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Perspectivas económicas y la vacuna capitalista

“Resumen- tuneado” del artículo de Michael Roberts: “Covid 19: negras perspectivas económicas y la vacuna https://www.sinpermiso.info/textos/covid-19-negras-perspectivas-economicas-y-la-vacuna?fbclid=IwAR3oFVNcOXDZYarMeNxfuVHkMY-3sM7rJniawvr0J5tOy_MkqBn0a8TYAAE

En el hemisferio norte

A medida que el hemisferio norte entra en su invierno se está produciendo un aumento vertiginoso de las infecciones por COVID-19. La tasa de mortalidad por estas nuevas infecciones puede ser más baja que en la primera ola de marzo a abril pasado, pero las hospitalizaciones están alcanzando nuevos picos en Europa y EEUU. La situación sanitaria es grave, ya que la capacidad hospitalaria ya era baja en muchos países después de las privatizaciones, los recortes del gasto del sector público y la subcontratación de servicios de salud llevada a cabo por la mayoría de los gobiernos capitalistas avanzados durante los últimos 30 años antes de la pandemia. El indicador de número de camas de hospital por cada 1.000 habitantes explica en gran medida el tipo de «confinamientos» prolongados y severos de estos países en la primera ola. Los países con tasas de mortalidad relativamente bajas en la primera ola de COVID también fueron los que tenían mucha capacidad de camas de hospital: Japón, Corea y Alemania.

En esta nueva «ola invernal» está obligando a muchos gobiernos de Europa y en EEUU a nuevos confinamientos de diversa gravedad. Al mismo tiempo, la gente se queda en casa, no viaja, ni compra, y tele-trabaja, no va a cafés, restaurantes, etc. Esta combinación de confinamientos y de autoaislamiento ha frenado la recuperación de la actividad económica que se inició en el verano. La actividad económica, medida por las tendencias de movilidad y gasto, está retrocediendo en las principales economías del hemisferio norte. Es probable que la crisis del Covid empeore antes de mejorar. Las tasas diarias de infección, hospitalización y pruebas positivas apuntan en esa dirección. Las historias sobre la vacunación no proporcionarán ningún paliativo en los próximos seis meses.

Las esperanzas de una mayor recuperación económica en el último trimestre de este año y en 2021 se están desvaneciendo. La Comisión Europea ha reducido su pronóstico del PIB de la zona euro para 2021 a + 4,2% desde + 6,1%. Por lo tanto, no habrá recuperación en forma de V para Europa a medida que aumenta la ola pandémica. En un mensaje similar para EEUU, Oxford Economics reconoce que la «recuperación» se está estancando e, incluso con una vacuna, no hay perspectivas de que la economía estadounidense vuelva a la senda del PIB anterior al virus (débil como ya era) en un futuro previsible.

La situación dejará cicatrices permanentes en el «mercado laboral», es decir, en los medios de vida de las personas. La esperanza de un regreso al empleo de millones de personas ha comenzado a desvanecerse. El número de desempleados subestima el problema, ya que millones de personas han dejado de ofrecerse en el mercado laboral y pasan a no ser contabilizadas. A medida que pase el tiempo, las mejoras en el mercado laboral se harán más difíciles. 

Un factor que ha mantenido a algunos a flote durante los despidos ha sido el aumento relativo de los ingresos reales de los hogares en los dos años anteriores a la pandemia en 2020. También hubo un aumento en los niveles salariales a partir de los mínimos posteriores a la Gran Recesión, y en los dos años anteriores a la pandemia de 2020, que benefició más al cuartil peor pagado, aunque con aumentos salariales todavía muy por debajo del período anterior a la Gran Recesión. Pero la pandemia ha puesto fin a esa recuperación relativa de los ingresos reales, especialmente para los peor pagados. Es el empleo de bajos salarios en servicios e industrias clave el que está sufriendo el mayor impacto, ya que las personas con empleos como técnicos y profesionales mejor pagados pueden quedarse en casa y trabajar y han sufrido menos pérdidas de empleo.

Con la oferta de las economías retrocediendo a medida que nos adentramos en el invierno y en 2021, la demanda de productos básicos aún fuerte y algo de ‘demanda efectiva’, ya que algunas personas agotan sus ahorros y otras continúan trabajando, también hay muchas posibilidades de que los muy bajos niveles de inflación de 2020 vuelvan a subir en 2021.

Por lo tanto, en 2021 el crecimiento de los salarios se desacelerará, se mantendrá un alto desempleo y la inflación se recuperará. Es un triple golpe para el nivel de vida de la familia promedio en Europa y EEUU.

En las economías del sur global

Además, las llamadas ‘economías en desarrollo’ del llamado Sur Global se han visto aún más afectadas por la pandemia de COVID-19. Los países de América Latina lideran las tasas de mortalidad por COVID debido a sus sistemas de salud privatizados, y a que millones de personas con trabajo ocasional se han visto obligadas a ir a trabajar, si pueden, para sobrevivir. Solo una población relativamente más joven y más dispersa geográficamente (como en India, Sudáfrica, etc.) ha mantenido bajas las tasas de mortalidad.

