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La economía del favor

Sobre la desigualdad y el clientelismo en Andalucía

 

«Para la gente de mi tierra hay algo que rige, absolutamente, la vida: lo contrario de la justicia: el favor».

Jesús Pabón, 1935.

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Según el profesor Carlos Arenas, el clientelismo puede definirse de forma sencilla como una relación más o menos voluntaria entre individuos o colectivos desiguales que se intercambian favores[1]. El clientelismo reproduce sociedades desiguales y jerarquizadas porque los beneficios del intercambio son asimétricos, poco para mucha gente, mucho para poca. Por tanto, el clientelismo y la desigualdad se retroalimentan.

La parte del patrón está interesada en mantener la desigualdad pues de este modo obtiene beneficios, al mismo tiempo que legitima su poder al aparecer ante la sociedad como benefactor o conseguidor. Además, sirve para criminalizar y expulsar a las voces disidentes de la sociedad, lo que dificulta cualquier tipo de cambio o transformación.

El clientelismo toma mayor protagonismo en sociedades con mayor desigualdad y  economías empobrecidas, colonizadas y especializadas en perder (o en actividades con menor asignación de valor de cambio aunque sean más relevantes para satisfacer necesidades). Igualmente, alcanza mayores cotas donde el poder o elite económica controla de modo más fácil o con mayor autonomía los recursos públicos. Se trata de sociedades donde existe la convicción generalizada de que el favoritismo es una de las únicas maneras de inserción laboral, obtención de rentas o promoción social. Andalucía es una de ellas.

 

Desigualdad, pobreza y riqueza en Andalucía

En cualquier Economía capitalista la desigualdad es estructural. Ahora bien, existen sociedades capitalistas más desiguales que otras, con mayor porcentaje de personas pobres que otras. En la Europa occidental, pocas economías son más desiguales que la andaluza.

La historia de Andalucía está marcada por haber sido un territorio pionero en convertir a la naturaleza en mercancía, en propiedad privada de una clase privilegiada y, como consecuencia, crear unas mayorías que deben convertirse en mercancías para poder lograr la subsistencia. La Economía andaluza pronto pasó a ser capitalista y con ella se fue construyendo una sociedad en torno a los mercados capitalistas, de personas (mercado de trabajo) y de tierra (mercado inmobiliario). Desde entonces, Andalucía ha sido una sociedad polarizada entre una elite acaparadora de recursos y una masa ingente de personas desposeídas.

El origen de la trayectoria de la Economía capitalista en Andalucía se encuentra en la conquista castellana, que genera el latifundismo o sistema de gran propiedad de la tierra, elemento básico del sistema socioeconómico andaluz. Según Sevilla Guzmán, la gran propiedad «crea un sistema local de dominación de clase ejercido por el grupo de terratenientes que monopoliza los medios de producción agraria con la fiel asistencia, a través de unas específicas relaciones sociales de dependencia, de un sector de la comunidad compuesto por unas clases sociales de servicio en cuyas manos se encuentran las instituciones económicas, culturales y políticas que controlan a nivel local la vida de la comunidad creando en la misma un específico orden social cuya organización económica determina la explotación del campesinado”.

El capitalismo andaluz, a lo largo de la historia, puede ser calificado de “extractivo” en un doble sentido: uno, de extracción y puesta en el mercado de los recursos naturales; dos, de extracción de rentas y beneficios como resultado de la ocupación del poder político. En el primer sentido se hace referencia a los numerosos ejemplos de actitudes depredadoras de la naturaleza (por ejemplo: “modernización” agraria de la década de 1960, minería o turismo). El segundo sentido se refiere a la enorme capacidad de «extracción» que ha tenido unas minorías locales o extranjeras a partir de su capacidad para tomar parte o influir en las decisiones de las instituciones estatales. El Estado español ha amparado esta situación para, de un lado, hacer viable el capitalismo español y, de otro, permitir a las elites andaluzas que organizaran a su gusto el capitalismo autóctono, explotando directamente o como testaferros de empresas de capital foráneo.

