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La economía política de la clase obrera (leyendo a Lebowitz)

«La asociación del trabajo es la fuente de la productividad social y la separación de los trabajadores es la condición para su explotación», escribe M.A. Lebowitz en «Más allá de El capital».
Esa separación la provoca el capitalista que de este modo captura los frutos de la cooperación en la producción.
Por eso Marx, a diferencia de muchos que se autoproclaman marxistas, entendió el surgimiento del movimiento cooperativo como un completo triunfo de la economía política del trabajo sobre la economía política de la propiedad, especialmente de las fábricas cooperativas (nunca confundir con cooperativas de propietarios agrícolas u otros usos del cooperativismo perpetrados por la clase dominante).
Las cooperativas demostraban en la práctica que la producción moderna a gran escala «puede prescindir de la clase de los patronos que utiliza la clase de las ‘manos'».
Es un error continuar practicando únicamente una política laboral de defensa y no pasar al ataque. No son necesarios mediadores para que las personas podamos utilizar los medios de producción para generar valores de uso que sirvan para satisfacer las necesidades humanas.
Es cierto que hay muchos impedimentos para dar estos pasos. Sin embargo, avanzaríamos mucho si la propia clase trabajadora y sus representantes fueran capaces de entender que es posible la creación de empleo y riqueza sin la mediación del empresario.

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Alegría

La constitución de una cooperativa con la gente que se quedó sin empleo por la actuación de un «pirata», y los posteriores pasos que se han ido dando para acceder a poder gestionar las piscinas de Puerto Real, es uno de los proyectos más importantes en los que ha participado mi cooperativa en los más de 10 años que lleva de actividad.
Y es que se demuestra que no son necesarios los especuladores para gestionar los recursos públicos. Con estos proyectos estamos mostrando que hay alternativas a las empresas que maximizan sus beneficios a costa de precarizar a la gente; que es posible otro modo de gestionar los recursos públicos, de prestar servicios; que las personas podemos trabajar sin convertirnos en recursos (humanos).

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No estamos locos

Guy Standing: «Para la derecha política es excusable, desde un punto de vista intelectual, pretender reducir el significado de empleo a un trabajo o actividad remunerada; para la izquierda política hacerlo es inexcusable. Los socialdemócratas están pagando un alto precio político por haberlo hecho a lo largo del siglo XX; cayeron en su propia trampa política al poner la idea de Pleno Empleo en un pedestal cuando tan solo significaba la maximización del número de personas que trabajaban en puestos de subordinación respecto a unos jefes.»

Fuente: http://ctxt.es/es/20180328/Politica/18680/Guy-Standing-Social-Europe-Izquierda-trabajo-empleo-socialdemocracia.htm

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Monopolios

El Estado tiene el monopolio de la violencia. No sólo. Además quiere tener el monopolio de lo que es violencia. Esto segundo es aún más grave.
La necesidad de imponer el significado de violencia se debe a la imposición de una extrema violencia o una violencia no necesaria y, por tanto, injustificada.
El Estado español requiere, hoy día, imponer una violencia autoritaria. Para ello necesita imponer el significado de violencia.
Y lo hace a través del monopolio comunicativo. Por teles, periódicos y radios.
No necesita un golpe de Estado quien controla los medios de comunicación y los jueces. La violencia hoy se basa en la propaganda, los significados y las leyes injustas.

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Radicalidad

Dice Esteban Hernández: «Las opciones políticas que están funcionando son aquellas que, al menos en cuanto discurso, no aspiran a ser integradas en un conflicto institucionalizado, sino que pretenden cambiar el estado de cosas reinante. O, al menos, son percibidas de esta manera. Esa creencia en que iban a cambiar sustancialmente las cosas fue lo que dio votos a Trump, al Brexit, a la Lega Nord, a Le Pen y a tantos otros en Europa. Mientras, la izquierda permanece en el marco de la vieja socialdemocracia, lo cual no quiere decir que continúe anclada en sus programas: sigue pensando que si lanza las demandas de una mayor igualdad, redistribución y de más derechos políticos a los que mandan, estos cederán y darán marcha atrás. Ya no estamos ahí.»
Radicalidad. Es necesaria si se quiere redistribución de la riqueza; frenar al capital financiero; expulsar del poder a los profesionales que desde las instituciones defienden los intereses de las clases privilegiadas.
Radicalidad en las herramientas políticas institucionales y no institucionales; movimientos sociales que den el paso a la economía transformadora; partidos políticos que no se integren en lo institucional y abandonen la socialdemocracia en lo económico; sindicatos que aspiren a defender derechos laborales y pasar a la ofensiva para apropiarse medios de producción; y ser tan radicales como para que estos partidos, movimientos y sindicatos sean capaces de trabajar cooperativamente desde la unión, el cumplir y el reparto. Es decir, tan radicales que nos vaciemos de los valores, principios y dogmas de la clase dominante.
O vence nuestra radicalidad o continuará imponiéndose el actual programa de radical desigualdad, injusticia y pérdida de derechos.

