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Previsiones económicas de M. Roberts para 2019

Contexto

Hace mucho tiempo que no comenzaba un año como este. El gobierno de Estados Unidos es un caos y el entorno geopolítico se ha convertido también en tóxico. La administración Trump ha comenzado un conflicto con China sobre el comercio y el know-how técnico que amenaza con intensificarse cuando la ‘tregua’ actual sobre los aranceles comerciales -“ojo por ojo”- termine en marzo.

El año pasado por estas fechas, Trump se jactaba de que la economía de Estados Unidos estaba en auge, con máximos históricos en el mercado de valores de Estados Unidos. Lo que ocurrió es que se había producido una recuperación cíclica corta desde mediados de 2016, después de la recesión global del final de 2014 (ciclo Kichin). Si el punto más bajo de este ciclo fue a mediados de 2016, el pico debía ser en 2018, con una caída posterior.  Y así se ha demostrado. 2018 ha terminado con el crecimiento del PIB real reduciéndose en casi todas partes. Y a finales de 2018, los mercados de valores sufrieron la caída más importante desde la crisis financiera global de 2008.

Según Marx, lo que impulsa los precios del mercado de valores es la diferencia entre la tasa general de ganancia y las tasas de interés. Lo que ha sostenido los precios del mercado de valores desde 2009 ha sido el muy bajo nivel de los tipos de interés a largo plazo, fijados deliberadamente por los bancos centrales de todo el mundo (con tasas a corto plazo cercanas a cero) y la flexibilización cuantitativa (compra de activos financieros con inyecciones de crédito). La diferencia entre los rendimientos de las inversiones en el mercado de valores y el coste de los préstamos para hacerlo ha sido grande.

Sin embargo, en 2018 los inversores de capital ficticio (acciones y bonos) percibieron que la situación estaba cambiando. Las tasas de interés están aumentando y hay indicios de que la recuperación de la tasa de rendimiento del capital en las principales economías ha tocado techo y se está revirtiendo. El crecimiento de Estados Unidos alcanzó su punto máximo en el segundo trimestre con una tasa anual del 4% y se espera un crecimiento en el cuarto más cerca del 2.5%. En Europa, la esperanza de una expansión sincronizada similar a la de los EE.UU. se ha desvanecido, ya que las principales economías europeas, Francia y Alemania, han frenado su crecimiento. Y no es sólo en las principales economías capitalistas avanzadas donde se han malinterpretado las previsiones del fin de la Larga Depresión desde 2008. También en Asia se ha producido una desaceleración en la segunda mitad de 2018.

Todas las previsiones oficiales de crecimiento (desde el FMI, la OCDE, el Banco Mundial, etc.) son de una tasa más baja en 2019 en comparación con 2018. Una recesión se define técnicamente por la teoría económica dominante como dos contracciones trimestrales consecutivas del crecimiento del PIB real. El consenso mayoritario no espera que eso suceda en 2019. Pero, ¿se equivocan los principales expertos?; ¿sufrirán las principales economías una depresión este año que viene? ¿Qué nos espera en 2019?

Las condiciones financieras  

Los factores clave que explican el crecimiento de la mayoría de las economías capitalistas son la rentabilidad y las ganancias, por un lado, y la deuda, por otro.

La deuda global creció en 2018 y, lo más importante, el coste del servicio de la deuda también comenzó a aumentar, a medida que la Reserva Federal (Fed) continuó aumentando su tasa política. La tasa de la Fed establece el suelo para las tasas de interés en los EE.UU., y también es el punto de referencia para las tasas a nivel internacional, dado el papel dominante del dólar en las reservas internacionales y los flujos de capital. Y otros bancos centrales han puesto fin a sus inyecciones de dinero barato – la flexibilización cuantitativa – que ahora se ha convertido en un ajuste cuantitativo. Por lo tanto, “las condiciones financieras” han comenzado a endurecerse. Entendemos por condiciones financieras el coste de la deuda, el estado de los mercados de valores y el valor del dólar frente a otras monedas.

