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Frugales

Frugal: «que se alimenta de comidas sencillas y poco abundantes.» Ni hay economía capitalista frugal, ni sus gobiernos lo pueden ser. Necesitan abundantes recursos extraídos por complejos mecanismos de explotación y destrucción.

Cada día más, las economías capitalistas aumentan sus necesidades de recursos. Más energía, más materiales, más, más. Y cuanto más financiera, cuanto más alejada de la tierra, cuanto más «innovadora», cuanto más tecnológica, más complejos son los mecanismos que requieren esas economías para expoliar, explotar y destruir otros territorios, pueblos y economías.

Las economías capitalistas del norte (o el sur) de Europa no tienen nada de frugales. Todo lo contrario.

Entre mala gente, ninguna palabra es inocente.

 

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Venas abiertas

Andalucía está siendo saqueada. Por eso es una tierra rica habitada por personas pobres. El país rico de un pueblo pobre. Un pueblo tan pobre que no se reconoce.

Igual es eso; que es pobre porque no se reconoce; que para que mejore hay que gritar que existe; que hay una economía andaluza, un pueblo andaluz; que es necesaria una democracia andaluza.

Somos y nos saquean. Cada día, cada minuto. Ahora. Vivimos en un sistema social, político y económico en el que nos roban democráticamente.

Para cerrar las venas abiertas de Andalucía, Andalucía debe, como mínimo, existir.

Ese es la base mi soberanismo, nacionalismo, andalucismo: autorreconocernos como pueblo saqueado para evitarlo y evitar que participemos en saqueos de otros pueblos.

 

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Ratas de trinchera: Andalucía, capitalismo y desastre

Naomi Klein denomina «capitalismo del desastre» a los ataques organizados contra las instituciones y bienes públicos que vienen después de acontecimientos de carácter catastróficos, declarándolos al mismo tiempo como atractivas oportunidades de mercado.

Milton Friedman es el gran gurú de estas ideas. Se trata de esperar a que se produzca una crisis de primer orden o estado de shock, y luego vender al mejor postor la parte del pastel que dependa de lo público a los agentes privados, mientras la ciudadanía aún se recupera del trauma, para que rápidamente las «reformas» se hagan permanentes. Así lo explica Friedman: «solo una crisis da lugar a un cambio verdadero. Cuando esa crisis tiene lugar, las acciones que se llevan a cabo dependen de las ideas que flotan en el ambiente. Creo que ésa ha de ser nuestra función básica: desarrollar alternativas a las políticas existentes, para mantenerlas vivas y activas hasta que lo políticamente imposible se vuelve políticamente inevitable.» Es decir, una vez desatada la crisis es esencial actuar con rapidez para imponer los cambios rápida e irreversiblemente.

Rogelio Velasco, Consejero de Economía de la Junta de Andalucía, y sus cargos de confianza son buenos alumnos del economista de Pinochet. No en vano ha sido consultor del Banco Mundial en Washington D.C., y ha ocupado diversos puestos en Telefónica, como Director de Finanzas, Director de Inversiones de Venture Capital y Jefe de la Unidad de Contenidos Corporativos. Tal y como decía Friedman, una vez desatada la crisis esta gente ha actuado rápido. Y así, cuando la gente moría en hospitales de Málaga o Granada, gente el señor Velasco pensaba en gentes como sus ex compañeros de Telefónica; cuando en los centros de ciudades como Sevilla las redes de apoyo mutuo evitaban el hambre de mucha gente, gentes pagadas con dindero público pensaban en alegrar la vida a gente que les han pagado antes a ellos (y lo harán giratoriamente en el futuro); mientras en ciudades y pueblos de Cádiz o Córdoba, concejales y concejalas, unos cobrando y otros sin cobrar, unos con mascarrillas otros sin la posibilidad de adquirirlas, se jugaban su salud por sus vecinas y vecinos, cargos políticos de la Junta estaban poniendo en venta el litoral andaluz, o preparando medidas para impulsar la educación privada (hay pocas localidades andaluzas donde no se vaya a sufrir recortes de líneas educativas públicas a partir de septiembre).

Para continuar con las metáforas bélicas, tan utilizadas por el poder en estas semanas, recuerdo que en «Homenaje a Cataluña», George Orwell describe cómo las ratas y ratones engordan en las trincheras de una guerra de posiciones. La basura y excrementos se aglomeran en cientos y cientos de kilos. Pues bien, en momentos como éste, los dirigentes de la Junta, cual ratas de trinchera, quieren aprovechar el desastre para engordar los beneficios de aquellos que seguro sabrán agradecérselo.

Economía capitalista y desastre. Tal para cual.
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La Idea, una huerta y la autonomía

En medio de un pueblo andaluz. Tierras donde han plantado nogales. Madera noble en un lugar donde la propiedad no recayó en la nobleza. Hay excepciones a la regla.
Cinco personas más o menos jóvenes quieren trabajar sin ser empresarios, sin ser mano de obra a explotar por otro.

Dar de comer. Ese es la finalidad última. Sin perjudicar a la tierra, sin perjudicar a quien come, a quien trabaja.

Un proyecto económico, un proyecto de vida, un proyecto político. Una forma de entender la vida, la economía, la política, donde cuidar y cuidarnos es esencial. Lo esencial.

La Eco Huerta Los Nogales está en El Saucejo, en ese territorio sevillano-gaditano-malagueño en la sierra sur de Sevilla, sierra noroeste de Málaga y sierra noreste de Cádiz. No hay provincia para enclavar a pueblos como el El Saucejo.

La tierra la compró un anarquista exiliado en Barcelona. Uno de tantos que se fue antes de que lo mataran los “nacionales”. Los descendientes no han caído en la especulación urbanística, a pesar de las presiones de todo tipo que impulsan a contradecir las ideas del abuelo. La Idea.

Ahora, cinco personas trabajadoras han puesto en marcha un proyecto agroecológico. Una huerta que ofrecerá verduras, huevos, frutas, conservas envasadas y, sobre todo, otro modo de trabajar, de hacer economía.

O de hacer política. La política es aquello que se preocupa de los problemas colectivos. Algunos de los impulsores del proyecto vienen de preocuparse por estos problemas desde la política institucional, desde gobernar el Ayuntamiento. Ahora se preocupan de estos problemas desde la construcción de una alternativa económica; de un proyecto agrícola para la soberanía alimentaria de su pueblo; es político, muy político, preocuparse por la alimentación de tu gente; y hacerlo desde una organización democrática, usando los medios de producción de modo respetuoso con la sagrada naturaleza; pensando en el valor de uso de las cosas más que en el necio precio; y dando sentido a esa maravillosa idea que tuvo hace muchas décadas una anarquista perseguido por la Andalucía reaccionaria.

El futuro de la Eco Huerta Los Nogales es nuestro futuro. Demostrar que se puede trabajar de forma autogestionada, hacer un buen uso de la naturaleza, cuidarse y cuidar labrando la tierra, criando animales y marcar desde lo chiquitito que la autonomía o soberanía de los pueblos se construye así, siendo capaces de construir formas de vida de modo independiente del poder y el capital.

Lógicamente solos no podrán, pero con mucha gente amiga sí. Podrán, seguro que podrán, que podremos.

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Mundo antónimo

Noticia: «El Ejecutivo ultima un plan de ayudas para sostener a las aerolíneas.»

El neoliberalismo consiste, básicamente, en poner el Estado al servicio de las grandes empresas. Aunque parezca lo contrario.

La transición ecológica en manos del gobierno está consistiendo, básicamente, en hacer sostenibles económicamente, es decir rentables, las compañías que contaminan y tienen problemas.

El Gobierno de progreso establece políticas para que la economía, capitalista, siga igual. Y progresar en capitalismo se vuelve cada vez más imposible. Aunque parezca lo contrario.

La derecha lo haría peor. Es verdad. También lo es que las mejoras sociales y económicas nunca se ha logrado con este tipo de argumentos.

Callar ante los males no beneficia a quien lo soporta.

Aunque parezca lo contrario.

Noticia: la Junta de Andalucía autoriza un hotel en la playa de los Genoveses, en el parque natural de Cabo de Gata.

Vender lo común lo llaman crear riqueza.

Destruir es producir.

Expoliar es invertir.

Explotar personas es crear trabajo.

Así, la economía capitalista es la economía: única, inmutable, incuestionable.

Avanzar, así, es retroceder; hacer es deshacer; construir destruir.

Todo del revés, galeanamente, la realidad como mentira.

Mundo antónimo.

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Apoyarnos en Kropotkin

Piotr Kropotkin escribió a finales del siglo diecinueve El apoyo Mutuo.

Es una maravilla.

Primera cita: «La fe en sus fuerzas y en el federalismo, el reconocimiento de la libertad y del autogobierno de cada grupo, además de la construcción del cuerpo político desde lo simple a lo complejo fueron los pensamientos dominantes del siglo XI.»