Con estos fundamentos se ha construido un modelo de Economía capitalista extraordinariamente desigual. La contribución de la pobreza andaluza a la pobreza del conjunto del Estado se ha mantenido siempre en niveles altos. Para una población que es el 18 por ciento de la española, el porcentaje de personas pobres era del 30,3 en 1973, el 29 por ciento en 1981 y nunca bajó del 25 por ciento en las décadas siguientes. La economía capitalista es además patriarcal, lo que ha provocado que la situación de las mujeres haya sido bastante peor.

La pobreza es generada por la riqueza. Casi siempre. Y así, al igual que conocemos a los responsables políticos culpables de corrupción, igual es hora de conocer algunos nombres de  personas y familias que tanto han ganado y ganan con la actual Economía capitalista andaluza, la desigualdad y el clientelismo. Esas personas y familias viven en lugares cada vez más lejanos pues son propietarios de fondos de inversión que especulan con tierra andaluza, accionistas de empresas eléctricas, de bancos que operan en Andalucía, etc. No obstante, también se encuentran aquellas familias que desde decenios se han lucrado con el sistema social, político y económico andaluz, con la explotación de su tierra y su gente. Entre ellas se encuentran algunas del 2% de propietarios que controlan el 50% de la tierra. Esas personas y familias son, además, las principales destinatarias de las ayudas europeas de la Política Agraria Común (flujo legal de dinero “libre” de clientelismo y corrupción). Algunas son las siguientes: la familia Mora Figueroa Domecq, con una fortuna estimada de 800 millones de  euros, recibió de la PAC entre 2008 y 2016 unos 50 millones de euros; la familia Bohórquez y Domecq, con una fortuna de 500 millones de euros, recibió de la PAC en el mismo periodo temporal 36.6 millones; la Familia Hernández, con un patrimonio 850 millones de euros, se embolsó sólo en 2016 casi 3 millones de euros en subvenciones; o Nicolás Osuna, con grandes negocios inmobiliarios, recibió en 2014 8,2 millones de euros. Y mientras, el poder que le otorga el dinero, impulsa campañas para convertir en corruptos a la clase jornalera perceptoras de subsidios que apenas ronda el mínimo para subsistir.

 

Clientelismo e historia andaluza: repartir para acumular

En una sociedad tan injusta, polarizada y jerarquizada como ha sido y es la andaluza, el necesario consenso social se ha obtenido fundamentalmente a través del trato de favor originado en las relaciones clientelares. Para consolidar su control político, las elites andaluzas necesitaron poner en marcha mecanismos redistributivos en forma de repartos de tierra, beneficencia pública y privada en manos de la siempre aliada Iglesia católica, subsidios, expedientes de regulación de empleo y/o programas socialdemócratas tanto más radicales cuanto más amenazante se presumía la indignación de las clases populares. El clientelismo, desde el patronazgo señorial hasta el clientelismo de partido, ha estado presente en la historia andaluza.

A lo largo de la historia andaluza, unas pocas sagas familiares se sirvieron del poder para extraer rentas a partir de la apropiación de lo comunal, de la violencia física y cultural, etc. El cacique local, en nombre de la elite dominante, garantizó la compatibilidad del modelo político y económico andaluz dentro del Estado español; fue el nexo de unión entre el mando local y el poder con sede en Madrid. Por su parte, las mayorías dominadas y explotadas se podían dividir en dos grandes grupos, a saber: uno formado por gente que decide cooperar con el poderoso a la espera de que su sustento sea otorgado por su favor; un segundo grupo compuesto por la gente que sufrirá mayor exclusión por favorecer la acción colectiva y la cohesión horizontal de la clase dominada. Son aquellas a las que cantaba Manuel Soto “Sordera”: “Con lo poquito que había/yo hice una partición/mis hermanos son aquellos/que tengan igual que yo.”

Tanto la nobleza como la burguesía utilizaron el clientelismo. La Restauración borbónica de 1875, por ejemplo, consolidó el poder de las minorías y éstas cedieron tierras a arrendatarios que ejercieron un papel relevante para la dominación de la gran propiedad. La concesión de la tierra en régimen de arrendamiento siguió siendo, como antaño, una estrategia adecuada para asegurar fidelidades; también el reparto selectivo de los bienes comunales por parte de las autoridades municipales. Así, el fomento de la aparcería, la creación de colonias agrícolas, fueron medidas para contrarrestar la extensión del anarquismo en los campos andaluces.