Para Janet Yellen, ex presidenta de la Reserva Federal dijo el mes pasado que hay “agujeros gigantescos en el sistema financiero” y que le preocupa que “pueda haber otra crisis financiera”. Esto se debe a que la regulación financiera está “sin terminar” y no está segura de que la Fed y el gobierno de EE.UU. estén haciendo algo al respecto “en la forma debida”. En un artículo reciente, Carmen Reinhart, una historiadora ortodoxa de las crisis financieras, llamó la atención sobre el fuerte aumento de la deuda corporativa sin respaldo cuya emisión ha alcanzado niveles récord en 2018. Reinhart llega a la conclusión de que “las redes de contagio financiero, de ponerse feas cosas, ya están ahí”.

El escenario está listo para una nueva contracción del crédito en 2019 si las ganancias dejan de crecer y el coste del servicio de la deuda corporativa acumulada sigue en aumento.

El Banco de Pagos Internacionales (BPI), la agencia internacional de investigación de los bancos centrales, advirtió que lo que llama el ‘ciclo económico’ implica que se acerca una nueva contracción del crédito.  “Los auges del ciclo financiero pueden terminar en crisis y, aunque no lo hagan, tienden a debilitar el crecimiento. Una vez que los ciclos financieros tocan techo, la economía real sufre normalmente. Esto es más evidente en las crisis financieras, que tienden a seguir a la exuberancia de crédito y al crecimiento de los precios de activos, es decir, al auge del ciclo financiero. Las crisis, a su vez, tienden a marcar el comienzo de una profunda recesión, ya que los precios de los activos caen, se hacen insostenibles las altas cargas de deuda y la necesidad de equilibrar los balances arrastra negativamente el crecimiento”.  Y lo más importante, ‘la ratio del servicio de la deuda es particularmente eficaz en este aspecto’.

Todos los indicadores de crédito para una recesión están ahora en color naranja, si no rojo. El más popular es la llamada curva de rendimiento invertida, es decir, cuando la tasa de interés de los bonos gubernamentales a largo plazo cae por debajo de la tasa política de la Reserva Federal. Cada vez que eso ocurre, casi siempre indica una recesión dentro de un año.  ¿Por qué? Porque lo que la curva invertida nos dice es que los inversores creen que se aproxima una recesión, por lo que compran ‘activos seguros’ como los bonos del gobierno, mientras que la Fed cree que la economía va bien y está subiendo sus tasas.  La curva de rendimiento de EE.UU. se ha aplanado, pero todavía no se ha invertido. Este fiable indicador todavía no se ha puesto en rojo.

La rentabilidad del sector capitalista y el movimiento de las ganancias

Otro indicador importante de que se avecina una recesión se puede encontrar en la economía mundial.  Es el precio del cobre y otros metales industriales. Los metales son componentes fundamentales en la producción industrial en todo el mundo y si sus precios caen, esto indica que las empresas están reduciendo la inversión en la producción y por lo tanto utilizan menos componentes metálicos. En 2018, el precio del cobre cayó después de julio, pero desde entonces se ha estabilizado y se mantiene muy por encima del nivel al que cayó en la mini-recesión de comienzos de 2016. Así que esto sugiere que, si bien la economía mundial alcanzó su punto máximo el verano pasado, la recesión aún no está cerca.

Otro indicador de que la economía mundial se está desacelerando desde su mini-auge en 2017 es la fuerte caída de los precios del petróleo.

Pero el factor más importante para el análisis de la salud de la economía capitalista sigue siendo la rentabilidad del sector capitalista y el movimiento de las ganancias a nivel mundial. Es lo que determina si la inversión y la producción continuarán.

El sector empresarial estadounidense terminó 2018 con niveles récord de beneficios/ingresos. Pero este salto en las ganancias fue un hecho aislado. Ha sido impulsado por los enormes recortes y exenciones de impuestos a las empresas en la repatriación de las reservas de efectivo depositados en el extranjero por las principales compañías de Estados Unidos. Y los ingresos corporativos estadounidenses se han visto impulsados por una caída muy fuerte en los costes de inputs, en concreto, la caída del precio del petróleo en 2018.

A nivel mundial, las ganancias seguían creciendo a mediados de 2018. Pero el crecimiento de las ganancias se ha desacelerado en Alemania, China y Japón. Sólo en los EE.UU. han experimentado alguna aceleración. Y si el crecimiento de las ganancias de Estados Unidos es un hecho aislado, como he señalado anteriormente, el crecimiento de las ganancias globales es probable que caiga bruscamente en 2019.

