hace tres siglos. Es un horizonte utópico, pero que tiene un impacto concreto sobre nuestra vida cotidiana pues se trata de un mito que se ha empleado para disciplinar a la fuerza de trabajo: «obligar a los trabajadores a dejarse de tonterías pues siempre se les puede reemplazar por una máquina de vapor, después por una máquina industrial y ahora por una máquina inteligente».

Hoy día se habla de un robot de datos, es decir, una forma da automatizar los procesos funcionales. Y esta automatización pasa por lo denominada inteligencia artificial, que se basa en la presencia de datos. No obstante, nunca se dice que estos datos los producen las mismas personas que conocen el riesgo de ser expulsados del empleo formal: «se necesita alguien que pinte las imágenes; que seleccione los datos; que limpie la información, y ese alguien, no es un ingeniero ni un data scientist, somos usted y yo, y cientos de miles de personas, entre las Filipinas y Costa de Marfil, que durante una jornada, han de producir esos datos que son indispensables para el aprendizaje estadístico y la economía de los robots». Se trata de la «enésima maravillosa solución para pagar cada vez menos a la fuerza de trabajo, precarizándola y excluyéndola de un reconocimiento formal; alejando a los trabajadores de todo un conjunto de protecciones vinculadas al empleo clásico, herencias de luchas sociales, y por lo tanto restringiendo cada vez más la masa salarial.»

No se puede prescindir del trabajo de las personas. Al contrario, ese mercado paralelo de micro-trabajo, de trabajo invisible, de trabajo digital están en expansión. Sin embargo se oculta y hay un enorme esfuerzo de invisibilización porque es crucial para poder vender a los inversores el sueño del robot.

Frente a esos ataques frontales contra el trabajo asalariado

Hay tres ejes de reacciones que surgen para desplegar formas organizativas frente a esta situación. La primera es emplear instrumentos surgidos de las luchas sociales para reafirmar la dignidad del trabajo; su reconocimiento y su remuneración. Se trata de las formas de sindicalización, ya sea en forma de sindicatos clásicos o con nuevas formas sindicales expresadas mediante gremios, asociaciones más o menos informales o grupos de usuarios de plataformas.

El segundo aspecto es la constitución de alternativas viables a ese capitalismo de plataformas introduciendo una forma de cooperativismo de plataformas. Es la reactivación del movimiento mutualista, de la inscripción de plataformas y tecnologías digitales en el contexto de la economía social y solidaria.

El tercer elemento, el más interesante para A. Casilli, es el de los comunes. Lo que se está creando con nuestro trabajo de teclear son conocimientos comunes, datos comunes, recursos informativos comunes. Esos elementos comunes no pueden seguir siendo objeto de la depredación capitalista. Al contrario, hay que dotarlos de lógicas diferentes, de puesta en común, de desarrollo de gobernación colectiva, y finalmente crear un conjunto de derechos. «¿Quién tiene el derecho de hacer qué con esos datos? Basta con ver su perfil de Facebook, vinculado a otros cientos, para darse cuenta: no hay nada más colectivo que un dato personal».

Y si se habla de la remuneración ligada a esos datos, hay que llegar a la renta universal e incondicional. «No uno de los muchos falsos amigos que han aparecido en los últimos tiempos, me refiero desde luego a una renta universal con todas las prestaciones sociales iguales por doquier y que se financiará mediante una fiscalidad de la tecnología digital.»

Fuente: https://ctxt.es/es/20190123/Politica/24067/capitalismo-de-plataforma-uber-antonio-casilli.htm

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Alternativas de izquierda

A continuación reproduzco algunos párrafos e ideas de un autor que debería ser referencia de la izquierda actual: E. Cancela.

«No cabe duda de que es tiempo de organizar a los movimientos y a la sociedad civil en torno a la lucha por la transformación de las condiciones materiales, las cuales son determinadas cada vez más por la cínicamente llamada digitalización. En esta dirección, las izquierdas, en tiempos de big data, para vencer a la derecha, deben entender la necesidad de una soberanía digital». (…) «asaltar el software, hardware, los sensores o cualquier otra tecnología que compone la infraestructura social, otorgando a los datos el sentido de bien común y diseñando formas democráticas de acceso alejadas de los gigantes estadounidenses o chinos. ¿Qué mejor punto de partida para comenzar que las ciudades?»

«Y después, una vez conquistado el todo, alcanzado el control sobre nuestras vidas —que significa despojarnos de las ataduras digitales que intermedian a cada segundo de esta— pensar en cómo construir instituciones colectivas y sociales», entre las que se encuentra una renta básica universal. «Teniendo en cuenta que Deep Mind, una empresa británica de inteligencia artificial de Google, ya posee algoritmos de aprendizaje atemático para realizar predicciones en materia de salud pública, también podrían expropiarse directamente estas plataformas a fin de servir al bien público. Y dado que la inteligencia artificial ha sustituido las tareas algorítmicos más corrientes, ¿por qué este salario básico no puede financiarse gracias al desarrollo de las maquinas y la inteligencia artificial a fin de pensar en trabajos más creativos, y no meramente orientados hacia el mercado laboral en una economía de servicios que se ceba con las clase bajas?»

«Existen muchas alternativas que imaginar y llevar a la práctica en este presente histórico, cargado de tiempo ahora, para que este sistema en crisis se derribe como un castillo de naipes. La izquierda debe diseñar sus explosivos de manera inteligente, y hacerlo cuanto antes.»

Fuente: https://www.elsaltodiario.com/tecnologia/izquierda-y-derecha-en-la-lucha-por-el-poder-digital

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Flamenconomía

Flamenconomía, nociones de economía y otros cantes: 1/ «Soleá de la ciencia»

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Óscar Flores es un buen tío. Y a un buen tío no se le dice que no. Participo en su programa de radio, «El paseo», con la sección «Flamenconomía, nociones de economía y otros cantes».

