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Esparragueras (económicas)

Renta para otra economía

 

“Desgraciao aquel que come

el pan en manita ajena.

Siempre mirando a la cara

si la ponen mala o güena”.

Popular. Letra flamenca

Ilustra Natalia Menghini

Ilustración: Natalia Menghini

 

La economía del revés

La actual economía del revés, aquella que persigue acumular capital exprimiendo vida, es la economía lógica del “mundo del revés” del que escribió Eduardo Galeano en “Patas arriba”, ese mundo que “premia al revés: desprecia la honestidad, castiga el trabajo, recompensa la falta de escrúpulos y alimenta el canibalismo. Sus maestros calumnian a la naturaleza: la injusticia, dicen, es ley natural.”

La economía capitalista, la economía del revés, es la historia de cómo el capital, en grandes cantidades en poder de un número muy reducido de personas, ha logrado su soberanía o dominación a costa de la inmensa mayoría de la población. Tanto que es el capital el que otorga el derecho a la existencia. La mayoría de la gente tiene derecho a vivir si obtiene un salario,  para lo que cual debe ser demandada y contratada como mano de obra en el mercado de trabajo. Las personas y la naturaleza convertidas en mercancías comprables y vendibles, con precios necios.

La instauración de la economía capitalista, tanto en Andalucía como en el resto de sociedades, convirtió a los bienes comunes y los medios de producción y vida en propiedad privada. Desde ese momento, las personas propietarias pasaron a necesitar de otras dispuestas a trabajar para ellas, así como las no propietarias pasaron a necesitar un salario ante la imposibilidad creciente de ganarse la vida de forma autónoma. La imposición del trabajo “dependiente y servil” requirió de una enorme violencia, desde la sufrida por las mujeres en la “caza de brujas” hasta la causada por generaciones andaluzas por guardias poco cívicas.

En Andalucía, y sobre todo en su medio rural, la economía capitalista ha tenido como agente hegemónico al latifundio y la gran explotación agraria. La historia de la economía capitalista en Andalucía se caracteriza por la secular y extrema desigualdad en la propiedad de la tierra y, por tanto, en la apropiación del excedente económico generado. El sistema latifundista propició el que una mínima proporción de la población lo tuviera casi todo, mientras que la mayoría se quedaban sin nada, obligadas a “mendigar trabajo”. Es en ese momento en el que Andalucía, ejemplo de economía del revés, se convierte en una tierra extremadamente rica poblada por mujeres y hombre pobres.

 

PER y cooperativas agrarias: legitimación para la acumulación del revés

El Estado ha intervenido en esta economía en épocas más liberales y en épocas menos liberales, incluso en las neoliberales. Y lo ha hecho poniendo en marcha herramientas para consolidar y legitimar el gran capital agrario andaluz, el agente hegemónico en gran parte de nuestra historia. Entre las mismas nos encontramos con el “PER” y el cooperativismo agrario. Tanto uno como otro supuesto perfectas estrategias de acumulación y legitimación del capitalismo agrario andaluz.

El PER ha servido y sirve (con distintos nombres pero similares estructuras) como herramienta para disminuir los costes empresariales (salarios), al mismo tiempo que “ayudaba” a las personas jornaleras para evitar la emigración (y seguir ofreciendo su imprescindible fuerza de trabajo al latifundista). Así, estas políticas estatales han sido muy útiles como mecanismo de control social que hizo desaparecer la reivindicación jornalera de la reforma agraria (reparto de la tierra) y reforzó la dependencia y marginación de las economías del medio rural andaluz y sus gentes. Es decir, que más que un sistema de protección social sería más correcto denominarlo sistema de protección empresarial.

El cooperativismo agrario, por su parte, sirvió como herramienta para mejorar los ingresos de la gran explotación agraria mediante la mejora de los precios de sus productos. Este cooperativismo, con origen mayoritario en el franquismo e impulsado por la Junta de Andalucía en las últimas décadas, ha jugado un papel convergente con el realizado por el PER: mejorar las cuentas y beneficios de la agricultura latifundista, uno por la vía de los ingresos y otro de los costes. La inmensa mayoría de estas cooperativas agrarias consistieron, como dijo M. Haubert, en “empresas asociativas” o “cooperativas de servicios a los propietarios de tierras”. De este modo, y en palabras del autor antes citado, “la modernización y la capitalización del campo, en vez de poner en tela de juicio el poder económico, social y político de los caciques, podía reforzarlo considerablemente.”