Por tanto

La desaceleración del crecimiento de los beneficios y un aumento del coste de la deuda (corporativa), junto con todos los factores político-económica de una guerra comercial internacional entre China y los EE.UU., sugieren que la probabilidad de una recesión global en 2019 nunca ha sido mayor desde el final de la Gran Recesión en 2009.

 

Este texto es un resumen-lectura con fuente en: http://www.sinpermiso.info/textos/previsiones-economicas-para-2019

Michael Roberts es un economista marxista británico, analista económico y publica el blog The Next Recession.

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Esparragueras (económicas)

Por la escuadra

Mañana es el día en el que se ensalza un enorme mecanismo de concentración de riqueza. La lotería. Muche gente pierde poco (o no tan poco, ¡no oyen que hay que jugar con responsabilidad!) para que muy pocos ganen mucho.

Paradógicamente, se remarcará todo lo contrario: aquello de que ha quedado muy repartido.

Cuanto mejor es el reparto menor es el alcance de su función: indicar que cualquiera puede ser rico, tan rico que pueda hacer las mismas tonterías que hace hoy día la gente beneficiada por la injusticia en la que vivimos.

Llamarme aguafiesta (viva Benedetti) pero menudo gol nos mete el sistema.

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Buscando otra economía social que sirva para la transformación: los orígenes del cooperativismo andaluz

La economía social y el cooperativismo tienen, por principios, unos elementos diferenciados claros de la empresa capitalista, sobre todo en sus objetivos (diferente a la maximización del beneficio). Ahora bien, en muchas de estas entidades se reproducen las prácticas de la empresa convencional y se asume y legitima el actual sistema capitalista. Por nuestra parte huimos de esta economía social adaptativa y legitimadora del capitalismo. Y para ello, para buscar elementos que nos sirvan como guía para avanzar en unidades o prácticas productivas transformadoras y no legitimadoras del capitalismo, se desea realizar una mirada a los orígenes del cooperativismo andaluz.

No son demasiados los estudios sobre la historia de la economía social y cooperativa andaluza. Por suerte llegó a nuestras manos uno de ellos y del mismo vamos a hacer uso para proponer líneas y elementos útiles para ir mejorando nuestros saberes al respecto. Se trata del primer capítulo de la obra de Carlos Arenas Posadas «30 Años de Economía Social en Andalucía: aproximación a su historia y reflexión sobre sus potencialidades futuras», realizada por encargo de la Fundación Centro de Estudios Andaluces y CEPES-A y, por ahora, no publicada.

Socorros frente al mercado

La etapa fundacional del movimiento cooperativo andaluz, y el momento de la construcción teórica de su proyecto económico y social, la encontramos en las décadas centrales del siglo XX (a partir de 1840).  El capitalismo andaluz de la época estaba impregnado de reminiscencias «feudales» y era sinónimo de privilegio. La alternativa se planteaba entre colectivismo y capitalismo privado, entre empresa colectiva de muchos frente a la empresa individual y privilegiada de unos pocos. Además, la irrupción de aquellas primeras manifestaciones de economía social deseaba hacer frente a la privatización de los recursos colectivos y la abolición de algunas de las instituciones preexistentes que servían para amparar a la población. Las primeras mutualidades y cooperativas fueron reacciones defensivas a la primacía de los intercambios mercantiles que dejó inerme a la inmensa mayoría de la gente.

En la Andalucía de mediados del siglo XIX se constituyeron decenas de sociedades de socorros mutuos. En Sevilla organizaron mutualidades, entre otros, los tejedores de seda y de hilo, los empleados del ferrocarril de Sevilla a Cádiz, los del ferrocarril de Sevilla a Córdoba, los carboneros de venta ambulante. A partir de mediados de la década de 1860, bajo los efectos de la crisis financiera de 1866, y con la Ley de Asociaciones de 30 de noviembre de 1868, tuvo lugar la eclosión del cooperativismo. La mayor parte de las cooperativas creadas eran de consumo. El propósito de todas ellas era comprar en común para protegerse de la entonces sensible subida del precio de los alimentos.

La necesidad de protección alcanzó también al mercado laboral. Ya entonces, la cooperativa industrial, la que cooperativizaba la fuerza de trabajo (de trabajo asociado que diríamos hoy), constituyó una iniciativa habitual para la creación de empleo. Es el caso de la cooperativa sevillana “La Regeneración” formada por “torneros del hierro y no de otro gremio” en 1870, creada con el objeto de “reunir fondos con el fin de amparar y socorrer a los socios parados”.