Más adelante, la República fue impotente para acabar con un modelo clientelar de relaciones sociales al no abordar seriamente el problema de la estructura de la propiedad de la tierra. El franquismo fortaleció el control que las oligarquías andaluzas habían ejercido desde siempre en el ámbito local. La estructura administrativa franquista —Sindicato Vertical, Hermandades de Labradores y Ganaderos, Cámaras de Comercio, Juntas Locales Agrícolas, cooperativas agrarias, etc. — sirvió como un «vivero de colocaciones» y como plataforma para que los vencedores pudieran seguir manteniendo sus prácticas extractivas.

La práctica clientelar continuó, aunque sobre bases nuevas, tras la muerte del dictador. El llamado «consenso» de la Transición puede entenderse como el intercambio político producido entre los representantes más genuinos del gran capital y los representantes políticos de la época. El respeto a la propiedad privada de los medios de producción consolidó un clientelismo de Estado que ha sido administrado por los partidos políticos, convirtiéndolos en el epicentro de una nueva práctica clientelar. Como apuntó el profesor Cazorla, el viejo clientelismo personal fue sustituido por el clientelismo de partido. La clase política socialista se lanzó a la captura de un electorado acostumbrado a las relaciones clientelares. Así lo expresa el profesor Arenas: “El PSOE se fue convirtiendo en el gran patrón colectivo de los andaluces. Como ocurrió con anterioridad en el primer franquismo, miles de personas se incorporaron a sus filas en los primeros años ochenta. Como los ‘camisa nueva’ de antaño, una pléyade de ignotos socialistas, en menor medida comunistas, sindicalistas y empresarios, se aprestaron a gestionar el poder otorgado por las urnas.”

Por tanto, “la Autonomía democrática” que impide toda autonomía real tampoco ha contribuido a mejorar las cosas. Durante más de tres décadas, la clase política socialista ha utilizado la Junta de Andalucía para construir pactos en los que han participado las grandes empresas foráneas, las elites locales, clientes del sistema político y algunas de las instituciones garantes del mismo, como patronales o sindicatos mayoritarios. Esa ha sido la enfermedad, el caso de los ERE’s ha sido uno de los múltiples efectos de la misma.

 

Contra el favor, El Reparto

El clientelismo, relacionado claramente hoy día con la corrupción, es estructural en Andalucía. Antes, durante y después del PSOE o de la creación de la propia Junta de Andalucía como instrumento de no-autonomía. El latifundio y el mal reparto son elementos básicos para explicar esta situación. Señoritos, caciques, empresarios locales o manijeros de capitalistas foráneos abundan en un campo de juego donde las cartas están marcadas. Normalmente se sabe quién va a ganar. Y a perder.

Por tanto, tras los ERE’s continuará la dictadura económica, el mal reparto, el latifundio (de tierras y de otros muchos recursos colectivos). En una economía como la andaluza, dependiente y saqueada, la riqueza se concentra en pocas manos, manos cada vez más alejadas del lugar en la que se genera. Alimentación, agua, energía, tecnología, ahorros… Todo es controlado por corporaciones capitalistas que, en su mayoría, atienden a intereses que nada tienen que ver con los nuestros. Desde el poder que le otorga el poder comprar, el Capital lo compra casi todo y a casi cualquiera. En estas circunstancias, la corrupción y el clientelismo son la norma. Por tanto, miremos más a la propiedad que al gestor político que le facilita el saqueo. Sin propietario explotador y corruptor no habrá manijero corrupto. Establezcamos, de nuevo, la lucha por El Reparto como un grito de esperanza que nos libre de la clientela, la injusticia y favor.

 

[1] Este artículo tiene como base fundamental la obra “Poder, economía y sociedad en el sur. Historia e instituciones del capitalismo andaluz. Historia e instituciones del capitalismo andaluz” del profesor Carlos Arenas.

 

Artículo publicado en el nº38 de El Topo Tabernario. Ilustración de Javier Álvarez.

