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El favor

El clientelismo puede definirse  como una relación más o menos voluntaria entre individuos o colectivos desiguales que se intercambian favores. Toma mayor protagonismo en sociedades con superiores niveles de desigualdad y en economías empobrecidas, colonizadas y especializadas en perder (o en actividades con menor asignación de valor de cambio aunque sean más relevantes para satisfacer necesidades). Se trata de sociedades donde existe la convicción generalizada de que el favoritismo es una de las únicas maneras de inserción laboral, obtención de rentas o promoción social. Andalucía es una de ellas.

En la Europa occidental, pocas economías son más desiguales que la andaluza. El origen de la trayectoria de la Economía capitalista en Andalucía se encuentra en la conquista castellana, que genera el latifundismo o sistema de gran propiedad de la tierra, elemento básico del sistema socioeconómico andaluz. La historia de Andalucía está marcada por haber sido un territorio pionero en convertir a la naturaleza en mercancía, en propiedad privada de una clase privilegiada y, como consecuencia, crear unas mayorías que deben convertirse en mercancías para poder lograr la subsistencia. La Economía andaluza, por tanto, pasó pronto a ser capitalista y con ella se fue construyendo una sociedad en torno a los mercados capitalistas, de personas (mercado de trabajo) y de tierra (mercado inmobiliario). Desde entonces, Andalucía ha sido una sociedad polarizada entre una elite acaparadora de recursos y una enorme mayoría de personas desposeídas.

A lo largo de la historia andaluza, unas pocas sagas familiares se sirvieron del poder para extraer rentas a partir de la apropiación de lo comunal, de la violencia física y cultural, etc. Unas minorías locales o extranjeras han tenido una enorme capacidad de «extracción» a partir de su capacidad para tomar parte o influir en las decisiones de las instituciones estatales. El Estado español ha amparado esta situación para, de un lado, hacer viable el capitalismo español y, de otro, permitir a las elites andaluzas que organizaran a su gusto el capitalismo autóctono, explotando directamente o como testaferros de empresas de capital foráneo.

El cacique local, en nombre de la elite dominante, garantizó la compatibilidad del modelo político y económico andaluz dentro del Estado español. Por su parte, las mayorías dominadas y explotadas se podían dividir en dos grandes grupos, a saber: uno formado por gente que decide cooperar con el poderoso a la espera de que su sustento sea otorgado por su favor; un segundo grupo compuesto por la gente que sufrirá mayor exclusión por favorecer la acción colectiva y la cohesión horizontal de la clase dominada. Son aquellas a las que cantaba Manuel Soto “Sordera”: “Con lo poquito que había/yo hice una partición/mis hermanos son aquellos/que tengan igual que yo.”

En una sociedad tan injusta, polarizada y jerarquizada como ha sido y es la andaluza, el necesario consenso social se ha obtenido fundamentalmente a través del trato de favor originado en las relaciones clientelares. Las elites andaluzas necesitaron poner en marcha mecanismos redistributivos en forma de repartos de tierra, beneficencia pública y privada en manos de la siempre aliada Iglesia católica, subsidios, expedientes de regulación de empleo y/o programas socialdemócratas tanto más radicales cuanto más amenazante se presumía la indignación de las clases populares. El clientelismo, desde el patronazgo señorial hasta el clientelismo de partido, ha estado presente en la historia andaluza.

Con el denominado «consenso» de la Transición, el freno al reparto de la tierra y el respeto a la propiedad privada de los medios de producción consolidaron un nuevo clientelismo. Como apuntó el profesor Cazorla, el viejo clientelismo personal fue sustituido por el clientelismo de partido. La clase política socialista andaluza se lanzó a la captura de un electorado acostumbrado a las relaciones clientelares. Así lo expresa el profesor Arenas en su magnífico “Poder, economía y sociedad en el sur. Historia e instituciones del capitalismo andaluz”: “El PSOE se fue convirtiendo en el gran patrón colectivo de los andaluces. Como ocurrió con anterioridad en el primer franquismo, miles de personas se incorporaron a sus filas en los primeros años ochenta. Como los ‘camisa nueva’ de antaño, una pléyade de ignotos socialistas, en menor medida comunistas, sindicalistas y empresarios, se aprestaron a gestionar el poder otorgado por las urnas.”

