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Comunalicemos

En Andalucía continúa habiendo lucha por y desde lo común. La tierra en Marinaleda o la Sierra en Morón son alguno de los múltiples ejemplos.

En Cochabamba dijeron: «Hemos sufrido un gran robo, cuando no somos propietarios de nada». Hoy, como ayer, como mañana promover lo inapropiable para evitar la destrucción y el robo es esencial.

La pobreza es el principal problema social y económico de Andalucía. Tras décadas de empleabilidad, emprendedorismo, en definitiva, de personalizar los problemas sociales y culpabilizar a las víctimas, vivimos en una sociedad cada vez más desigual y excluyente.

El debate promovido desde política profesional y sus medios de transmisión ocultan estas realidades. El distanciamiento sideral entre lo real y lo político-virtual impulsa movimientos y escenarios políticos que fomentan y legitiman la miseria y su contraparte, la opulencia.

Frente a la violencia y al autoritarismo que conlleva la desiguladad, promovamos lo común, lo inapropiable, y asumamos como comunes los problemas sociales y colectivos que nos afectan. Y, sobre todo, comencemos a resolverlos desde el principio de lo común.

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Vacuna y lecciones económicas

Estaremos de acuerdo que la economía capitalista por excelencia es la de Estados Unidos. Según Dean Baker, el gobierno de ese país ha optado por «seguir una senda de investigación de monopolio de patentes, por oposición a una investigación colaborativa de código abierto. Si Trump hubiera seguido esta última vía, todo el mundo tendría vacuna, o al menos todo el mundo sería capaz de fabricarla.» De este modo se impulsaría la competencia y la competitividad, no el monopolio, ¿verdad?

Lección: la economía capitalista no busca la competencia, la competitividad, una vacuna que salve vidas. Busca beneficios para las grandes corporaciones poderosas. El monopolio es intrínseco a la dinámica capitalista de acumulación de capital y poder.

Según el anterior autor, Trump (o quienes mandan sobre él) puso en marcha la “Operación a toda velocidad” (Operation Warp Speed), a la que consignó más de 10.000 millones de dólares de fondos públicos. Se supone que este esfuerzo desarrollará tanto vacunas como tratamientos para el coronavirus. Varias empresas recibieron financiación por anticipado, pero dependen primordialmente de adelantos sobre acuerdos de compra de una vacuna eficaz (por ejemplo, Pfizer); otras empresas (como Moderna) contó en buena medida con financiación por anticipado, consiguiendo 483 millones de dólares para su investigación pre-clínica y los ensayos de la fase 1 y fase 2, y luego otros 472 millones de dólares para cubrir el costo de sus ensayos de la fase 3. Después de asumir en buena medida los costes de desarrollo de Moderna, el gobierno le está permitiendo a esta empresa mantener un monopolio de patente en su vacuna. Esto significa que estará pagándole dos veces, primero con la financiación directa y, luego, una segunda vez al permitirle facturar precios de monopolio en su vacuna.

Segunda lección: en la economía capitalista utiliza el estado interviene financiando a empresas en su labor de obtener beneficios. El Estado capitalista es intervencionista, con o sin neoliberalismo, y su intervención asegura la acumulación de capital sobre los intereses de la vida y las necesidades de las personas sin capital.

Otra vía respecto a la obtención de la vacuna podría haber sido la investigación conjunta, no sólo nacional sino internacionalmente. Esto vendría a significar que todos los hallazgos de investigación se colgarían en la Red en cuanto fueran prácticos y que toda patente sería del dominio público de modo que cualquiera pudiese aprovecharla. Esto, que daría mejores resultados para la gente común, disminuiría los beneficios del capital.

Tercera lección: en la economía capitalista los beneficios están antes que la vida, incluso llegan a ser contradictorios pues la gente está muriendo por asegurar beneficios a las grandes empresas.

La economía es un conjunto de saberes, de conocimientos. La economía capitalista es el modelo socioeconómico en el que vivimos.

Cuarta lección: la economía no está contra la vida. La economía capitalista sí.

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Democracias por venir

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Hace tiempo que no sentía tanto asco de la realidad «política», es decir, de aquélla que realizan los políticos remunerados (por eso entrecomillo). Ante tanta fatiga, uno busca aire y lo he encontrado leyendo a Maurice Godelier: «los seres humanos, contrariamente a otros animales sociales, no se conforman con vivir en sociedad, (sino que) producen sociedad para vivir.»