A pesar de denominarse cooperativas, estas grandes empresas apenas ponen en marcha estrategias de democracia económica. Además, la distribución de las ingentes rentas que generan no repercute de forma equitativa en el campo andaluz, sino que mantienen la injusticia y el mal reparto. Las cooperativas agrarias se han convertido en cooperadoras necesarias del actual capitalismo global, que las utiliza para succionar la riqueza que genera el campo andaluz. De este modo, las grandes cooperativas empresariales refuerzan, en pleno siglo XXI, como diría Haubert, el poder “económico, social y político de los caciques” y son legitimadoras y herramientas clave del capital global que succiona las riquezas del agro andaluz. Al igual que el Estado franquista, la actual administración andaluza, española y europea favorece estos procesos y, disfrazado de “cooperativismo”, se afianza la injusta situación secular del medio rural andaluz.

Para ser justos, es necesario indicar que quedan al margen de estas prácticas pequeñas cooperativas agrícolas que sí tienen como objetivo la mejora de sus personas socias y llevan a cabo, o al menos lo intentan, estrategias participativas y democráticas de gestión. Además, y muy alejada de estas dinámicas, se encuentra la experiencia cooperativa de Marinaleda. No se trata de una cooperativa de personas propietarias de tierras, sino de jornaleras que trabajan de forma autogestionada una tierra pública; es decir luchando con el objetivo de que sea un proyecto de propiedad pública, planificación comunitaria y gestión cooperativa.

 

Movimiento cooperativista transformador

Nos planteamos si es posible poner en marcha un movimiento cooperativo y un sistema de protección social que pongan del derecho, al menos en parte, esta economía del revés. Se trataría de pasar del PER a la Renta Básica (un subsidio agrario sin peonadas para toda la población), y del cooperativismo agrario a un movimiento cooperativista transformador.

Una RB similar al PER, y un movimiento cooperativista como el actual agrario, no servirán para otra cosa que para continuar legitimando una relaciones económicas que están provocando que el 38,2% de la población de Andalucía está en riesgo de pobreza y/o exclusión social (datos de la Red andaluza contra la pobreza y la exclusión social). Sin embargo, una RB incondicional, individual y universal y un movimiento cooperativista con otro modo de entender la propiedad, el trabajo y el valor podrían servir para mejorar la realidad socioeconómica de Andalucía. Veamos.

Para intentar volver a poner del derecho a la economía del revés, hoy día se habla con profusión de economía social, valga la redundancia. Y es que, aunque es reiterativo poner el adjetivo social tras el sustantivo economía, la situación a la que ha llevado a esta sociedad la economía capitalista provoca estas situaciones que se acercan a lo absurdo. El movimiento cooperativo forma parte de esta economía, de este conjunto de iniciativas socioeconómicas que priorizan la satisfacción de las necesidades de las personas por encima del lucro, de los beneficios. Ahora bien, para que las cooperativas y el resto de entidades de la economía social andaluza tengan vocación transformadora es preciso buscar alternativas a las formas en que la economía capitalista considera el valor, el trabajo y la propiedad. Es decir, difícilmente podremos hablar de economías transformadoras sin buscar alternativas al trabajo asalariado dependiente, al valor de cambio y la propiedad privada, pilares básicos de la economía capitalista.

La economía capitalista convierte el trabajo social, es decir, el trabajo realizado para otras personas, en trabajo dedicado únicamente a la producción y reproducción del capital (y cada vez más contra la Vida). Frente a esto, el movimiento cooperativista transformador debe contribuir a eliminar la explotación de unas personas por otras mediante el establecimiento de la cooperación en un proceso laboral común. Además, si como objetivo la reproducción de la Vida, debe atender a otros trabajos sin salario y, de este modo, la explotación específica de las mujeres en la economía capitalista.