No hay escapatoria económica. Las economías del sur global han sido aplastadas por la pandemia de COVID cuando el comercio internacional se congeló (-10%) y la actividad económica nacional colapsó. Por primera vez en los registros, las llamadas economías emergentes sumadas sufrirán una contracción del PIB real, y ese promedio incluye al gigante chino, cuyo éxito a la hora de lidiar con el COVID ha significado que China es uno de los pocos países que crecerá en 2020 (aunque solo sea aproximadamente un 1,5%). Las más afectadas han sido las economías capitalistas emergentes, supuestamente dinámicas, como India (-10%), Brasil (-6%), México (-9%), Sudáfrica (-9%).

Inevitablemente, esto está dando lugar a incumplimientos por parte de varios gobiernos nacionales de las deudas contraídas con los acreedores del sector privado. Y esto a pesar de las afirmaciones del FMI y el Banco Mundial de que salvarían a esos países de la carga de pagar el servicio de su deuda durante la pandemia. El desastre de deuda ya está aquí, no es una hipótesis.

Los tenedores de bonos del sector privado exigen sus pagos y hay poca ayuda de las agencias internacionales. “Es impensable que en una pandemia mundial, los países más pobres del mundo tengan que elegir entre hacer los pagos del servicio de la deuda o mantener sus economías a flote”, señala Gayle Smith, presidenta de One Campaign against Poverty. Es impensable, pero está sucediendo. Este desastre revertirá los pocos avances logrados en la reducción de la pobreza mundial, con cerca de 4 mil millones de personas viviendo con menos de 5 dólares al día (un umbral de pobreza más realista que el del Banco Mundial).

En este sentido, UNICEF calcula que aproximadamente 150 millones de niños más viven en pobreza multidimensional, sin acceso a servicios esenciales, debido a la pandemia del COVID-19. Alrededor del 45% carecían gravemente de al menos una de esas necesidades críticas antes de la pandemia del coronavirus. Según un  estudio que abarcó 118 países de ingresos bajos y medios realizado por la Escuela de Salud Pública Johns Hopkins Bloomberg, podrían producirse 1,2 millones de muertes adicionales de menores de cinco años en solo seis meses. Hasta 132 millones de personas pueden pasar hambre en 2020, de los cuales 36 millones son niños. Y 370 millones de niños pueden perder las nutritivas comidas escolares. La pesadilla del capitalismo global que ya sufren miles de millones en los ‘países en desarrollo’ se intensificará en los próximos años.

Los desafíos y las cicatrices

En teoría, sobre la base del desarrollo de cinco a seis vacunas con éxito para mediados de 2021, la inmunidad colectiva en la mayoría de los países ricos y de ingresos medios podría lograrse mediante la producción de mil millones de dosis de cada vacuna anualmente. Esto podría ser posible en 12 o 18 meses. Todas las vacunas ‘pioneras’ se darán a conocer o se rechazarán en junio de 2021. Si tienen éxito, aumentar la producción a mil millones de unidades por vacuna podría llevar otros 6-12 meses.

Otros desafíos importantes son los siguientes: preservar la pureza y eficacia del producto al pasar del laboratorio a la producción en masa; la distribución y transporte de larga duración y congelación; la disposición de las personas a vacunarse; la eficacia de cada vacuna y, por supuesto, también está la cuestión de cuánto tiempo es eficaz. Las indicaciones actuales para la mayoría de las vacunas pioneras en desarrollo es que duren de uno a dos años. Y aquí está el gran problema. El COVID-19 surgió, como otros patógenos nuevos para los cuales los seres humanos no tenían inmunidad desde su transferencia de animales salvajes en partes remotas del mundo a animales que se ‘crían industrialmente’ y los mercados de alimentos para humanos. Todavía hay muchos otros patógenos por ahí, sin que se haga nada para detener el mecanismo de transferencia, porque no se está haciendo nada para frenar o detener las exploraciones de combustibles fósiles, la tala, la deforestación para plantaciones y ganado, todo en la búsqueda de más ganancias para la agricultura y las industrias de energía. Además, igualmente preocupante es que parece que estos virus pueden mutar a medida que los humanos infectan a los animales en un círculo vicioso, lo que llevaría a más infecciones en humanos contra las que las vacunas actuales no pueden ser efectivas.

Por lo tanto, a medida que nos acercamos a 2021, la tasa de infección pandémica no muestra signos de detenerse o incluso disminuir. Los hospitales del hemisferio norte están bajo presión y la actividad económica está retrocediendo. Los niveles de empleo siguen siendo bajos y los ingresos reales están destinados a caer, especialmente para la gente peor pagada a medida que desaparecen empleo y aumenta la inflación. Para miles de millones de personas en el «sur global» se hará realidad el espectro de la pobreza, la enfermedad y la explotación. Las cicatrices serán a largo plazo.

 La vacuna y el dinero público para las farmacéuticas

En el desarrollo de las vacunas para el Covid-19 cabe destacar que gran parte de las pruebas se están realizando en países pobres donde «la vida es barata». Además, gran parte de la ciencia original fue realizada por institutos financiados con fondos públicos, pero son los gobiernos los que pagarán millones por los precios exorbitantes que cobran las grandes farmacéuticas por las vacunas.