Por tanto, “la Autonomía democrática” que impide toda autonomía real tampoco ha contribuido a mejorar las cosas. Durante más de tres décadas, la clase política socialista ha utilizado la Junta de Andalucía para construir pactos en los que han participado las grandes empresas foráneas, las elites locales, clientes del sistema político y algunas de las instituciones garantes del mismo, como patronales o sindicatos mayoritarios. Esa ha sido la enfermedad, el caso de los ERE’s ha sido uno de los múltiples efectos de la misma.

El clientelismo, relacionado claramente hoy día con la corrupción, es estructural en Andalucía. Antes, durante y después del PSOE o de la creación de la propia Junta de Andalucía como instrumento de no-autonomía. El mal reparto se encuentra en la raíz de esta situación que empeora en la medida que nuestra alimentación, agua, energía, tecnología, ahorros, etc. son elementos controlados por corporaciones capitalistas que ahondan en la desigualdad.

Desde el poder que le otorga el poder comprar, el Capital lo compra casi todo y a casi cualquiera. En estas circunstancias, la corrupción y el clientelismo son la norma. La democracia una quimera. Por tanto, miremos más a la propiedad que al gestor político que le facilita el saqueo. Sin propietario explotador y corruptor no habría manijero corrupto.  Establezcamos la lucha por El Reparto pues, de lo contrario, continuaremos debiendo suscribir aquello que decía Jesús Pabón en 1935: «Para la gente de mi tierra hay algo que rige, absolutamente, la vida: lo contrario de la justicia: el favor».

Publicado: https://portaldeandalucia.org/opinion/el-favor/?fbclid=IwAR0fCO2ITdjHoIuWPistreXTNsEqc4ialf2n8z1Rrh_nVmuzibbbDCU1YBE

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El combate

Llevan tiempo intentado salvar al capitalismo del planeta.

Los viajes espaciales nunca han tenido un fin distinto al de buscar la continuidad de la Economía capitalista.

Gastan millones en propaganda, visibilizan a quien verdea sin dañar.

Invierten en energías nucleares o verdes o azules con el único ánimo de continuar la acumulación de capital y miseria.

Otro mundo no es posible si continúa siendo hegemónica la Economía capitalista.

El capitalismo busca sus soluciones, la Humanidad debe hacer lo mismo.

El combate es a muerte.

Sólo quedará uno.

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Puro egoísmo

Llegan las Navidades y, gusten más o menos, afloran recuerdos.

Me ha venido uno fortísimo al comerme un polvorón. No un polvorón industrial, sino uno de la pastelería de la Plaza Meneses, de Morón, claro.

No es por defender al comercio local. Es por puro egoísmo. Ese polvorón debería ser patrimonio de la Humanidad. Bueno, no, parafraseando a donjuancarlosaragón, un mojón para los humanos, ese polvorón es de Morón nada más y es patrimonio de su gente.

Ojalá nunca, nunca, dejen de existir cosas que generan sentires como los de ese polvorón y, para eso, deben exisitr negocios como las pastelerías de mi pueblo.

Por puro egoísmo.