La búsqueda de otro trabajo no dependiente está completamente relacionada con la eliminación de la propiedad privada de los medios de producción y/o de vida en los que se sustenta las condiciones materiales de la gente. La economía social transformadora debe propiciar un nuevo sistema productivo comunitario que busque alternativas a la propiedad privada. En este sentido, es de interés reflexionar sobre la instauración de “fondos colectivos de recursos” donde la propiedad pase a ser colectiva, gestionada democráticamente, participada por múltiples agentes y tengan objetivos vinculados al movimiento transformador y alejados de la economía capitalista.

En tercer lugar, se trata de producir bienes y servicios en función de, hasta donde sea posible, el valor de uso, y que éste sea capaz de subordinar al valor de cambio. La economía capitalista tiene como base otorgar a los bienes y servicios el valor que marca la demanda solvente o poder de compra. Si alguien no tiene poder de compra, es decir dinero, no podrá satisfacer sus necesidades y deja de tener derecho a la vida. Se trata, posiblemente, del eje o elemento más difícil de alcanzar por las actuales entidades o unidades productivas pues el contexto en el que se mueven no les permite tener un grado de autonomía demasiado amplio.

 

Autonomía para otra economía

Por tanto, la Economía social que busca la transformación hacia el poscapitalismo requiere de la adopción de alternativas a la propiedad privada, al trabajo dependiente y al mercado o valor de cambio. ¿Hasta qué punto puede la Renta Básica impulsar este cooperativismo? En principio, hay que tener en cuenta que la Renta Básica no es una medida que vaya contra la propiedad privada de los medios de producción, ni signifique un cambio en las estructuras esenciales de la economía capitalista. Ahora bien, consideramos que puede servir o tiene un claro potencial para debilitar tanto la propiedad privada como el poder que ejerce el capital sobre el trabajo asalariado. Desde esta perspectiva, la Renta Básica es una medida que proporciona autonomía a las personas respecto al mercado de trabajo, respecto al trabajo dependiente y, por tanto, al capital. Se trata de una medida que resta poder al propietario de los medios de producción pues deja de otorgar el derecho a vivir.

Por otro lado, La Renta Básica dota de poder de compra a todo el mundo por lo que convierte la demanda de muchas personas en real. Así, es una medida que pone por delante de la ganancia la satisfacción de las necesidades de la gente y, por tanto, es una medida que subordina el valor de cambio al valor de uso.

Por último, y en relación con el movimiento cooperativo, una RB sería un potente apoyo de rentas para aquellas personas que deseen crear una cooperativa o cualquier entidad de economía social con vocación transformadora. La precariedad y el desempleo han impulsado a muchas personas hacia la economía social más como “actividad refugio” que como forma de trabajo o actividad con potencialidad enriquecedora y de transformación. La Renta Básica aumenta el grado de autonomía de las personas y de este modo facilita la generación de actividad económica transformadora, con menos precariedad y más capacidad de tomar decisiones.

Cualquier sistema de protección social, como cualquier tipo de economía social, pueden ser tanto agentes de legitimación como de transformación. Tanto el PER como la Renta Básica, tanto una cooperativa como una fundación o asociación, pueden asentar la actual economía del revés o ser agentes transformadores de la misma. No obstante, el potencial transformador de la Renta Básica es muy superior a la del PER o sistemas asistenciales similares, del mismo modo que lo es el existente en la nueva economía social andaluza representada por Coop57 o REAS respecto a cooperativismo agrario. Tanto la Renta Básica como el cooperativismo transformador son medidas útiles para desmercantilizar bienes y servicios prioritarios o estratégicos para la vida. En este sentido, la primera es una herramienta que puede impulsar a la segunda y, entre ambas, avanzar hacia una economía que deje de estar del revés, que deje de estar contra la vida.

 

Artículo publicado El Topo Tabernario nº 37. http://eltopo.org/renta-para-otra-economia/?fbclid=IwAR0LCtqJaX2FprSH4FTwdcIatzc3K4UmF7YvP_XAup9hhvce_0nFwIYErNY

Ilustriación de Natalia Menghini.

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Tagarninas (políticas)

Andalucía y la nueva-vieja Edad Media

La lectura de una presentación del libro «Globalizaciones: la nueva Edad Media y el retorno de las diferencias» de Joseba Gabilondo* me ha sugerido algunas cuestiones sobre nuestra bendita tierra.

