En este estado en el que vivo gusta más el juego/deporte de un país lejano que el juego de «pelota» que se juega en su norte. El frontón me encanta. Cultura y deporte de gentes que viven cerca mía. Cultura que se oculta en un estado donde se prefiere juegos y expresiones foráneas que las propias.
Sí, hoy desde Madrid se habla más de los «Patriots» y de la final del fútbol que se juega en Estados Unidos de lo que nunca se hablará de la final del más importante campeonato de pelota vasca. Nadie conoce a Olaizola, ni Retegui, ni siquiera a Martínez de Irujo (por eso del nombre menos… más castellanizado).
Si tiene por apellido «vasca» ningún deporte será noticia en la España de los medios de comunicación madrileños (o madrileñizados). La Super Bowl sí.
Por qué. Quizás, sólo quizás, porque los patriotas españoles son sumisos con el pueblo fuerte (ninguna crítica a D. Trump) y bárbaros y autoritarios con los pueblos más pequeños (no hace falta poner ningún ejemplo). Eso hacen que admiren lo que viene del pueblo poderoso desprecien lo que viene de pueblo más pequeño.
Son estas cuestiones y forma de entender la patria lo que me hace renegar de la patria que me imponen.
Taller psicológico
Hay una parte del gremio de la psicología que ejerce de taller mecánico humano. Me explico. En todas las fábricas siempre ha habido un taller mecánico, encargado de tener la maquinaria en buen estado de uso. A día de hoy los departamentos de Recursos Humanos tienen por objetivo esta función, pero con las personas trabajadoras.
Ahí se inserta este discurso: hay que tener a la mano de obra contenta; el mejor uso de los recursos (en este caso humanos) mejora los beneficios de las compañías.
No lo compro, precisamente porque no quiero que nadie me compre (como mano de obra).
La cuestión no es ser felizmente explotables, sino dejar de ser mercancía usada por otros y pasar a ser personas trabajadoras emancipadas.
Fuente: https://www.diariodenavarra.es/noticias/negocios/dn_management/contenidos/2016/11/15/una_empresa_con_trabajadores_felices_puede_aumentar_productividad_31_499012_2542.html
Renta Básica
En este país hay riqueza para rescatar a la banca con miles de millones.
Para que esa banca logre miles de millones anuales de beneficios.
Para que el pobre Florentino Pérez no pierda dinero con instalaciones ilegales de perforaciones de gas.
En este país hay riqueza para el atraco energético; donde más horas de luz solar hay de Europa debe llover para que baje el precio de la electricidad.
En este país, sin embargo, no hay riqueza suficiente para que no exista hambre; para que las clases populares y trabajadoras ganen en autonomía (sean más libres); para que no dependan de los «amos» de este siglo XXI.
Hay riqueza, de sobra. Pero también hay lo que siempre ha habido y parece que no queremos ver: el poder de poder hacer pasar al prójimo hambre y miseria. Esta cualidad es esencial para que el capital obtenga beneficios.
La conservación de esta capacidad imposibilita que este poder consienta que por nacer tengas derecho a vivir; que no debas convertirte en mercancía del mercado de trabajo y mendigar un empleo si quieres subsistir.
Para dejar de ser mercancías hay que impugnar el poder. Para ser personas, no recursos humanos, habrá que luchar y ganar al poder/capital. No es una cuestión estrictamente económica, sino más bien Política, de control de las vidas ajenas, de Poder. La historia nos muestra que ese tipo de cambios y logros casi nunca se hacen «por las buenas».
Decíamos en 2012: «Imaginen la economía como la organización de una gran tarta. Millones de personas trabajan para, entre todos, generar la riqueza que servirá para satisfacer las necesidades humanas. En épocas en las que la economía “va bien”, la tarta se hace más y más grande. En épocas de crisis, la tarta no aumenta, e incluso puede disminuir. En capitalismo, la distribución de la tarta favorece a aquellas personas que más tienen. Es paradójico, es injusto, pero es así. Los que más tienen, las clases dominantes, hacen todo lo posible por evitar que las cosas cambien, que el reparto sea más justo. Día a día tienen a cientos de personas trabajando para hacer que esta situación no cambie. Incluso aprovechan cualquier situación para aumentar el grado de injusticia existente en el reparto. La actual crisis económica es una de estas situaciones.»
El Banco de España, poco sospechoso de ir en contra del poder dominante, confirma la situación: (http://www.eldiario.es/…/hogares-rentas-salen-parados-crisi…).
También decíamos en 2012: «La crisis económica se ha convertido en un instrumento en manos de los poderosos para aumentar más si cabe el trozo de tarta de la que se apropian. Esta situación es en sí misma violenta pues genera sufrimiento, y está “fuera de razón y justicia”. La violencia económica se fundamenta en la utilización de los mecanismos adecuados para hacer un reparto más injusto de la riqueza producida por el conjunto de la sociedad. Tras esa violencia invisible del capital, aparece la reacción justificada de las personas robadas, de las clases dominadas que se quedan sin tarta. Esa primera violencia provocada por la injusticia, por la existencia de personas a las que se les niega una vida digna a pesar de haber tarta para ello, es reprimida por la segunda violencia de las porras policiales o militares. Son múltiples y variadas las violencias necesarias para mantener la actual situación.
Fuente: «La crisis económica: instrumento de los que más tienen».