En los pensamientos dominantes de las ciudades medievales del siglo once se encuentra la base de lo que entiendo por municipalismo libertario, autonomía-soberanismo para una política radicalmente democrática.

Segunda cita: «La ayuda y el apoyo mutuo no pueden ser limitados por las fronteras de una asociación pequeña; deben extenderse a todo lo circundante, de lo contrario lo circundante absorbe a la asociación.»

La intercooperación, junto con la autonomía, son bases necesarias para la construcción de una nueva economía política para la transformación.

Autogestión federalista, autogobierno con intercooperación, ayuda y apoyo mutuo desde la autonomía y soberanía de cada grupo.

Ya sea en colectivos de personas que trabajan de forma autogestionaria; ya sea en Andalucía y los pueblos, barrios y ciudades que la conforman; ya sea en la conformación de un movimiento de movimientos políticos, sindicales y socioeconómicos; ya sea la creación de una Internacional Cooperativa; ya sea en lo que sea.

De lo simple a lo complejo, con autonomía y apoyo mutuo podremos generar alternativas justas, equitativas y democráticas.

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Cooperativismo andaluz: hipótesis y propuestas

«Cooperación es la asociación en beneficio de los asociados, pero cooperativismo es la cooperación erigida en sistema de emancipación social.» 

Charles Gide

cerca abierta bandera andaluza

Comenzamos con las pertinentes preguntas que planteó hace 35 años Maxime Haubert. “Si el cooperativismo es un sistema en el que los dueños de las empresas son los usuarios de las mismas, como productores o consumidores, ¿sería el cooperativismo una vía para que Andalucía sea dueña de sus recursos y actividades económicas y los dirija a satisfacer las necesidades prioritarias de los andaluces en materia de empleo, de vivienda, de alimentación, etc.? Si las cooperativas son empresas democráticas, responsables y solidarias, ¿sería el cooperativismo una vía para que haya en Andalucía más democracia, más responsabilidad y más solidaridad? Si las cooperativas son asociaciones en las que unen sus esfuerzos hombres y mujeres de los grupos sociales dominados y explotados, ¿sería el cooperativismo una vía para que no haya en Andalucía tanta dominación y tanta explotación?” (Haubert, 1984: 9).

Nuestra primera y principal hipótesis es que en Andalucía el cooperativismo hegemónico, el realmente existente, donde destaca el cooperativismo agrario, el que ha tenido y tiene mayor impacto en la vida de la gente, ha consistido en la asociación o cooperación de propietarios de tierras para mejorar sus beneficios. El cooperativismo como asociación de las personas pertenecientes a las clases populares, obreras o jornaleras, a los grupos sociales explotados y dominados, ha sido escaso, y más escasa aún ha sido la existencia de una cooperación erigida en sistema de emancipación social, el cooperativismo tal y como lo definió Charles Gide.

Cooperación o cooperativismo, economía social adaptativa o transformadora

Las economías sociales se caracterizan, a grandes rasgos, por priorizar la satisfacción de las necesidades de las personas por encima del lucro; la maximización de los beneficios no es el objetivo o fin a perseguir. La componen una heterogeneidad de proyectos, distintas formas de organización y diversas prácticas que no comparten y persiguen los mismos objetivos. Algunas de las mismas tiene por objetivo adaptarse a la economía capitalista en beneficio de las personas asociadas, o paliar algunos de los problemas que esta economía genera; otras, por el contrario, buscan transformar, sustituir o desconectarse de la economía capitalista y, por tanto, formar parte de un sistema de emancipación social, en términos de Gide. Por tanto, aunque la realidad sea muy diversa, nos parece de interés dividir las diversas prácticas socioeconómicas que se hacen llamar economía social en dos grandes grupos, a saber: la economía social adaptativa y la economía social transformadora.

La economía social adaptativa es la mayoritaria en los países centrales y en Andalucía. Una definición apropiada para este tipo de economía social la ofrece el CIRIEC: “conjunto de empresas privadas organizadas formalmente, con autonomía de decisión y libertad de adhesión, creadas para satisfacer las necesidades de sus socios a través del mercado” (CIRIEC, 2007). Acceso al mercado y acceso al voto se configuran como referentes de esa visión paliativa y adaptativa a la economía hegemónica.

Las entidades de economía social con vocación transformadora, por otro lado, además de priorizar la satisfacción de las necesidades de las personas por encima del lucro, buscan la transformación de la economía y sociedad vigente. Es decir, pretende avanzar en una economía social con vocación subversiva que sirva como alternativa, y en ningún caso como fuente de legitimación, de la economía capitalista. La conforman las entidades o prácticas que aspiran a originar otro proceso económico, otras formas de (re)producir, intercambiar, financiar y consumir. En Europa, esta economía social tiene al cooperativismo como principal forma organizativa. Ahora bien, eso no significa que se excluyan otras, abarcando iniciativas legales y alegales, e incluso emprendimientos individuales. Del mismo modo, también existen amplios sectores del cooperativismo realmente existente que no se identifican ni promueven esas prácticas transformadoras.

La economía social transformadora engloba al conjunto de iniciativas económicas alternativas, legales y alegales, que investigan y trabajan en nuevas formas de vivir y satisfacer las necesidades económicas de modo distinto al que ofrece la lógica capitalista. Este tipo de experiencias están regidas por valores alternativos a los existentes en la realidad económica y empresarial capitalista convencional, es decir, se guía por ideas y valores como la propiedad común, el reparto, la autogestión, la cooperación, la democracia, la equidad, el compromiso social o la sostenibilidad medioambiental. Se trata de unidades económicas cuyos principios están basados en el apoyo mutuo y la cooperación, frente a la competitividad y al lucro; y que buscan forman distintas de entender tres conceptos económicos fundamentales como son el trabajo (asalariado dependiente frente autogestionado), el valor (cambio frente a uso) y la propiedad (privada frente a comunitaria/colectiva).

El capital únicamente puede reproducirse sistemáticamente mediante la mercantilización de la fuerza de trabajo. Esto implica convertir el trabajo social, es decir, el trabajo realizado para otras personas, en trabajo dedicado únicamente a la producción y reproducción del capital (frente a la Vida). Frente a esto, la economía social transformadora debe contribuir a eliminar la explotación de unas personas por otras y al establecimiento de la cooperación en un proceso laboral común. David Harvey indica al respecto que “la oposición de clase entre capital y trabajo se disuelve por medio de productores asociados que deciden libremente qué, cómo y cuándo producirán en colaboración con otras asociaciones y con el objetivo de la satisfacción de las necesidades sociales comunes.” (Harvey, D., 2014: 286). Así pues, del trabajo asalariado como pilar del sistema capitalista, hay que avanzar hacia un régimen de producción comunitario.

Además, si la EST quiere tener como objetivo la reproducción de la Vida, debe atender a otros trabajos sin salario y, de este modo, la explotación específica de las mujeres en el capitalismo. Es, por tanto, un reto esencial unir el proceso de producción y reproducción; internalizar el trabajo de cuidados para no imputar externalidades negativas a las mujeres. Todo lo anterior implica penalizaciones mercantiles, por lo que es preciso buscar alternativas al mercado y consumo convencional (intervención del Estado, mercados sociales, consumos alternativos, etiquetas ecofeministas, etc.).

La búsqueda de otro trabajo no asalariado está completamente relacionada con la eliminación de la propiedad privada de los medios de producción y/o de vida en los que se sustenta las condiciones materiales de la gente. La economía social transformadora debe propiciar un nuevo sistema productivo comunitario que busque alternativas a la propiedad privada. Por tanto, una unidad económica de producción de bienes y servicios transformadora debe basarse en la propiedad colectiva de los medios de producción y los bienes producidos. El reparto como principio frente a la acumulación debe extenderse hacia la gestión de los bienes o medios de producción, la toma de decisiones, los excedentes, las responsabilidades, etc. En este sentido, es de interés reflexionar sobre la instauración de “fondos colectivos de recursos” (productivo, financiero, inmobiliario, etc.) donde la propiedad pase a ser colectiva, gestionada democráticamente, participada por múltiples agentes (cooperativas de trabajo, de consumo, asociaciones, fundaciones, entidades de finanzas éticas,  etc.).

En tercer lugar, se trata de producir bienes y servicios en función de, hasta donde sea posible, el valor de uso. El capitalismo tiene como base otorgar a los bienes y servicios el valor que marca la demanda solvente o poder de compra. Si alguien no tiene poder de compra, es decir dinero, no podrá satisfacer sus necesidades, no existe, no tiene derecho a la vida. Se trata, posiblemente, del eje o elemento más difícil de alcanzar por las actuales entidades o unidades productivas pues el contexto en el que se mueven no les permite tener un grado de autonomía demasiado amplio. En este sentido, y al igual que expusimos al tratar la internalización del trabajo de cuidados, es preciso buscar alternativas al mercado y consumo convencional, sin caer en el determinismo competitivo que provoca la derrota por anticipado de cualquier alternativa. Los anteriores fondos colectivos de recursos podrían ser útiles para marcar y asignar recursos en función del valor de uso y, de ese modo, desmercantilizar bienes y servicios prioritarios o estratégicos para la vida.