La cuestión es que la instauración de la economía capitalista en Andalucía apenas sirvió para superar características o procesos eminentemente medievales. Por una parte, la polarización de clases sociales. La misma ha mantenido una oligarquía aristocrática que ha intentado subsumir al resto de la población en una no-clase, cuya condición ha sido la secular precariedad. Esta polarización social, a su vez, ha dado lugar a formas políticas de populismo. No miren a VOX, sólo, miren también al PSOE-A.

Por otra parte, indica Joseba Gabilondo que «se puede constatar hoy día una multiplicación irreducible de la diversidad social y cultural, desde el fundamentalismo religioso y étnico al tribalismo urbano y de Internet, que, a su vez, excede y deja ver los arcaicos y nuevos límites del capitalismo. Ello apunta a un paisaje post-multiculturalista de diversidad irreducible que hace imposible cualquier forma de política universalista (Alta Edad Media, V-X). De ahí que, en vez de ‘globalización’, en singular, o de ‘altermundismo”, demasiado simétrico a la globalización hegemónica a la que se contrapone, este ensayo caracterice nuestro presente como un momento medieval de globalizaciones múltiples que exceden el capitalismo y se contraponen a una nueva aristocracia incipiente desde su irreducible diferencialidad.»

Desde este análisis quizás sea posible ofrezcer una salida al pensamiento de la izquierda andaluza, que, como al resto, «la avocan, irónicamente, a una proclamación muy medieval de la universalidad insuperable y cuasi-religiosa del capitalismo.»
Es preciso que exploraremos «nuestro paisaje medieval donde la moral del amo vuelve a querer imponerse frente a un ‘vulgo’ diverso e irreducible que está abocado a una precariedad que se convierte en nueva forma de política y resistencia.»
Desde este nuevo horizonte neomedieval, del que parece que en Andalucía apenas nos hemos separado en décadas o siglos, debemos buscar salidas anticapitalistas al antropoceno, o era ecológica creada por la humanidad, la cual no parece tener salidas modernas tecnológicas o utópicas, solo medievales y apocalípticas: desastre, ruina, plaga, etc.

Manos a la obra. Algo bueno tenía que tener la continuidad de tanta injusticia: tenemos experiencias en luchas seculares contra la oligarquía y la opresión. También, como todo, tiene cosa malas: son demasiadas las personas que piensan que se consigue más junto al opresor que junto a las iguales oprimidas.

 

* Joseba Gabilondo (2019): «Globalizaciones: la nueva Edad Media y el retorno de las diferencias.» Madrid: Akal.

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Esparragueras (económicas) Tagarninas (políticas)

Corruptamente

El clientelismo es estructural en Andalucía. Antes, durante y después del PSOE.

En esta tierra, el latifundio y el mal reparto son señas de identidad. Señoritos, caciques, empresarios amigos de «la diputación», emprendedores de la subvención, innovadores sociales del decimoquinto sector, trabajadores convertidos en autónomos dependientes del antiguo empresario… Todos abundan en un campo de juego donde las cartas están marcadas. Normalmente se sabe quien va a ganar. Y a perder.

Ante eso, una gente pone la mano y otra pelea. Una gente busca que sus hijos sean amigos del dueño de la fábrica, del concejal. Otra desea cambio, sufre con la desigualdad, busca salidas. No son pocas las que encuentran la emigración (económica-forzosa).

Tras los ERE continúa la dictadura económica, el mal reparto, el latifundio; consejerías, ayuntamientos o diputaciones pendientes de los dineros de Madrid, de los empleos que generará el capital de fuera o que el empresario local esté contento y contente al de la consejería, diputación o empresario de Madrid.

Y, como consecuencia de todo lo anterior, el clientelismo, el caciquismo y la corrupción continúan aquí, en diferentes grados, formas e intensidades.

Se fueron Chaves y Griñán. El campo sigue abonado para nuevas malas cosechas, ya sean de Morenos o Díaz, de peperos o socialistas, o de cosas incluso peor. Y de gentes que sin ser «políticas» mandan sobre nuestras vidas, nuestro futuro, nuestra tierra.