Antes de que la pandemia de COVID-19 se extendiera por el mundo, las grandes compañías farmacéuticas invertían poco en vacunas para enfermedades y virus globales. Simplemente no era rentable. Los medicamentos para el corazón, los tranquilizantes adictivos y los tratamientos para la impotencia masculina eran el grueso de sus ganancias, no el tratamiento de las infecciones hospitalarias, las nuevas enfermedades y los asesinos tropicales tradicionales. Una vacuna universal contra la gripe ha sido una posibilidad durante décadas, pero nunca se consideró lo suficientemente rentable como para ser una prioridad. Todos los años nos ponen vacunas que son solo un 50% eficientes.

Pero la pandemia de COVID-19 ha cambiado la actitud de las grandes farmacéuticas. Ahora se pueden ganar miles de millones vendiendo vacunas eficaces a los gobiernos y los sistemas sanitarios. Y en la mitad de tiempo ha surgido un lote de vacunas aparentemente efectivas con todas las perspectivas de que estén disponibles para las personas dentro de los próximos tres a seis meses, algo sin precedentes.

¿Cómo ha sido posible tan rápido? No fue gracias a que las grandes farmacéuticas lograran la solución mediante su investigación científica. Para crear las fórmulas de la vacuna dependen de algunos entregados científicos que trabajan en universidades e institutos gubernamentales. Y fue posible porque el gobierno chino proporcionó rápidamente las secuencias de ADN necesarias para analizar el virus. En resumen, fueron el dinero y los fondos públicos los que proporcionaron la solución médica.

Pero son las grandes farmacéuticas las que desarrollan la vacuna a partir del trabajo científico de los institutos públicos. Son ellas las que toman las decisiones. Las compañías farmacéuticas realizan los ensayos clínicos globales, luego producen y comercializan el resultado. Y venden las vacunas a los gobiernos con enormes ganancias. Así es como se hacían las cosas antes de la pandemia y también ahora. Todavía se sabe muy poco sobre los términos de los contratos de vacuna para el COVID-19 que los gobiernos de la UE han firmado con grupos farmacéuticos como AstraZeneca, Pfizer-BioNTech, Sanofi-GlaxoSmithKline y CureVac. Pero una vez que se elimine el secreto, lo que veremos es una privatización masiva de miles de millones de fondos gubernamentales.

Es probable que las vacunas contra el coronavirus valgan miles de millones para la industria farmacéutica si resultan seguras y eficaces. Se necesitarían hasta 14 mil millones de vacunas para inmunizar a todos en el mundo contra el COVID-19. Si, como anticipan muchos científicos, disminuye la inmunidad producida por la vacuna, se podrían vender miles de millones de dosis más como dosis de refuerzo en los próximos años. Y los laboratorios de tecnología y producción mantenidos con la ayuda de toda esta generosidad gubernamental podrían dar lugar a otras vacunas y medicamentos rentables.

Así que, aunque gran parte del trabajo pionero sobre las vacunas se ha llevado a cabo con dinero público, los fabricantes de medicamentos de propiedad privada obtendrán grandes ganancias, mientras que los gobiernos pagan por las vacunas que ayudaron a financiar.

La lección de la respuesta a la vacuna contra el coronavirus es que unos pocos miles de millones al año gastados en investigación básica adicional podrían evitar mil veces más pérdidas en muertes, enfermedades y destrucción económica.

¿Qué mejor lección podemos aprender de la experiencia de la vacuna para el COVID que las compañías farmacéuticas multinacionales deben ser de propiedad pública para que la investigación y el desarrollo puedan dirigirse a satisfacer las necesidades médicas y de salud de las personas y no los beneficios de estas compañías? Y además, las vacunas necesarias pueden llegar a miles de millones de personas en los países y sectores más pobres en lugar de solo a aquellos países y personas que pueden pagar los precios establecidos por estas empresas. “Esta es una vacuna del pueblo”, señaló Peter Maybarduk, director del programa de Acceso a los Medicamentos de Public Citizen, criticando a las empresas. “Los científicos federales ayudaron a inventarlo y los contribuyentes están financiando su desarrollo… Debería pertenecer a la humanidad».

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Otra izquierda, andaluza

Versión publicada en Portal de Andalucía

Hace más de una década, entre 2008 y 2009, bastante gente de Morón de la Frontera terminamos decidiendo que no podíamos hacer política en Izquierda Unida. Equivocados o no, seguimos adelante y dio sus frutos. Ni con ellos, ni atendiendo a sus críticas y ataques, creamos a la Asamblea Moronera Alternativa (AMA-Morón). Mirando adelante, sin atender a los codazos de jefes sin legitimidad, construimos una herramienta para la gente.

Hay mucha gente buena y válida en IU, en Unidas Podemos. Muchísima. Personas militantes dignas de respeto y admiración. Lo cual no quita que piense que hoy, en Andalucía, es preciso dejar a esas organizaciones al margen. Tal y como hicimos en Morón. En Andalucía podemos asistir, en este otoño de tantas cosas, al momento de catarsis en el que un gran número de personas sea consciente de la necesidad de avanzar políticamente  desde abajo, desde los pueblos y barrios, lo más alejado de Madrid y sus servidores en Sevilla.

El misterio de Oteiza

Es hora de ser capaz de crear un movimiento sociopolítico amplio de izquierda andaluza. Algunos ingredientes que serán necesarios en mi opinión: la unión, el cumplir y el reparto, además de generosidad, egos lo justitos (o menos) y mucha inteligencia.

