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Esparragueras (económicas)

Fácil y asqueroso

Luis María Linde. Gobernador Banco de España

Dos informaciones fácilmente accesibles en la Red:

– Periódico La Razón. «Las dudas sobre la sostenibilidad de las pensiones públicas lleva a los planes privados a cifras récord.«

– Web Sueldos Públicos. El Gobernador del Banco de España, Luis María Linde, tenía en 2017 un sueldo bruto de 176.481.

Aunque parezcan que son muy listos, tampoco lo son tanto. Más que inteligencia lo que tienen es muy pocos escrúpulos, gran cualidad para ser importante en los entresijos de las alturas de la economía capitalista.

Cada vez que el Gobernador del Banco de España, funcionario con sueldo público, expone dudas sobre el sistema de pensiones, los fondos privados aumentan sus ganancias. Cobra de lo público para hacer el trabajo sucio al sector privado.

Nada tiene que ver la pirámide de población o la mayor esperanza de vida de la gente. Buscarán todo tipo de argumentaciones para logar su único objetivo: aumentar los beneficios económicos de los agentes rentistas financieros.

Lo de menos es la vida de la gente.

Fácil y asqueroso al mismo tiempo.

Ángel Martínez-Aldama. Patronal Inverco.

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Cooperativismo y comunes

Para Elionor Ostrom una institución es el establecimiento colectivo de reglas de acción práctica. Para esta autora, los comunes no son cosas, sino relaciones sociales entre individuos que explotan determinados recursos en común. Esta autora muestra que los comunes son sistemas institucionales de incitación a la cooperación, al margen del mercado y del Estado.

Los comunes incitan a la cooperación, y el cooperativismo debe ser la demostración práctica de que es posible producir-consumir al margen de la propiedad privada y de las jerarquías estatales. No hay ninguna necesidad de privatizar los comunes para excluir de su uso; no hay ninguna necesidad de apelar a leyes creadas por el Poder para controlar a las personas y obligarlas a obedecer a quien tiene la soberanía en la economía capitalista, es decir, al capital.

Para trasladar la soberanía a la gente, al común, es preciso establecer comunes, relaciones sociales que impulsen relaciones económicas cooperativas. Las economías transformadoras deben tener estos principios como pilares de la necesaria transición hacia otra sociedad, otra economía, otro mundo.

Relaciones sociales cooperativas para una revolucionaria economía comunal: tan simple como complejo; tan posible como imposible.

O no.

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Negacionismo del aislamiento

Cada día que pasa es más complicado analizar y hablar sobre las medidas gubernamentales implantadas para luchar contra el coronavirus. Se han establecido dos corrientes de opinión, de blanco o negro, que apenas dejan margen a los grises. Por un lado está la corriente «políticamente correcta» y su sí a todo lo que venga de las instancias gubernamentales; por otro lado la «negacionista derechista», y su sí a todo lo que venga de instancias antigubernamentales que tienen como único objetivo convertirse en gubernamentales.

Entre la corrección y la locura, entre el miedo paralizante y la irresponsabilidad amenazante, hay un amplio espacio para pensar y analizar hacia dónde vamos, desde el convencimiento de que Robinson Crusoe no es posible: una persona es social o no es persona. Digo yo que es posible criticar, sin ser «derechista terraplanista» y teniendo un enorme respeto por Fernando Simón, lo fallos en el recuento de afectados, fallecidos, etc.; pensar que es posible una estrategia más territorializada y dirijida a los grupos de riesgo, que valore más lo concreto (mayor gasto en residencias, atención a grupos vulnerables, etc.); valorar las consecuencias que el «estado de pánico» está causando y va a causar en nuestra sociedad.

El aumento del aislamiento social, el peligro de desaparición de movimientos sociales, la fragmentación colectiva, la desarticulación de las protestas sociales son posibles consecuencias de las medidas que se están tomando. La vulnerabilidad de los vulnerables se va a agudizar por la «distancia social». La fortaleza de los fuertes se va a potenciar como en toda situación de crisis y shock en una sociedad capitalista. La economía capitalista, claramente, se está adaptando a la nueva realidad mucho más rápidamente que los procesos sociales que buscan mantener y enriquecer la vida.

La responsabilidad social hoy requiere adaptarse a lo existente realmente y negar las imposiciones interesadas; vivir más hacia el adentro familiar para luchar contra la crisis sanitaria sin negar la búsqueda de nuevas relaciones comunitarias para luchar contra la crisis de injusticia social; tener miedo sin caer en el pánico; vivir como personas para no morir como animales.