Las letras flamenca es un campo ilimitado de sabuduría popular y la economía no es otra cosa que parte de la cultura de un pueblo.

Hemos empezado con la Soleá de la Ciencia, una letra que sintetiza muchas páginas de manuales de Folosofía de la ciencia. Un texto que me hizo entender que la Universidad y la Economía van por un lado y la Vida por otro. En gran medida.

 

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Soberanías y Economía social transformadora

Se ha publicado recientemente «Soberanías. Una propuesta contra el capitalismo», presentado del siguiente modo: «Este libro es una propuesta para la discusión, el debate y la acción que parte de la convicción de que no hay recetas ni programas perfectos a la hora de avanzar hacia la transformación social. Es un marco para un diálogo fecundo con todas aquellas personas interesadas en este proceso. No tenemos ninguna duda de que abandonar el capitalismo como marco de las relaciones sociales es urgente y necesario para nutrir nuestras vidas y vivirlas plenamente, y que nos hace falta comenzar a hacer el tránsito, desde ahora mismo, hacia la construcción de una sociedad mejor para todos y todas.»

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A continuación se reproduce la contribución del autor de este blog a dicha publicación.

Epílogo. Soberanías y Economía social transformadora

Nada en capitalismo, nada del reformismo

El capitalismo sigue inmerso en una crisis que se agudizará en los próximos años y que nos dejará sociedades cada vez más devastadas. Este trabajo ha tratado de ofrecer una propuesta de transformación social, desde el convencimiento de que no hay recetas ni programas perfectos. Abandonar el capitalismo como marco de relaciones sociales es urgente y necesario para nutrir nuestras vidas y vivirlas plenamente.

El proyecto de integración económica europea ha destacado como el alumno más avanzado del neoliberalismo. El secuestro de la soberanía que suponen las directrices actuales de la «troika» provocan el empobrecimiento de las mayorías, mientras que las élites que se beneficiaron del ciclo de financiarización y se enriquecieron al amparo de la burbuja inmobiliaria hacen su agosto con las privatizaciones a precio de saldo del patrimonio público.

El capitalismo sólo puede existir en constante movimiento expansivo. Sin embargo, sufre un estancamiento que se remonta hasta mucho más allá de la presente crisis global iniciada en 2007. Este sistema no puede reiniciar una fase de crecimiento compatible con políticas redistributivas que permitan a nuestras sociedades disfrutar de un mínimo bienestar material y espiritual.

Este trabajo colectivo parte, por tanto, de la premisa de que el proyecto de la socialdemocracia ha muerto, fagocitado por la lógica implacable del neoliberalismo. El capitalismo actual no tolera ninguna redistribución, porque necesita hasta el último euro para asegurar sus funciones de inversión, malogradas por la crisis financiera y de sobreacumulación.

Para corroborar lo anterior aporta datos el informe «Premiar el trabajo, no la riqueza», de Intermón:

– El 10% de los más ricos aglutina más riqueza que el 90% restante; en concreto, un 53,8%.

– Los millonarios han logrado reunir 29 de cada 100 euros de la recuperación, y sólo 8 euros han ido a parar a los que menos tienen.

– Entre 2016 y 2017, el 1% más rico capturó el 40% de toda la riqueza creada, y fueron cuatro los nuevos multimillonarios españoles que entraron a formar parte de la lista Forbes, donde figuran ya 25.

– La participación en la renta del Estado español de los más desfavorecidos ha disminuido un 17%, frente al 5% que han conseguido incrementar los que más tienen (cifra que se eleva al 9% en el caso del 1% más rico).

– 10,2 millones de personas tienen con una renta por debajo del umbral de la pobreza, lo que se traduce en una tasa de pobreza del 22,3%, es el tercer país europeo en desigualdad, por detrás de Rumanía y Bulgaria y empatado con Lituania.

– La remuneración de los trabajadores está lejos de los niveles de 2009.

– Los beneficios empresariales se dispararon un 200,7%. El coste laboral por trabajador apenas varió un 0,1%.

Por tanto, los pueblos de la Europa periférica tenemos que superar la etapa del reformismo respecto a la UE. Hay que vertebrar una Europa de los pueblos que plantee superar el proyecto de clase que representa hoy la Unión. Sin olvidar tampoco que nuestro proyecto político es un proyecto de clase, sin fronteras, ni nacionales ni regionales, que tiene que extender la mano a las clases populares de la otra orilla del mediterráneo y extender su solidaridad y necesidades de cooperación a América Latina y el resto del mundo.

La soberanía política y mucho más

La globalización capitalista y la actual hegemonía de la lógica del Mercado han agudizado el vaciamiento de la mayor parte de los contenidos y funciones de las instituciones definidas tradicionalmente como políticas. Hasta hace no mucho tiempo, el Estado-nación dictaba la mayor parte de las reglas dentro de las que debían desarrollarse las actividades económicas y las relaciones comerciales internacionales. Ahora, son las grandes instituciones de la globalización (el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, el Banco Central Europeo, la Organización Mundial del Comercio, etc.), que actúan como instrumentos del capital, especialmente el financiero, las que imponen las reglas dentro de las cuales deben desarrollarse las políticas de los Estados.

Los Estados han perdido su soberanía en las cuestiones económicas clave. Las personas con cargos políticos han pasado a ser principalmente meros gestores de los dictados de las instituciones de la globalización. Este vaciamiento de competencias políticas fundamentales deja sin sentido el concepto de “soberanía nacional” y deslegitima el sistema de democracia representativa. Así, actualmente, tanto la política monetaria como la fiscal (la confección de los propios presupuestos anuales) del Estado español y de otros países europeos se realizan conforme a las directrices de la “troika” (el FMI, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea), que luego controla su realización.  La democracia política se convierte en una expresión vacía sin realidad alguna y queda totalmente deslegitimada.