Por un modelo económico alternativo sin que faltaran los oportunistas

Inicialmente, pues, la ideología que subyacía en todas estas iniciativas sostenía principios en contra del capitalismo. Desde el principio hubo cooperativas que nacieron con voluntad de crear un modelo económico alternativo. Eran proyectos con evidentes cargas políticas protagonizados por una clase social convencida de que, lejos de ser utópicos, podía ponerlos en práctica. El primer cooperativismo estuvo impregnado de los valores y costumbres solidarios que el artesanado había heredado de los gremios, de la práctica y defensa de la autonomía funcional, la democracia industrial, el mutualismo y las prácticas de control de los mercados laborales locales. Por su parte, la dimensión comunitaria era un elemento fundamental y estuvo ligada a la asunción de los postulados teóricos de una economía colectivista y democrática.

Así, en la década de 1870, nacieron en Sevilla cooperativas de producción como la de los “artesanos alarifes” que se ofrecían al Ayuntamiento para la ejecución de las obras públicas que acometiera, la “agrícola y de barbería” cuyos treinta socios se comprometían a dar un real cada vez que se afeitaran y constituir un fondo con el que “tomar en renta parcelas de tierra”. Pero posiblemente fuera en el marco de Jerez donde el cooperativismo alcanzara sus mayores logros en aquellas décadas del XIX. La crisis incentivó la necesidad de crear organizaciones cooperativas alentadas incluso por mercaderes «socialistas utópicos» como Ramón de la Sagra, aunque con la más que probable intención de dotar de mano de obra a las grandes explotaciones agrarias que proyectaban crear tras la crisis mercantil. Desde sus orígenes han existido usos oportunistas de la economía social.

Sí, el movimiento cooperativo se mezcló en política

Lejos de cualquier viso de neutralidad, el aglomerado social que participaba del movimiento cooperativo jugó un papel fundamental en los movimientos “revolucionarios” de aquella época. Artesanos, profesionales, obreros cualificados y pequeños propietarios fueron la fuerza de choque que protagonizó la “gloriosa” en 1868, trajo la república en 1873 y protagonizó los movimientos cantonalistas. La participación en los gobiernos locales era muy activa, detrayendo el poder a los oligarcas.

La victoria de las oligarquías españolas a este movimiento provocó la fragmentación de la acción política de las clases populares. En las filas libertarias, el colectivismo fue dando paso a posiciones comunistas o sindicalistas. En sus manos, las cooperativas de producción existentes fueron transformándose en lugares de refugio ante la persecución de la que eran objeto, o en iniciativas puntuales tendentes a suministrar los recursos necesarios para el sostén de huelgas. En las filas marxistas, por su parte, y en contra de la opinión del propio Marx que se mostraba interesado por las cooperativas de producción, los socialistas españoles mostraron un interés preferente por la creación de cooperativas de consumo, entendiendo que las de producción sólo podrían servir de estorbo a la irrupción del gran capitalismo.

A partir de finales del siglo XIX los gobiernos locales andaluces volvieron a quedar claramente controlados por terratenientes, grandes propietarios y caciques. Es entonces cuando las iniciativas cooperativas dependieron del beneplácito de los oligarcas o del Estado y el cooperativismo debió renunciar a proyectos alternativos, a los principios democráticos y comenzó a mendigar por la vía del clientelismo.

Y sin embargo se mueve

Desde entonces el grueso de la economía social andaluza ha perdido los supuestos intelectuales e ideológicos que habían tenido en los treinta primeros años de su historia. El cooperativismo ha sido víctima de consideraciones asistenciales de tipo religioso, de maniobras políticas oportunistas o, incluso, de estrategias de grandes multinacionales para succionar la riqueza agrícola de Andalucía (con el papel de colaborador necesario de un buen número de cooperativas agrícolas andaluzas).

Y sin embargo seguimos y seguiremos impulsando una economía social y un cooperativismo transformador. Una economía social transformadora que sirva de “socorro” frente al capitalismo y, al mismo tiempo, pase a la ofensiva para mejorar y enriquecer la vida de las personas que habitamos Andalucía.


Este texto sirvió como base para un artículo publicado en El Topo Tabernario nº 31.