Dice Jorge Oteiza, mucho más que un escultor vasco: “el misterio es lo que escapa a la sabiduría, pero bien se comprende que depende de ella.” Dice la voz popular, “lo fácil no tiene misterio”. Vivimos días de misterios, de transformaciones tan difíciles como necesarias, de mentiras complejas. Para transformar hay que conocer, y, ambos pasos, o se hacen en común, colectivamente, o no se darán.

Necesitamos algo más que sabiduría, pero siempre dependiendo de ella; en continua fuga de la ignorancia, tan valorada, impulsada y usada por el poder para seguir siendo poderoso. En fin, alcanzar la sabiduría suficiente para saber que sólo con sabiduría no basta. Requerimos misterios que desentrañar, mentiras que desvelar, sueños que alcanzar; que la realidad no nos impida nunca soñar; que no confundamos el embuste con el misterio, lo fácil con lo justo y necesario. Necesitamos otra izquierda, andaluza.

Aunque diga Blas Infante

Dice la maestra Silvia Federici: «El horizonte que nos propone el actual discurso y política de los comunes no consiste en la promesa de un retorno imposible al pasado, sino en la posibilidad de recuperar el poder de decidir colectivamente nuestro destino en esta tierra». Yo, como andaluz, no quiero en tantas y tantas cosas “volver a ser lo que fuimos”, como dice el himno de Blas Infante. El de Juan Carlos Aragón (pasodoble «Aunque diga Blas Infante«) ante eso dice: “los andaluces queremos volver a ser lo que fuimos, lo que fuimos antiguamente pobrecitos y vasallos, siervos de terratenientes y de chulos a caballo.” En fin, por ahí no.

Para mí, esa otra izquierda, andaluza, debe dar contenido a ese “recuperar el poder de decidir colectivamente nuestro destino”. Igual no es apropiado el verbo recuperar, sino asumir. Igual no se trata de volver a ser lo que fuimos, sino de avanzar hacia una sociedad comunal; donde lo colectivo sea principio de vida; donde se multipliquen la creación de formas inapropiables de medios de producción, limitando el trabajo asalariado (del que fuimos pioneros), produciendo para el uso de nuestras necesidades y no para aumentar las riquezas de unos miserables. Una sociedad que, igual aquí sí tenía razón Blas Infante, vuelva a generar esas personas «de luz» que den alma a las demás para buscar sueños y desvelar misterios. Es momento de poner en común a todas esas personas que hoy también existen y que ante el embuste y el robo continúan en la infinita lucha por la justicia.

Eso para mí es el nuevo soberanismo al que debe aspirar otra izquierda, andaluza. Igual soberanismo es sinónimo de “autonomía”, esta última pensada en los términos de transformación de la gente luchadora de la década de 1970, y no de sumisión de la posterior socio-lista y sus colaboradores necesarios. Sí, igual estamos hablando de autonomía zapatista más que nacionalismo del siglo XIX. Igual hay que seguir desvelando misterios con nuevas pensamientos para viejas palabras.

Es el momento

Ese movimiento debería tener un ámbito o herramienta institucional que sólo sea un instrumento para el impulso de organizaciones laborales, sociales, económicas o culturales. Estas últimas son las que verdaderamente pueden generar la fuerza, proporcionar soluciones y ser capaces de impulsar autonomías-soberanías personales y colectivas en una sociedad dependiente, marginada y explotada desde hace siglos.

Es el momento. Necesitamos otra izquierda, andaluza, que luche por el objetivo básico de avanzar en la posibilidad de decidir colectivamente nuestro destino. Es decir, una izquierda democrática. Tan simple como complicado en el actual sistema político (español) y económico (capitalismo).

En fin, que ojalá se vaya de verdad y se ponga, de una vez por todas, las necesidades y vida de la gente por delante. Que se ponga alma y luz. Porque no hay España y Capitalismo eternos, ni cuerpos que los resistan.

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Otra izquierda, andaluza

La cuestión, casi siempre, no es si nos entendemos. La cuestión es si nos explicamos. En términos económicos, es una cuestión de oferta, del emisor, no de demanda, del receptor.

Voy a ver si me explico. Dice la maestra Federici: «El horizonte que nos propone el actual discurso y política de los comunes no consiste en la promesa de un retorno imposible al pasado, sino en la posibilidad de recuperar el poder de decidir colectivamente nuestro destino en esta tierra». Yo, como andaluz, no quiero «volver a ser lo que fuimos», como dice el himno de Blas Infante. El de Juan Carlos Aragón (pasodoble «Aunque diga Blas Infante») ante eso dice: «los andaluces queremos volver a ser lo que fuimos, lo que fuimos antiguamente pobrecitos y vasallos, siervos de terratenientes y de chulos a caballo.» En fin, que no.

Para mí, la izquierda andaluza debe dar contenido a ese «recuperar el poder de decidir colectivamente nuestro destino». Igual no es apropiado el verbo recuperar, sino asumir. Igual no se trata de volver a ser lo que fuimos, sino de avanzar hacia una sociedad comunal; donde lo colectivo se principio de vida; donde se multiple la creación de formas inapropiables de medios de producción, limitando el trabajo asalariado (del que fuimos pioneros), produciendo para el uso de nuestras necesidades y no para aumentar las riquezas de unos miserables.