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Capitalismo cooperativo

«Batz-Araluce: el ataque del capitalismo cooperativo» se titula un magnífico artículo de Unai Martinez, responsable de industria y construcción de ELA.*

En el mismo se muestra que el cooperativismo (realmente existente) puede ser tan explotador como cualquier otra empresa capitalista. «La traumática decisión de plantear el despido y la liquidación no proviene de una multinacional o de una empresa gestionada por un oscuro fondo de inversión situado a miles de kilómetros. La decisión se toma a unos cientos de metros. La dirección de Batz trasladó a sus socios cooperativistas que el futuro de la empresa pasaba por la liquidación de Araluce. Omitió en cambio, que las dos compañías son una, y que la solución, o pasa por un plan que apueste por el futuro en común o 1.000 puestos de trabajo pueden perderse. Desgraciadamente, volvemos a constatar que, cuando se trata de la vida laboral de empleados por cuenta ajena, el movimiento cooperativista actúa siguiendo el manual del capitalismo más inhumano. Una paradoja en un grupo que ha hecho suyo el lema ‘humanity at work'».

En realidad, el cooperativismo que funciona en la actual economía capitalista, el de Mondragón o cualquier otro, no es en sí mismo ni malo ni bueno, ni legitimador, paliativo o transformador. El capitalismo puede utilizarlo como agente de legitimación, tal y como ha hecho con tantas y tantas herramientas: sindicalismo, ecologismo… Del mismo modo, esa realidad no impide que se pueda impulsar un cooperativismo que sirva para superar y romper con el capitalismo.

Es necesaria la reflexión conjunta para fomentar un cooperativismo y una economía social transformadora o para la ruptura. Frente al capitalismo cooperativo del Grupo Mondragón, del cooperativismo agrario andaluz o de la Social Economy Europe (por poner algunos ejemplos de los múltiples existentes) es necesario partir de evitar la confusión (interesada) entre cooperación (asociación en beneficio de los asociados) y cooperativismo: la cooperación erigida en sistema de emancipación social, como diría Charles Gide. De este modo sí podríamos comenzar, como propone Unai Martínez, a «construir comunidad saliendo de la lógica que el capital nos quiere imponer».

* https://www.ela.eus/es/opiniones/batz-araluce-el-ataque-del-capitalismo-cooperativo?fbclid=IwAR14JTgcVFGNDy0HCjp8whwgvPC9jYgrUThWxMHc6JwjLSy0TuA58JQz6fs

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El arte del mercado

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¿Qué se produce en una sociedad? Respuesta común: lo que se demanda. Se produce lo que se demanda. Lógica aplastante, ¿verdad?. Pues no es así.

Las personas negras que trabajan en Lepe demandan vivienda y no se producen. Demasiada gente, niños y niñas, en Andalucía, pasa hambre y no se produce alimentación para ella. La población de Arabia Saudí no demanda barcos de guerra para matar. Lo hace quien posee el poder y el dinero. Quiero decir: no se produce lo que demanda la gente, sino lo que demanda la gente con poder adquisitivo. Estaremos de acuerdo en que no es lo mismo.

En un artículo de La Vanguardia se puede leer: «¿Qué determina el precio de una obra de arte? Pues como todo lo relacionado con el mundo de la economía, al final depende de la oferta y la demanda.»* Esto lo dicen para explicar por qué alguien ha pagado 120.000 dólares por un plátano pegado a una pared.

Gracias al artista italiano Maurizio Cattelan podemos ver lo «eficiente y óptima» que es la asignación de los recursos de la «oferta y demanda» y del mercado capitalista. En este mercado el valor de cambio (el poder de compra, los beneficios) prima sobre el valor de uso (las necesidades de la gente).

Este tipo de noticias terminan centrando el debate sobre el mercado del arte, en realidad sobre el arte en sí. Verdaderamente, el arte lo tiene la gente que continúa justificando el mercado como el mejor mecanismo económico que ha existido y que existirá por lo tiempos de los tiempos y amén (en el fondo es teología). Hay que tener mucho arte, bueno, tampoco, en realidad lo que tienen es mucho poder de compra (de profesores, periodistas, y todo tipo de voceros a sueldo).

Tanto como para decir que un plátano vale 120 mil dólares y que nadie rechiste.
¿Qué estará pensando la persona que le vendió el plátano a Maurizio? Por supuesto, en la infalibilidad de la oferta y la demanda.