Época tan fea y rara como inestable y estimulante.

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Socialismo para el común: comunismo de las energías

Según C. Laval y P. Dardot: «La extensión de la mercancía, el peso creciente de las grandes empresas y la presión de la lógica de la propiedad van de la mano.» De ahí que sea considerada como lógica la apropiación privada de un medicamento, de una vacuna, y que su finalidad curativa se subordine a la generación de beneficios para grandes empresas.

Frente a esto, hablemos de socialismo. De un socialismo entendido como la afirmación de que la democracia no puede detenerse a la puerta de las fábricas, las granjas-cortijos, los talleres. No se trata de que el individuo se someta al todo, encarnado por un jefe y un partido, sino de reorganizar la sociedad de acuerdo con principios de gestión y de legislación que den un poder real, una justa retribución y un reconocimiento a todas aquellas personas que participan en la obra común.

Jaurés hablaba de un «comunismo de las energías».

Frente a la apropiación privada de la vida, de la salud, de los bienes comunes, afrontar el problema de la institución de la cooperación económica y social, y plantear como posible solución la asociación libremente consentida y colectivamente gestionada por los productores.

En ese sentido, Proudhon llegó a pensar que «el taller disolverá el gobierno».

La salida al autoritarismo económico actual es la democracia económica y algunas luces nos muestra las experiencias de gestión cooperativa y autogestión, las economías transformadoras que a pesar de todo viven produciendo, distribuyendo, consumiendo, financiando de otro modo.

Fuente: C. Laval y P. Dardot (2015): «Común». Gedisa.

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Unión y subcontratación

Lo que está pasando en el sector del metal de la Bahía de Cádiz es muy importante.

La subcontratación ha sido una estrategia del capital para bajar costes, precarizar el empleo y aumentar sus beneficios: precarizar vidas para generar capital. No sólo en los astilleros gaditanos, es una estrategia generalizada en todas las ramas industriales e incluso en actividades primarias y terciarias.

A día de hoy, las personas que trabajan en las empresas subcontratadas de la Bahía han dicho basta. La respuesta de las que lo hacen en las empresas subcontratadoras, Navantia, puede ser de dos tipos principalmente: uno, apoyar a los trabajadores de fuera; dos, apoyar las estrategias de la empresa matriz. Lo primero posibilitará un futuro de unión y lucha por las mejoras laborales del conjunto. Lo segundo será privilegio para hoy, de cada vez menos gente, y precariedad y desempleo generalizado para mañana.

El campo andaluz, la economía cortijera es una experiencia de la que aprender. Al final a los manijeros también los humillan. Doblemente.
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Comunidad o barbarie

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«Us As A Logo», Geoff McFetridge. championdontstop.com

Terminará el verano y el monstruo seguirá estando ahí.

Una bestia que se enriquece del desastre colectivo.

Utilizaron el Chile de Pinochet y los gobiernos de militares sudamericanos asesinos; la Rusia de los corruptos jerarcas; la China de los nuevos comunistas millonarios; los gobiernos neoliberales laboristas, «socialistas», demócrata-republicanos; las guerras permanentes de Israel; los militares genocidas africanos; el tsunami de Asia; los huracanes…

Y utilizarán el virus.

Que a nadie le quepa duda.

El mayor bicho existente en nuestra sociedad, el capitalismo, utilizará al virus para continuar generando desigualdad, hambre y sufrimiento.

Privatizando, subcontratando, desregulando, endeudando…

Saqueando.

El desastre no cambia a la minoría que nos controla, al contrario, les estimula y facilita su objetivo de instaurar un sistema mundial autoritario y desigual.

En esta época de asintomáticos peligrosos y distancia social es necesario refundar la comunidad, el apoyo mutuo, lo comunitario.

Nunca nada justo fue fácil.

Comunidad o barbarie.

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Pueblo vasallo y minoría emancipadora

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La monarquía heredera del sistema dictatorial franquista indica un pueblo con elevadas dosis de vasallaje, que encuentra apropiado que su jefe de estado no sea elegido democráticamente. En estas circunstancias, tiene lógica la defensa de gran parte de la representación política de la salida del país de un ex jefe de estado elegido por un dictador y acusado de corrupción.

Sí, estoy diciendo que por estos lares no se cree en la democracia, en el poder del pueblo para tomar sus decisiones. Por eso no se entiende que haya pueblos del Estado que quieran ser soberanos, que luchen por autodeterminarse, que aspiren a una mejor o mayor democracia (estén o no acertados o equivocados en las vías por la que la persiguen).