Eso para mí es el nuevo soberanismo al que debe aspirar otra izquierda, andaluza. Igual soberanismo es sinónimo de «autonomía», esta última pensada en los términos de transformación de la gente luchadora de la década de 1970, y no de sumisión de la posterior socio-lista y sus colaboradores necesarios.

Es el momento. Necesitamos otra izquierda, andaluza, que luche por el objetivo básico de avanzar en la posibilidad de decidir colectivamente nuestro destino. Es decir, una izquierda democrática. Tan simple como complicado en el actual sistema político (español) y económico (capitalismo).

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El último

Alberto Garzón, miembro del Partido Comunista de España, de Izquierda Unida, de Unidos Podemos, del Gobierno de España y de otras cosas más ha sido el último. Sí, el último en justificar cualquier cosa por el empleo.

El último de una larga lista. Una lista que se ampliará con otros izquierdistas, derechistas, centristas, que pasarán por alto que desde las bases de Morón y Rota se asisten a mantanzas de personas, de clase obrera.

Garzón es el último en dejar claro que hay violencias que no se condenan, incluso se justifican. Sí, las violencias que dan empleo, o, mejor dicho, las violencias que generan beneficios empresariales que requieren, a pesar de los gestores empresariales, de «recursos humanos». Esas violencias no se condenan, incluso se colabora con su continuidad por el supuesto bien de las clases dominadas. No es el primero, ni mucho menos, y habrá muchos más que obviarán las raíces del problema y se unirána a la mesa en la que comen los causantes.

Imagino que Garzón esperará un tiempo antes de poner la palabra internacionalismo en su boca. Quizás, olvide el cinismo que le otorga y permite sus cargos para no atacar en una temporada a quienes luchan por la autodeterminación de los pueblos alegando el internacionalismo obrero. Avalar el uso estadounidense de las bases de Rota y Morón es apoyar un internacionalismo de sangre, capital y fuego.

Aquí, en Andalucía, llevamos siglos oyendo a economistas y políticos (Garzón cumple las dos cualidades) decir que sobra mucha gente. En Andalucía, las tierras, la propiedad y el poder lleva mucho tiempo en muy pocas manos y el resto, el que no tiene más que su capacidad de trabajar para otro, de ser explotado, sobra. En términos económicos capitalistas, hay excedente de mano de obra y, por tanto, cualquier empleo debe ser protegido. Garzón, al proteger cualquier empleo, es el último en legitimar las circunstancias y factores que dan como resultado esa situación. Es el último en dejar de plantear el mal reparto, el latifundio, la dependencia y marginación de la economía andaluza como fuente de sufrimiento, emigración y vasallaje. Mirar donde debe para vivir como quiere.

Unos autodenominados «socialistas» concedieron la medalla al mérito al trabajo a una duquesa; otros que se hacen llamar «comunistas» terminan avalando el empleo que genera el ejército más sanguinario de la historia de la humanidad; y otros, o los mismos, apoyan la destrucción de nuestros ríos, nuestras sierras, nuestra tierra, por migajas que no terminarán con el desempleo, con la precariedad, con la emigración forzada. Ellos sí terminan con el socialismo, el comunismo y tantas y tantas buenas ideas y tradiciones que deberían servir para transformar nuestra tierra.

El empleo generado en nuestra tierra, las actividades que utilizan nuestros cuerpos para sus beneficios, han sido y son utilizadas en demasiadas ocasiones como herramienta de sumisión, chantaje y legitimación de las violencias. Unas directamente causadas por ejércitos de destrucción masiva con bases en nuestra tierra, otras causadas por la desigualdad y la injusticia. Militares y caciques, políticos y licenciados, todas figuras imprescindibles para nuestra secular situación de mierda.

En la legitimación de esta historia algunos tendrán trabajo giratorio garantizado, pocos; otros vergüenza perpetua, menos; y otros memoria para que nada ocurra en vano, menos aún. Pero alguno habrá. Por nuestros muertos.

Aportación del gran Gruñido GRRR

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Comunalicemos

En Andalucía continúa habiendo lucha por y desde lo común. La tierra en Marinaleda o la Sierra en Morón son alguno de los múltiples ejemplos.

En Cochabamba dijeron: «Hemos sufrido un gran robo, cuando no somos propietarios de nada». Hoy, como ayer, como mañana promover lo inapropiable para evitar la destrucción y el robo es esencial.

La pobreza es el principal problema social y económico de Andalucía. Tras décadas de empleabilidad, emprendedorismo, en definitiva, de personalizar los problemas sociales y culpabilizar a las víctimas, vivimos en una sociedad cada vez más desigual y excluyente.

El debate promovido desde política profesional y sus medios de transmisión ocultan estas realidades. El distanciamiento sideral entre lo real y lo político-virtual impulsa movimientos y escenarios políticos que fomentan y legitiman la miseria y su contraparte, la opulencia.

Frente a la violencia y al autoritarismo que conlleva la desiguladad, promovamos lo común, lo inapropiable, y asumamos como comunes los problemas sociales y colectivos que nos afectan. Y, sobre todo, comencemos a resolverlos desde el principio de lo común.