En este contexto, surgen voces y posiciones que plantean hacer frente a esta situación desde abajo, desde el convencimiento de que la recuperación de la democracia representativa es imposible y está condenada; que para enfrentar la actual crisis es imprescindible “la articulación de sujetos políticos enraizados en las instancias de control más inmediatas»[1].

No obstante, la construcción de nuevas instituciones políticas deberá huir de la sumisión a los poderes económicos globales y a sus reglas mediante el rechazo del capitalismo. Para ello se precisa construir un modelo económico, social, cultural y político que no tenga como eje la mercantilización de la vida para maximizar las ganancias sino las necesidades y anhelos de las personas.

Sin este planteamiento, la consecución de instituciones políticas propias no cambiará, en lo básico, la dependencia y subalternidad respecto a los poderes dominantes y sólo cambiará la élite política que administre los intereses de estos. A la soberanía en lo político le debe acompañar la soberanía en lo económico. Con estas premisas y para estos objetivos, enfrentados a la lógica mercantilista de la globalización, los movimientos soberanistas cobrarían verdadero sentido transformador. Si se sitúan fuera de estas claves, se reducirían a ser instrumentos en manos de élites locales aspirantes a participar en la cogestión de las decisiones que toman las instancias que rigen la globalización capitalista[2].

Entendemos la soberanía en plural, como “soberanías” que deben ser conquistadas, en algunos casos recuperadas, por y para la ciudadanía, a partir de desarrollar procesos y proyectos. Tal como ha quedado de manifiesto en este libro, en la mayoría de las soberanías ya existen multitud de procesos abiertos y en marcha, que en su praxis proponen una superación de los valores del capitalismo.

Del neoliberalismo territorial o una alternativa comunitaria generadora de soberanía económica

En este texto se adopta una visión de análisis desde abajo y, por tanto, para comenzar a hablar de soberanía económica parece adecuado iniciar la reflexión desde un territorio concreto. En este sentido, es relevante comenzar por conocer, aun sea someramente, las políticas económicas territoriales que el capitalismo ha puesto en prácticas en las últimas décadas, denominadas genéricamente como “desarrollo local”.

Estas políticas se han basado en gran medida en la defensa de los pequeños empresarios, “emprendedores” o autónomos (complementadas con las políticas de empleo basadas en la “empleabilidad”). Con la ilusión de poner “en valor” los recursos territoriales o “ideas innovadoras” se ha pretendido hacer creer que cualquier persona, o agente económico por pequeño que fuera, podía competir en el mercado global, aunque fuera a través de subcontratas o participando en la descentralización productiva de las grandes corporaciones. Para la puesta en práctica de estas políticas se han creado en las últimas décadas agencias (con financiación pública pero con fórmulas jurídicas privadas) que desde el territorio han gestionado políticas diseñadas desde arriba. La mayoría de las estrategias “progresistas” de promoción del desarrollo local han impulsado estas estrategias desde la premisa de que la globalización capitalista suponía un campo de oportunidades.

En realidad, estas estrategias han tenido y tienen como objetivo disolver el poder social del trabajo y la capacidad institucional de los territorios, poner el territorio al servicio de la generación de beneficios por parte del capital y “culpabilizar a la víctima”, es decir, propiciar que los territorios como las personas con problemas económicos busquen la causa en ellos mismos y no en el sistema socioeconómico vigente (la persona desempleada lo es porque no es lo suficientemente empleable; el territorio sin crecimiento o desarrollo lo es porque no pone bien en valor sus recursos).

Estas políticas no significan en absoluto mayor autonomía y participación en el desarrollo de las comunidades locales. Más bien todo lo contrario, pues con estas estrategias de “neoliberalismo territorial” son los capitales los que disponen del monopolio de la “participación” y las comunidades locales tan sólo pueden competir entre ellas por atraerlos mediante la puesta en práctica de medidas que favorezcan su valorización.

Sin embargo, para poder generar un tipo de desarrollo que favorezca los intereses generales de las personas que habitan un territorio se deben producir transformaciones en torno a cómo se produce y cómo se distribuye el excedente económico. Sin cambios de este tipo, el objetivo real continuará siendo la acumulación y el crecimiento económico según los intereses privados de los propietarios del capital, y la necesaria gestión social y sostenible de los recursos, la gestión orientada en función de los intereses de las personas, no será más que parte del discurso necesario para legitimar la verdadera finalidad.

La búsqueda de una “alternativa comunitaria” capaz de generar “soberanía económica territorial” requiere de una redefinición de las relaciones sociales y nuevas formas de producción y distribución, fundadas en categorías antiautoritarias y ecológicas. En este sentido, el término comunitario no significa una alternativa a los fracasos de las políticas estatales, sino “un campo para la lucha” en donde todas aquellas personas que son despojadas por el capital de parte de su trabajo (asalariado o reproductivo) a través de muchas vías, puedan organizarse y oponerse a las presiones derivadas de las estrategias del capitalismo global.

Se trata de desarrollar nuevas estructuras y formas de hacer las cosas. Formas legales y alegales de organización que se conviertan en elementos de una futura economía alternativa, creada desde abajo, desde el territorio o comunidad, y que tienen por objetivo esencial dar respuesta a las necesidades básicas de las personas. Es decir, generar una alternativa económica que sirva para satisfacer las necesidades de las personas al margen del mercado capitalista.