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Prioridad política

La economía es política y la política es economía. Separar lo económico y lo político es abandonar uno de los principios esenciales de la mejor tradición de la izquierda.
La prioridad política de nuestros días es pensar en la construcción de alternativas al capitalismo. Pensar en una «sociedad de comuneros», como dice Federici, donde se construyan espacios y relaciones sociales que no se gobiernen por la lógica del mercado capitalista.

Para ello pienso en dos cuestiones básicas. Una, las personas no somos mercancías, y, por tanto, debemos dejar de depender del mercado de trabajo. Vivir en una sociedad diferente debe significar que el derecho a la subsistencia no dependa de la decisión de un empresario: alguien que te compra como recurso humano para obtener beneficios.
Segunda cuestión. La producción de bienes y servicios deben guiarse por las necesidades de las personas, de todas, no sólo de las que tienen dinero. Es decir el valor de cambio debe ser sustituido por el valor de uso; la demanda solvente por la oferta necesaria. Y lógicamente la propiedad privada por formas comunales de propiedad (no de los cepillos de dientes sino de los medios de producción y vida).

La sociedad de comuneros requiere de una economía transformadora basada, por tanto, en principios antagónicos al actual sistema capitalista. Algunas herramientas o principios a valorar: Renta básica, producción cooperativa e inclusiva, equiparación del trabajo reproductivo con el generador de bienes y servicios para otra gente, distribución alternativa o finanzas éticas. Algunos movimientos o fenómenos a seguir: economía social transformadora, decrecimiento, economía de los comunes y comunitarias o las economías feministas.

No hay una prioridad ni una acción política más urgente, importante y necesaria pues sin ella no sabremos qué hacer en las instituciones, ni fuera ni dentro de nuestras casas. Sin nuevas ideas económicas reproduciremos el actual sistema que tanto daño y sufrimiento está causando.

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Críticas Begarianas

Críticas begarianas: La Mano Invisible

Película basada en la novela del querido Isaac Rosa y dirigida por David Macián. Se trata de un proyecto cooperativo y transformador que debería ser obligatoria para los circuitos de Economía Social, Solidaria y Transformadora.

Película muy valiente y atrevida en formato, temática, financiación y puesta en escena. Algo nuevo en este mundo del cine que fabrica sueños a mayor gloria del capitalismo patriarcal y el consumismo.

Trata sobre la inutilidad del trabajo físico, que se exhibe como como obra de teatro o de circo, como algo que ya no vale, y que hay que recordar como algo anecdótico de otros tiempos. El trabajo como espectáculo dada su banalidad y sinsentido.

Un grupo de trabajadorxs manuales o básicos es contratado para hacer su trabajo de manera inútil delante de un previsible público. Una especie de café teatro, donde hacen y deshacen su trabajo continuamente. No sabemos de los diferentes trabajos es más estúpido, cuando no hay un fin previsto y determinado para ese trabajo, sólo trabajo anónimo y sin finalidad de creación de riqueza ni de transformación social.

¿Será este el trabajo que hacemos a diario de manera mecánica y sin mirar a los ojos a nadie y menos a nuestrxs compañerxs?

La película nos pone delante de la cuestión de la dignidad del trabajo o de su sentido. y ahí surge la idea de que ¿todo vale si lo pagan bien? Es decir, cuando «la mano invisible» del mercado manda y ordena nuestras vidas.

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Críticas Begarianas

Críticas begarianas: No intenso agora

Película brasileña de João Moreira Salles, narrada en un portugués muy íntimo, sobre las revoluciones posibles en el año 68, sobre todo en París, China y Praga y algo en Brasil. Se le olvida algunas, Argelia, México y …., pero lo que cuenta lo cuenta muy bien y nos acerca a lo que pudo ser y no fue, a excepción de China, que hoy tampoco es. El capitalismo se come o mata cualquier atisbo de progreso social. Da muchos datos sobre la realidad del 68 y nos llena de melancolía, sobre todo al final con el fado Não Quero Rosas Vermelhas, de Maria Alice.

A nosotrxs nos podría servir para analizar nuestro 15M, su efervescencia y su olvido, e incluso analizar los perfiles de Cohn-Bendit y nuestro Pablo Iglesias. Cohn-Bendit hoy es quien es e Iglesias con tanta altanería y referendo, será quien será. Pero la foto de Cohn-Bendit sonriente ante la policía es impagable y recoge el espíritu del 68, una revolución alegre. Nos recuerda que fue una revolución de hombres, nada feminista ni de incorporar a la mujer y su entorno a la lucha. Y tampoco a la clase obrera, que estaba en cierto bienestar socialdemócrata.