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Vacuna y lecciones económicas

Estaremos de acuerdo que la economía capitalista por excelencia es la de Estados Unidos. Según Dean Baker, el gobierno de ese país ha optado por «seguir una senda de investigación de monopolio de patentes, por oposición a una investigación colaborativa de código abierto. Si Trump hubiera seguido esta última vía, todo el mundo tendría vacuna, o al menos todo el mundo sería capaz de fabricarla.» De este modo se impulsaría la competencia y la competitividad, no el monopolio, ¿verdad?

Lección: la economía capitalista no busca la competencia, la competitividad, una vacuna que salve vidas. Busca beneficios para las grandes corporaciones poderosas. El monopolio es intrínseco a la dinámica capitalista de acumulación de capital y poder.

Según el anterior autor, Trump (o quienes mandan sobre él) puso en marcha la “Operación a toda velocidad” (Operation Warp Speed), a la que consignó más de 10.000 millones de dólares de fondos públicos. Se supone que este esfuerzo desarrollará tanto vacunas como tratamientos para el coronavirus. Varias empresas recibieron financiación por anticipado, pero dependen primordialmente de adelantos sobre acuerdos de compra de una vacuna eficaz (por ejemplo, Pfizer); otras empresas (como Moderna) contó en buena medida con financiación por anticipado, consiguiendo 483 millones de dólares para su investigación pre-clínica y los ensayos de la fase 1 y fase 2, y luego otros 472 millones de dólares para cubrir el costo de sus ensayos de la fase 3. Después de asumir en buena medida los costes de desarrollo de Moderna, el gobierno le está permitiendo a esta empresa mantener un monopolio de patente en su vacuna. Esto significa que estará pagándole dos veces, primero con la financiación directa y, luego, una segunda vez al permitirle facturar precios de monopolio en su vacuna.

Segunda lección: en la economía capitalista utiliza el estado interviene financiando a empresas en su labor de obtener beneficios. El Estado capitalista es intervencionista, con o sin neoliberalismo, y su intervención asegura la acumulación de capital sobre los intereses de la vida y las necesidades de las personas sin capital.

Otra vía respecto a la obtención de la vacuna podría haber sido la investigación conjunta, no sólo nacional sino internacionalmente. Esto vendría a significar que todos los hallazgos de investigación se colgarían en la Red en cuanto fueran prácticos y que toda patente sería del dominio público de modo que cualquiera pudiese aprovecharla. Esto, que daría mejores resultados para la gente común, disminuiría los beneficios del capital.

Tercera lección: en la economía capitalista los beneficios están antes que la vida, incluso llegan a ser contradictorios pues la gente está muriendo por asegurar beneficios a las grandes empresas.

La economía es un conjunto de saberes, de conocimientos. La economía capitalista es el modelo socioeconómico en el que vivimos.

Cuarta lección: la economía no está contra la vida. La economía capitalista sí.

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Democracias por venir

www.graphis.com

Hace tiempo que no sentía tanto asco de la realidad «política», es decir, de aquélla que realizan los políticos remunerados (por eso entrecomillo). Ante tanta fatiga, uno busca aire y lo he encontrado leyendo a Maurice Godelier: «los seres humanos, contrariamente a otros animales sociales, no se conforman con vivir en sociedad, (sino que) producen sociedad para vivir.»

Ante la degradación de esta democracia autoritaria que impulsa cada vez más a las figuras más autoritarias de cada organización electoral, hay otra política que trataría de dar una forma democrática a esta producción en común de la sociedad. En palabras de Laval y Dardot, se trata de crear «en todos los sectores instituciones de autogobierno cuya finalidad será la producción de lo común», a lo que denominan «la institución democrática de la economía».

Socialistas (de verdad) como el francés Jean Jaurès lo convertían estas ideas en la ambición política del socialismo: «Que todos los hombres pasen del estado de competencia brutal y de conflicto al estado de cooperación, que la masa se eleve desde la pasividad económica a la iniciativa y a la responsabilidad, que todas las energías que se gastan en luchas estériles o salvajes se coordinen para una gran acción común; (…) y existirá verdaderamente, por primera vez, una civilización de hombres libres, como si la flor resplandeciente y encantadora de Grecia, en vez de desarrollarse sobre un fondo de esclavitud, naciera de la universal humanidad.»

Necesitamos nuevas ambiciones políticas que nos saquen del barro en el que tan a gusto están los cerdos; que busquen alternativas a esta deriva autoritaria. Hay otra política-economía distinta a las estrategias de obtención de votos-dinero que acumulan cada vez más poder y revientan cualquier posibilidad de democracia.

La política-economía debe ser cooperar para mejorar la vida (en común), no luchar por ganar votos-dinero a cambio de vidas. Hay alternativas al espectáculo del poder zafio, de capitalismo voraz. Hay otra política-economía, hay otras democracias por venir.

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Michael Roberts, economía crítica

La UNCTAD, la agencia de Naciones Unidas sobre el comercio y desarrollo, ha realizado un informe muy crítico con el neoliberalismo. Para ello, al igual que muchos economistas «críticos», asume una posición keynesiana. La crítica al capitalismo neoliberal se hace desde otras posiciones capitalistas, en este caso las que siguen las teorías de Keynes.