El ciclo o proceso económico básico puede dividirse en las siguientes fases: producción, comercialización-distribución, consumo y ahorro-crédito. Actualmente están surgiendo iniciativas económicas alternativas en cada fase del proceso económico. En su conjunto, estas iniciativas pueden servir para generar un sistema económico al margen del capitalismo. Se trata de la producción cooperativa, la comercialización solidaria, la distribución participativa, el consumo responsable y las finanzas éticas (en casos más concretos las monedas sociales).

Para generar una nueva economía es necesario conectar estas iniciativas y, de ese modo, crear interrelaciones que permitan la soberanía económica territorial y redes de intercambios alternativas (también se le denomina mercado social). En la medida en que los agentes de este sector socioeconómico estén vertebrados económicamente entre sí, menor será la subordinación al mercado capitalista. Para ello es precisa la intercooperación integral, es decir, la participación de cada una de las organizaciones y de sus miembros en la producción, el consumo y el ahorro dentro de la economía alternativa.

El mercado social implica intercooperar para desconectarse, en lo posible, de la economía capitalista. Para ello, requiere alcanzar la masa crítica suficiente de productores, consumidores y ahorradores solidarios en un territorio, y conformar redes territoriales de intercambio que cubran de manera significativa las necesidades de un número considerable de personas. Por tanto, el camino a seguir es multiplicar la intercooperación entre este tipo iniciativas. En definitiva, el desarrollo de estas redes de intercambio territoriales no sólo mejoraría la viabilidad de cada una de las iniciativas alternativas, sino que supondría dar vida a un embrión de nueva economía dentro del actual capitalismo senil.

 

Prácticas transformadoras de producción de bienes y servicios

Orientaciones generales: de una economía social legitimadora a otra transformadora

La transformación de la sociedad no es un acto que se realiza en un mo­mento dado o de un día para otro. Es un proceso permanente y doble. Por un lado, de resistencia al capitalismo y, por otro, de construcción de una sociedad diferente que, sin embargo, ha de iniciarse en el interior de los órdenes sociales vigentes. La transición al capitalismo nació en el seno del feudalismo y la alternativa al capitalismo sólo puede nacer en el seno de éste. Por ello, muchas actuaciones transformadoras serán, en sí mis­mas, contradictorias, porque vivimos en el capitalismo y casi cualquier cosa que se proponga hunde sus raíces en el mismo[3].

Ahora bien, todas las actuaciones, según la orientación que se les dé, pueden ser transformadoras o integradoras. El capitalismo es extraordinariamente hábil para integrar en su seno todo aquello que lo pudiera poner en peligro. Esto hace que muchas actuaciones iniciadas contra el mismo puedan terminar cooperando y reforzándolo. En nuestro caso, la cuestión es actuar sin acabar siendo funcionales al sistema; trabajar contra el sistema sin convertirse a la vez en reformistas del mismo. Es prácticamente imposible decir teóricamente qué es conducente a una alternativa total y qué no. Sólo la práctica y la reflexión continua sobre ello nos permitirán in­tentar que el rumbo no sea reformista.

Para empezar, y refiriéndonos a las prácticas productivas transformadoras, éstas deben partir de la base de que cualquier alternativa debe cuestionar las bases de la explotación. Además, a lo de organización productiva “no capitalista” le añadimos el concepto de “sin cla­ses” pues una sociedad anticapitalista puede estar fuertemente jerarquizada.

Para que estos planteamientos avancen en la dirección transformadora deseada, es relevante el impulso de prácticas socioeconómicas que se guíen por una serie de criterios para que sean verdaderamente transformadoras[4]:

  • Avanzar hacia formas de propiedad no privada (comunal, cooperativa, municipal).
  • Desarrollar procesos productivos que no sean explotadores (ni relación laboral capitalista, ni patriarcado, ni expolio de los recursos naturales).
  • Desarrollar mecanismos de redistribución equitativos, no meritocráticos.
  • Establecer mecanismos de toma de decisiones democráticos, ni jerárquicos ni despóticos.
  • Apostar por procesos que prioricen la comunidad por encima del individuo.

Las prácticas económicas transformadoras suelen relacionarse con el concepto amplio de Economía Social (ES). Esta aparece vinculada históricamente a las asociaciones populares y las cooperativas, que constituyen su eje vertebrador. El sistema de valores y los principios de actuación del asociacionismo popular, sintetizados por el cooperativismo histórico, son los que han servido para articular el moderno concepto de ES estructurado en torno a las cooperativas, las mutualidades, las asociaciones y las fundaciones.[5]

Este tipo entidades sirven en muchos casos para la legitimación del actual sistema económico. Desde la perspectiva desde aquí buscada, se pretende avanzar en una Economía Social que sirva como alternativa, no como legitimador, del Capitalismo. En este sentido, se le añade el adjetivo “transformadora”. Se pretende avanzar hacia una “economía del trabajo emancipado”, que huye del control político y económico y apuesta por generar unidades económicas de producción de bienes y servicios radicalmente democráticas, autónomas y sostenibles.

 

Ejes para avanzar hacia unidades económicas de producción transformadoras

Históricamente las formas jurídicas que más se han aproximado a estas unidades productivas han sido las cooperativas. El cooperativismo tiene unos elementos diferenciados claros de la empresa capitalista convencional, sobre todo en el reparto del poder y la propiedad. Ahora bien, en muchas de estas empresas se reproducen las prácticas de la empresa capitalista convencional de capital; existe un sector cooperativista que no se identifica con las prácticas transformadoras y que asumen y legitiman el actual sistema capitalista. Se trata de pasar de un cooperativismo adaptativo al mercado a otro que siempre tenga los principios y valores transformadores, que no aspire a crear enclaves adaptados al capitalismo, máxime cuando el capitalismo se está viendo forzado a moverse hacia formas jurídicas más participativas.