Nos desvela que ya desde el principio, cuando pierde radicalidad democrática y se elige a un líder, ya es una operación de mercado. La famosa frase de «Bajo los adoquines, la playa» no fue una frase espontánea, sino de una agencia publicitaria. Otra curiosidad, De Gaullle empezaba sus discursos oficiales con francesas y franceses, mira que moderno, qué le diría el Pérez Reverte.

Película amplia y larga que se ve, con alegría y tristeza, con nostalgia y melancolía. El final se cierra con un homenaje cinematográfico y pudiera que cargado de revolución, la salida de las obreras y obreros de la fábrica, de Lumière.

https://www.youtube.com/watch?v=64NqPmwAdXg

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Valor e innovación

Mariana Mazzucato se pregunta en un artículo leído en «sin permiso»: «¿Quién crea realmente valor en una economía?». Una buena pregunta en esta época de tantos debates inútiles y cuestiones absurdas.

A día de hoy parece evidente que las grandes revoluciones tecnológicas se deben y son gracias al sector privado. Gran mentira. La autora nos indica que «Las grandes revoluciones tecnológicas – sea en la medicina, los ordenadores o la energía – han sido posibles gracias a que el Estado actuó como primera opción para inversor». «Elon Musk, por ejemplo, no sólo ha recibido más de 5.000 millones en subvenciones del gobierno norteamericano; sus empresas, SpaceX y Tesla, se han levantado gracias al trabajo de la NASA y el Departamento de Energía, respectivamente.» 

Por otro lado, el pensamiento pagado por el capital hizo que fuera normal creer que los responsables de la generación de valor y riqueza son los propietarios del capital. «La riqueza la generan los empresarios» es una idea apenas discutida. Al margen quedó la actividad laboral, el trabajo de las personas. O mejor dicho, más que causa del valor, la creación de empleo pasó a ser consecuencia de la generación de beneficios empresariales. De este modo, «la teoría del valor trabajo fue substituida por la moderna y subjetiva teoría del valor de los precios del mercado.» De este modo, «cuando el valor no se determina con una métrica concreta sino más bien por medio del mecanismo del mercado de la oferta y la demanda, el valor se convierte sencillamente ‘en el ojo del que mira’ y las rentas (los ingresos inmerecidos) acaban confundiéndose con los beneficios (ingresos bien ganados), la desigualdad aumenta y cae la inversión en la economía real».

Nada de lo anterior tiene su causa en malos enfoques o errores académicos como parece indicar la autora. Son causa del poder acumulado por los detentadores del capital. Ellos dicen si el Estado debe intervenir o no, en qué y cómo; qué tiene valor y qué no lo tiene; quiénes son los nuevos héroes innovadores. Lo dicen pagando investigaciones, premios noveles, catedráticos y lo que haga falta. La verdad académica es en demasidas ocasiones una mercancía como otra cualquiera, guiada por el precio. 

Para salir de esta lógica es necesario tener claro que el valor y la riqueza la generamos las personas, todas, en las relaciones socioeconómicas que establecemos a la hora de trabajar (y no solo de forma asalariada, producir, consumir, comprar, ahorrar. La transformación requiere de nuevas formas de relacionarnos sin la mediación del capital. Para ello es preciso generar autonomías o soberanías en los diversos campos y ámbitos necesarios para la Vida.

El capital no genera valor ni innovación. Lo roba.

Fuente: http://www.sinpermiso.info/textos/quien-crea-realmente-valor-en-una-economia

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Confluencias y divergencias

La derecha, la nueva y la vieja, apuesta por mejorar la riqueza de los poseedores del capital. Su apuesta económica tiene como base la distribución a favor del capital.

Las nuevas-viejas ideas que provienen de la izquierda con altavoces apuestan por mejorar la riqueza de la fuerza de trabajo útil para el capital. El principal objetivo es una distribución del producto social a favor de la fuerza de trabajo empleada (por el capital).

La confluencia entre algunas propuestas de las opciones de la derecha y la vieja izquierda europea se basa en la asunción positiva del trabajo asalariado, por un lado, y en la necesidad de mejoras en la distribución a favor de los «nacionales» con empleo.