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Flamenconomía. Nociones de economía y otros cantes 5/“Busco y rebusco, busco la leña: Menese, Moreno Galván y los bienes comunes”

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Intro: Cantar a la tierra

Letra 1. Martinete

“Aquel que le canta a la luna

Es porque en la luna está

Que los que pisan la tierra

A la tierra le cantarán.”

Nos gusta el flamenco que habla de la vida, de la tierra que pisamos. Por eso nos gusta tanto el cante de José Menese y las letras de Francisco Moreno Galván. Vamos a hablar de la tierra, de lo que debería ser del común para no estar tanto en la luna.

“Con mil suores”: Andalucía, capitalismo pionero

Letra 2. Con mil suores

Yo andaba pegando/bocaos al aire/unas veces de rabia/y otra de hambre

y anda que como/busco y  rebusco/busco la leña/y a trancas y barrancas/ay, vamos tirando.

Que dios te valga, que dios te valga/ Si en la verea/ sale la guardia

Desde el cerro de los santos/hasta el arroyo de la Peña/Yo estuve esparragueando/y me la encontré a la vuelta.

Ay, Patricia,/ pareció que la tierra/a mis pies se abría/calenturita a mi cuerpo/y suores de agonía

reniego yo, renegaré,/reniego yo, renegaré,/del punto y hora/que la encontré

Con mil suores/ puse en mi puerta siete faroles,/verte y no verte,/y el candil de mi casa/ no tiene aceite.

Me hago cruces,/me hago cruces,/que en el cabildo/falten las luces.

La Economía andaluza pronto pasó a ser capitalista. La historia de Andalucía está marcada por haber sido un territorio pionero en convertir a la naturaleza en mercancía, en propiedad privada de una clase privilegiada y, como consecuencia, crear una clase mayoritaria de personas que deben convertirse en fuerza de trabajo dependiente que acude a un mercado (el de trabajo) para poder lograr la subsistencia. A partir de ahí, Andalucía ha sido paradigma de una sociedad polarizada entre una elite acaparadora de recursos y una masa ingente de personas desposeídas, grupos entre los que se generaron desigualdades extremas.

La privatización de la naturaleza, la conversión en propiedad privada que excluía de su uso a las mayorías creo escasez. Economía capitalista y escasez van de la mano. Es más, sólo es posible ganar dinero cuando existe escasez.

Busco y rebusco, busco la leña: Marx y  el robo de leña

Hacia 1842 Marx analiza la creciente imposición de lo que denomina la “lógica del interés privado” contra lo público o común. Dicha imposición encuentra su expresión en leyes del parlamento renano que vienen a consagrar el derecho de propiedad privada y acelerar el movimiento de los cercamientos, así como a penalizar antiguas prácticas amparadas en el derecho de uso de los bienes comunes.

Esparraguenado te sale la guardia

En Andalucía, coger espárragos y tagarninas es una de esas actividades económicas de uso del común que han perdurado. Eso sí, en determinados periodos ha tenido más peligro que en otros. Así lo dice la letra:

Que dios te valga, que dios te valga/ Si en la verea/ sale la guardia

Desde el cerro de los santos/hasta el arroyo de la Peña/Yo estuve esparragueando/y me la encontré a la vuelta.

El joven Marx. (aprox del 1.47 al 2.25) Cómo lo ves? «Que dios te valga si en la verea sale la guardia»

https://www.youtube.com/watch?v=vkVFpce_yXA

En Andalucía, el mantenimiento del orden social según el cual una minoría poseía la inmensa mayoría de tierras requirió de cuerpos armados como la Guardia Civil. Javier Escalera, catedrático de antropología de la universidad Pablo de Olavide de Sevilla, indica que la Guardia Civil se crea con “el objetivo fundamental de reprimir los levantamientos protagonizados, principalmente en Andalucía, donde comenzará a actuar, por masas de jornaleros, antiguos campesinos, desposeídos de las tierras uso colectivo que habían trabajado por generaciones, como consecuencia de la desamortización civil emprendida a lo largo del siglo XIX por los gobiernos españoles. Tierras que supuestamente estaban en manos muertas (sic). No estaban “muertas”, sino que, en la mayoría de los casos, eran manejadas de una forma que hoy denominaríamos más ecológicamente sostenible y, por tanto, muy alejadas de la depredación capitalista. Este proceso desamortizador considerado, con razón, ilegal e ilegítimo por esa población campesina, tendrá como consecuencia su conversión en jornaleros en situación de extrema precariedad, para la explotación de su fuerza de trabajo a mayor beneficio de los viejos y nuevos latifundistas.”