Corruptamente.

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Esparragueras (económicas)

Fondos de inversión y campo andaluz

Hay bastante capital en el mercado internacional buscando buenas rentabilidades y Andalucía sigue siendo una buena opción para él. Las políticas monetarias están poniendo en manos de los fondos de inversión abundante munición.

Llevamos siglos vendiendo, pero todavía quedan posibilidades. El ‘agrobusiness’ es uno de esos sectores. Poco a poco, con operaciones medianas o pequeñas están transformando el modelo de propiedad de muchas empresas agroganaderas tradicionales. El ‘buy, build & sell’ —comprar, ganar tamaño y vender— es el esquema favorito del nuevo ‘agroequity’.

La entrada de fondos de inversión en el sector, que es frecuente ya que permite crecer y satisfacer la necesidad de liquidez, se dirige hacia la especulación y empobrece las poblaciones. Estas firmas buscan un retorno económico en un plazo muy concreto y no tienen problemas en abandonar las empresas una vez logrado el objetivo. A menudo este tipo de empresas se limita a mantener la propiedad durante el tiempo necesario para que suba el precio y vender. En este caso, además, supone un desplazamiento hacia abajo, hacia sectores todavía no penetrados por las dinámicas de financiarización, concentración y control intenso en que la economía capitalista se ha convertido.

La economía capitalista se extiende por todos los sectores y tiene como objetivo y centro maximizar los beneficios para los accionistas. Cada vez más, los productos agrícolas andaluces están dominados por pocas empresas cuya función principal es la comercialización. En este modelo, los agricultores tienen la propiedad de la tierra y asumen el riesgo productivo. Son dueños de la tierra, pero no controlan los procesos de cultivo, que les son impuestos, y corren con los riesgos de que la cosecha salga mal. Este modelo se está realizando también en sectores ganaderos como el del pavo.

Este modelo no es nuevo. En 2003 relizamos una trabajo en el Instituto de Desarrollo Regional de Andalucía donde entendíamos que la «nueva economía» tenía como elemento fundamental la subcontratación, descentralización o externalización productiva. En relación con ella se encuentra el mito del «emprendedor» («emperdedor»), dueño de su destino endeudado, que debe correr con los riesgos y está sometido a condiciones de empleo muy lesivas, que la empresa le fija. Nada de esto hubiera sido posible en el pasado reciente, porque la normativa laboral hubiera interpretado esta situación como típica del trabajo asalariado, pero ahora estamos en otro momento.

Este es el modelo que permite el enriquecimiento de unas cuantas firmas. Constituye un modo de gestión a partir de la concentración en una parte del canal, que permite imponer condiciones a trabajadores, proveedores y empresas dependientes, y así generar mayores ingresos para estas firmas y menos para el resto. Lo hemos visto en los numerosos falsos autónomos, y está implantado en muchos espacios y sectores. Es también el problema de buena parte de la agricultura y de la ganadería.

Este capitalismo de la distribución genera más beneficios para las grandes empresas mediadoras, pero perjudica a todos los demás participantes, en ingresos y condiciones de empleo. Los trabajadores vieron cómo se fragilizaban sus condiciones, los falsos autónomos proliferaron y después les llegó el turno a los pequeños empresarios. Muchos de ellos permanecen atrapados en una economía concentrada y están supeditados cada vez más a condiciones lesivas de funcionamiento que les dejan dudosas posibilidades de subsistencia.

Todo esto es parte de nuestra economía. Desgraciadamente, las organizaciones políticas y sociales andaluzas de izquierda apenas lo tiene en consideración. Sin conocer es díficil mejorar, imposible transformar.

Tuneo del artículo de Esteban Hérnandez, «La España de la que no se atreve a hablar Vox (ni ninguno de los demás)».
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Un filósofo coreano y Andalucía Orienta

En Andalucía Orienta, como un faro en medio de una noche de mar difícil, te indican como no fracasar en el mercado de trabajo, poniéndote en valor, mirando hacia tí misma.