Por tanto, la economía social con vocación transformadora requiere de la adopción de alternativas a la propiedad privada, al trabajo dependiente y al mercado o valor de cambio (o como mínimo transformar la sociedad de mercado a una sociedad con mercados para bienes y servicios no esenciales para la vida). Existen interesantes ejemplos de este cooperativismo, de economía social con vocación transformadora en esta Andalucía del siglo XXI. Experiencias que buscan, tienen objetivos, principios y valores muy alejados de los existentes en las grandes cooperativas agrarias.

De “La Libertadora” a “La Virgen del Rocío”

Es de interés cuestionarse sobre qué economía social o cooperativismo es preciso impulsar o desarrollar en Andalucía para que tenga como objetivo la mejora la vida de la gente, y no tanto la acumulación de capital, en gran medida en manos foráneas. Al echar la vista atrás a la historia de la economía social en general, y de la andaluza en particular, se encuentran multitud de modalidades, perspectivas e intenciones, desde las mutualistas o más asistenciales hasta las más transformadoras; desde las más obreras hasta las meramente empresariales, oportunistas o buscadoras de renta.

Desde sus orígenes en el siglo XIX, fueron abundantes las cooperativas andaluzas que nacieron con voluntad de comenzar un modelo económico alternativo. Según Carlos Arenas, en la Andalucía del siglo XIX, la alternativa al capitalismo pasaba por el colectivismo, por empresas colectivas de muchas personas frente a la empresa individual y privilegiada de unas pocas. Además, el aglomerado social que participaba del movimiento cooperativo en la década de 1860 jugó un papel fundamental en los movimientos “revolucionarios” de aquella época. El objetivo de su acción política era la consecución de un modelo de autogobierno local que restara poder a los oligarcas, a los caciques, a los “señoritos”.

Durante el siglo XX, la mayor parte del cooperativismo andaluz, de la mano sobre todo del más importante por su tamaño e impacto social, el cooperativismo agrícola, perdió los supuestos intelectuales e ideológicos que habían tenido en los treinta primeros años de su historia. El cooperativismo andaluz fue afectado tanto por el asistencialismo religioso como por las maniobras oportunistas de agentes socioeconómicos poderosos que veían en las cooperativas una fórmula para añadir más riquezas a las que ya poseían. Las cooperativas pasaron de tener nombres vinculados a los deseos de mejora de la gente (“La Libertadora”, “La Modelo”, “La Esperanza”, “La Lealtad”) a denominarse como el santo o virgen de turno (Nuestro Padre Jesús de la Cañada, Virgen del Rocío, Virgen de la Cabeza, etc.).

La Confederación Empresarial Española de Economía Social (CEPES) elabora cada año un ranking de las “empresas relevantes” de la economía social. Se trata de un listado de empresas que llevan en su forma jurídica la palabra cooperativa, aunque apenas se las distingue de empresas convencionales de capital. Al frente de estas clasificaciones se encuentran las andaluzas DCOOP, COVAP, UNICA, VICASOL, SUCA, MURGIVERDE, Granada La Palma o Agrosevilla. En gran medida, se tratan de cooperativas de segundo grado con origen en sociedades cooperativas agrarias creadas durante el Régimen franquista. La inmensa mayoría de estas cooperativas agrarias consistieron en “empresas asociativas” o “cooperativas de servicios a los propietarios de tierras” (Haubert, M., 1984). En la década de 1950 y 1960, los propietarios de tierras tuvieron que unirse para, fundamentalmente, poner en marcha estrategias de defensa de los precios de sus productos. No sólo se unieron los pequeños y medianos propietarios de tierra. Los grandes propietarios o latifundistas vieron también en estas cooperativas un medio de explotar a los pequeños y medianos productores en tanto que el esfuerzo colectivo de estos permitía la creación de establecimientos industriales que se utilizaban principalmente en provecho de los primeros. De este modo, “la modernización y la capitalización del campo, en vez de poner en tela de juicio el poder económico, social y político de los caciques, podía reforzarlo considerablemente.” (Haubert, M., 1984: 52). El Estado franquista favoreció estos procesos mediante los cuales el capitalismo penetró en el campo andaluz bajo el control del Régimen dictatorial. “(…) las cooperativas parecían el medio más adecuado de penetración del capitalismo en el campo, por lo menos como fase transitoria. (…) Y como las cooperativas estaban estrictamente encuadradas en el sindicalismo vertical, estaba asegurado el control social y político del campesinado.” (Haubert, M., 1984: 60).

A estas cooperativas con origen en la dictadura franquista, se unen al frente de los listados actuales de las principales cooperativas del sur de Europa otras creadas en las últimas décadas y vinculadas con la agricultura intensiva de Almería y Huelva. Este tipo de actividad agraria se caracteriza por los elevados de niveles de explotación natural y laboral (con especial relevancia de la mano de obra migrante)[1]. Por tanto, estas grandes sociedades y empresas, aun siendo formalmente cooperativas, no pueden asimilarse mínimamente a los principios cooperativos convencionales de la Alianza Cooperativa Internacional (ACI, 1995). Estas grandes empresas apenas ponen en marcha estrategias de democracia económica. Además, la distribución de las ingentes rentas que generan no repercute de forma equitativa en el campo andaluz, sino que mantienen la injusticia y el mal reparto, guiadas por cúpulas dirigentes formadas en los mismos lugares que los directivos las grandes empresas de capital, con fabulosos salarios y con los mismos objetivos y herramientas[2]. En definitiva, el nombre de cooperativa, y el desamparo secular del pequeño propietario andaluz, hace que estas empresas provoquen una simpatía en la mayoría de los casos inmerecida. Se trata de empresas que se ven condicionadas al servicio del actual capitalismo global, del extractivismo, que las utiliza para succionar la riqueza que genera el campo andaluz. De este modo, las grandes cooperativas agrícolas o cooperativismo capitalista refuerzan, en pleno siglo XXI, como diría Haubert, el poder “económico, social y político de los caciques.” Al igual que el Estado franquista, la administración andaluza, española y europea han favorecido estos procesos y, disfrazado de “economía social”, se afianza la situación secular del medio rural andaluz, donde, como siempre han dicho los jornaleros de la aceituna, “la carne va para unos pocos y los huesos para la mayoría”.

Tras lo anterior, sostenemos la hipótesis de que la economía social impulsada por la Junta de Andalucía en las últimas décadas ha servido como herramienta del poder económico hegemónico, para legitimar el modelo económico extractivista de la economía andaluza.

Más cooperativismo para Andalucía: otro cooperativismo para otro modelo productivo en Andalucía

“Más cooperativismo para Andalucía” se denominó la Intervención de Autonomía Sur, Cooperativa Andaluza, en la Comisión de Economía y Conocimiento del Parlamento de Andalucía respecto al Proyecto de Ley 5/2018 por la que se modificó la Ley 14/2011, de 23 de diciembre, de Sociedades Cooperativas Andaluzas. En dicha intervención expusimos nuestros motivos por el cual “solicitamos la retirada del proyecto para comenzar de nuevo a elaborar una ley que responda al debate y la participación de todas las cooperativas y que, sin alterar los principios básicos del modelo cooperativo, dé respuesta a las necesidades actuales de las cooperativas e impulse un verdadero nuevo modelo productivo andaluz. Defendemos una ley que atienda a las personas y las cooperativas frente al modelo mercantilista auspiciado por el capitalismo, sistema económico depredador del entorno y de la libre asociación de personas. Porque no se hicieron las personas y las cooperativas para la ley, sino la ley para las personas y para las cooperativas.”

En aquella intervención exponíamos que “el proyecto de ley andaluza no aborda una cuestión fundamental como es la propia definición de cooperativa. Se consagra de este modo la definición contenida en el artículo 2 de la actual ley que prioriza la participación en el capital respecto de la participación en la actividad societaria y expresa como finalidad el ‘añadir valor a su propia actividad empresarial’ omitiendo la satisfacción de necesidades. De una cuestión tan elemental como la indicada, se deduce que la reforma que se plantea se dirige a profundizar en la deriva mercantilista y capitalista en lugar de atender a los principios y valores esenciales, tradicionales y definitorios del cooperativismo. Y resulta obvio que, por tanto, la reforma propuesta en modo alguno puede estar consensuada con el sector. Es así por una sencilla razón, no se puede definir la cooperativa a partir de rasgos contradictorios con la propia cooperativa.” A pesar de esto, las organizaciones “representativas” del sector estuvieron de acuerdo con la ley.