*Fuente: https://www.lavanguardia.com/cultura/20191206/472072573948/venden-120000-dolares-platano-pegado-pared-maurizio-cattelan.html

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El favor

los-nuestros

«Para la gente de mi tierra hay algo que rige, absolutamente, la vida: lo contrario de la justicia: el favor». Jesús Pabón, 1935.

Ochenta y cuatro años antes de la sentencia de los ERES.

Más de cuatro siglos después de la conquista y rapiña castellana, generadora principal del latifundismo: mucha tierra para poca gente, mucha miseria para la inmensa mayoría.
Aproximadamente un siglo después de la creación de la Guardia Civil, imprescindible para el mantenimiento de lo contrario de la justicia: la propiedad privada de la naturaleza común.

Más de cuatro décadas antes de la llegada al poder andaluz del PSOE y la instauración de un régimen caracterizado por el mantenimiento del estatus quo secular y, por tanto, del favor como principio básico de la vida de la población andaluza.

Muchos años antes de la primera sentencia por corrupción de responsables políticos de la Junta pertenecientes a un partido que no es el PSOE-A (no tardará mucho).

Antes y después, «el favor» continúa como principio que rige la vida de la gente que subsiste en una estructura socioeconómica radicalmente corrupta e injusta.

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Gran Hermano controla a primos

«Marbella, vendida en los foros como vanguardia de la Smart City, experimenta con modelos de vigilancia ciudadana, dice Ekaiz Cancela en un tuit.

El País, el diario más izquierdista de nuestro entrañable país, lo muestra así en un artículo: “Ha habido un robo en una tienda en Puerto Banús (…). Las cámaras de video vigilancia capturan una imagen del ladrón. Al día siguiente, el mismo individuo camina por una calle cercana. Gracias a su modo de andar, ropa, género, color de cabello y «rasgos faciales únicos», las cámaras detectan su presencia y la policía puede arrestarlos. Estas imágenes se utilizarán como evidencia cuando vayan a juicio. Durante el año pasado, Marbella ha estado utilizando las cámaras de videovigilancia urbana más sofisticadas de España. (…) es el área con el mayor número de cámaras de ultra alta definición, según la compañía de software estadounidense, Avigilon.» ( https://elpais.com/…/2019/11/27/inen…/1574849134_892168.html).

Además de la búsqueda de apariencia, el software Avigilon incluye otra función especial de Inteligencia Artifical: detecta movimientos inusuales. «Para evitar los graffiti, podemos calcular el tiempo que alguien tarda en pasar por un escaparate», dice Javier Martín, jefe de policía local en Marbella. “Si les lleva más de 10 segundos, la cámara se activa para ver si están graffitando».

Con ayuda de nuestras instituciones públicas, empresas estadounidenses con Abigion están almacenando datos a través del control de los espacios públicos de nuestras ciudades.

Igual algún día nos preocupamos por la labor de este “Gran Hermano” privado. Igual dejamos de ser tan ingenuos, idiotas, primos. Eso sí, igual es demasiado tarde para revertir este capitalismo digital que hará que consideremos democracia incluso el actual régimen político español.

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Cadenas de colonizaciones

Ángel Camacho Alimentación es una multinacional andaluza cuyo principal producto es la aceituna de mesa.

La compañía con sede en Morón de la Frontera ha sellado la adquisición del 5% de la firma marroquí Cartier Saada, una compañía con sede en Marrakech que cotiza en la Bolsa de Casablanca y que está especializada en el envasado de aceituna.

Cartier Saada tiene una capitalización de unos 16 millones de euros, y su cifra de negocio ronda los 14 millones de euros. Ángel Camacho tiene un volumen de ventas diez veces mayor (170 millones de euros y un beneficio de dos millones, según las cuentas de 2017). El 77% de los ingresos de la empresa moronera procede del comercio exterior.

Angel Camacho Alimentación ha materializado esta operación a través de su filial americana Mario Foods, con sede en Florida. Dato inportante pues con la entrada en el capital de Cartier Saada a través de su filial americana Ángel Camacho puede eludir en parte la política proteccionista de la Administración Trump.