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Cercamientos

En el origen del capitalismo se encuentra la apropiación privada de la Naturaleza, poner cercados a lo que era de todo el mundo, convertir en propiedad privada de una persona lo que era comunal, de muchas.
En la Europa de la Edad Media, los salarios eran vistos como un instrumento de libertad, en contraste con la obligatoriedad de los servicios laborales de los siervos. Sin embargo, tan pronto como el acceso a la tierra llegó a su fin por la privatización por unos pocos, los salarios comenzaron a ser vistos como instrumentos de esclavización.
Tan identificado estaba el trabajo asalariado con la esclavitud que los que defendían la igualdad (levellers) excluían a los trabajadores asalariados del voto, ya que no los consideraban lo suficientemente independientes de sus empleadores como para poder votar.
En Andalucía, la conquista castellana conllevó en época anterior a otras zonas de Europa la conversión de las personas en asalariadas. Pronto comenzó la falta de independencia como para poder opinar, hablar o votar en contra de la opinión de los empleadores.
Hoy, en pleno siglo XXI, en pueblos como Morón, la libertad de expresión termina donde comienzan los intereses de los Camacho, Escalante, Macho, etc.
Es evidente que no existe la suficiente independencia de los empleadores; queda muy lejos la mínima soberanía individual como para poder ejercer un cierto grado de autonomía o libertad. Por eso a los grandes empresarios les gusta tanto esta «democracia» en la que el pueblo tiene derecho a opinar siempre que no contradiga sus intereses.
En ese caso, cuando el pueblo va por un lado y el poder económico por otro, cuando se rompen los «cercamientos», es cuando aparecen los jueces, la policía/guardia civil o, incluso, el ejército.

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Miopía

Se está normalizando lo anormal. Perdemos la noción de lo real.
Un empleo no es sinónimo de salir de la pobreza y se continúa teniendo como objetivo político esencial.
Un carcelero, funcionario de prisiones, se siente utilizado por el poder y parece un ejemplo de dignidad. Nadie le pide que se vaya al desempleo.
Mucha gente de los pueblos andaluces comienza a hacer las maletas para la temporada de verano y la emigración no existe.
En Andalucía, la religión realmente existente (católica, apostólica y romana), y sus actos de propaganda, han sido y son una herramienta del poder para someter al pueblo. Aquí lo anormal es que se nos olvide.
Hoy se habla más de política que ayer, pero para ensalzar el nuevo falangismo de Ciudadanos y continuar encubriendo la espúrea labor de manijeros del poder económico del PSOE-A.
La clase política andaluza vive por encima de nuestras posibilidades y no nos duelen sus comilonas, coches oficiales, dietas y pensiones. Alcaldes para los que cada viernes es una comida de navidad serán reelegidos el año que viene.
Al menos llega la primavera, y con ella las ganas de mirar lo que nos rodea. Ojalá sirva para ver la realidad sin mediación televisiva o de redes sociales pues, por lo que parece, de este modo estamos perdiendo la noción de lo real.
Estamos mirando con sus gafas.