Por nuestra parte no estábamos, ni estamos de acuerdo con la posibilidad de crear cooperativas de sólo dos socios comunes pues altera sustancialmente el concepto de cooperativa como empresa colectiva. Además de reducir a su mínima expresión la agrupación colectiva, se autoriza el control mayoritario del capital por uno de ellos. Decíamos: “con esta doble reforma difícilmente se podrá ya diferenciar una sociedad cooperativa de una sociedad de capital unipersonal.” “Ni la huida de los proyectos de agrupación colectiva ni la posibilidad de suscribir capitales diferentes son características propias de las sociedades cooperativas. Antes al contrario, resultan ser los principios inspiradores de las sociedades de capital, y más en concreto de las sociedades de capital unipersonal. Es por ello que en realidad no se trata de un proyecto de ley de cooperativas sino de un proyecto que va más allá de las cooperativas y pretende regular sociedades mixtas de capital y de personas. Se trata de sociedades que aún denominadas “cooperativas”, dejan de serlo y pasan a ser sociedades de otra naturaleza, ajenas al ámbito cooperativo. En el proyecto de ley no prima ni la naturaleza jurídica ni la realidad social, sino el ánimo de convertir a las cooperativas en sociedades de capital.”

Otra hipótesis es que la regulación de la Junta de Andalucía se ha caracterizado por profundizar en la deriva mercantilista y capitalista en lugar de atender a los principios y valores esenciales, tradicionales y definitorios del cooperativismo.

Desarrollo local y cooperativismo

Desde la década de 1980 se han puesto en marcha o tiene su origen las políticas de empleo y desarrollo local con base en la empleabilidad y el fomento de emprendedores. Poco después se comenzó a hablar de la Segunda Modernización de Andalucía y de la necesidad de un nuevo modelo productivo. No obstante, se continúa impulsando el mismo modelo productivo de siempre, basado en los mismos sectores o actividades productivas y en el mismo tipo de empresa: empresas de capital, local o foráneo, en las actividades turísticas, agricultura para la exportación o minería. Tal como dice Isidoro Moreno, dos de los tres sectores del nuevo modelo productivo la iniciaron los romanos.

Esas políticas puestas en marcha en las últimas décadas en Andalucía destacan por su relevancia, y por falta de evaluación crítica, las políticas de desarrollo local impulsadas desde la Europa comunitaria. Estas políticas pueden denominarse como “neoliberalismo territorial”[3] y han propiciado que las instancias públicas (de ámbitos locales y territoriales subestatales) se mantengan al servicio de la acumulación de capital, propia de la economía capitalista. Para ello, se han basado fundamentalmente en tres elementos:

A) La “puesta en valor” del territorio o mercantilización de cualquier recurso local potencialmente vendible o rentabilizable, en términos monetarios.

B) La valorización social de la figura individual empresario tradicional, renombrado como “emprendedor”.

C) La realización de inversión pública o el aumento de las subvenciones, encaminadas a atraer o a favorecer al capital, ya sea local o foráneo.

Además, estos elementos se complementaban con las políticas de “empleabilidad”, mediante se culpabilizaba de su situación a la persona desempleada (en los “Andalucía Orienta” se orientaban a las desorientadas personas sin empleo y con déficits de “empleabilidad”), y todo se enmarcaba en simpáticos discursos de participación, innovación, actitudes, etc.

Pues bien, en la puesta en marcha de estas estrategias ha participado el cooperativismo realmente existente en Andalucía, en especial el cooperativismo agrario en las políticas de desarrollo rural. Un ejemplo de estas prácticas se encuentra en lo que ocurrió poco antes de perder el poder en la Junta de Andalucía el PSOE. El entonces vicepresidente de la Junta de Andaluía, Manuel Jiménez Barrios, presentó el denominado “Consejo de Entidades de Economía Social”. Un lugar desde donde las organizaciones y federaciones del sector esperaban obtener dinero, para el sector y para ellas mismas, y, por otro lado, el tipo organismo desde donde la Junta mantiene “prieta las filas” de los agentes que quieren o no quieren estar donde hay que estar. Ya se sabe que una buena estrategia de propaganda enseña lo que interesa y tapa lo importante. Así, por un lado Jiménez Barrios destacaba que “el Gobierno andaluz ha promovido entre 2016 y 2018 importantes ayudas para el impulso de la economía social, que suponen más de 13,2 millones de euros» y ha subrayado que, de hecho, «los presupuestos de 2018 contemplan más de 7 millones de euros para el sector». Mientras, por otro lado, apenas se hablaba de los 72 millones que se van a repartir en esas semanas por parte de los Grupos de Desarrollo Rural. En esas ayudas las cooperativas de trabajo asociado, las cooperativas de consumidores, las asociaciones sin ánimo de lucro, apenas iban a obtener nada, mientras que  las grandes empresas agroalimentarias del medio rural, entre ellas las cooperativas agrarias, se iban a hacer con la mayoría de estos fondos. Esos 72 millones se convertirían en 180 en los dos años siguientes y a buen seguro que están sirviendo para llevar a cabo las políticas de desarrollo territorial neoliberal que se llevan implantando más de dos décadas con los resultados que conocemos (o que no conocemos) y que son avaladas por los gobiernos municipales de todos los colores partidistas.

Frente a la hipótesis de la relevancia de las estrategias de desarrollo local neoliberal y el cooperativismo en el afianzamiento del modelo económico extractivista andaluza, proponemos un nuevo modelo productivo andaluz con el objetivo de que “no haya en Andalucía tanta dominación y tanta explotación”, y ese cambio pasa por la economía social y cooperativa transformadora. Ese nuevo modelo productivo transformador pone a las personas por delante del capital; innova creyendo que la democracia es posible en las oficinas, las fábricas o los cortijos. Un verdadero modelo productivo innovador se debe guiar, paradójicamente, mirando atrás, a los valores jornaleros del cumplir, la unión y el reparto y profundizar en la propiedad colectiva de los medios de producción, mira a la satisfacción de las necesidades de la gente y sirva para que las personas dejen de ser meras mercancías en búsqueda de un salario. Una economía social transformadora con voluntad de emprender un modelo económico alternativo teniendo como principales activos la participación de las personas. Cuando hoy queremos que la economía social transforme Andalucía no estamos inventando nada nuevo: está en la tradición del primer cooperativismo andaluz, aquel que, como nos recuerda el profesor Carlos Arenas, tuvo como motores la libertad y la voluntad salida de la ideología transformadora y el conocimiento.

Características comparativa tipos de Desarrollo Local

  Neoliberal Transformador
Objetivo Valorización capital Mantener/enriquecer Vida
Agente económico protagonista Empresa convencional Entidades EST
Mercado Global Territorial
Factor productivo organizador Capital Trabajo
Propiedad Privada Colectiva
Trabajo Asalariado Libre asociado
Valor Cambio Uso

Fuente: Elaboración propia.

Elementos para el impulso de otro cooperativismo para Andalucía

Para terminar retomamos a Haubert y planteamos los siguientes objetivos: “1) hacer del cooperativismo una vía para que Andalucía sea dueña de sus recursos y actividades económicas y los dirija a satisfacer las necesidades prioritarias de la población andaluza en materia de empleo, de vivienda, de alimentación, etc.; 2) entender a las cooperativas como entidades socioeconómicas democráticas, responsables y solidarias, y, de este modo, hacer del cooperativismo una vía para que haya en Andalucía más democracia, más responsabilidad y más solidaridad; 3) promover una economía social cooperativa donde se unan los esfuerzos de “hombres y mujeres de los grupos sociales dominados y explotados” para sea “una vía para que no haya en Andalucía tanta dominación y tanta explotación”.

Para lograr esos objetivos nuestra propuesta principal es que es preciso impulsar la economía social transformadora. Y para ello se plantean a continuación algunas ideas.

1/Construir y difundir un discurso de economía social y solidaria transformadora

En Andalucía la economía social tiene como referencia hegemónica el cooperativismo agrario. Un cooperativismo de propietarios de tierras que ha afianzado la desigualdad en la propiedad de la tierra; la precariedad en el trabajo jornalero dependiente; y que es básico en la especialización andaluza en la globalización en la exportación de productos agrarios (aceite, aceituna mesa, hortofrutícolas agricultura intensiva). Ese cooperativismo se impulsó por el régimen de Franco bajo control asistencialista religioso; y posteriormente en las últimas décadas se caracteriza por el control clientelar partidista.