En paralelo, Ángel Camacho toma posiciones en un área olivarera que está creciendo de manera muy significativa en los últimos años, como es el Norte de África.

De este modo el capital ayuda al desarrollo de los pueblos y las personas. Hace ya muchos años que esta empresa también es muy ecológica, antes incluso que Endesa o «Ibertrola».

Ángel Camacho es la prueba de que la gente de pueblo no tenemos ni un pelo de tonta. Bueno, y de que en esta tierra de colonia, colonizamos otras, y sin enternarnos.

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Renta para otra economía

 

“Desgraciao aquel que come

el pan en manita ajena.

Siempre mirando a la cara

si la ponen mala o güena”.

Popular. Letra flamenca

Ilustra Natalia Menghini

Ilustración: Natalia Menghini

 

La economía del revés

La actual economía del revés, aquella que persigue acumular capital exprimiendo vida, es la economía lógica del “mundo del revés” del que escribió Eduardo Galeano en “Patas arriba”, ese mundo que “premia al revés: desprecia la honestidad, castiga el trabajo, recompensa la falta de escrúpulos y alimenta el canibalismo. Sus maestros calumnian a la naturaleza: la injusticia, dicen, es ley natural.”

La economía capitalista, la economía del revés, es la historia de cómo el capital, en grandes cantidades en poder de un número muy reducido de personas, ha logrado su soberanía o dominación a costa de la inmensa mayoría de la población. Tanto que es el capital el que otorga el derecho a la existencia. La mayoría de la gente tiene derecho a vivir si obtiene un salario,  para lo que cual debe ser demandada y contratada como mano de obra en el mercado de trabajo. Las personas y la naturaleza convertidas en mercancías comprables y vendibles, con precios necios.

La instauración de la economía capitalista, tanto en Andalucía como en el resto de sociedades, convirtió a los bienes comunes y los medios de producción y vida en propiedad privada. Desde ese momento, las personas propietarias pasaron a necesitar de otras dispuestas a trabajar para ellas, así como las no propietarias pasaron a necesitar un salario ante la imposibilidad creciente de ganarse la vida de forma autónoma. La imposición del trabajo “dependiente y servil” requirió de una enorme violencia, desde la sufrida por las mujeres en la “caza de brujas” hasta la causada por generaciones andaluzas por guardias poco cívicas.

En Andalucía, y sobre todo en su medio rural, la economía capitalista ha tenido como agente hegemónico al latifundio y la gran explotación agraria. La historia de la economía capitalista en Andalucía se caracteriza por la secular y extrema desigualdad en la propiedad de la tierra y, por tanto, en la apropiación del excedente económico generado. El sistema latifundista propició el que una mínima proporción de la población lo tuviera casi todo, mientras que la mayoría se quedaban sin nada, obligadas a “mendigar trabajo”. Es en ese momento en el que Andalucía, ejemplo de economía del revés, se convierte en una tierra extremadamente rica poblada por mujeres y hombre pobres.

 

PER y cooperativas agrarias: legitimación para la acumulación del revés

El Estado ha intervenido en esta economía en épocas más liberales y en épocas menos liberales, incluso en las neoliberales. Y lo ha hecho poniendo en marcha herramientas para consolidar y legitimar el gran capital agrario andaluz, el agente hegemónico en gran parte de nuestra historia. Entre las mismas nos encontramos con el “PER” y el cooperativismo agrario. Tanto uno como otro supuesto perfectas estrategias de acumulación y legitimación del capitalismo agrario andaluz.

El PER ha servido y sirve (con distintos nombres pero similares estructuras) como herramienta para disminuir los costes empresariales (salarios), al mismo tiempo que “ayudaba” a las personas jornaleras para evitar la emigración (y seguir ofreciendo su imprescindible fuerza de trabajo al latifundista). Así, estas políticas estatales han sido muy útiles como mecanismo de control social que hizo desaparecer la reivindicación jornalera de la reforma agraria (reparto de la tierra) y reforzó la dependencia y marginación de las economías del medio rural andaluz y sus gentes. Es decir, que más que un sistema de protección social sería más correcto denominarlo sistema de protección empresarial.