En este sentido, y como elementos que nos sirvan como guía para avanzar en unidades o prácticas productivas transformadoras y no legitimadoras del capitalismo, se pueden utilizar unos ejes relacionados con cuestiones básicas de cualquier sistema económico, a saber: el trabajo, la propiedad y el valor.

 

A)     El trabajo

El trabajo asalariado es uno de los pilares del sistema capitalista. El elemento de transformación se encuentra en pasar del trabajo asalariado al trabajo libre asociado (de fuerza de trabajo o recurso humano contratado/comprado a productor libre asociado).

Los mercados para el trabajo, la tierra y el dinero son esenciales para el funcionamiento del capitalismo. Ahora bien, ni el traba­jo, ni la tierra, ni el dinero son mercancías. Ninguno de estos tres elemen­tos han sido producidos para la venta, por lo que es totalmente ficticio considerarlos mercancías.

El trabajo es la actividad eco­nómica que acompaña a la propia vida, la cual, por su parte, no ha sido pro­ducida en función de la venta, sino por razones totalmente distintas, y esta actividad tampoco puede ser desgajada del resto de la vida, ni puede ser almacenada o puesta en circulación. Sin embargo, para el capitalismo fue trascendental la mer­cantilización, monetización y privatización de la fuerza de trabajo. El capital sólo puede reproducirse sistemáticamente mediante la mercantilización del trabajo. Esto implica convertir el trabajo social, es decir, el trabajo realizado para otras personas, en trabajo social alienado, esto es, trabajo dedicado únicamente a la producción y reproducción del capital. Las personas con un trabajo asalariado que­dan en una situación en la que no pueden hacer otra cosa que reproducir mediante su trabajo las condiciones de su propia dominación. Eso es lo que significa para ellos la libertad bajo el dominio del capital.

La compraventa de servicios laborales precedió por supuesto al ascenso del capitalismo. Pero lo que el capital incorporó como rasgo distintivo es que podía crear la base para su propia reproducción mediante el uso de la fuerza de trabajo para producir un excedente (plusvalor) por encima del valor que necesitaba el trabajador para sobrevivir con determinado nivel de vida. Ese excedente es la base del beneficio capitalista, esencial para su propia reproducción. Lo más notable de ese sistema es que no parece basarse en el engaño, el robo o la desposesión, porque a los trabajadores se les paga el precio de mercado «justo», al mismo tiempo que se les pone a trabajar para generar el plusvalor que el capital necesita para sobrevivir.

Frente a esto, mediante el “trabajo libre asociado” se pretende des-alienar el trabajo y que las personas puedan determinar su propio proceso de trabajo. Las personas dejan de ser mercancías y desaparece la figura del capitalista, patrón, empresario, por un lado, y de trabajador asalariado por otro. La oposición de clase entre capital y trabajo se disuelve por medio de productores asociados que deciden libremente qué, cómo y cuándo produci­rán en colaboración con otras asociaciones y con el objetivo de la satisfac­ción de las necesidades sociales comunes.

 

B)     La propiedad de los medios de producción

La transformación social requiere optar por alguna forma concreta de propiedad de los medios de producción distinta a la propiedad privada.

La esencia misma del capital alberga una economía basada en la despo­sesión. La desposesión directa del valor producido por el trabajo social en el lugar de producción no es más que un eslabón (aunque primordial) de la cadena de desposesión que nutre y sostiene la apropiación y acumula­ción de grandes porciones de la riqueza común por «personas jurídicas» privadas.

Lo más importante de un sistema de producción alternativo es que permita a las personas controlar sus vidas, y esto es imposible con un sistema de propiedad privada. Por tanto, una unidad económica de producción de bienes y servicios transformadora debe basarse en la propiedad colectiva de los medios de producción y los bienes producidos.

Estas personas que forman la entidad o comunidad de producción ostentan tanto la propiedad de los medios de producción de la organización como la capacidad de decisión total de la misma. Por tanto, además de repartir la propiedad, el reparto se ampliará a la toma de decisiones (y excedentes, responsabilidades, etc.). Para alcanzar la autogestión y la democracia económica, además de la máxima “una persona, un voto”, es necesario asegurar que todas las personas de la comunidad tendrán acceso directo y completo a la información necesaria para la autogestión, y a su uso, teniendo como base los principios de la transparencia.

 

C)     El valor

En tercer lugar, se trata de producir bienes y servicios en función de, hasta donde sea posible, el valor de uso.

En una sociedad capitalista todas las mercancías que compramos tienen un valor de uso y un valor de cambio. Con el neoliberalismo, a partir de la década de 1970, el Estado se inhibe de las obligaciones de provisión pública en áreas tan diversas como la vivien­da, la sanidad, la educación, el transporte o los servicios públicos, con el fin de abrirlos a la acumulación privada de capital y a la primacía del valor de cambio. La crisis de 2008 era una crisis en el lado del valor de cambio que negaba a cada vez más gente el valor de uso adecuado de una vivienda, además de un nivel de vida decente. Lo mismo sucede en la sanidad y la educación a medida que las consideraciones del valor de cambio predo­minan cada vez más en la vida social sobre los aspectos del valor de uso.

La historia que oímos repetida en todas partes es que la forma más barata, mejor y más eficiente de producir y distribuir los valores de uso es desen­cadenando los instintos animales del empresario ansioso de beneficio, que le instan a participar en el sistema de mercado. Por esta razón, muchos ti­pos de valores de uso que hasta ahora eran distribuidos gratuitamente por el Estado han sido privatizados y mercantilizados. Cobra así relevancia la opción política entre un sistema mercantilizado que sirve bastante bien a los ricos y un sistema que se concentra en la producción y el abastecimien­to democrático de valores de uso para todos sin mediaciones del mercado.