Acumulación, desposesión y bienes comunes

Acumulación por desposesión hoy

Asistimos hoy a una privatización generalizada del mundo regida por lo que David Harvey denomina una “acumulación por desposesión” característica de los actuales procesos neocoloniales de apropiación de recursos naturales, territorios y saberes. La lógica misma de la Economía capitalista implica la doble cara de la acumulación, por un lado, y de la desposesión de los bienes comunes, por otro. Lo común se privatiza generando escasez.

Economías de rebusque y retales

Relación con la “economía de rebusque” o con la “economía de retales” definidas en la “Subversión feminista de la economía”. La economía de rebusque se asocia a la economía informal. Economía de retales con lo que puede abarcarse con trabajo gratis. Es muy amplio. desde coger espárragos y cocinarlos hasta ir por leña para gastar menos en electricidad.

Letra 3. Sellés y aminorar el agua: los bienes comunes. Aurelio Selles _ Alegrías _ 1928

https://www.youtube.com/watch?v=O0Nf39SkyTc

«Yo voy a la fuente y bebo y el agua no la aminoro, lo que hago es aumentarla con las lágrimas que lloro»

Los bienes comunes

Frente a la privatización de lo colectivo, hay que reivindicar el derecho y la capacidad humanos de participar en la gestión de los recursos esenciales para nuestras vidas. Ahí surge el procomún, los comunes o economía de los bienes comunes  como forma diferente de afrontar los problemas económicos. Los cercamientos de los comunes se deben resistir, y hay que construir nuevas defensas para protegerlos. Hay que recomunalizar tierras, bienes colectivos que sirvan para satisfacer necesidades humanas por encima de la acumulación privada de capital.

La economía al servicio de

La economía al servicio de una minoría con mucho dinero que quiere seguir acumulando capital; la economía al servicio de las mayorías, con o sin dinero. Los bienes naturales, que nadie ha producido, o los bienes colectivos, que se ha producido entre todas las personas deben estar al servicio de las necesidades de todas las personas.

https://www.youtube.com/watch?v=MSrzroFceh8

Final

Una guitarra y una voz, si no es flamenco es pelícano.

Letra 4. “Bienes”, de María Arnal y Marcel Bagés

“Si es que el agua tiene dueño, quien manda sobre la luz, quien manda sobre este suelo, quien gana con nuestro cielo. Quien gana con nuestro sol.”

 

Programa El Paseo 142 completo:

https://www.ivoox.com/ep142-un-fuego-sangre-comun-1000-audios-mp3_rf_46357820_1.html

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Esparragueras (económicas)

Distribución y consumo transformador: la experiencia de La Tejedora, “mercao social” de Córdoba

La Economía capitalista nunca ha tenido por objetivo mejorar la vida de la gente mediante el consumo de lo necesario, sino impulsar una “sociedad de consumo” en la que este se encuentra subordinado a las necesidades infinitas de beneficios que tiene el capital. Existen, sin embargo, prácticas socioeconómicas transformadoras que buscan producir para enriquecer y mejorar la vida. Es decir, van surgiendo, también en Andalucía, Economías sociales con vocación transformadora que impulsan otros objetivos, otras dimensiones y otros fines más allá del concepto del servicio a una riqueza monetarizada, de felicidad mercantilizada, con consumo individualista.

En ese marco se sitúa el consumo responsable como práctica que cuestiona las propias necesidades y la manera en que se satisfacen, prescindiendo de los consumos superfluos y tendiendo a la reducción de los ritmos de consumo. Además, prioriza el valor de uso de los objetos, compartiendo o alquilando cuando se puede en lugar de comprarlos. Y, en caso de compra de uno nuevo, tener en cuenta criterios de sostenibilidad ambiental y justicia social (producción ecológica, comercio justo, etc.). Por otro lado, aumentan las prácticas de ahorro y eficiencia energética en casa, reciclaje de residuos. Asimismo, aumenta el consumo de servicios relacionados con la economía social y solidaria. En este sentido destacan las finanzas y seguros éticos, la energía verde o la telefonía e internet suministrada por entidades sin ánimo de lucro. Forman parte de este tipo de prácticas los grupos de consumo y circuitos agroecológicos para un consumo más sustentable. También el “consumo colaborativo” que se aleja del capitalismos de plataformas y se concentra en la práctica de “compartir”, ya sea transporte privado o cualquier otra necesidad.