Dice Byung-Chul Han: «Quien fracasa en la sociedad neoliberal del rendimiento se hace a sí mismo responsable y se avergüenza, en lugar de poner en duda a la sociedad o al sistema. En esto consiste la especial inteligencia del régimen neoliberal (…) En el régimen neoliberal de la autoexplotación uno dirige la agresión hacia sí mismo. Esta autoagresividad no convierte al explotado en revolucionario, sino en depresivo».

Algún día, quizás, valoremos en su justa medida la eficacia de dispositivos como este en la sociedad neoliberal andaluza del siglo XXI. Lo útiles que son para generar personas depresivas, desmovilizadas y desvalorizadas ante el altar de las empresas, el poder, el clientelismo secular.

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Esparragueras (económicas)

Economía estética

En cada época hay negocios que caen y otros que suben.

En los pueblos andaluces (y claro, en otras muchas zonas) se asiste al aumento de sectores de economía «estética», con impulso de ciertos negocios como por ejemplo los vinculados al deporte (entrenadores personales, tiendas de bicicletas, gimnasios,…), la alimentación sana y servicios de dietistas o las nuevas barberías (ninguno de estos negocios alcanzan la estética del de la foto de Atín Aya. ¡Cuánta clase! ¡La llevan clara los hipster!).

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La economía estética refleja muy bien la época en la que vivimos, donde la ética es una asignatura de segunda clase.

Una época de crisis, de decadencia, de ocaso difícilmente reparable con un arreglo de barba, disminución de michelín o cambio de dieta.

La estética nunca puede tapar a la ética. Al menos en la economía real.

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Descontento

En los cuarenta años de esta democracia borbónica (perdón por la contradicción), un número significativo de personas han votado a partidos con la idea de reflejar su descontento con el sistema, político o económico, o ambos. Al PSOE en los ochenta, a IU (casi siempre), a Podemos tras el 15M, y ahora a VOX.

Poco a poco ese electorado ve como esos partidos y sus representantes quedan asimilados por el poder, por el propio sistema. Unos más que otros, pero en todos los casos no se ofrecen alternativas dentro del sistema parlamentario a ese voto de protesta. Todos acaban abrazando el «constitucionalismo», lo que dice «Europa» (o sea el capital), lo que dice la judicatura (franquista). Acaban haciendo las cosas «por responsabilidad».

La base del poder político del PSOE ha sido poner en manos del poder económico español votos de desposeídos. Es la misma base sobre la que se cimenta los resultados de ayer de VOX. El cambio principal, en lo concreto, es la intensidad y grado de la desigualdad social y, en lo general, de la crisis del capitalismo neoliberal.

El capitalismo patriarcal y ecocida contemporáneo no está dispuesto a la distribución. La desigualdad crecerá y, con ella, la crisis social, económica y ecológica. Ante esta situación serán necesarias alternativas electorales y no electorales. Y tanto unas como otras deberán proponer verdaderamente una alternativa al sistema social, político y económico. De lo contrario, la agudización de la barbarie será un hecho.

En Andalucía más porque, aunque no lo crea la inmensa mayoría del pueblo andaluz, nuestra situación es distinta. Para peor.

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Lo esperado

Hace siete años en El País: «El FMI pide bajar pensiones por ‘el riesgo de que la gente viva más de lo esperado’”.

Hoy piensan lo mismo. Mañana también.

Gente como Calviño, ministra de economía de cualquier partido político español elegible, se encargarán de ejecutar.

Sí, ejecuciones vía aprobación de leyes o decretos que harán que la gente muera cuando debe, y no viva más de lo esperado por el capital. A partir de cierta edad no generamos ganancias.

No hay mayor violencia que la que puede desplegar la política económica. Ninguna rebelión, guerra o protestas sociales le hace sombra al capitalismo.

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Sus urnas, nuestras crisis

Como soy políticamente correcto hago una llamada a la participación política. Y claro, condeno la violencia (de los otros).

Y también opino que, tras el teatro, en el que será «democráticamente» elegido el que previamente ha sido autoritariamente impuesto, llegará otro período económicamente convulso. Y ya se sabe que «a economía revuelta, ganancia de especuladores».

Los mismos que en política no especulan, imponen (con o sin violencia, según), mientras los demás somos llamados en partipar en sus urnas. El uso de otras te pueden llevar a la cárcel (pacíficamente, claro).