A nivel micro de las unidades económicas de producción, en las entidades cooperativas y autogestionarias, es necesario hacer todo lo posible para que el valor de cambio (valoración estrictamente monetaria) se subordine al valor de uso (valoración amplia de satisfacción de necesidades de las personas); que las necesidades de las personas no sean subordinadas a la demanda solvente, y de este modo el mercado capitalista deje de ser el único o principal indicador de qué, cómo y cuánto se produce. De este modo, la producción de nuestra unidad productiva no se orientará al beneficio privado y al mero intercambio en el mercado sino a satisfacer las necesidades mate­riales básicas de la población y, en la medida que sea posible, sus deseos.

Se trata posiblemente del eje o elemento más difícil de alcanzar por las actuales entidades o unidades productivas pues el contexto en el que se mueven no les permite tener un grado de autonomía demasiado amplio. Este grado de autonomía o margen de maniobra dependerá, en muchos casos, del nivel de competencia (que no competitividad) con la que la entidad produce sus bienes y/o servicios, así como de la puesta en marcha o aumento de relevancia de canales de distribución, instrumentos de financiación y modos de consumo alternativos y complementarios al nuevo modo de producción.

 

[1] Expresión tomada de Enmanuel Rodríguez. http://ctxt.es/es/20171025/Firmas/15861/republica-izquierda-espana-catalunya-historia.htm

[2] Ideas tomadas de Isidoro Moreno. Para ampliar ver Moreno, I., y Delgado, M. (2013). “Andalucía: una cultura y una economía para la vida”. Ed: Atrapasueños SCA y Autonomía Sur SCA.

[3] Esta apartado se tiene como principal fuente: “Reflexionando sobre las alternativas”, Seminari d’Economia Crítica Taifa, 2013.

[4] Resumen de la matriz de transformación social propuesta por el Seminario de Economía Crítica Taifa.

[5] CIRIEC (2007): “La Economía Social en la Unión Europea”.

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Las grandes cooperativas agrícolas andaluzas: un ejemplo de economía social al servicio del capital

Al frente de las clasificaciones de las mayores cooperativas del sur de Europa se encuentran las andaluzas DCOOP, COVAP, UNICA, VICASOL, SUCA, MURGIVERDE, Granada La Palma o Agrosevilla. En conjunto, se trata de cooperativas de segundo grado con origen en sociedades cooperativas agrarias. Estas últimas son empresas que se crearon en su mayoría durante el franquismo (sobre todo en las décadas 1950, 1960), momento en el que les llamaba empresas asociativas o cooperativas de servicios a los propietarios de tierras.

En esa época, los propietarios de tierras se tuvieron que unir para no verse expulsados de la producción y del mercado, para modernizar sus procesos de producción y conseguir mejores precios. Por ello, constituyeron en palabras de M. Haubert “empresas de tipo capitalista, las cuales, sin embargo, no tenían por objeto la producción agraria misma, sino la articulación entre las empresas familiares y el mercado de los productos, de los insumos, del crédito, etc.” No sólo se unieron los pequeños y medianos propietarios de tierra. Algunos grandes propietarios vieron también en estas cooperativas un medio de explotar a los pequeños y medianos productores en tanto que el esfuerzo colectivo de estos permitía la creación de fábricas o almacenes que se utilizaban principalmente en provecho de los primeros. De este modo, dice el autor, “modernización y la capitalización del campo, en vez de poner en tela de juicio el poder económico, social y político de los caciques, podía reforzarlo considerablemente.”

El Estado franquista favoreció estos procesos mediante los cuales el capitalismo penetró en el campo andaluz bajo el control del Régimen. Haubert lo expresa del siguiente modo: “El aumento de la producción agraria y la ordenación del mercado correspondían a objetivos estratégicos respecto al abastecimiento de los grandes centros urbanos e industriales o al comercio exterior de la España franquista. Como era económicamente y políticamente imposible alcanzar esos objetivos apoyándose únicamente en las explotaciones típicamente capitalistas, las cooperativas parecían el medio más adecuado de penetración del capitalismo en el campo, por lo menos como fase transitoria. (…) Y como las cooperativas estaban estrictamente encuadradas en el sindicalismo vertical, estaba asegurado el control social y político del campesinado.”

A estas cooperativas con origen en pleno franquismo, se unen al frente del ranking otras creadas en las últimas décadas y vinculadas con la agricultura intensiva de Almería y Huelva. Este tipo de agricultura se caracteriza, precisamente, por llevar a cabo fórmulas de manejo de la tierra que hacen de la máxima explotación natural y laboral (con relevancia de la inmigración) sus principales ventajas comparativas.

Por tanto, estas grandes sociedades y empresas, aun siendo formalmente cooperativas, no pueden asimilarse a la autogestión y participación que persigue el movimiento cooperativo. Estas grandes empresas (quedan al margen honrosas excepciones de pequeñas cooperativas agrícolas que sí tienen como objetivo la mejora de los pequeños agricultores) apenas ponen en marcha estrategias de democracia económica. La distribución de las ingentes rentas que generan no repercuten como deben en el campo andaluz, sino que privilegian los intereses de un grupo de dirigentes con fabulosos salarios propios de multinacionales. Las cúpulas de estas cooperativas están compuestas por una clase gerencial formada en los mismos lugares (por ejemplo, Instituto San Telmo) que los directivos las grandes empresas de capital y con los mismos objetivos y herramientas.