Estoy diciendo que gusta mandar y/o ser mandado. De ahí la dificultad de generar economía autogestionada; de ahí el apego al trabajo dependiente; de ahí la sumisión y gusto por tener un empleo subordinado, asumir órdenes, cobrar y a casa. O lo mismo-contrario, ser el rey-empresario que da órdenes a recursos humanos en búsqueda de unos objetivos individuales tan egoístas como anti-democráticos.

Miedo a la democracia, miedo a la libertad, a la autonomía; de ahí la monarquía; de ahí la monarquía corrupta; de ahí el autoritarismo empresarial; de ahí la imposibilidad de libertad y democracia en pueblos como el mío donde el acceso a la subsistencia depende de una minoría autoritaria; de ahí el franquismo y machismo de tanto «demócrata».

Hay pueblos-sociedades en las que las mayorías necesitan y creen en la jerarquía. Esos pueblos apenas creen en la igualdad. Por eso son pueblos vasallos.

Las mejoras en esas sociedades dependen de la perseverancia e inteligencia de las minorías que aspiran a la autogestión política y económica, que reniegan del vasallaje y desean la democracia.

Larga vida a esas minorías emancipadoras y que algún día se vuelvan mayorías.
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Creación a la intemperie

A propósito de la obra de teatro «Solo queda caer», de Raúl Cortés.

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La cultura tiene poder. La crítica, la sátira a través del teatro, la literatura, la pintura ha sido siempre poderosa ante el poder. Tiene capacidad de contrapoder. Por eso algunas mentes bien dotadas se preocuparon cuando se crearon los Ministerios de Cultura; la concejalías; las consejerías… Herramientas de control del contrapoder que supone la creación artística crítica.

El poder va ganando. Por goleada. Apenas existe creación artística crítica. Las consejerías, las concejalías, las burocracias han desarrollado a la perfección su encomienda. Ante eso las prácticas socioeconómicas transformadoras deben y tienen mucho que decir. La economía social transformadora debe ser motor para generar una creación cultural «a la intemperie» del poder y al resguardo de la gente a la que va dirigida.

Para ello es necesaria la autogestión, y esta es posible siempre que se esté dispuesto a renunciar al lucro por la creación, al valor de cambio por el valor de uso, y, sobre todo, a crear comunidades donde productores y consumidores se confundan y el espectador sea tan protagonista como el actor, el usuario como el productor o el receptor como el emisor. Es necesaria hacer complementaria la tiranía de la creación con una organización democrática amplia, que vaya más allá del colectivo «productor» y englobe a colectivo «consumidor». Hablamos de entidades cooperativas de «prosumidores», de organizar comunidades de creación artísticas y transformadoras.

El grado de autonomía de la creación artística a la intemperie dependerá de su independencia del poder. Claro. Dicha autonomía estará, a su vez, en función de la capacidad de autogestión económica colectiva. Y para eso también es necesaria la creación, la imaginación, la búsqueda de utopías: económicas, sí; artísticas, claro; políticas, sobre todo.

 

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Venas abiertas

Pablo Picasso - El Rapto de la Sabina (Detalle), 1963

Frugales

Frugal es un adjetivo cuyo significado es: «que se alimenta de comidas sencillas y poco abundantes.» Ni hay economía capitalista frugal, ni sus gobiernos lo pueden ser. Necesitan abundantes recursos extraídos por complejos mecanismos de explotación y destrucción.

Cada día más, las economías capitalistas aumentan sus necesidades de recursos. Más energía, más materiales, más, más. Y cuanto más financiera, cuanto más alejada de la tierra, cuanto más «innovadora», cuanto más tecnológica, más complejos son los mecanismos que requieren esas economías para expoliar, explotar y destruir otros territorios, pueblos y economías.

Las economías capitalistas enriquecidas no tienen nada de frugales. Más bien todo lo contrario, acaparan capitales, materiales, energía de otras economías empobrecidas a las que someten por las buenas o por las malas. Andalucía, con dos bases militares estadounidenses en su territorio, participa activamente cuando el sometimiento es por las malas.

Controles

Titular de periódico: «Los líderes europeos debaten una propuesta con menos subsidios y con más control sobre el dinero del fondo de recuperación.»