Para estas posiciones, la causa de los problemas está en la falta de demanda, salarios,… Suena bien, es verdad, pero no es cierto. En este marco se encuentran los economistas críticos televisivos o invitados a tertulias radiofónicas. Así opinan desde Juan Torres hasta Thomas Piketty, pasando por los hermanos Garzón (ministro, uno, asesor, otro) o los economistas con peso en partidos y sindicatos españoles progresistas (PSOE al margen, claro).

En una economía capitalista, las cosas van mal cuando el capital deja de obtener ganancias y por eso se comenzaron a implementar en la década de 1970 y 1980 las políticas neoliberales. En capitalismo, en ese marco de juego, las cosas son así.

Por tanto, si queremos cambiar las cosas, hay que cambiar el marco de juego: atacar al capitalismo; a la propiedad de los medios de producción; al valor entendido como valor de cambio; al trabajo entendido como empleo trabajo asalariado. No sirven políticas keynesianas que suenan bien y generan buenos puestos de asesores progresistas pero que son radicalmente equivocadas pues no atacan el marco de juego.

Michael Roberts lleva años realizando una crítica certera a la crítica keynesiana del neoliberalismo. De este modo se sitúa en un pensamiento fuerte de transformación real de la economía capitalista. Por eso es tan importante leerlo. Y por eso se agradece tanto a Sin Permiso la publicación traducida de sus artículos.

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Paren ya con el paro

Sindicalistas, representantes políticos, periodistas del mundo, gentes de bien que defendéis a la clase trabajadora, dejen de hablar de paro tal y como lo hacen.

Oficialmente, la economía capitalista denomina “población parada” al conjunto de personas de 16 ó más años que no tiene trabajo asalariado o empleo y están disponibles y en busca del mismo. Con este término se desconsidera a toda persona que no tiene un empleo pero que realiza otro tipo de trabajo. Por tanto, es más pertinente denominarla “población desempleada”. Es decir, la economía capitalista, y la gente que habla como ellla, confunde entre personas paradas y personas desempleadas.

De forma nada casual, en la economía capitalista se considera como persona parada, por ejemplo, a aquellas que trabajan “sumergidamente” sin dar de alta limpiando en casas de las rentistas verdaderamente paradas. Gentes de bien, digan que esas personas están desempleadas, pero no se dejen engañar y las nombren como paradas. Trabajen las horas al día que trabajen, y satisfagan las necesidades que satisfagan, a esas personas las denominará el poder como paradas, “población pasiva”, fundamentalmente, porque no son recursos humanos en un proceso productivo que genera beneficios empresariales para un capital. Por el contrario, a las que cobran de las rentas sin apenas esfuerzo nunca se las denominará pasivas o paradas pues tener capital en el capitalismo exime de cualquier otra cualidad o exigencia.

Sin embargo, la gran mayoría de las personas realmente “paradas” nunca son denominadas como tales. Las personas paradas, en sentido estricto, son rentistas, a saber: viven del capital acumulado por ellas o por sus familiares; de operaciones especulativas en los mercados financieros; de las rentas o alquileres de locales y/o tierra (en muchas ocasiones heredados); de subvenciones provenientes de propiedades rústicas; etc. La mayoría de estas personas “paradas” pueden contratar a otras para realizar las labores de cuidados y domésticas. Por tanto, las personas realmente paradas son aquellas con elevados recursos provenientes de rentas del capital (mobiliario o inmobiliario) que apenas deben realizar ninguna actividad económica que acompaña a la propia vida, pues se la hacen otras.

Defensores de la clase trabajadora no le hagan el juego a los rentistas, a los parásitos, a los especuladores, al poder. Dejen de llamar parado al que trabaja cogiendo espárragos; no digan que están paradas las que cuidan y cuidan y cuidan de los demás.

Paren ya, dejen de hacer el juego a las clases privilegiadas.

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Bahía de Cádiz: sin unión no hay futuro

Por Eneko

Las cadenas productivas territoriales localizadas en la Bahía de Cádiz, en términos generales, son actividades compuestas por empresas de muy diversa dimensión. En la industria naval, en la aeronáutica o en el turismo, existen pequeñas, medianas y grandes empresas. Ahora bien, en dichas actividades son las grandes empresas las que tienen el control de la cadena, el poder económico alrededor de la producción de un bien o la prestación de un servicio. Y en casi todas, estas grandes empresas están controladas por capital foráneo, o cuyo control no depende de las fuerzas socioeconómicas locales (como es el caso de Navantia).

La subcontratación productiva y la reconstrucción en forma de red de la producción llevan consigo el crecimiento del empleo precario. Así, durante las últimas décadas, ha aumentado la proporción del número de puestos de trabajo de la industria auxiliar respecto a los directos internos; cada vez más gente trabaja en talleres subcontratados y menos en las grandes factorías de la Bahía. Por ello ha aumentado el denominado mercado de trabajo secundario: el empleo eventual, el autoempleo, el trabajo asalariado más precario. A medida que se desciende en la trama productiva, aumentan los desequilibrios y los contratos de menor calidad. Las relaciones laborales en el “centro” de la red, por ejemplo Navantia, son de mejor calidad y mayor estabilidad que las condiciones de trabajo de las empresas de la “periferia”. Por tanto, en el conjunto del sector se asiste en las tres o cuatro últimas décadas a un proceso según el cual se reduce la proporción de empleos concentrados en las grandes firmas respecto a los existentes en la órbita de las mismas. Aumenta el número de pequeñas empresas y surge la denominada fábrica “difusa posfordista”.