En este sentido, DCOOP, la mayor cooperativa aceitera de Andalucía y Europa, y el mayor productor mundial de aceite de oliva con más de 200.000 toneladas anuales, utiliza fondos públicos procedentes de la Unión Europea, del Ministerio de Agricultura y de la Junta de Andalucía para construir bodegas de almacenamiento para el aceite de oliva que importa masivamente de Túnez a bajo precio. Con esos fondos públicos se habría financiado el 50% de los 5,8 millones de euros que han costado las bodegas de almacenamiento de aceite recientemente instaladas en las dependencias de MERCAOLEO en Antequera, sociedad filial de DCOOP. Buena parte de esta capacidad de almacenaje se utiliza para acumular aceite barato procedente de Túnez con el que influye en los precios a través de su marca “Pompeian”. Ante esta situación, los socios de DCOOP, tanto las cooperativas de primer grado como las personas físicas que son socias de estas cooperativas, están siendo perjudicadas por las estrategias de la cúpula dirigente pues anteponen la venta de aceite de Túnez a la de los productores andaluces. Además, las cooperativas se quejan de que la propia DCOOP está actuando para bajar los Estados Unidos con alto riesgo de provocar una reacción de los aceiteros californianos que termine en una imposición de aranceles al aceite andaluz, como ya ha sucedido con las aceitunas de mesa.

En definitiva, las grandes cooperativas agrarias andaluzas que encabezan los ranking son mayoritariamente empresas que actúan al servicio del actual capitalismo global, que las utiliza para succionar la riqueza que en forma de aceite, aceitunas, productos de agricultura intensiva o ganaderos genera la agricultura andaluza. El nombre de cooperativa, y el desamparo secular del pequeño propietario andaluz, hace que estas empresas realicen actuaciones que de modo impune y acrítico favorecen a los pequeños grupos dirigentes y perjudiquen los intereses de la mayoría de las personas socias. Por tanto, y a pesar de ser formalmente empresas de economía social, actúan como corporaciones capitalistas que someten a las cooperativas de primer grado y articulan a los pequeños propietarios andaluces con la globalización, con la mediación y control de grandes propietarios que se aprovechan de los primeros. De este modo, las grandes cooperativas empresariales refuerzan, en pleno siglo XXI, como diría Haubert, el poder “económico, social y político de los caciques.”

HAUBERT, M. (1984): “Cooperativismo y crisis económica en Andalucía”. IDR, Nº 28. Universidad de Sevilla.

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Esparragueras (económicas)

Previsiones económicas de M. Roberts para 2019

Contexto

Hace mucho tiempo que no comenzaba un año como este. El gobierno de Estados Unidos es un caos y el entorno geopolítico se ha convertido también en tóxico. La administración Trump ha comenzado un conflicto con China sobre el comercio y el know-how técnico que amenaza con intensificarse cuando la ‘tregua’ actual sobre los aranceles comerciales -“ojo por ojo”- termine en marzo.

El año pasado por estas fechas, Trump se jactaba de que la economía de Estados Unidos estaba en auge, con máximos históricos en el mercado de valores de Estados Unidos. Lo que ocurrió es que se había producido una recuperación cíclica corta desde mediados de 2016, después de la recesión global del final de 2014 (ciclo Kichin). Si el punto más bajo de este ciclo fue a mediados de 2016, el pico debía ser en 2018, con una caída posterior.  Y así se ha demostrado. 2018 ha terminado con el crecimiento del PIB real reduciéndose en casi todas partes. Y a finales de 2018, los mercados de valores sufrieron la caída más importante desde la crisis financiera global de 2008.

Según Marx, lo que impulsa los precios del mercado de valores es la diferencia entre la tasa general de ganancia y las tasas de interés. Lo que ha sostenido los precios del mercado de valores desde 2009 ha sido el muy bajo nivel de los tipos de interés a largo plazo, fijados deliberadamente por los bancos centrales de todo el mundo (con tasas a corto plazo cercanas a cero) y la flexibilización cuantitativa (compra de activos financieros con inyecciones de crédito). La diferencia entre los rendimientos de las inversiones en el mercado de valores y el coste de los préstamos para hacerlo ha sido grande.

Sin embargo, en 2018 los inversores de capital ficticio (acciones y bonos) percibieron que la situación estaba cambiando. Las tasas de interés están aumentando y hay indicios de que la recuperación de la tasa de rendimiento del capital en las principales economías ha tocado techo y se está revirtiendo. El crecimiento de Estados Unidos alcanzó su punto máximo en el segundo trimestre con una tasa anual del 4% y se espera un crecimiento en el cuarto más cerca del 2.5%. En Europa, la esperanza de una expansión sincronizada similar a la de los EE.UU. se ha desvanecido, ya que las principales economías europeas, Francia y Alemania, han frenado su crecimiento. Y no es sólo en las principales economías capitalistas avanzadas donde se han malinterpretado las previsiones del fin de la Larga Depresión desde 2008. También en Asia se ha producido una desaceleración en la segunda mitad de 2018.

Todas las previsiones oficiales de crecimiento (desde el FMI, la OCDE, el Banco Mundial, etc.) son de una tasa más baja en 2019 en comparación con 2018. Una recesión se define técnicamente por la teoría económica dominante como dos contracciones trimestrales consecutivas del crecimiento del PIB real. El consenso mayoritario no espera que eso suceda en 2019. Pero, ¿se equivocan los principales expertos?; ¿sufrirán las principales economías una depresión este año que viene? ¿Qué nos espera en 2019?

Las condiciones financieras  

Los factores clave que explican el crecimiento de la mayoría de las economías capitalistas son la rentabilidad y las ganancias, por un lado, y la deuda, por otro.

