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En Andalucía, peor

Andalucía tiene una población de 8.446.561 habitantes, algo más del 18% del conjunto de la población española (algo más de 46 millones de habitantes).

Comenzamos el año, según la EPA, con una tasa de desempleo andaluza de un 21,2%. En el conjunto del Estado era del 14.4%.

Con el virus la situación ha empeorado. Andalucía ha perdido comparativamente más empleo que el resto de la economía española.

En marzo, el aumento del número de personas desempleadas en Andalucía fue de 138.569. En abril ha aumentado en otras 32.964. En los dos meses el total es de 171.533 personas. En el conjunto del Estado, el total es de 584 mil personas. En los dos meses el porcentaje del desempleo andaluz supone casi un 30% del total español (casi el doble de nuestro peso poblacional).

En una economía que ya estaba especialmente golpeada por el desempleo, el impacto del coronavirus ha sido superior que lo sucedido al norte de Sierra Morena.
Imagino que llegaremos al convencimiento de que la economía andaluza tiene algunas diferencias con respecto al resto del conjunto español. Unas diferencias que van en nuestra contra.

Imagino que estaremos de acuerdo en que algo hay que hacer. Algo muy diferente a lo que hace la Junta de Andalucía que no es más que redoblar e intensificar las medidas de política económica que nos ha llevado a esta situación.

Sé que para mucha gente hay otras cosas serias e importantes, incluso más que esta (sobre todo si no peligra su fuente de renta). Sin embargo creo, sin pecar de economista, que esto requiere de nuestra atención. En poco tiempo, miles de personas de nuestros pueblos y ciudades aumentarán las ya enormes cifras de pobreza y su situación pasará a ser de un enorme sufrimiento. Un sufrimiento que será acompañado de pelotazos urbanísticos, ganancias empresariales y plusvalías de fondos de inversión extranjeros ayudados por la basura local.

Por este camino va a ir tomando sentido la presencia de La Legión Española en nuestras calles.

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Esparragueras (económicas)

Nueva anormalidad

Surgirá la vacuna contra el coronavirus que no evitará la muerte de millones de personas por hambre evitable, por otras enfermedades evitables. Vacuna financiada públicamente y generadora de beneficios privados. Vieja normalidad.

Prestar dinero regalado por la autoridad monetaria dará beneficios financieros sin trabajar, por especular.

Los trabajos de cuidados no serán trabajos cuidados como merecen. Ni las mujeres que mayoritariamente lo desempeñan.

Los trabajos de migrantes en mares de plástico seguirán plastificando la dignidad de tanta gente, principalmente, la de los explotadores y las de los autóctonos que miran para otro lado.

Produciremos armas de guerra con demanda; tiraremos alimentos a la basura porque los precios son bajos.

La propiedad del suelo, de la naturaleza, del litoral (andaluz y no andaluz) pasará, y pasará, y pasará a manos de fondos de inversión. Los patriotas la venderán a extranjeros con firmas en notarías serias con cuartitos oscuros.

Continuarán los viajes a Marte, y el extractivismo belicista en la Tierra. Cosas tan parecidas…

La ciencia demostrará que la crisis ecológica está a la vuelta de la esquina y seguiremos echando mierda a las generaciones futuras.

Y seguiremos con los viajes espaciales en busca otro planeta que destrozar.

La construcción y el turismo serán verdes, circulares, azules, saludables. Lo que enuncie Nadal o Coronado en un anuncio.

La nueva-vieja anormalidad capitalista consiste en que poca gente con mucho mercantiliza la naturaleza y la vida de la gente con poco (mucha). El neoliberalismo realmente existente es poner el Estado al servicio de la primera, con más/menos autoritarismo.

Ninguno de los dos caerá por la buenas.

Nanai.

Todo parecerá normal si no somos capaces de cambiar el modo de mirar la realidad. Y de imaginar antes otra economía que el fin del mundo.

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Desarrollos

El Ayuntamiento de Nerja planea la construcción de un campo de golf de 18 hoyos con hoteles junto a un paraje natural protegido (prácticamente el último reducto sin urbanizar del litoral malagueño). Este «desarrollo urbanístico», atraso en todo lo demás, lo promueve la Sociedad Azucarera Larios, una de las grandes propietarias de suelo de la Costa del Sol. Es el primer proyecto de destrucción en ponerse en marcha después de que la Junta de Andalucía modificara, por decreto y en pleno estado de alarma, 27 leyes autonómicas, entre ellas la ley urbanística.

