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Cercamientos

En el origen del capitalismo se encuentra la apropiación privada de la Naturaleza, poner cercados a lo que era de todo el mundo, convertir en propiedad privada de una persona lo que era comunal, de muchas.
En la Europa de la Edad Media, los salarios eran vistos como un instrumento de libertad, en contraste con la obligatoriedad de los servicios laborales de los siervos. Sin embargo, tan pronto como el acceso a la tierra llegó a su fin por la privatización por unos pocos, los salarios comenzaron a ser vistos como instrumentos de esclavización.
Tan identificado estaba el trabajo asalariado con la esclavitud que los que defendían la igualdad (levellers) excluían a los trabajadores asalariados del voto, ya que no los consideraban lo suficientemente independientes de sus empleadores como para poder votar.
En Andalucía, la conquista castellana conllevó en época anterior a otras zonas de Europa la conversión de las personas en asalariadas. Pronto comenzó la falta de independencia como para poder opinar, hablar o votar en contra de la opinión de los empleadores.
Hoy, en pleno siglo XXI, en pueblos como Morón, la libertad de expresión termina donde comienzan los intereses de los Camacho, Escalante, Macho, etc.
Es evidente que no existe la suficiente independencia de los empleadores; queda muy lejos la mínima soberanía individual como para poder ejercer un cierto grado de autonomía o libertad. Por eso a los grandes empresarios les gusta tanto esta «democracia» en la que el pueblo tiene derecho a opinar siempre que no contradiga sus intereses.
En ese caso, cuando el pueblo va por un lado y el poder económico por otro, cuando se rompen los «cercamientos», es cuando aparecen los jueces, la policía/guardia civil o, incluso, el ejército.

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