Los «líderes europeos» hablan de control del dinero. Temazo relevante digno de ser invisibilizado. Tema tan importante que apenas se debate sobre el control democrático de la autoridad monetaria del euro, el Banco Central Europeo. Moneda que no votamos y que fue introducida por estos lares por ese gran «líder» español, europeo y global cuyo nombre es Rodrigo Rato. El famoso «control de nuca» al que fue sometido puede ser una buena metáfora de lo que hacen con las economías sureñas esos «líderes europeos».

El control del dinero es un tema tan importante que el poder ejerce un férreo control sobre las palabras relacionadas con el asunto. Así, al dinero que va a las empresas lo llaman inyección de capital. Este tipo de inyecciones son buenas. Punto. El dinero que va a un gobierno o persona, por contra, pasa a llamarse subvención, subsidio, «paguita». Las personas que lo reciben son «pasivas» y los gobiernos «deudores», «morosos», «pigs»…

El verdadero control democrático del dinero espanta a quienes ponen y quitan a esos líderes; los mismos que controlan a los periódicos y sus titulares; los mismos que nos dicen las palabras a usar y sus interesados significados. Apenas hay distancia entre el control del dinero y el control de las palabras.

Venas abiertas

Esos “frugales” saquean sin control a Andalucía. Por eso vivimos en una tierra rica habitada por personas pobres. El país rico de un pueblo pobre.

Un pueblo tan pobre que no se reconoce. Igual es eso: que es pobre porque no se reconoce; que para que mejore hay que gritar que existe; que hay una economía andaluza, un pueblo andaluz; que es necesaria una democracia andaluza.

Somos y nos saquean. Cada día, cada minuto. Ahora. Vivimos en un sistema social, político y económico en el que nos roban democráticamente. Y sin embargo nos dicen, decimos, que nos subsidian. Ese es el Poder: sin apenas usar la violencia física, establecer lo que debes pensar.

Andalucía tiene sus venas abiertas. Para cerrarlas debe, como mínimo, existir. Esa es la base de una alternativa para Andalucía: autorreconocernos como pueblo saqueado para evitarlo y evitar que participemos en saqueos de otros pueblos. Desde el necesitar poco y sentir mucho; desde la frugalidad que valora mucho más el tiempo que las cosas para de ese modo alcanzar el control de nuestras vidas desde el respeto de las demás.

Publicado en Portal de Andalucía.

 

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Economía social subversiva: la vacuna

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Economía y salud

Álvaro González Franco, jefe de Medicina Interna del Hospital Universitario Central de Asturias indicaba en las primeras semanas de epidemia: “Estamos viendo que el daño en los enfermos no es tanto por la lesión que provoca el virus en las células sino por la respuesta inmune del organismo, que es la inflamación.”

Del mismo modo, el daño a la economía no es tanto por los efectos del virus sino por la respuesta del tipo de economía en la que vivimos: la economía capitalista. Una economía que tiene por objetivo la acumulación de capital; para la que sólo es trabajo aquél que genera ganancias; que confunde valor con precio; que privatiza los bienes comunes; que necesita la destrucción de la naturaleza; y que usa el dinero para ganar dinero.

La economía capitalista está respondiendo al virus como le es propio: dañando a las personas. Inflamando el dolor para salvarse ella, a costa de la gente. Esta economía es más mortífera que el virus, que todos los virus, pues es ella la causa de su generación; porque tiene una respuesta inmune, para salvarse ella, que no pone en duda el sacrifico de más seres humanos; que no dudará en destruir naturaleza o pequeñas actividades económicas que sostienen muchas vidas.

La economía, sin adjetivo, debe tener como fin mantener y enriquecer la vida. La economía capitalista, sin embargo, sólo cumple con este objetivo si es útil para la acumulación de capital; sólo salva vidas si así obtiene ganancias; las vidas se subordinan al capital.

La economía no es contradictoria con la salud. La economía capitalista sí. Por tanto, es preciso más pronto que tarde cambiar la economía en la que vivimos. Se debe, se puede.

 

La doctrina del shock a la andaluza

El COVID-19 es un subproducto más de la incesante destrucción de los hábitats por parte del capitalismo global. Los recortes sociales, la deslocalización productiva y la movilidad insostenible han favorecido su letalidad.

Las consecuencias de las catástrofes y las crisis no afectan a todo el mundo por igual. La sociedad andaluza, tras siglos de mal reparto y cuarenta años de políticas neoliberales deslocalizando la economía, recortando derechos y adelgazando el gasto público sanitario, se encuentra más indefensa que otras sociedades ante las consecuencias socioeconómicas de la pandemia. Los datos de desempleo y pobreza antes de la crisis indicaban nuestra peor posición. En los próximos meses esta mala situación empeorará bajo las luces de neón de Canal Sur.