Cualquier estrategia de impulso de la economía social transformadora en territorios como este que apuesten por ser una alternativa debe impugnar este cooperativismo, esta economía social. Creo que es esencial construir un discurso de economía social con vocación transformadora alejada de esa economía social hegemónica. Para impulsar una economía social útil para la transformación es preciso construir y difundir un discurso alejado de la economía social caracterizada por la adaptación sin impugnación al mercado y la economía capitalista, en el mejor de los casos; y en el peor, los casos de la economía social que forman parte de las prácticas espúreas y legitimadoras de precariedad, desigualdad y expolio de la riqueza de Andalucía.

2/Formular nuevas políticas de desarrollo local

Esta economía social ha formado parte de las estrategias de desarrollo local neoliberal que desde la década de 1980 se impulsa desde la UE. Frente a estas políticas de neoliberalismo territorial hay que apostar por un desarrollo local transformador, comunitario, que tenga como agente fundamental la economía social transformadora.

Entender por desarrollo local transformador al conjunto de estrategias políticas y elementos teóricos cuyo objetivo sea la mejora y el aumento de la capacidad que las personas que habitan un determinado territorio tiene para resolver sus problemas económicos y, así, mantener y enriquecer su vida. Las entidades o prácticas de economía social transformadora se convertirían en la base de otro desarrollo territorial o local. Como apunta José Luis Coraggio, impulsar una economía social que pretenda “ganar autonomía respecto a la dirección del capital” (Coraggio, 2009: 148).

3/Asumir que la economía la hacemos nosotros y nosotras

Para que surjan entidades de economía social transformadora, cooperativistas, prácticas de consumo consciente, ahorro ético y solidario, etc. es preciso dejar de pensar que “la economía la hacen otros”: Estado, capital; que los problemas económicos se resuelven desde arriba, desde afuera, desde otros. Esta es la antítesis de la autogestión.

Prevalece las políticas macroeconómicas a lo micro o mesoeconómicas. Se piensa que se cambia antes la política monetaria del Banco Central Europeo que el modo de producir, distribuir o consumir patatas, pan o aceite. Ante esta situación es lógica la escasez de personas que quieran ser cooperativistas; incluso la falta apoyo que la economía social con vocación transformadora  existente en Andalucía tiene de parte de los movimientos sociales, organizaciones sindicales y políticas. Eso provoca la falta de cooperación entre estas entidades y las organizaciones sociales, políticas y sindicales con objetivos transformadores.

La economía social con vocación transformadora, el desarrollo local transformador comunitario, las prácticas socioeconómicas transformadoras (producción, distribución, consumo o ahorro) no son consideradas como alternativas a la actual economía de la propiedad privada, el trabajo asalariado y el valor de cambio. Por casi ninguna fuerza de política institucional, sindical o social. Para cambiar esta situación es esencial afianzar y convencer del potencial de transformación desde la producción, el consumo, la distribución y las finanzas y, a partir de ahí, aumentar la intercooperación con otras organizaciones e impulsar que la gente quiera ser para de esta economía social con vocación transformadora. Es decir, la economía la hacemos nosotros y nosotras y, a partir de ahí, es preciso impulsar un discurso socioeconómico alternativo asumido por todas las fuerzas sociales, sindicales y políticas que aspiren a la transformación social. De este modo se mejorará la necesaria intercooperación entre los diversos movimientos.

Terminar condenas, soltar cadenas

En este texto hemos propuesta una hipótesis principal, a saber: el cooperativismo andaluz realmente existente ha consistido en la asociación o cooperación de propietarios (sobre todo de tierra) para mejorar sus beneficios. El cooperativismo como asociación de las personas pertenecientes a las clases populares, obreras o jornaleras ha sido escaso, y más escasa aún ha sido la existencia de una cooperación erigida en sistema de emancipación social. Además, la economía social impulsada por la Junta de Andalucía en las últimas décadas ha servido como herramienta del poder económico hegemónico, para legitimar el modelo económico extractivista de la economía andaluza. La regulación de la Junta se ha caracterizado por profundizar en la deriva mercantilista y capitalista en lugar de atender a los principios y valores definitorios del cooperativismo. Por último, las estrategias de desarrollo local neoliberal y el cooperativismo realmente existente han afianzado el modelo económico extractivista andaluz.

Ante esta situación, planteamos las siguientes propuestas:

-Impulsar un nuevo modelo productivo andaluz con el objetivo de que “no haya en Andalucía tanta dominación y tanta explotación”, y ese cambio pasa por la economía social y cooperativa transformadora.

-Construir y difundir un discurso de economía social y solidaria transformadora.

-Formular nuevas políticas de desarrollo local.

-Proponer un programa de política económica alternativa para Andalucía consensuada con otras organizaciones políticas, sociales y sindicales donde, además de otros pilares básicos, estén presente la economía social con vocación transformadora, el desarrollo local transformador comunitario y las prácticas socioeconómicas transformadoras.

La economía capitalista, la acumulación de poder, la «distancia y disciplina social» nos ha traído hasta aquí: una crisis sistémica precipitada por un virus. Frente a esto podríamos avanzar hacia la distribución del poder, del capital, de los trabajos; hacia el asunción de responsabilidades colectivas e individuales no disciplinarias; hacia la cooperación que acorte distancias.  El reparto, el cumplir y la unión, ideas y valores de las luchas jornaleras, de esa gente que “habla tan mal”, y que están plenamente vigentes para nuestras luchas socioeconómicas actuales.

“Lo peor de la condena, es cogerle el gusto a las cadenas.” Dice una letra de Isabel Escudero cantada por Rocío Márquez. Acabemos con la condena, despreciemos las cadenas, como el trabajo asalariado dependiente o el marco capitalista que nos asfixia, y busquemos prácticas socioeconómicos transformadoras que aumenten nuestros grados de autonomía; impugnando de forma y nítida la economía capitalista.

 

Bibliografía

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[1] Véase trabajos al respecto de Manuel Delgado Cabeza.

[2] Un ejemplo de las estrategias de estas empresas es el caso de DCOOP. La mayor cooperativa aceitera de Andalucía y Europa, y el mayor productor mundial de aceite de oliva (200.000 toneladas anuales aproximadamente) ha utilizado en los últimos años fondos públicos para construir bodegas de almacenamiento para el aceite de oliva que importa masivamente de Túnez a bajo precio. Con esos fondos públicos se ha financiado el 50% de los 5,8 millones de euros que han costado las bodegas de almacenamiento de aceite recientemente instaladas en las dependencias de MERCAOLEO en Antequera, sociedad filial de DCOOP. Ante esta situación, los socios de DCOOP, tanto las cooperativas de primer grado como las personas físicas que son socias de estas cooperativas, están siendo perjudicadas por las estrategias de la cúpula dirigente pues anteponen la venta de aceite de Túnez a la de los productores andaluces. (Fuente: Noticias de prensa).

[3] Entendemos, con el historiador canadiense Quinn Slobodian, que el neoliberalismo, desde su origen, responde a la pregunta de cómo proteger el capitalismo de la democracia. El neoliberalismo tiene por objetivo afianzar el poder, la dominación del capital sobre las personas, para lo cual la democracia son elementos a superar, restringir o eliminar. Su origen se sitúa en el comienzo del fin de la era de los imperios europeos tras la Primera Guerra Mundial, momento en el que un grupo de personas –que Slobodian denomina “globalistas”- se ponen a trabajar para que las nuevas instituciones políticas no puedan cuestionar la economía capitalista. Por tanto el neoliberalismo no significa menos intervención estatal sino una intervención en favor siempre de la acumulación de capital.

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Esparragueras (económicas) Tagarninas (políticas)

Intervención en Jornadas «Somos ecosistema»

A continuación reproduzco mi intervención en las jornadas organizadas por REAS Aragón, «25 AÑOS Jornadas de Economía Social y Solidaria», en las que participé junto con Jordi García Jané, de XES Catalunya – Cooperativa L’Apostrof .

 

Análisis socioeconómico actual

Os leo un texto escrito a propósito del debate de estas últimas semanas respecto a la relación entre economía y salud:

«Álvaro González Franco, jefe de Medicina Interna del Hospital Universitario Central de Asturias indica: “Estamos viendo que el daño en los enfermos no es tanto por la lesión que provoca el virus en las células sino por la respuesta inmune del organismo, que es la inflamación.”

Del mismo modo, el daño a la economía no es tanto por los efectos del virus sino por la respuesta del tipo de economía en la que vivimos: la economía capitalista. Una economía que tiene por objetivo la acumulación de capital; para la que sólo es trabajo aquél que genera ganancias; que confunde valor con precio; que privatiza los bienes comunes; que necesita la destrucción de la naturaleza; y que usa el dinero para ganar dinero.

La economía capitalista está respondiendo al virus como le es propio: dañando a las personas. Inflamando el dolor para salvarse ella, a costa de la gente. Esta economía es más mortífera que el virus, que todos los virus, pues es ella la causa de su generación; porque tiene una respuesta inmune, para salvarse ella, que no pone en duda el sacrifico de más seres humanos; que no dudará en destruir naturaleza o pequeñas actividades económicas que sostienen muchas vidas.