Fuente: http://webs.ucm.es/info/ec/jec13/Ponencias/estado%20de%20bienestar%20y%20renta%20basica/La%20crisis%20economica%20instrumento%20de%20los%20que%20mas%20tienen.pdf
Socialismo
Según Noam chomsky, «el socialismo antes significaba algo. Si retrocedemos en el tiempo, fundamentalmente significaba el control de la producción por parte de los productores, la eliminación del trabajo asalariado, la democratización de todas las esferas de la vida: la producción, el comercio, la educación, los medios de comunicación, la autogestión obrera en las fábricas, el control comunitario de las comunidades, etcétera. Eso fue en su momento el socialismo.»
Creo que me aproximo mucho a esto. Seré un socialista de los de antes.
Habladurías
De libertad habla Aznar.
De democracia el Rey.
De justicia Felipe González.
De política, un politólogo.
De sexo los curas.
De igualdad Pepa Bueno.
De esfuerzo el jefe de la patronal.
De lucha el líder de UGT.
De empleo… Fátima Báñez!
De agricultura el Duque de Alba.
De ganadería un torero.
De costura Susana Díaz.
De naturaleza un cazador.
De contabilidad (extracontable) Bárcenas.
De deporte Florentino Pérez.
De economía cualquiera con corbata.
De paz un militar.
De seguridad un policía.
De América (toda) D. Trump.
De habladurías yo.
De capitalismo nadie.
En fin, que cada vez sabemos menos de lo que hablamos.
Austeridad hasta hartarnos
Donde vivo, entre familias jornaleras y pequeño-propietarias de tierra, una persona austera estaba mejor dotada para vivir, para subsistir, para ser feliz. No necesitar era sinónimo de mayor grado de autonomía, de libertad.
Hoy, la austeridad es una herramienta en manos del poder para negar la subsistencia de, entre otras muchas, las personas de mi territorio. Malditos sean los que hacen suyo nuestros valores, nuestros principios y los convierten en armas contra el pueblo.
Yo lucho por ser austero y contra la austeridad. Eso no es contradictorio si sabemos de lo que hablamos (uno de nuestros grandes problemas hoy día).
No necesitar es más que nunca anticapitalista, del mismo modo que explicar y actuar contra las políticas económicas que quieren privatizar y mercantilizar todo lo que sea rentable para el capital.
La austeridad, otro claro ejemplo de su poder y nuestra debilidad. Incluso en palabras y conceptos tan nuestros, incluso en valores tan dignos y útiles.
Seamos austeros en todo, menos en reapropiarnos de nuestros valores. De eso sí que hay que consumir; de eso sí que debemos hartarnos.
Socialismo o barbarie
Ha tenido que ganar las elecciones un nota como D. Trump para que se visibilicen las organizaciones de base estadounidense.
No hay cambios, sin embargo, respecto a la tremenda máquina de matar localizada en mi pueblo, en Morón de la Frontera. Ese nota al que mayoritariamente se califica despectivamente, es el comandante en jefe del ejército que utiliza territorio andaluz.
Silencio cómplice aquí de los mismos medios que dan voz a los críticos allí. Ese pollo puede matar a gente con la utilización de nuestro territorio. ¿A nadie le parece grave?
Fascismo o democracia real. La democracia de mercado, ese mecanismo que tapa tanto autoritarismo, parece estar algo agotada. Incluso aquí, que era tan fácil ganar dinero con eléctricas y bancos, empieza a costar algo de más esfuerzo. No pueden tapar los mecanismos de robo institucionalizado generados a través del negocio bancarios y de la necesidad de electricidad. Esto, quieran o no, les generará problemas, tanto a los jefes (capitalistas y oligarquía) como a sus manijeros (representantes políticos).
Parece que con D. Trump queda claro que se acabaron las terceras vías, el progresismo güai, el extremo centro. Empresas sociales o empresas capitalistas; autoempleo colectivo o personas mercancías mendigando ser explotadas; decisiones colectivas o líderes autoritarios; contra la guerra o a favor de las Bases; igualdad o maldad.
Socialismo o barbarie.
Reparto
El capitalismo tiene como máxima la acumulación, la concentración, de poder, dinero, capital. El reparto, por tanto, debe ser una máxima de las prácticas transformadoras.
Sin embargo, la izquierda política continúa generando formas de gobierno, empresas, organizaciones de todo tipo donde se concentra el poder. A veces por miedo de los líderes a perder influencia, otras por delegación de la gente. Muchas por las dos cosas.
Cuanto más reaccionario es un Estado más centralista es; cuanto más injusta es una sociedad más concentra la riqueza en pocas manos; cuanto menos democrática es una organización más concentra el poder en pocas manos.
Sin reparto no habrá democracia, justicia, transformación. Y a eso nadie nos ha enseñado, sino todo lo contrario.
No vendría mal aprender a repartir. Probablemente una de las asignaturas más relevantes y necesarias para una sociedad más justa y democrática.
Valor y precio
Es de necio confundir valor con precio. Los capitalistas no son necios, se confunden sabiendo que esa confusión les interesa.
A las izquierdas no les pasa lo mismo. Siguen pensando que trabajo es sólo el que tiene un precio, no un valor. Vale más el cuidado de una madre-padre que la elaboración de una mina anti-persona. Sin embargo lo segundo tiene un precio mayor, mucho mayor que lo primero. Así mide las cosas el capitalismo.
No podemos caer en esa forma de medida si deseamos transformar esta sociedad. Seremos personas necias si continuamos confundiendo trabajo con empleo, desempleo con paro, población activa con la que se merece vivir en sociedad por ofertarse en el mercado de mano de obra.
Mucha gente que trabaja, y muy duro, está supuestamente en paro (por no ofertarse como mercancía); mucha población activa es para el capital inactiva (por no ser rentable para el empresariado).
No continuemos siendo personas necias y valoremos de forma adecuada lo que el capital valora en función de sus intereses.
Sobre todo porque esos intereses no son los nuestros.