Para la concejal de Urbanismo de Nerja, Nieves Atencia (PP), es un lugar marcado por “feos invernaderos, indigentes y hippies viviendo en cuevas”. Para la Sociedad Azucarera Larios (Salsa), es el espacio ideal para hacer crecer sus beneficios.

En el caso del campo de golf se desarrollará un plan especial para eliminar las protecciones paisajísticas; la zona del hotel requiere recalificación porque tiene una protección como paisaje agrario y un Área Libre Pública. Por estos cambios, la inmobiliaria pagará 1,2 millones de euros al ayuntamiento. Tra, tra. Todo legal, nada de corrupción.

El alcalde de Nerja, José Alberto Armijo (PP) está actualmente investigado en dos causas judiciales. No hay nada extraño. Hay mucha gente así.

Por su parte, la concejala de urbanismo dice: “No hay que olvidar que por ahora esto es un sueño empresarial: el proyecto definitivo tendrá que atenerse a los criterios del Ayuntamiento y de la Junta de Andalucía, sobre todo en materia medioambiental. Su filtro hay que pasarlo sí o sí”. ¿¡Quién pensaría lo contrario!? Yo no, sé que cuando juran sobre la biblia cumplir y hacer cumplir… cumplen con quienes tienen que cumplir, con esos «sueños empresariales».

Seguro que también cumplen con la ley en el suministro de agua y, si no, pues la cambian. Para eso la Junta favorece estos «desarrollos».

Fuente: https://elpais.com/espana/2020-04-24/nerja-construira-un-campo-de-golf-junto-a-un-paraje-natural.html

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Soberanías y mascarillas

El «que inventen ellos» tuvo su traducción en el capitalismo global: «que produzcan ellos». El capital encontró beneficios en el trabajo de la población china explotada (bien harían Rafa y Pau en «no fallar» a tanta población explotada, incluso infantil, y abandonar el patrocinio de Nike).

Las economías «desarrolladas» perdieron su soberanía productiva, es decir, su capacidad de elaborar bienes y servicios para satisfacer las desesidades de las personas, y la subordinaron a la sacrosanta acumulación de capital.

Hoy contemplamos las consecuencias. Economías hipertecnologizadas y avanzadas son incapaces de abastecerse de unas simples mascarrillas. (Se ha convertido en super moderno producirlas con impresoras 3D: lo arcaico disfrazado de innovación).
Hablar de soberanía económica, alimentaria, energética, financiera, tecnológica, sanitaria, etc. es hablar de democracia, de devolver el poder al pueblo. Hablar de soberanía en estos términos, de volver a controlar los medios de producción y vida para satisfacer las desesidades de la gente (frente a la acumulación de capital y poder) es imprescindible para avanzar hacia una economía democrática.

Las mascarrillas nos protegen del coronavirus, las soberanías de otros virus incluso más dañinos.

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Muladar

Aprendí de un amigo ecologista lo que era un muladar: un lugar donde dejar animales muertos para que las aves carroñeras puedan alimentarse. Los muladares protegidos me parecen una estrategia ecologista brillante pues me encantan los buitres y, además, con esos muladares protegidos se evitan destrozos mineros o de otro tipo. Pues bien, el gobierno de la Junta quiere convertir a Andalucía en algo parecido a un enorme muladar, pero en este caso para carroñeros humanos, miserables capitales carroñeros (casi siempre esto último es una redundancia).

Esta analogía es tan simbólica como injusta. Los animales carroñeros son un maravilloso servicio de limpieza natural que se alimentan de animales muertos. Los carroñeros humanos eliminan vida, humana y no humana, a mayor gloria de la acumulación capitalista. Aunque sea injusta seguiré con ella, pues, según todos los indicios, nos gusta y entendemos mejor lo injusto y caritativo que lo justo y equitativo.

Tras el desastre viene la miseria, y, con ella, miserables oportunidades de ganancia. Así, muchos sectores andaluces como el pequeño comercio y hostelería seguirán en la UCI cuando lo haga la última persona infectada en esta primera ola del virus (ya veremos cuando y cómo vienen las próximas mareas). Y, ante esta situación, la Junta de Andalucía quiere abrir autopistas a inversiones carroñeras que terminarán por quitar el poco oxígeno que le queda a buena parte del tejido económico andaluz.