Hay otras opciones, como las que apuestan por cambiar la producción mediante la reapropiación de los medios de producción por parte de la gente mediante fórmulas distintas a la propiedad privada; por cambiar radicalmente los procesos de comercialización, financiación y consumo; por economías transformadoras en las que las personas (nacionales o no) dejemos de estar subordinadas al capital (nacional o no).

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Centralismo amigo

Leo a Daniel Bernabé en La Marea («Fin de fiesta: movimientos de fondo en la izquierda poscrisis»): «Tenemos que elegir ser arrastrados por la tiranía de la actualidad o tiranizar la actualidad con los problemas que afectan a la vida cotidiana de las personas y que surgen de un único frente: la conversión de nuestro país en periferia económica de una Unión Europea al servicio de las élites económicas.»

Qué país. Desde Madrid no hay duda. Desde Morón de la Frontera sí. Aquí llevamos siendo periferia mucho tiempo. De Sevilla, de Madrid, de Bruselas, de todo el mundo.
Continúa el articulista madrileño (con el que comparto muchos de sus análisis): «El debate no debería ser entre diversidad y homogeneización, sino entre igualdad y polarización social.» Muy de acuerdo, tanto que por aquí abajo llevamos siglos sufriendo la polarización social que ahora llega a esos centros españoles reconvertidos en periferias europeas. 

Bernabé termina su interesante artículo citando a Bertold Brecht: “Entonces, ¿de qué sirve decir la verdad sobre el fascismo que se condena si no se dice nada contra el capitalismo que lo origina? Una verdad de este género no reporta ninguna utilidad práctica. Estar contra el fascismo sin estar contra el capitalismo, rebelarse contra la barbarie que nace de la barbarie, equivale a reclamar una parte del ternero y oponerse a sacrificarlo.” 

Es hora de elaborar alternativas reales al capitalismo. Y para ello es preciso tener en cuenta la «diversidad» de capitalismos existentes (como dice Carlos Arenas). No se ven las cosas igual desde Madrid que desde Morón, desde Sants que desde Errenteria.
Un objetivo, crear alternativas al capitalismo. Muchas estrategias, tantas como realidades diversas que lo sufrimos. Es preciso hablar de soberanías y desvincularla de aquella ejercida desde una corte. Ya es hora de hacer soberanas a las personas, las comunidades, los pueblos. Y para ello es precisa la soberanía económica buscada por las economías transformadoras. 

Hace tiempo que no me convencen los pensamientos ni las visiones únicas, aunque provengan de un centralismo «amigo».

Fuente: https://www.lamarea.com/2018/09/19/fin-de-fiesta/

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Meritocracia

Siempre me dijeron que estudiara. Los hijos de los obreros mejoraban su vida con carreras universitarias. Y así lo hice. Nuestras vidas se guiaban por la meritocracia asentaba en la «titulitis». Caímos en la trampa. La persona que perdía se lo merecía: no estaba lo suficientemente preparada. La culpa era suya. Gran mentira: tuvieras los títulos que tuvieras, en determinados puestos sólo entraban los del carnet o los del apellido (algunos con títulos en universidades privadas lejanas con notas en función del pago).

Este modo de entender la vida y la valía (sí, el valor de las personas) ha sido muy relevante en la sociedad en la que he vivido. Tanto que los representantes políticos de mi generación han caído en esa trampa. Ahora, cuando los partidos del régimen creían haber cumplido con la tarea y situarse de nuevo en el (casi) bipartidismo, reorientar las protestas populares y contentar a los jefes, la «turbo meritocracia» les está generando problemas inesperados. Por el camino queda la Universidad, una institución que para mí, y hablo de la institución, hace mucho que tiene el prestigio que tiene: tremendamente sobrevalorada (poca gente entiende que no luche meritocráticamente por dar clase en ella).

En el fondo, y mira por donde, aquellos que nos humillaron diciendo que «queríamos vivir por encima de nuestras posibilidades» cayeron en algo peor: «querer ser-valer por encima de sus posibilidades». Envueltos en sus propias redes, atrapados en sus propias trampas, probablemente firmen un armisticio según el cual se deje de hablar de su valía según los títulos de su currículum. Eso tan sólo quedará para la gente de clase obrera sin carnet. Como en la mayoría de los casos, cuestión de clase.