La economía, sin adjetivo, debe tener como fin mantener y enriquecer la vida. La economía capitalista, sin embargo, sólo cumple con este objetivo si es útil para la acumulación de capital; sólo salva vidas si así obtiene ganancias; las vidas se subordinan al capital.

La economía no es contradictoria con la salud.

La economía capitalista sí.»

Por tanto, del análisis socioeconómico actual saco como conclusión que debemos cambiar la economía en la que vivimos, debemos pasar de la economía capitalista a otro tipo de economía. Se puede.

 

Reflexiones para la transformación

Os hago una serie de reflexiones pensadas desde Andalucía, desde una economía dependiente y marginada.

1. Construir y difundir un discurso de ESS transformadora

2. Formular nuevas políticas de desarrollo local

3. Asumir que la economía la hacemos nosotras

 

Construir y difundir un discurso de economía social y solidaria transformadora

Por un lado creo que es esencial construir un discurso de economía social con vocación transformadora alejada de la economía social hegemónica que en esta tierra que es el cooperativismo hegemónico.

Para impulsar una economía social útil para la transformación es preciso construir y difundir un discurso alejado de la economía social caracterizada por la adaptación sin impugnación al mercado y la economía capitalista, en el mejor de los casos; y en el peor, los casos de la economía social que forman parte de las prácticas espúreas y legitimadoras de precariedad, desigualdad y expolio de la riqueza de Andalucía.

En Andalucía la economía social tiene como referencia hegemónica el cooperativismo agrario. Un cooperativismo de propietarios de tierras que ha afianzado la desigualdad en la propiedad de la tierra; la precariedad en el trabajo jornalero dependiente; y que es básico en la especialización andaluza en la globalización en la exportación de productos agrarios (aceite, aceituna mesa, hortofrutícolas agricultura intensiva).

Ese cooperativismo se impulsó por el régimen de Franco bajo control asistencialista religioso; y posteriormente en las últimas décadas se caracteriza por el control clientelar partidista.

Cualquier estrategia de impulso de la economía social transformadora en territorios como este que apuesten por ser una alternativa debe impugnar este cooperativismo, esta economía social.

 

Formular nuevas políticas de desarrollo local

Por otro lado, esta economía social ha formado parte de las estrategias de desarrollo local neoliberal que desde la década de 1980 se impulsa desde la UE.

Las políticas de desarrollo local desplegadas en las últimas décadas pueden denominarse como “neoliberalismo territorial”. Estas políticas y estrategias pretenden que las instancias públicas (de ámbitos locales y territoriales subestatales) se mantengan al servicio de la acumulación de capital, propia de la economía capitalista. Para ello, se han basado fundamentalmente en tres elementos:

A) La “puesta en valor” del territorio o mercantilización de cualquier recurso local potencialmente vendible o rentabilizable, en términos monetarios.

B) La valorización social de la figura individual del empresario tradicional, renombrado como “emprendedor”.

C) La realización de inversión pública o el aumento de las subvenciones, encaminadas a atraer o a favorecer al capital, ya sea local o foráneo.

Estos elementos complementados con la denominada “Empleabilidad” que sirve para culpabilizar a la persona desempleada, a la víctima.

Todo enmarcado en discursos simpáticos de participación, innovación, actitudes, etc.

Frente a estas políticas de neoliberalismo territorial hay que apostar por un desarrollo local transformador, comunitario, que tenga como agente fundamental la economía social transformadora.

Entender por desarrollo local transformador al conjunto de estrategias políticas y elementos teóricos cuyo objetivo es la soberanía económica territorial; es decir, la mejora y el aumento de la capacidad que las personas que habitan un determinado territorio tiene para resolver sus problemas económicos y, así, mantener y enriquecer su vida. Las entidades o prácticas de EST se convertirían en la base de otro desarrollo territorial o local.

Como apunta José Luis Coraggio, la economía social pretende “ganar autonomía respecto a la dirección del capital” (Coraggio, 2009: 148).

Características comparativa tipos de Desarrollo Local

  Neoliberal Transformador
Objetivo Valorización capital Mantener/enriquecer Vida
Agente económico protagonista Empresa convencional Entidades EST
Mercado Global Territorial
Factor productivo organizador Capital Trabajo
Propiedad Privada Colectiva
Trabajo Asalariado Libre asociado
Valor Cambio Uso

Fuente: Elaboración propia.

 

Asumir que la economía la hacemos nosotros y nosotras

Y para que surjan entidades de EST, cooperativistas, prácticas de consumo consciente, ahorro ético y solidario, etc. es preciso dejar de pensar que “la economía la hacen otros”: Estado, capital; que los problemas económicos se resuelven desde arriba, desde afuera, desde otros. Esta es la antítesis de la autogestión.

Prevalece las política macroeconómica a lo micro. Se piensa que se cambia antes la política monetaria del Banco Central Europeo que el modo de producir, distribuir o consumir patatas, pan o aceite.

Ante esta situación es lógica la escasez de personas que quieran ser cooperativistas; incluso la falta apoyo a la EST por parte de movimientos sociales, organizaciones sindicales y políticas. Eso provoca la falta de cooperación entre las entidades de EST y los sindicatos o partidos.

La economía social con vocación transformadora, el desarrollo local transformador comunitario, las prácticas socioeconómicas transformadoras (producción, distribución, consumo o ahorro) no son consideradas como alternativas a la actual economía de la propiedad privada, el trabajo asalariado y el valor de cambio. Por casi ninguna fuerza de política institucional, sindical o social.

Para cambiar esta situación es esencial afianzar y convencer del potencial de transformación desde la producción, el consumo, la distribución y las finanzas y, a partir de ahí, aumentar la intercooperación con otras organizaciones e impulsar que la gente quiera ser para de esta economía social con vocación transformadora.

La situación va a ser dura, con altas tasas de desempleo. El mercado de trabajo va a expulsar a más gente. Esta gente será una oportunidad para la EST, como pasó tras la crisis de 2008. La expulsión de la economía capitalista, la consideración de desechos pueden y deben generar agentes de EST, de economía social con vocación subversiva. Fuentes de vidas soberanas frente a la economía capitalista. Cada desecho es una oportunidad.

Las entidades han mirado hacia dentro; los partidos apenas han variado la corriente que los lleva a la burocratización; los sindicatos siguen promocionando el trabajo asalariado; los movimientos sociales impugnadores continúan pensando que la economía es algo de los malos. Frente a esto necesitamos impulsar un movimiento socioeconómico transformador. Necesitamos la cooperación entre los municipalismos transformadores, las nuevas prácticas de economía social transformadora y sindicalismo de base o los movimientos sociales impugnadores. Necesitamos programas o estrategias de actuación con objetivos consensuados y prácticas coordinadas.

 

Para finalizar

La economía la hacemos nosotros y nosotras y, a partir de ahí, podríamos impulsar un discurso socioeconómico alternativo asumido por todas las fuerzas sociales, sindicales y políticas que aspiren a la transformación social. De este modo, mediante la intercooperación entre los diversos movimientos nos haremos más fuertes antes los enormes retos que nos vienen encima.

Creo que debemos tener claro el objetivo que pretende la ESS. Yo apuesto por una economía social con vocación transformadora, que no legitime la economía capitalista que es incompatible con la vida; a partir de ahí necesitamos marcos de relación, discusión y análisis centrados en las prácticas que persigan este objetivo claro y a partir de ahí consensuar estrategias, prácticas, marcos de intercooperación. Necesitamos mucha más intercooperación entre los agentes de los diversos territorios que asumimos este objetivo.

Igual es preciso abandonar la narración y abrazar las ficciones, la imaginación. Como dice mi amigo Juan Dorado: «no es el tiempo de las predicciones, sino de las ficciones, de poner en práctica nuestra imaginación radical para narrarnos de otra manera de dónde partimos y adónde queremos llegar.» No sé si ha llegado el tiempo de la economía social subversiva. La cuestión no es si ha llegado el tiempo, sino más bien si queremos ir a por ella.

La economía capitalista, la acumulación de poder, la «distancia y disciplina social» nos ha traído hasta aquí: una crisis sistémica precipitada por un virus. Frente a esto podríamos avanzar hacia la distribución del poder, del capital, de los trabajos; hacia el asunción de responsabilidades colectivas e individuales no disciplinarias; hacia la cooperación que acorte distancias.  El reparto, el cumplir y la unión, ideas y valores de las luchas jornaleras, de esa gente que habla tan mal, y que están plenamente vigentes para nuestras luchas socioeconómicas actuales.