De este modo, si no lo remediamos, Andalucía se convertirá en un enorme muladar neoliberal donde los fondos de capital foráneo (previamente alimentados por la política monetaria) aterrizarán para aumentar su riqueza y poder a costa de nuestra miseria, pobreza y desigualdad. Todo parecido a algo similar a una «comunidad autónoma» o mínimamente democrática (donde el poder reside en el pueblo) no será más que un espejismo o una mentira mil veces repetida por los canales sures o nortes de turno.

Hay algo peor que el capital carroñero: la gente que le prepara el muladar.

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Viernes Santo siglo XXI

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Dos noticias muy relacionadas pude leer en la mañana de este Viernes Santo de confinamiento.

Una, acuerdo del Eurogrupo. Habrá una ampliación de créditos para que los Estados gasten durante la crisis sanitaria y se permitirá entrar a rescatar empresas (grandes).

Dos, declaraciones de Roberto Saviano: «la mafia, en plena crisis por el coronavirus, está prestando dinero sin intereses para luego pedir favores.»

La Mafia prestará sin intereses y posteriormente exigirán una contraprestación aduciendo la necesidad de «respeto» (o algo similar). Si no es así, los sicarios a sueldo acabarán ejerciendo la violencia.

El poder financiero prestará con intereses y posteriormente exigirán medidas que denominarán con un nombre atractivo (ajustes, flexibilizadoras, mejoras, etc.). Los sicarios del Eurogrupo acabarán ejerciedo la violencia económica mediante la destrucción de servicios públicos (sanitarios) generadores de muerte.

El dinero prestado a los Estados podrán servir, por ejemplo, para una denominada «renta mínima vital». O, más bien una limosma para acallar la rabia; agua fría que refresca gargantas resecas por tanta injusticia; avena que ceba la eterna demanda de beneficios insostenibles. Nada de eso una renta básica, ni mínima, ni vital. Nada de eso que no sea reducir la cuantía del robo y repartir la riqueza colectiva.

Nada de eso permitirá el poder financiero y su mafia, el capital y sus sicarios, el Eurogrupo y sus armas legitimadoras.

Una mañana de Viernes Santo del siglo XXI. Poco resucita salvo la maldad.

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Ecovirus transformador

En esta entrada resumo-tuneo de forma rápida (y algo precipitada) el artículo «Ante el coronavirus: salvar el capital», de Juan Domingo Sanchez Estop. Tuneo, pues sobre la base del artículo cambio «colores» e incluso algunas «formas»; resumo, porque intento quedarme con lo esencial (según mi criterio). Ante todo animo a la lectura del artículo, realmente interesante.

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La crisis del coronavirus tiene aires de fin del mundo; de una crisis de la presencia en términos de Ernesto de Martino, en la cual la presencia del ser humano en el mundo se ve cuestionada y casi nada de lo habitual tiene ya sentido. La crisis estaba antes que la pandemia. El coronavirus sólo ha venido a radicalizar esa crisis de inseguridad y de la presencia haciendo de la muerte una amenaza inminente para todos.

Los Estados han tomado medidas para salvar de un contagio masivo y evitar un coste de vidas considerable. Las personas son uno de los componentes básicos del capital: el capital variable, esto es la fuerza de trabajo humana. Para salvar al capital es imprescincible salvar a las poblaciones. Dada la dependencia vital del capitalismo respecto del capital variable, es indispensable para este régimen convertirse en régimen biopolítico, es decir, en un orden político y social que controla la vida, pues ésta es el soporte de la creación de beneficio y de la acumulación ampliada de capital.

Ademas del capital variable, también está en peligro el capital fijo debido a su paralización. La no utilización del capital fijo retira a las empresas del mercado y desvaloriza sus activos materiales. El principal principal valor de estos activos no es el valor presente de las herramientas, sino el valor futuro de lo que con ellas se produzcan. Un largo cierre de capacidades productivas puede así generar la destrucción y ruína de muchas empresas. Esta situación, en una sociedad en la que apenas existen formas de trabajo realmente autónomo, puede generar que dejen de elaborarse productos necesarios para garantizar la reproducción de la vida.

De este modo nos encontramos ante un dilema. No proteger al capital, al menos en algunas de sus formas, puede significar el derrumbe material de nuestra sociedad. No combatir a la economía capitalista, sin embargo, significa condenarnos «a un horizonte oscuro en el que los diversos venenos del capitalismo seguirán derramándose sobre la vida humana y destruyéndola junto a los entornos naturales que la hacen posible».