Subcontratando

Con la subcontratación, externalización o descentralización productiva se ha perseguido dotar a los astilleros y grandes fábricas de unas plantillas lo más flexibles posible, es decir, aumentar la temporalidad del empleo. Navantia lleva mucho tiempo poniendo en marcha este tipo de estrategias. No obstante, fue a partir de 1996, con el aumento de la demanda en el sector naval a nivel internacional cuando se aceleró el proceso. En gran medida, la empresa buscaba una estructura organizativa flexible que se adaptara a las fluctuaciones de la demanda. Además, al descentralizar el máximo número de funciones y tareas, la firma podía especializarse en las actividades más rentables. Hace unos años un sindicalista de Navantia me lo explicaba así: “Sacan todo lo que pueden. Yo creo que aspiran a quedarse sólo con las tareas de coordinación. Sobre todo, la última fase, que es la entrega al armador, la fase más complicada y profesional (…) queda en manos de la plantilla propia. También el diseño original y el control de aprovisionamiento y el control de producción”.

Navantia ejerce el poder con mano de hierro dentro de la trama productiva compuesta por multitud de empresas auxiliares de diverso tamaño. Sobre la unidad hegemónica pivotan un gran número de empresas suministradoras que deben asumir unas relaciones de subordinación. A través de ellas se determinan toda una serie de especificaciones técnicas y otras indicaciones complementarias con las cuales la empresa “cabeza” les indica a las empresas “mano” sus demandas, remarcando quién posee la capacidad de imponer condiciones y, por tanto, la unidad productiva que se coloca al frente de la “cadena productiva territorial”.

Segmentando

El diferencial de condiciones laborales aumenta a medida que se desciende en la trama productiva creada alrededor de la construcción de un barco, un avión o cualquier otro producto. Las relaciones laborales en el centro de la red son de mejor calidad y mayor estabilidad que las condiciones de las empresas de la periferia. A medida que se desciende en la trama productiva, aumentan los desequilibrios y los contratos de menor calidad. De este modo se ha logrado la competitividad: mediante el abaratando los precios del coste de la mano de obra y el incumpliendo los convenios pactados.

El mercado de trabajo “segmentado” para el caso del sector naval puede caracterizarse del siguiente modo a grandes rasgos.

En primer lugar el “núcleo estable” compuesto por personas empleadas con contratos estables pertenecientes a las grandes unidades de negocio de Navantia. Mantienen una elevada estabilidad matizada por la flexibilidad interna (funcional, numérica o salarial). Las condiciones laborales, por tanto, se caracterizan por la escasa rotación, la utilización de la negociación colectiva para establecer las condiciones laborales, un nivel salarial alto-medio y una elevada estabilidad.

En segundo lugar estaría al que podríamos denominar “grupo periférico”. Son las personas empleadas en las principales empresas suministradoras de “Navantia”. El mayor o menor nivel de calidad de la relación laboral depende de la “carga” de trabajo de la subcontrata. Respecto al grupo anterior, tienen normalmente un mayor nivel de rotación y menores niveles salariales y de estabilidad.

Un tercer grupo sería la “corona externa”. Se encuentra en este segmento tanto el pequeño número de profesionales cualificados que se autoemplean, como el creciente volumen de personal eventual dedicado a tareas más descualificadas y subcontratadas que sólo pueden acceder a contratos de trabajo de escasa calidad y que de forma periódica ingresan en las listas de desempleo. En este segmento se encontrarían todas aquellas personas empleadas de aquellas pequeñas empresas que trabajan para las subcontratistas principales de la central o los autoempleados situados en los últimos “escalones” de la “trama productiva”. Estas personas tienen un alto nivel de rotación, una negociación individualizada de las condiciones de trabajo, bajo nivel salarial y gran inestabilidad o eventualidad en la contratación.

Unión o humillación

Las protestas de este verano en el sector del metal de la Bahía de Cádiz tienen una extrema relevancia. La subcontratación ha sido una estrategia del capital para bajar costes, precarizar el empleo y aumentar sus beneficios: precarizar vidas para generar capital. No sólo en los astilleros gaditanos, es una estrategia generalizada en todas las ramas industriales e incluso en actividades primarias y terciarias.

A día de hoy, cada vez más personas que trabajan en las empresas subcontratadas están diciendo basta. La respuesta de las que lo hacen en las empresas subcontratadoras, Navantia, puede ser de dos tipos principalmente: uno, apoyar a los trabajadores de fuera; dos, apoyar las estrategias de la empresa matriz. Lo primero posibilitará un futuro de unión y lucha por las mejoras laborales del conjunto. Lo segundo será privilegio para hoy, de cada vez menos gente, y precariedad y desempleo generalizado para mañana.

El campo andaluz, la economía «cortijera» es una experiencia de la que aprender. Al final a los manijeros también los humillan. Doblemente.