El cooperativismo agrario, por su parte, sirvió como herramienta para mejorar los ingresos de la gran explotación agraria mediante la mejora de los precios de sus productos. Este cooperativismo, con origen mayoritario en el franquismo e impulsado por la Junta de Andalucía en las últimas décadas, ha jugado un papel convergente con el realizado por el PER: mejorar las cuentas y beneficios de la agricultura latifundista, uno por la vía de los ingresos y otro de los costes. La inmensa mayoría de estas cooperativas agrarias consistieron, como dijo M. Haubert, en “empresas asociativas” o “cooperativas de servicios a los propietarios de tierras”. De este modo, y en palabras del autor antes citado, “la modernización y la capitalización del campo, en vez de poner en tela de juicio el poder económico, social y político de los caciques, podía reforzarlo considerablemente.”

A pesar de denominarse cooperativas, estas grandes empresas apenas ponen en marcha estrategias de democracia económica. Además, la distribución de las ingentes rentas que generan no repercute de forma equitativa en el campo andaluz, sino que mantienen la injusticia y el mal reparto. Las cooperativas agrarias se han convertido en cooperadoras necesarias del actual capitalismo global, que las utiliza para succionar la riqueza que genera el campo andaluz. De este modo, las grandes cooperativas empresariales refuerzan, en pleno siglo XXI, como diría Haubert, el poder “económico, social y político de los caciques” y son legitimadoras y herramientas clave del capital global que succiona las riquezas del agro andaluz. Al igual que el Estado franquista, la actual administración andaluza, española y europea favorece estos procesos y, disfrazado de “cooperativismo”, se afianza la injusta situación secular del medio rural andaluz.

Para ser justos, es necesario indicar que quedan al margen de estas prácticas pequeñas cooperativas agrícolas que sí tienen como objetivo la mejora de sus personas socias y llevan a cabo, o al menos lo intentan, estrategias participativas y democráticas de gestión. Además, y muy alejada de estas dinámicas, se encuentra la experiencia cooperativa de Marinaleda. No se trata de una cooperativa de personas propietarias de tierras, sino de jornaleras que trabajan de forma autogestionada una tierra pública; es decir luchando con el objetivo de que sea un proyecto de propiedad pública, planificación comunitaria y gestión cooperativa.

 

Movimiento cooperativista transformador

Nos planteamos si es posible poner en marcha un movimiento cooperativo y un sistema de protección social que pongan del derecho, al menos en parte, esta economía del revés. Se trataría de pasar del PER a la Renta Básica (un subsidio agrario sin peonadas para toda la población), y del cooperativismo agrario a un movimiento cooperativista transformador.

Una RB similar al PER, y un movimiento cooperativista como el actual agrario, no servirán para otra cosa que para continuar legitimando una relaciones económicas que están provocando que el 38,2% de la población de Andalucía está en riesgo de pobreza y/o exclusión social (datos de la Red andaluza contra la pobreza y la exclusión social). Sin embargo, una RB incondicional, individual y universal y un movimiento cooperativista con otro modo de entender la propiedad, el trabajo y el valor podrían servir para mejorar la realidad socioeconómica de Andalucía. Veamos.

Para intentar volver a poner del derecho a la economía del revés, hoy día se habla con profusión de economía social, valga la redundancia. Y es que, aunque es reiterativo poner el adjetivo social tras el sustantivo economía, la situación a la que ha llevado a esta sociedad la economía capitalista provoca estas situaciones que se acercan a lo absurdo. El movimiento cooperativo forma parte de esta economía, de este conjunto de iniciativas socioeconómicas que priorizan la satisfacción de las necesidades de las personas por encima del lucro, de los beneficios. Ahora bien, para que las cooperativas y el resto de entidades de la economía social andaluza tengan vocación transformadora es preciso buscar alternativas a las formas en que la economía capitalista considera el valor, el trabajo y la propiedad. Es decir, difícilmente podremos hablar de economías transformadoras sin buscar alternativas al trabajo asalariado dependiente, al valor de cambio y la propiedad privada, pilares básicos de la economía capitalista.