En definitiva, cuando se habla de “consumo responsable” se apela a las personas, y a la sociedad en general, a adoptar hábitos de consumo transformadores que ayuden tanto a mejorar la salud y la calidad de vida de las personas, como a generar cambios en el modelo socioeconómico para avanzar hacia otras formas de vida más acordes con la sostenibilidad de la vida. El objetivo es, desde el consumo, impulsar prácticas que ayuden a repensar y transformar la economía y la sociedad, lo cual será de gran utilidad a la construcción de los mercados sociales.

En relación a las prácticas de consumo transformador, responsable, consciente, surgen experiencias de proyectos de distribución de bienes y servicios de forma cooperativa con distintas características. En la mayoría de los casos siguen modelos de gobernanza democráticos y tienen gran importancia los alimentos ecológicos. Se trata de colectivos de personas que se han organizado conformado una entidad de economía social (en forma de asociación o cooperativa de consumo, principalmente). En este tipo de iniciativas colectivas hay una tendencia a tejer proyectos amplios, que tengan en cuenta los diversos retos a los que la organización quiere hacer frente. Surgen así “mercados sociales” con forma de asociacionismo entre “prosumidores” críticos, es decir, consumidores-productores en relación horizontal.

Cada día queda más de manifiesto que el impulso de unidades de producción de bienes y servicios con vocación transformadora requiere de un consumo o personas consumidoras alejadas de los criterios consumistas propias de la economía capitalista. Es decir, no habrá reproducción transformadora sin consumo y distribución transformador. Paul Singer indica al respecto: “La empresa socialista o, digamos, solidaria, está por ahora dentro del mercado capitalista, pero no es indispensable que ese mercado sea necesariamente capitalista. Es posible crear un nuevo mercado y para ello es muy relevante crear grupos o cooperativas de consumo. (…) Puedo crear todo, inclusive hasta el consumo final. Puedo crear cadenas en que los valores de la democracia y la igualdad prevalezcan en las relaciones. Existen ejemplos concretos de ello.”

En Córdoba existe una experiencia transformadora relevante e innovadora que contiene estos principios, objetivos y fines. Se trata de La Tejedora, el Mercao Social de Córdoba, que desde diciembre de 2011 se ha consolidado como un proyecto autogestionado y de intercooperación que está constituido por entidades de la economía social y solidaria, colectivos sociales y por personas a título individual (más de 280). En “La Teje” se venden productos y servicios vinculados a experiencias de economía social transformadora, se realizan actividades culturales y educativas y existe un espacio de co-trabajo y todo ello, como se explica en su página web, con objeto de “crear un espacio vivo de transformación social y económica desde la óptica de la igualdad y la solidaridad, a través del trabajo cooperativo y la participación colectiva.”

La entidad se conforma como una asociación que dispone de un espacio de tienda (“La Tejedora”) en la que se ofertan productos y servicios que cumplen criterios éticos, ecológicos y sostenibles, ofreciendo una opción de consumo con compromiso social, desde la que se fomenta el Comercio Justo y el Consumo responsable apostando por la Economía Social y Solidaria. Además, en el mismo espacio se ubica la Asociación Educativa Barbiana, colectivo con el que comparte espacio, principios y sinergias. Asimismo, dispone de una sala multiusos en la que se han llevado acabo más de 400 actividades desde el inicio del proyecto, de diversa naturaleza y organizadas por el propio colectivo y/o conjuntamente con otros
colectivos del ámbito de la cooperación al desarrollo, de las finanzas éticas, la Universidad de Córdoba, asociaciones de vecinos y entidades del ámbito educativo formal e informal. Justo al lado de la sala multiusos se encuentra una sala de radio, en la que la Trama Comunic-Acción, otro colectivo colaborador, imparte talleres sobre radios comunitarias y presta servicios de comunicación a colectivos sociales.