Hay que tener claro que el virus no va a derrumbar la economía capitalista. Nada la destruirá mientras «no dispongamos de estructuras de producción que permitan sustituirla.» Para Sánchez Estop «es necesaria una acción política que libere los potenciales de cooperación libre de nuestras sociedades y limite hasta abolirla la lógica de la acumulación de capital que nos ha traído hasta aquí. Esto no lo hará ningún gobierno y tendrá que ser impuesto a los gobernantes a partir de un nuevo sentido común de masas y de formas de contrapoder social.» Para el autor, «una acción política decidida que imponga los cambios necesarios desde dentro de la realidad material existente» requerirá de dos elementos fundalmentales: «Primero será necesario no hacer depender la existencia humana del trabajo asalariado introduciendo una renta básica incondicional. En segundo lugar, es necesaria una profunda reconversión del aparato productivo.»

En los intersticios de la economía capitalista ya existen elementos de una realidad distinta, economías sociales transformadoras conformadas por entidades de trabajo cooperativo, bienes comunes, monedas sociales, grupos de consumo agroecológico, etc. La economía capitalista se transforma desde dentro, potenciando estas prácticas socioeconómicas transformadoras ya existentes. La nuevas estructuras socioeconómicas deberán instaurarse mediante la lucha y para lograr su predominancia se requerirá de un proceso de construcción de hegemonía política. Todo esto tiene, pues, una dimensión antagónica, política. La construcción de la hegemonía de las economías transformadoras deberán acabar «bloqueando y finalmente impidiendo la reproducción de las capitalistas.»

Existe una clara amenaza de una gran destrucción de capacidad productiva y de una posible catástrofe social. Hoy, evitar el desastre del hundimiento material implica mantener por todos los medios la existencia humana. Implica también reactivar el aparato económico, pero hacerlo con nuevas condiciones y nuevas reglas. Estas nuevas reglas podrían imponer una capacidad de planificación que permita la seguridad y soberanía alimentaria, energética, en productos esenciales para la salud humana y su protección. Unas cadenas de mercancías más cortas deberán sustituir a las actuales, una desglobalización selectiva se impondrá, aunque sea por motivos de seguridad del abastecimiento. Desde esta planificación se pueden impulsar otra forma de producir, distribuir, consumir y financiar, otro modelo socioeconómico donde la toma de decisiones se haga de modo democrático por parte de las personas trabajadoras. «Solo así podremos salvar la vida de nuestra especie hoy amenazada y lo haremos, como nos enseña esta crisis, no protegiéndonos a nosotros mismos en un combate por la supervivencia dirigido contra los otros, sino protegiendo a los demás seres humanos, las demás especies, los ecosistemas, el clima, el conjunto de condiciones que hacen posible nuestra existencia en este planeta.»

Fuente: «Ante el coronavirus: salvar el capital», por Juan Domingo Sanchez Estop. El Cuaderno; elcuadernodigital.com

 

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Socialismo capitalista

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Es momento de paradojas, ironías, cuestiones que pueden parecer increibles y que te hace pensar si el confinamiento, o la copitas de más que uno se toma en este estado de irrealidad permanente, pueden estar haciendo mayor efecto del deseado (quien dice copitas dice kilómetros en una bici estática, que cualquiera saber qué perturba más la mente, y el cuerpo).

Un ejemplo. Para David Harvey, pensando en Estados Unidos, «las únicas medidas políticas que van a funcionar son bastante más socialistas que cualquier cosa que pudiera proponer Bernie Sanders, y esos programas de rescate tendrán que iniciarse bajo la égida de Donald Trump. Este último, si es sabio, cancelará las elecciones sobre la base de una emergencia y declarará el principio de una presidencia imperial para salvar al capital y al mundo de la ‘revuelta y la revolución’.»

Toma ya. Igual David también se está pasando con las copitas. Pero no. La realidad más próxima nos confirma que no es así. De hecho, hemos oído hace poco a Luis de Guindos hablar de Renta Básica o, mejor dicho, su traducción guindera: renta mínima de emergencia (o algo así, llevo años intentando no aprender el guindorés). Lo que Luis quiere decir, lo puedo tutear porque son muchos años ya de conocerle, es «rentaparaqueconsumansinoelcapitalsevaalcarajo».