La economía capitalista convierte el trabajo social, es decir, el trabajo realizado para otras personas, en trabajo dedicado únicamente a la producción y reproducción del capital (y cada vez más contra la Vida). Frente a esto, el movimiento cooperativista transformador debe contribuir a eliminar la explotación de unas personas por otras mediante el establecimiento de la cooperación en un proceso laboral común. Además, si como objetivo la reproducción de la Vida, debe atender a otros trabajos sin salario y, de este modo, la explotación específica de las mujeres en la economía capitalista.

La búsqueda de otro trabajo no dependiente está completamente relacionada con la eliminación de la propiedad privada de los medios de producción y/o de vida en los que se sustenta las condiciones materiales de la gente. La economía social transformadora debe propiciar un nuevo sistema productivo comunitario que busque alternativas a la propiedad privada. En este sentido, es de interés reflexionar sobre la instauración de “fondos colectivos de recursos” donde la propiedad pase a ser colectiva, gestionada democráticamente, participada por múltiples agentes y tengan objetivos vinculados al movimiento transformador y alejados de la economía capitalista.

En tercer lugar, se trata de producir bienes y servicios en función de, hasta donde sea posible, el valor de uso, y que éste sea capaz de subordinar al valor de cambio. La economía capitalista tiene como base otorgar a los bienes y servicios el valor que marca la demanda solvente o poder de compra. Si alguien no tiene poder de compra, es decir dinero, no podrá satisfacer sus necesidades y deja de tener derecho a la vida. Se trata, posiblemente, del eje o elemento más difícil de alcanzar por las actuales entidades o unidades productivas pues el contexto en el que se mueven no les permite tener un grado de autonomía demasiado amplio.

 

Autonomía para otra economía

Por tanto, la Economía social que busca la transformación hacia el poscapitalismo requiere de la adopción de alternativas a la propiedad privada, al trabajo dependiente y al mercado o valor de cambio. ¿Hasta qué punto puede la Renta Básica impulsar este cooperativismo? En principio, hay que tener en cuenta que la Renta Básica no es una medida que vaya contra la propiedad privada de los medios de producción, ni signifique un cambio en las estructuras esenciales de la economía capitalista. Ahora bien, consideramos que puede servir o tiene un claro potencial para debilitar tanto la propiedad privada como el poder que ejerce el capital sobre el trabajo asalariado. Desde esta perspectiva, la Renta Básica es una medida que proporciona autonomía a las personas respecto al mercado de trabajo, respecto al trabajo dependiente y, por tanto, al capital. Se trata de una medida que resta poder al propietario de los medios de producción pues deja de otorgar el derecho a vivir.

Por otro lado, La Renta Básica dota de poder de compra a todo el mundo por lo que convierte la demanda de muchas personas en real. Así, es una medida que pone por delante de la ganancia la satisfacción de las necesidades de la gente y, por tanto, es una medida que subordina el valor de cambio al valor de uso.

Por último, y en relación con el movimiento cooperativo, una RB sería un potente apoyo de rentas para aquellas personas que deseen crear una cooperativa o cualquier entidad de economía social con vocación transformadora. La precariedad y el desempleo han impulsado a muchas personas hacia la economía social más como “actividad refugio” que como forma de trabajo o actividad con potencialidad enriquecedora y de transformación. La Renta Básica aumenta el grado de autonomía de las personas y de este modo facilita la generación de actividad económica transformadora, con menos precariedad y más capacidad de tomar decisiones.