En definitiva, el Mercao Social de Córdoba es una iniciativa de referencia que apuesta por el cooperativismo como vía de transformación de la realidad, tanto en términos cuantitativos como cualitativos. Un modelo plural de participación, una visión transversal de la comunicación y un espacio feminista en constante construcción.

Más info:

Dirección: Calle Gutiérrez de los Ríos, 10. 14002 Córdoba

Web: http://www.latejedora.org; Correo electrónico: info@latejedora.org

Publicado en https://portaldeandalucia.org/practicas-transformadoras/distribucion-y-consumo-transformador-la-experiencia-de-la-tejedora-mercao-social-de-cordoba/?fbclid=IwAR0vpTMap76LIM5acRNYmintrkVOCn-HNy5FVPV_zTWS09hPfQBn0GmHcPI

 

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Belleza y bondad

Me parecen interesantes algunas ideas del artículo «2020: ética y estética de la crispación social», de Ignacio Muro. El autor nos indica el interés del debate entre ética y estética que se puso de moda a mediados del siglo pasado. Filósofos como Wittgenstein (“ética y estética son lo mismo”) alumbraron el hilo conductor de reflexiones, con Platón y Kant a la cabeza, que nos marcaba un ideal al desarrollo humano. Bondad y belleza se fundían: del “no hay belleza en la maldad” de Platón a “la belleza es un símbolo moral” de Kant, había un continuo de aspiraciones idealistas en el que convergían los ideales de justicia, bondad y belleza.

Desde hace décadas, y el socioliberalismo de partidos como el PSOE ha sido partícipe, ha sido necesario romper esa convergencia que se identifica con la defensa del progreso social. El autor no habla del socioliberalismo sino sólo de las «nuevas derechas». Estas han radicalizado ese discurso que potencia la desigualdad que ha sido impulsada por no pocos gobiernos de derechas y de «izquierdas» (socialistas españoles, franceses, etc.).
Ignacio Muro nos dice que las nuevas derechas atacan al “buenismo” de la izquierda, “su falta de realismo”, y se esconde un análisis terrible y un mensaje contundente: estamos en un momento en que solo podemos elegir entre lo malo y lo peor, un momento en el que es inevitable (conveniente también) asumir que hay que dejar morir a los niños en pateras porque su llegada trae cosas peores. De ahí, aunque no lo diga el autor, las políticas llevadas a cabo por Marlaska desde el ministerio del interior «de la nueva derecha progresista» del PSOE.

Cuanto más injusta es la situación propiciada por la actual Economía capitalista, más agresiva debe ser la justificación y más dura y brutal la respuesta. Para justificar el poder del dinero y los comportamientos avariciosos de los ricos se necesita alimentar la agresividad contra los pobres, la aporofobia, y también contra cualesquiera que ponga en primer término la justicia social. De este modo, el statu quo necesita rearmarse lejos de la moral. El integrísimo se hace necesario. La regresión histórica debe completarse. La justicia debe dejar paso a la caridad, los derechos a las dádivas. Ahí hará de vigilante implacable la señora Calviño, ministra «progre de la nueva derecha socialista» dedicada, en exclusiva, en Madrid, Bruselas y donde haga falta, que en todos sitios tiene buenos contactos, a trabajar para los ricos.

Nos dice Ignacio Muro: «En el tobogán de la crispación y en un contexto territorial pleno de dificultades, la izquierda española va a tener la oportunidad de dar un impulso moral, político y económico a nuestra sociedad.» No nos dice que dentro de la actual Economía capitalista ese impulso difícilmente pueda hacer compatible la belleza con la bondad. Eso sólo es posible fuera del marco socioeconómico que nos lleva al desastre y a la maldad, aunque con bellos y estéticos marcos visuales que no dejarán que veamos el continuo morir de gente en el Estrecho, los desahucios o el hambre niñas y niños en nuestras mismas calles.

No, no creo que sea posible hacer converger la belleza y la bondad sin poner en marcha la destrucción de la Economía capitalista.