Igual podemos ir esperando el retorno de A. Merkel a su pasado y enseñanzas en la RDA. O igual no. A saber. La incertidumbre es una idea estupenda para poder justificar cualquier cambio de opinión.

El neoliberalismo nunca ha significado menos Estado, sino la reorientación del Estado para favorecer al capital. En estos momentos parece que se va a hacer un uso total del mismo para sostener a la economía capitalista, a costa de la insostenibilidad social y ecológica que eso supone. Lo que viene a ser una huida hacia adelante en toda regla, un quemar las naves cueste lo que cueste (entiéndase por naves las vidas de las mayorías que no toman las decisiones, claro).

Y no creo que sirva un nuevo New Deal (esta vez Green), sino que tendrdá que ser algo más gordo. Tal como explica Yanis Varoufakis (el único economista que ha estado en saraos de verdad y merece ser escuchado): «El New Deal no puso fin a la Gran Depresión, sino que fue necesaria una carnicería a escala industrial (la Segunda Guerra Mundial) y una inversión pública en matanzas masivas de tamaño similar, para sacar del desplome a la economía mundial.» Las matanzas en este caso parece que le van a salir gratis a la economía capitalista. Su capacidad de adaptación es infinta.

Y con todo esto, mira por donde, el personal encerrado en sus casas y disponiendo como armas de desahogo masivo unas letales cacerolas. Letales cacerolas para hacer frente al socialismo capitalista. Cuántas contradicciones.

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Economía del revés: Chirbes y el mercado

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Dice el Maestro Rafael Chirbes: «No hay riqueza inocente.»

Años cuarenta del siglo XX. El bisabuelo de Borja era lo que hoy llamamos un emprendedor. Compraba barato productos difíciles de conseguir y los vendía caros. Demanda grande, oferta pequeño, altos precios y beneficios. El mercado manda. Ha sido maestro de importantes hombres de negocios del sector de la agricultura y alimentación.

El abuelo no se quedó atrás. Amplió negocios comprando y vendiendo, tanto a particulares como a amigos políticos, en dictadura y democracia, de diferentes partidos y administraciones. Aumentó tanto la caja como el patriotismo familiar. Negocios turísticos, inmobiliarios, construcción…

El padre de Borja amplió, nuevo, horizontes. Vio que lo que más beneficio generaba en las últimas décadas del siglo XX y principios del XXI era comprar y vender dinero. Llegó a ser vicepresidente de una importante caja de ahorros. El puesto se lo dio un amigo de la infancia que alcanzó altos puestos al servicio de España.

Y Borja, el emprendedor del siglo XXI, no se conformó con su puesto de consejero de varias empresas del IBEX. Aprovechó la oportunidad que le dio el Coronavirus para servir a su país y, claro, como el mercado es justo, ganar dinero. Aprovechó contactos en China para intermediar la compra de productos que necesitaban a vida o muerte en su querida patria. Salvó muchas vidas y ganó mucho dinero.

Los rojos vendepatrias le llamaban especulador, como a su bisabuelo, abuelo y padre. Para la economía capitalista es un agente del mercado, útil para asignar eficientemente los recursos.

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Economía del revés: Galeano y el valor

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La economía capitalista premia a quien no lo merece. Parte de la tremenda necedad de confundir valor con precio. Eso sí, necedad interesada.

Esta economía necia se guía por el valor de cambio. Así, recibe más dinero no quien es más útil para la mejora de la vida de la gente, sino quien es más funcional para la acumulación de capital.

En épocas de crisis se pone de manifiesto lo injusto y bárbaro del mecanismo. Vemos, para quien lo quiera ver, que los trabajos y tares impresdindibles, las que realmente tienen un enorme valor para la vida, apenas tienen valor de cambio capitalista.

Trabajos y labores de cuidados, limpieza, agricultura, transporte, comercio de primera necesidad, sanidad, investigación… Todos trabajos ínfimamente remunerados por la economía capitalista, mayoritariamente realizados por mujeres.

En la economía del mundo del revés, ese que tan bien describiera el Maestro Galeano, recibe más renta las tareas más alejadas de la vida, aquellas que hoy, en época de pandemia, bien pueden dejar de desarrollarse.

No volvamos a la economía del revés. Que el virus, sinónimo hoy de muerte, sirva para impulsar una economía para la vida.