Lo peor de la condena, es cogerle el gusto a las cadenas.” Dice una letra de Isabel Escudero cantada por Rocío Márquez. Acabemos con la condena, despreciemos las cadenas, como el trabajo asalariado dependiente o el marco capitalista que nos asfixia, y busquemos prácticas socioeconómicos transformadoras que aumenten nuestros grados de autonomía; impugnando de forma nítida la economía capitalista.

 

 

 

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Esparragueras (económicas) Preguntas y respuestas

«Tenemos que romper con su ‘nueva normalidad'»

Artículo de Estitxu Eizagirre publicado en Argia.

Óscar García Jurado, economista. Doctor en Economía y activista en la economía social transformadora de Andalucía. Buen comunicador, habla abiertamente del fraude que pretende cometer el poder capitalista a través del Coronavirus, y del camino que debe recorrer la economía social transformadora para impulsar la vida soberana frente a la economía capitalista. La red Olatukoop organizó una mesa redonda on-line en vísperas del Día del Trabajador, titulada Burujabetzak postcovid19. Traducido y resumido hemos traído a estas páginas la síntesis de su intervención. Las siguientes líneas son, por tanto, pronunciadas por García Jurado.

El poder intenta imponer «el relajo de la gestión» y dice: «Estábamos bien, vino el virus, y nos pusimos mal. Cuando acabemos con el virus, volveremos a estar bien. El Coronavirus ha alterado las tendencias hacia la recuperación económica y por ello el virus se ha convertido en la causa principal de la crisis actual». Y muestran planes de choque a favor de las grandes empresas, diciendo que son estratégicos para dar la vuelta a esta situación. Así, inyectan dinero para que los bancos presten a las empresas, desde los autónomos hasta las multinacionales. Eso no es más que una nueva estafa.

«Esto es una estrategia de gestión. La idea de la gestión es regular lo que pasa para volver a la normalidad». De ahí viene la idea de la «nueva normalidad». Pero tenemos que hacer todo lo posible para poner un relato crítico sobre la mesa, para poner el relato de la transformación. Voy a partir de las dos enormes preguntas que planteó Santiago López Petit en un artículo: «¿cuántos muertos se necesitan para convocar el estado de alarma? ¿No son suficientes, según la FAO (Organización para la Alimentación y la Agricultura de las Naciones Unidas), los 5 millones de niños que murieron de hambre el año pasado? «. Esa es su normalidad.

Si la crisis de la economía capitalista estaba antes de la pandemia,  quizá la pandemia quiera dar aire a ese capitalismo agonizante que nos conduce al abismo social y al colapso ecológico. La pandemia en determinados momentos puede ser una coartada perfecta, reconozcamos una vez más que los recursos colectivos se destinan a intereses empresariales. Así, la economía capitalista de las grandes empresas, responsable de esta situación, se convierte en víctima. Podemos estar ante otra estafa.

No nos equivoquemos: el neoliberalismo actual nunca ha traído menos Estado, el neoliberalismo siempre ha sido reconducir el Estado en beneficio del capital. En estos momentos parece que el Estado se va a utilizar plenamente para sostener la economía capitalista, a expensas de la insostenibilidad social y ecológica que ello conlleva. Si no planteamos alternativas utilizarán el Estado para reforzar ese neoliberalismo y seguir mercantilizando nuestros bienes comunes y públicos. Tendrán un poco más de cuidado con la sanidad, pero seguirán con las estrategias de privatización y mercantilización. Continuarán con la estrategia de expansión de la especulación financiera, continuarán con el extractivismo y el militarismo. Joseba Gabilondo recoge todo esto en un párrafo muy duro: «El coronavirus es una consecuencia lógica, clara y directa, de un orden económico y social, que tiene nombre de capitalismo neoliberal y heteropatriarcal. El coronavirus aparece como el último capítulo de una serie que hemos visto venir desde hace tiempo: es el apocalipsis ecológico de un mundo globalizado».

Hay que decirlo claramente: el coronavirus es un ensayo del desastre ecológico que nos viene de forma imparable. O no. Como dice Carmen Castro García, tenemos una gran oportunidad para dar sentido al discurso «las personas primero» y poner el cuidado y la sostenibilidad de la vida en el corazón de la agenda política y económica.  ¿Seremos capaces de aprovechar la oportunidad?

Claves para aprovechar la oportunidad

Yo creo que para aprovechar la oportunidad hay que huir de la idea de gestión y tener como objetivo la transformación. En palabras de Amador Fernández-Savater, tenemos que “hacer aparecer nuevos juegos de preguntas y respuestas, nuevas maneras de pensar y actuar, nuevas lógicas para pensar-hacer sobre los problemas desde otro marco. (…) Transformar significa habitar la excepción. Habitar la situación, no dejarse simplemente gestionar. (…) Habitar, estar presentes, no ser sólo espectadores o consumidores o víctimas de las decisiones de otros, sino sentir, pensar y crear a partir de lo que pasa, darle valor, compartirlo, hacer con ello mundo y vida.”

Ahí, en las grietas de la economía capitalista, hay elementos para una realidad, un mundo y una vida diferentes. Entre ellas se encuentran las economías sociales con vocación transformadora y subversiva. Ojalá seamos capaces de difundir el movimiento. La economía capitalista se rige por el objetivo de hacer dinero, por el objetivo de ganancias. Necesitamos otra economía que, guiada por otros sentidos y lógicas, sirva para mejorar la vida. Esta lógica de la economía capitalista, la acumulación primitiva, la división del trabajo por sexos (patriarcado), o la división del trabajo por territorios (antítesis de la soberanía económica de los territorios), debe confrontarse con la lógica de la redistribución, los feminismos y las soberanías económicas territoriales.

Es necesario un cambio de lógica, de la acumulación al reparto. ¿Cómo vamos a hacer eso? Porque, evidentemente, la economía capitalista no va a morir de virus, ni de neoliberalismo. Para cambiar la lógica, debemos impulsar prácticas sociales transformadoras que ya están en marcha. Y tendremos que ir creando estructuras que hagan posible ir sustituyendo a la economía capitalista.

Pero, ¿qué es la economía capitalista?

La economía capitalista es capaz de manejar y gestionar personas, naturaleza y dinero. Con el Coronavirus hemos visto muy claro que las personas para la economía capitalista son meros recursos humanos. Cuando han muerto las personas que amamos no hemos podido saludarlas porque teníamos que cuidar la distancia y teníamos que ir a trabajar al día siguiente y meternos en el metro. Es decir, había una prohibición para los ámbitos culturales básicos para la vida, y al día siguiente, cuando nos convertíamos en recursos humanos, todas las puertas estaban abiertas. Cualquier cosa vale si es para poner la tarjeta de recursos humanos. Como consecuencia de la mercantilización de las personas, la economía capitalista post-COVID nos dirá que millones de personas somos susceptibles de ser excluidas. Pero yo creo que cada una de esas personas es una oportunidad para la economía social transformadora, y la economía social transformadora es una oportunidad para cada una de esas personas. Para ello, debemos dejar de considerar a las personas como recursos humanos y tender hacia la desalarización.

Asimismo, la economía capitalista entiende la naturaleza como una mera mercancía: son «recursos naturales». Pero cada día tenemos más claro que la causa del virus, y la causa de las próximas pandemias que vendrán, es la forma en que se relaciona la economía capitalista con la naturaleza. Por eso debemos establecer otra relación con la naturaleza, desmercantilizándola. Ni las personas ni la naturaleza somos mercancía. La vida no es una mercancía.

Viendo el uso que hacen del dinero, al margen de todo control social, debemos tender hacia la desmonetarización o hacia el control social del dinero. Tenemos que hablar de soberanía monetaria, porque los miles de millones de euros que están empapando el sistema van a ser armas arrojadizas en manos de los fondos de inversión para hacerlos dueños de bienes comunes. Por lo tanto, tenemos que hacer otro uso del dinero.

Esa reconversión para avanzar en otra economía requiere de una fuerte redistribución del trabajo y de la riqueza. Por un lado, necesitamos políticas que predistribuyan la riqueza, es decir, que promuevan una economía social solidaria y una economía social transformadora; y por otro, necesitamos políticas de redistribución, estableciendo una reforma fiscal fuerte. Necesitamos una renta básica que sirva para redistribuir la riqueza: que sea capaz de quitar a quien tiene de sobra. No podremos llegar a una renta mínima de verdad sin quitársela a quien tiene de sobra. Porque si ahora va a haber menos riqueza, y se van a poner rentas mínimas, quiere decir que va a haber un traslado de ese dinero o de esa deuda, y que al final pagaremos los de siempre si no aplicamos políticas fuertes para la redistribución. Hay que implementar reformas fiscales: se hacen demasiadas tonterías con demasiado dinero.