«La locura está en comportarse siempre de la misma manera y esperar un resultado diferente», dijo Einstein. La posición del gobierno andaluz es pretender salir de la crisis con las mismas líneas políticas que nos han traído hasta aquí. Un claro ejemplo es el Decreto-Ley 2/2020 Mejora y Simplificación de la Regulación para el Fomento de la Actividad Productiva en Andalucía. Con esta norma mejorará y será más simple la puesta a disposición del capital de todo lo andaluz rentabilizable; llevar al límite aquello de “poner en valor”.

Todo por crear “trabajo”, dirán, como si lo que nos faltara fuera trabajo y no renta. Hasta “vender a la madre, si hace falta”, son capaces por “progresar” en su desquiciada lógica de acumulación.  La “doctrina del shock a la andaluza”.

 

Y venga rollo local

Nada nuevo bajo el sol. Desde la década de 1980 se llevan poniendo en marcha  políticas económicas que impulsan el mismo modelo productivo extrativista de siempre, basado en los mismos sectores o actividades productivas y en el mismo tipo de empresa. Empresas de capital, local o foráneo, absorbiendo ganancias en actividades turísticas, agricultura para la exportación o minería. Tal como dice Isidoro Moreno, dos de los tres sectores del “nuevo” modelo productivo la iniciaron los romanos. Y ahí seguimos, “modernizándonos”, “innovando”.

En todo esto hay un protagonista por encima del bien y del mal; asumido por todos los partidos políticos en los ayuntamientos, en las diputaciones; valorado como positivo, no sujeto a crítica por nadie. ¿Quién es tal ingenio político capaz de unir a gobiernos municipales de fachas y rojos? Las políticas de desarrollo local impulsadas desde la Europa comunitaria. Estas políticas, sin embargo, deberían denominarse “neoliberalismo territorial”; estas políticas han propiciado que las instancias públicas (de ámbitos locales y territoriales subestatales) se mantengan al servicio de la acumulación de capital, propia de la economía capitalista. Para ello, se han basado fundamentalmente en tres elementos: a) la “puesta en valor” del territorio o mercantilización de cualquier recurso local potencialmente vendible o rentabilizable, en términos monetarios; b) la valorización social de la figura individual empresario tradicional, renombrado como “emprendedor”; c) dirigir el gasto público en favor del capital, ya sea local o foráneo. Además, estos elementos se complementaban con las políticas de “empleabilidad”, mediante se culpabilizaba de su situación a la persona desempleada, y todo se enmarcaba en simpáticos discursos de participación, innovación, actitudes, etc. En los “Andalucía Orienta” se orientaba a las desorientadas personas sin empleo y con déficits de “empleabilidad”.

Años y años de enseñar a hacer currículos; de conferencias tipo “Tu proyecto eres tú. Activa tu mejor versión”; de charlas de CEO’s de empresas de coaching especializadas en “bienestar organizacional”; de conferencias de “emprendedores locales de éxito” que quebraron año y medio después del motivador discurso; de “coffee break and network”, es decir, de tomar un café y una tostada con aceite para mayor gloria del dueño del bar “con carnet” que ha diversificado su actividad hacia el catering a domicilio, (a domicilio, sí, que recibió una subveción para comprarse la furgoneta).

En fin, demasiado tiempo de políticas de desarrollo local neoliberal, esa política económica local que apenas ha sido valorada, criticada y mucho menos evaluada. Tanto que tras décadas de implantación en las localidades de Andalucía, continuamos con ratios de desempleo, emigración y pobreza de enorme envergadura.

 

Nada de ojana: innovación y transformación real

Frente a la economía capitalista, frente al modelo productivo extractivista, frente a tanto rollo y desfachatez, existe la alternativa de un nuevo modelo productivo con la economía social transformadora como agente relevante. Un nuevo modelo productivo transformador que ponga a las personas por delante del capital; que democratice las oficinas, las fábricas o los cortijos.

Un verdadero modelo productivo innovador se debe guiar, paradójicamente, mirando atrás, a los valores jornaleros del cumplir, la unión y el reparto; debe profundizar en la propiedad colectiva de los medios de producción y servir para que las personas dejen de ser meras mercancías en búsqueda de un salario. Cuando hoy queremos que la economía social transforme Andalucía no estamos inventando nada nuevo: está en la tradición del primer cooperativismo andaluz, aquel que, como nos recuerda el profesor Carlos Arenas, tuvo como motores la libertad y la voluntad salida de la ideología transformadora y el conocimiento.