La deuda global creció en 2018 y, lo más importante, el coste del servicio de la deuda también comenzó a aumentar, a medida que la Reserva Federal (Fed) continuó aumentando su tasa política. La tasa de la Fed establece el suelo para las tasas de interés en los EE.UU., y también es el punto de referencia para las tasas a nivel internacional, dado el papel dominante del dólar en las reservas internacionales y los flujos de capital. Y otros bancos centrales han puesto fin a sus inyecciones de dinero barato – la flexibilización cuantitativa – que ahora se ha convertido en un ajuste cuantitativo. Por lo tanto, “las condiciones financieras” han comenzado a endurecerse. Entendemos por condiciones financieras el coste de la deuda, el estado de los mercados de valores y el valor del dólar frente a otras monedas.

Para Janet Yellen, ex presidenta de la Reserva Federal dijo el mes pasado que hay “agujeros gigantescos en el sistema financiero” y que le preocupa que “pueda haber otra crisis financiera”. Esto se debe a que la regulación financiera está “sin terminar” y no está segura de que la Fed y el gobierno de EE.UU. estén haciendo algo al respecto “en la forma debida”. En un artículo reciente, Carmen Reinhart, una historiadora ortodoxa de las crisis financieras, llamó la atención sobre el fuerte aumento de la deuda corporativa sin respaldo cuya emisión ha alcanzado niveles récord en 2018. Reinhart llega a la conclusión de que “las redes de contagio financiero, de ponerse feas cosas, ya están ahí”.

El escenario está listo para una nueva contracción del crédito en 2019 si las ganancias dejan de crecer y el coste del servicio de la deuda corporativa acumulada sigue en aumento.

El Banco de Pagos Internacionales (BPI), la agencia internacional de investigación de los bancos centrales, advirtió que lo que llama el ‘ciclo económico’ implica que se acerca una nueva contracción del crédito.  “Los auges del ciclo financiero pueden terminar en crisis y, aunque no lo hagan, tienden a debilitar el crecimiento. Una vez que los ciclos financieros tocan techo, la economía real sufre normalmente. Esto es más evidente en las crisis financieras, que tienden a seguir a la exuberancia de crédito y al crecimiento de los precios de activos, es decir, al auge del ciclo financiero. Las crisis, a su vez, tienden a marcar el comienzo de una profunda recesión, ya que los precios de los activos caen, se hacen insostenibles las altas cargas de deuda y la necesidad de equilibrar los balances arrastra negativamente el crecimiento”.  Y lo más importante, ‘la ratio del servicio de la deuda es particularmente eficaz en este aspecto’.

Todos los indicadores de crédito para una recesión están ahora en color naranja, si no rojo. El más popular es la llamada curva de rendimiento invertida, es decir, cuando la tasa de interés de los bonos gubernamentales a largo plazo cae por debajo de la tasa política de la Reserva Federal. Cada vez que eso ocurre, casi siempre indica una recesión dentro de un año.  ¿Por qué? Porque lo que la curva invertida nos dice es que los inversores creen que se aproxima una recesión, por lo que compran ‘activos seguros’ como los bonos del gobierno, mientras que la Fed cree que la economía va bien y está subiendo sus tasas.  La curva de rendimiento de EE.UU. se ha aplanado, pero todavía no se ha invertido. Este fiable indicador todavía no se ha puesto en rojo.

La rentabilidad del sector capitalista y el movimiento de las ganancias

Otro indicador importante de que se avecina una recesión se puede encontrar en la economía mundial.  Es el precio del cobre y otros metales industriales. Los metales son componentes fundamentales en la producción industrial en todo el mundo y si sus precios caen, esto indica que las empresas están reduciendo la inversión en la producción y por lo tanto utilizan menos componentes metálicos. En 2018, el precio del cobre cayó después de julio, pero desde entonces se ha estabilizado y se mantiene muy por encima del nivel al que cayó en la mini-recesión de comienzos de 2016. Así que esto sugiere que, si bien la economía mundial alcanzó su punto máximo el verano pasado, la recesión aún no está cerca.

Otro indicador de que la economía mundial se está desacelerando desde su mini-auge en 2017 es la fuerte caída de los precios del petróleo.

Pero el factor más importante para el análisis de la salud de la economía capitalista sigue siendo la rentabilidad del sector capitalista y el movimiento de las ganancias a nivel mundial. Es lo que determina si la inversión y la producción continuarán.

El sector empresarial estadounidense terminó 2018 con niveles récord de beneficios/ingresos. Pero este salto en las ganancias fue un hecho aislado. Ha sido impulsado por los enormes recortes y exenciones de impuestos a las empresas en la repatriación de las reservas de efectivo depositados en el extranjero por las principales compañías de Estados Unidos. Y los ingresos corporativos estadounidenses se han visto impulsados por una caída muy fuerte en los costes de inputs, en concreto, la caída del precio del petróleo en 2018.

A nivel mundial, las ganancias seguían creciendo a mediados de 2018. Pero el crecimiento de las ganancias se ha desacelerado en Alemania, China y Japón. Sólo en los EE.UU. han experimentado alguna aceleración. Y si el crecimiento de las ganancias de Estados Unidos es un hecho aislado, como he señalado anteriormente, el crecimiento de las ganancias globales es probable que caiga bruscamente en 2019.

Por tanto

La desaceleración del crecimiento de los beneficios y un aumento del coste de la deuda (corporativa), junto con todos los factores político-económica de una guerra comercial internacional entre China y los EE.UU., sugieren que la probabilidad de una recesión global en 2019 nunca ha sido mayor desde el final de la Gran Recesión en 2009.

 

Este texto es un resumen-lectura con fuente en: http://www.sinpermiso.info/textos/previsiones-economicas-para-2019

Michael Roberts es un economista marxista británico, analista económico y publica el blog The Next Recession.