Cualquier sistema de protección social, como cualquier tipo de economía social, pueden ser tanto agentes de legitimación como de transformación. Tanto el PER como la Renta Básica, tanto una cooperativa como una fundación o asociación, pueden asentar la actual economía del revés o ser agentes transformadores de la misma. No obstante, el potencial transformador de la Renta Básica es muy superior a la del PER o sistemas asistenciales similares, del mismo modo que lo es el existente en la nueva economía social andaluza representada por Coop57 o REAS respecto a cooperativismo agrario. Tanto la Renta Básica como el cooperativismo transformador son medidas útiles para desmercantilizar bienes y servicios prioritarios o estratégicos para la vida. En este sentido, la primera es una herramienta que puede impulsar a la segunda y, entre ambas, avanzar hacia una economía que deje de estar del revés, que deje de estar contra la vida.

 

Artículo publicado El Topo Tabernario nº 37. http://eltopo.org/renta-para-otra-economia/?fbclid=IwAR0LCtqJaX2FprSH4FTwdcIatzc3K4UmF7YvP_XAup9hhvce_0nFwIYErNY

Ilustriación de Natalia Menghini.

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Andalucía y la nueva-vieja Edad Media

La lectura de una presentación del libro «Globalizaciones: la nueva Edad Media y el retorno de las diferencias» de Joseba Gabilondo* me ha sugerido algunas cuestiones sobre nuestra bendita tierra.

La cuestión es que la instauración de la economía capitalista en Andalucía apenas sirvió para superar características o procesos eminentemente medievales. Por una parte, la polarización de clases sociales. La misma ha mantenido una oligarquía aristocrática que ha intentado subsumir al resto de la población en una no-clase, cuya condición ha sido la secular precariedad. Esta polarización social, a su vez, ha dado lugar a formas políticas de populismo. No miren a VOX, sólo, miren también al PSOE-A.

Por otra parte, indica Joseba Gabilondo que «se puede constatar hoy día una multiplicación irreducible de la diversidad social y cultural, desde el fundamentalismo religioso y étnico al tribalismo urbano y de Internet, que, a su vez, excede y deja ver los arcaicos y nuevos límites del capitalismo. Ello apunta a un paisaje post-multiculturalista de diversidad irreducible que hace imposible cualquier forma de política universalista (Alta Edad Media, V-X). De ahí que, en vez de ‘globalización’, en singular, o de ‘altermundismo”, demasiado simétrico a la globalización hegemónica a la que se contrapone, este ensayo caracterice nuestro presente como un momento medieval de globalizaciones múltiples que exceden el capitalismo y se contraponen a una nueva aristocracia incipiente desde su irreducible diferencialidad.»

Desde este análisis quizás sea posible ofrezcer una salida al pensamiento de la izquierda andaluza, que, como al resto, «la avocan, irónicamente, a una proclamación muy medieval de la universalidad insuperable y cuasi-religiosa del capitalismo.»
Es preciso que exploraremos «nuestro paisaje medieval donde la moral del amo vuelve a querer imponerse frente a un ‘vulgo’ diverso e irreducible que está abocado a una precariedad que se convierte en nueva forma de política y resistencia.»
Desde este nuevo horizonte neomedieval, del que parece que en Andalucía apenas nos hemos separado en décadas o siglos, debemos buscar salidas anticapitalistas al antropoceno, o era ecológica creada por la humanidad, la cual no parece tener salidas modernas tecnológicas o utópicas, solo medievales y apocalípticas: desastre, ruina, plaga, etc.

Manos a la obra. Algo bueno tenía que tener la continuidad de tanta injusticia: tenemos experiencias en luchas seculares contra la oligarquía y la opresión. También, como todo, tiene cosa malas: son demasiadas las personas que piensan que se consigue más junto al opresor que junto a las iguales oprimidas.

 

* Joseba Gabilondo (2019): «Globalizaciones: la nueva Edad Media y el retorno de las diferencias.» Madrid: Akal.