La economía social y el cooperativismo transformador pueden suponer una vía para que Andalucía sea dueña de sus recursos y actividades económicas y los dirija a satisfacer las necesidades prioritarias de la población andaluza en materia de empleo, de vivienda, de alimentación, etc. Además, desde las entidades o prácticas socioeconómicas transformadoras es posible avanzar en una Andalucía más democrática y solidaria. En fin, como planteaba M. Haubert en 1984, creemos que es posible construir una economía social andaluza con vocación subversiva capaz de unir a las mujeres y hombres de los grupos sociales dominados y explotados y, de este modo, hacer que no haya en Andalucía tanta dominación y tanta explotación.

 

Convencimiento para la autogestión

Para lograr lo anterior hay mucho camino por recorrer. A continuación planteamos algunas ideas que quizás lo facilitarían. En primer lugar, creemos necesario construir y difundir un discurso de economía social y solidaria transformadora. En Andalucía la economía social tiene como referencia hegemónica el cooperativismo agrario. Un cooperativismo de propietarios de tierras que ha afianzado la desigualdad en la propiedad de la tierra, la precariedad en el trabajo jornalero dependiente y que es básico en la especialización andaluza en la globalización en la exportación de productos agrarios (aceite, aceituna mesa, hortofrutícolas agricultura intensiva). Cualquier estrategia de impulso de la economía social transformadora debe impugnar este cooperativismo, esta economía social hegemónica.

En segundo lugar, hay que formular nuevas políticas de desarrollo local. Frente a estas políticas de neoliberalismo territorial hay que apostar por un desarrollo local transformador, comunitario, que tenga como agente fundamental la economía social transformadora. Entender por desarrollo local transformador al conjunto de estrategias políticas y elementos teóricos cuyo objetivo sea la mejora y el aumento de la capacidad que las personas que habitan un determinado territorio tiene para resolver sus problemas económicos y, así, mantener y enriquecer su vida. Las entidades o prácticas de economía social transformadora se convertirían en la base de otro desarrollo territorial o local.

En tercer lugar, asumir que la economía la hacemos nosotros y nosotras. Para que surjan entidades de economía social transformadora, cooperativistas, prácticas de consumo consciente, ahorro ético y solidario, etc. es preciso dejar de pensar que “la economía la hacen otros”; que los problemas económicos se resuelven desde arriba, desde afuera, desde otros. Esta es la antítesis de la autogestión imprescindible para otro modelo económico.

La economía social con vocación transformadora, el desarrollo local transformador comunitario, las prácticas socioeconómicas transformadoras (producción, distribución, consumo o ahorro) no son consideradas como alternativas a la actual economía de la propiedad privada, el trabajo asalariado y el valor de cambio. Por casi ninguna fuerza de política institucional, sindical o social. Para cambiar esta situación es esencial afianzar y convencer del potencial de transformación desde la producción, el consumo, la distribución y las finanzas y, a partir de ahí, aumentar la intercooperación con otras organizaciones e impulsar que la gente quiera ser parte de esta economía social con vocación transformadora. Es decir, la economía la hacemos nosotros y nosotras y, a partir de ahí, es preciso impulsar un discurso socioeconómico alternativo asumido por todas las fuerzas sociales, sindicales y políticas que aspiren a la transformación social. De este modo se mejorará la necesaria intercooperación entre los diversos movimientos.

 

No le cojan gusto a las cadenas

La economía capitalista, la acumulación de poder, la «distancia y disciplina social» nos ha traído hasta aquí: una crisis sistémica precipitada por un virus. Frente a esto podríamos avanzar hacia la distribución del poder, del capital, de los trabajos; hacia el asunción de responsabilidades colectivas e individuales no disciplinarias; hacia la cooperación que acorte distancias.  El reparto, el cumplir y la unión, ideas y valores de las luchas jornaleras, de esa gente que “habla tan mal”, y que están plenamente vigentes para nuestras luchas socioeconómicas actuales.

“Lo peor de la condena, es cogerle el gusto a las cadenas.” Dice una letra de Isabel Escudero cantada por Rocío Márquez. Acabemos con la condena, despreciemos las cadenas, como el trabajo asalariado dependiente o el marco capitalista que nos asfixia, y busquemos prácticas socioeconómicos transformadoras que aumenten nuestros grados de autonomía; impugnando de forma y nítida la economía capitalista.