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Socialismo para el común: comunismo de las energías

Según C. Laval y P. Dardot: «La extensión de la mercancía, el peso creciente de las grandes empresas y la presión de la lógica de la propiedad van de la mano.» De ahí que sea considerada como lógica la apropiación privada de un medicamento, de una vacuna, y que su finalidad curativa se subordine a la generación de beneficios para grandes empresas.

Frente a esto, hablemos de socialismo. De un socialismo entendido como la afirmación de que la democracia no puede detenerse a la puerta de las fábricas, las granjas-cortijos, los talleres. No se trata de que el individuo se someta al todo, encarnado por un jefe y un partido, sino de reorganizar la sociedad de acuerdo con principios de gestión y de legislación que den un poder real, una justa retribución y un reconocimiento a todas aquellas personas que participan en la obra común.

Jaurés hablaba de un «comunismo de las energías».

Frente a la apropiación privada de la vida, de la salud, de los bienes comunes, afrontar el problema de la institución de la cooperación económica y social, y plantear como posible solución la asociación libremente consentida y colectivamente gestionada por los productores.

En ese sentido, Proudhon llegó a pensar que «el taller disolverá el gobierno».

La salida al autoritarismo económico actual es la democracia económica y algunas luces nos muestra las experiencias de gestión cooperativa y autogestión, las economías transformadoras que a pesar de todo viven produciendo, distribuyendo, consumiendo, financiando de otro modo.

Fuente: C. Laval y P. Dardot (2015): «Común». Gedisa.

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