Por lo tanto, tenemos que cambiar la forma que tiene la economía capitalista de utilizar a las personas, la naturaleza y el dinero, el modo de gestionarlo, de apropiarlo. Y también tenemos que cambiar conceptos: el concepto de trabajo, el de valor, y el de propiedad.

¿Qué son el trabajo, el valor, la propiedad?

En esta crisis se ha visto que tomar como trabajo sólo al asalariado, es decir, que el trabajo sólo sea lo que funciona para acumular capital, es lo que es: una gran mentira. La crisis ha demostrado que las labores de cuidado, el trabajo voluntario, otros muchos trabajos sin sueldo, han sacado la vida adelante mientras duraba esta crisis. El trabajo de las mujeres siempre ha aguantado la vida y las crisis, así que tenemos que cambiar lo que entendemos por trabajo. El trabajo asalariado es sólo una parte, un tipo, el trabajo es mucho más. Creo que es un error seguir insistiendo en limitar el concepto de trabajo productivo al trabajo asalariado. Eso no ayuda ni a las mujeres, ni a los hombres, ni a la clase trabajadora. Tenemos que pasar a entender el trabajo de otra manera.

Uno de los principales objetivos de la economía social transformadora es lograr la soberanía del trabajo. Aquí he cogido la definición de un grupo de trabajo organizado por Koopfabrika en colaboración con diversos agentes de la economía social, para formar a cada grupo en el emprendizaje social desarrollando su propio proyecto. El grupo está compuesto por Amaia Alvear, Mirene Begiristain, Eneko Etxezarreta y Jon Morandeira. Ellos dicen que la soberanía del trabajo, ese norte que debemos seguir, es garantizar el derecho de todas las personas a un trabajo digno, colaborativo y basado en valores transformadores. A realizar por los colectivos propietarios de recursos productivos a través de relaciones productivas no capitalistas. Estas relaciones productivas deben basarse en procesos democráticos de toma de decisiones, un sistema de distribución equitativo y compatible con la sostenibilidad de la vida presente y futura y del entorno. Es posible avanzar hacia este tipo de trabajo, pero claro, para dirigirlo tendremos que hacer una dura crítica al trabajo asalariado dependiente que se nos ha impuesto como único tipo de trabajo asalariado productivo.

También tenemos que cambiar el concepto de valor. La economía capitalista produce aquello que tiene un valor de cambio. La crisis ha demostrado lo brutal que es. Las vacunas tienen un valor de intercambio menor que los fármacos para la erección masculina. Es necesario, por tanto, poner en el centro el valor del uso, que esa persona que necesita la vacuna la tenga, disponga o no de dinero para comprarla. La economía capitalista confunde valor y precio y lo hace con una avaricia muy interesada. Esta economía avariciosa sigue el valor de cambio, así recibe más dinero quien es más funcional para acumular capital y no quien es más útil para mejorar la vida de la gente. En tiempos de crisis se visualiza lo injusto que es este mecanismo. La economía capitalista premia lo que no se merece. Vemos que los trabajos imprescindibles, que realmente tienen un valor enorme para la vida, apenas tienen valor para el intercambio capitalista: cuidado, limpieza, agricultura, transporte, comercio básico, salud… todos ellos son actividades infravaloradas y mayoritariamente realizadas por mujeres. Tenemos que cambiar eso. Que el virus, hoy sinónimo de muerte, sirva para impulsar la economía para la vida.

También tenemos que cambiar la idea de la propiedad. Hoy en día creo que la mayoría de la gente tiene claro que la propiedad privada no es eficaz en temas como la salud. Pero es que también lo es en la mayoría de las demás actividades económicas. La propiedad privada de los recursos productivos y vitales sólo favorece la acumulación de capital, no a la satisfacción de las necesidades de la gente.

«Debemos romper su futuro»

Debemos romper su «nueva normalidad». Debemos ser capaces de promover otra política económica transformadora. Desde lo local, desde la economía social transformadora, construyendo soberanías. Básicamente, es necesario cambiar el objetivo: el objetivo de la acumulación de capital debe sustituir al objetivo de mantener la vida y enriquecerla. Eso exige acabar con la economía capitalista, con o sin virus. La economía social transformadora debe afrontar el poder capitalista desde la práctica. Debe darle una respuesta creativa redistribuyendo las cosas.

Creo que el objetivo es la vida independiente. Es decir, una vida que admite interdependencia, egoísmo, fragilidad. Pero no el sacrificio del trabajo asalariado dependiente. Debe ser una vida que no cambie el tiempo de vida por dinero, que no sea un medio o una herramienta para fines ajenos. En esta nueva forma de vida, la vida no se someterá a la acumulación capitalista, el valor de uso no se subordinará al valor de cambio, los trabajos de cuidados no quedarán sometidos a trabajos asalariados dependientes… Estas otras formas de vida implicarían que la economía social transformadora fuera la alternativa al fascismo posmoderno y al racismo de mercado.

Es verdad que estamos bajo de ánimo, es verdad que la situación no es muy favorable, pero nunca podemos perder la esperanza. Nunca podemos olvidar que lo único imposible es lo que no se combate, lo que no se lucha.

Yo no sé si ha llegado la hora de la economía social subversiva, pero la cuestión no es si ha llegado la hora, sino si queremos ir a por ella. El neoliberalismo, la acumulación de poder, las distancias y la disciplina social, nos han traído hasta aquí: a la crisis sistémica liberada por un virus. Ante esto podemos avanzar en “el reparto”, del poder, del capital, de los trabajos; podríamos avanzar en responsabilidades colectivas e individuales, en obligaciones no disciplinadas, en “el cumplir”; podemos avanzar en una cooperación que disminuya las distancias, hacia “la unión”. Esa redistribución que podemos cultivar para avanzar, ese cumplir, unión y reparto nos lo enseñaron esos que tan mal hablan según el poder, esos que tan mal pronuncian, las clases jornaleras andaluzas. Yo pronuncio tan mal como esos millones de habitantes de pueblos colonizados, que tuvieron que acabar expresándose en la lengua y asumiendo la economía impuestas por el colonizador. Esos valores que nos enseñaron esa gente que tan mal pronuncian es básica para la transformación.

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Ante la crisis, políticas de reparto

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La crisis sanitaria actual va a aumentar la desigualdad social, la inequidad impulsada por cualquier economía capitalista.

Svenn-Erik Mamelund, de la Universidad Metropolitana de Oslo. “Los pobres siempre han sido más golpeados en términos médicos (hospitalizaciones y muertes) y económicos: también son los que terminan empobreciéndose más.

La enfermedad, según Joseph Stiglitz, “golpea a la parte baja de la escala socioeconómica, que pierden sus trabajos de manera desproporcionada [respecto a la media]. Se llevan lo peor”.

James K. Galbraith. “Destrozará a los deudores, inquilinos y a quienes tienen créditos que no pueden devolver por la merma de sus ingresos.”

El género es una variable clave en el análisis: la Unesco calcula que 1.500 millones de niños en todo el mundo no están yendo estos días a las aulas, con el consecuente efecto sobre las familias, que deben cuidarles en las horas en las que deberían estar en la escuela, “y dadas las normas de género existentes y teniendo en cuenta la histórica distribución de tareas en los hogares, podemos asumir sin riesgo de error que esa carga adicional está recayendo desproporcionadamente más en las mujeres”, profundiza Olga Shurchkov.

Por otro lado, es desastroso pretender salir de la crisis produciendo como hasta ahora y creciendo materialmente todavía más, porque empeoraríamos la crisis climática y energética y en pocos años se multiplicarían y se sobrepondrían las catástrofes ecológicas. Por tanto, más que mayor acumulación, lo que es necesario es aumentar el reparto.

La implantación de la renta mínima vital va en la buena dirección, pero es insuficiente. Con un coste estimado en 3.000 millones, el IMV será insuficiente para cubrir a los más de cuatro millones de personas que se encuentran en situación de pobreza severa, no digamos las que se encuentran en situación de pobreza. Intermón ha calculado que con 6.000 millones al año, la sexta parte de lo que costó rescatar a la banca, se lograría el objetivo de acabar al menos, y casi por completo, con la pobreza severa en España.

Es preciso dar pasos más allá de luchar por más gasto social o parar nuevos recortes. En este sentido, para un reparto más justo de la riqueza producida dentro de la economía capitalista son útiles dos tipos de políticas, a saber:

a) Políticas redistributivas: implantar una reforma fiscal que aumente considerablemente la progresividad de los impuestos (bajada de los impuestos indirectos y subida de los directos, sobre todo a grandes empresas y rentas altas).

b) Políticas predistributivas: promover la Economía Social y Solidaria para modelar los mercados de productos, de trabajo y financiero.

Reformas fiscales progresivas e impulso de un nuevo modelo productivo basado en la Economía social con vocación transformadora. Dos medidas para otra economía. Otra economía que serviría, desde una mayor equidad, avanzar en términos democráticos.