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Desbrozar

Limpiar de broza un terreno, un canal, etc.; eliminar los obstáculos o impedimentos que dificultan una acción.
Ha llovido mucho. Hay mucha yerba. En verano será pasto. Pasto de incendio.
Han desbrozado el campo de personas. Personas que ahora, en este tiempo donde parece que no existen los incendios, evitaban las catástrofes del verano.
El poder se lleva mejor con las empresas de helicópteros que con los ganaderos; prefieren pagar por echar agua que por llevar a comer las cabras al monte.
Con los empresarios eliminan obstáculos para realizar acciones económicas muy rentables a costa del fuego. Desbrozan el terreno para ganar dinero a costa de no desbrozarlo para evitar el incendio.
Cuánto hay que desbrozar en esos despachos del poder. Casi lo mismo que en estos canales de incomunicación donde se habla mayoritariamente de los debates teledirigidos por muy pocos. Esos que mientras miramos el fuego, desbrozan nuevos caminos para el saqueo.

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Renta básica, servicios básicos y economía social transformadora

Reflexiones a a raíz del artículo de Michael Roberts en Sin Permiso, «Robots, ¿qué significan para el empleo y los sueldos?».
Michael Roberts relaciona el debate sobre los impactos de los robots y la inteligencia artificial (IA) con la Renta Básica y/o la idea de la implantación de los servicios básicos universales.
Para este autor, la segunda opción es más interesante que la primera. En vez de suministrar renta, se trata de hacer gratuitos los bienes y servicios públicos, las necesidades sociales básicas, es decir, la educación, salud, vivienda, transporte y alimentos básicos. Para Roberts, «en lugar de separar a las personas que no trabajan de aquellas que trabajan con subvenciones de ingresos, necesitamos construir su unidad en el trabajo mediante la reducción de las horas de trabajo y la ampliación (gratis en uso) de los bienes y servicios públicos para todos.»
De la anterior cita se puede entender que para el autor trabajo es lo que hoy día se entiende por empleo, es decir, el trabajo asalariado que requiere el capital. En mi opinión, el trabajo no es sólo un recurso del capital para acumular beneficios y generar ganancia, sino que engloba a cualquier actividad que tiene por objetivo la satisfacción de las necesidades de las personas. Por tanto, el trabajo asalariado es un tipo más a añadir al de cuidados o al voluntario, tipos de trabajo que parece no contemplar Roberts y que suele ser un error cometido por múltiples autores que se sitúan contra la renta básica.
Además, la opción de la prestación gratuita de los servicios básicos universales requeriría, según Roberts, «que la mayoría posea y controle los medios de producción y la planificación de la aplicación de esos recursos a las necesidades sociales, no al beneficio de unos pocos. Los robots y la IA se convertirían entonces en parte del avance tecnológico que haría posible una sociedad súper abundante.»
Con esta premisa, lógicamente, cambia todo. Con una economía que tienda a lo que cada vez más gente entendemos como nuevo modelo socioecómico vinculado a la economía social transformadora, puede ser tan adecuada la idea de servicios gratuitos como la renta básica. Sin la mediación del Capital en nuestras vidas, el derecho a la vida (principal objetivo de base de la Economía) puede instrumentalizarse tanto como la prestación de una cesta básica o servicios básicos, como con una renta básica.
Pero claro, esta situación está condicionada a la hegemonía de una nueva economía donde los medios de producción estén en manos de las mayorías (no de las minorías), con gestión democrática y donde la acumulación se subordine al reparto. En este caso, me parecería lógico que de forma democrática se pudiera elegir entre cesta básica de bienes y servicios o renta básica. La victoria de la economía social transformadora daría lugar, por tanto, a mayores grados de autonomía de las personas, alejadas de la actual sumisión al capital, y niveles de elecciones democráticas imposibles en capitalismo.

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Soberanías

El neoliberalismo no consiste en menos Estado. Consiste en remarcar el objetivo de acumulación frente al de legitimación. Sólo existen los derechos de los empresarios, del capital, del poder.
Al capital no le vale, en el actual período, la apariencia democrática de los regímenes parlamentarios, con o sin Rey no elegido al frente. Subordina la legitimación al saqueo.
La oligarquía se ha repuesto con fuerza de la crisis de régimen. Salvo en Catalunya, donde los grupos de poder se han dividido.
Mal, muy mal lo llevamos los pueblos sin articulación social, subordinados económicamente y manipulados diariamente.
Cada día es más necesaria la lucha por la soberanía económica de los abajos frente a la dictadura del capital. Soberanias ciudadanas frente a un Estado que cada vez es más, y será, un arma al servicio del poder económico y financiero.