Ante la degradación de esta democracia autoritaria que impulsa cada vez más a las figuras más autoritarias de cada organización electoral, hay otra política que trataría de dar una forma democrática a esta producción en común de la sociedad. En palabras de Laval y Dardot, se trata de crear «en todos los sectores instituciones de autogobierno cuya finalidad será la producción de lo común», a lo que denominan «la institución democrática de la economía».

Socialistas (de verdad) como el francés Jean Jaurès lo convertían estas ideas en la ambición política del socialismo: «Que todos los hombres pasen del estado de competencia brutal y de conflicto al estado de cooperación, que la masa se eleve desde la pasividad económica a la iniciativa y a la responsabilidad, que todas las energías que se gastan en luchas estériles o salvajes se coordinen para una gran acción común; (…) y existirá verdaderamente, por primera vez, una civilización de hombres libres, como si la flor resplandeciente y encantadora de Grecia, en vez de desarrollarse sobre un fondo de esclavitud, naciera de la universal humanidad.»

Necesitamos nuevas ambiciones políticas que nos saquen del barro en el que tan a gusto están los cerdos; que busquen alternativas a esta deriva autoritaria. Hay otra política-economía distinta a las estrategias de obtención de votos-dinero que acumulan cada vez más poder y revientan cualquier posibilidad de democracia.

La política-economía debe ser cooperar para mejorar la vida (en común), no luchar por ganar votos-dinero a cambio de vidas. Hay alternativas al espectáculo del poder zafio, de capitalismo voraz. Hay otra política-economía, hay otras democracias por venir.

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Michael Roberts, economía crítica

La UNCTAD, la agencia de Naciones Unidas sobre el comercio y desarrollo, ha realizado un informe muy crítico con el neoliberalismo. Para ello, al igual que muchos economistas «críticos», asume una posición keynesiana. La crítica al capitalismo neoliberal se hace desde otras posiciones capitalistas, en este caso las que siguen las teorías de Keynes.

Para estas posiciones, la causa de los problemas está en la falta de demanda, salarios,… Suena bien, es verdad, pero no es cierto. En este marco se encuentran los economistas críticos televisivos o invitados a tertulias radiofónicas. Así opinan desde Juan Torres hasta Thomas Piketty, pasando por los hermanos Garzón (ministro, uno, asesor, otro) o los economistas con peso en partidos y sindicatos españoles progresistas (PSOE al margen, claro).

En una economía capitalista, las cosas van mal cuando el capital deja de obtener ganancias y por eso se comenzaron a implementar en la década de 1970 y 1980 las políticas neoliberales. En capitalismo, en ese marco de juego, las cosas son así.

Por tanto, si queremos cambiar las cosas, hay que cambiar el marco de juego: atacar al capitalismo; a la propiedad de los medios de producción; al valor entendido como valor de cambio; al trabajo entendido como empleo trabajo asalariado. No sirven políticas keynesianas que suenan bien y generan buenos puestos de asesores progresistas pero que son radicalmente equivocadas pues no atacan el marco de juego.

Michael Roberts lleva años realizando una crítica certera a la crítica keynesiana del neoliberalismo. De este modo se sitúa en un pensamiento fuerte de transformación real de la economía capitalista. Por eso es tan importante leerlo. Y por eso se agradece tanto a Sin Permiso la publicación traducida de sus artículos.

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Paren ya con el paro

Sindicalistas, representantes políticos, periodistas del mundo, gentes de bien que defendéis a la clase trabajadora, dejen de hablar de paro tal y como lo hacen.

Oficialmente, la economía capitalista denomina “población parada” al conjunto de personas de 16 ó más años que no tiene trabajo asalariado o empleo y están disponibles y en busca del mismo. Con este término se desconsidera a toda persona que no tiene un empleo pero que realiza otro tipo de trabajo. Por tanto, es más pertinente denominarla “población desempleada”. Es decir, la economía capitalista, y la gente que habla como ellla, confunde entre personas paradas y personas desempleadas.

De forma nada casual, en la economía capitalista se considera como persona parada, por ejemplo, a aquellas que trabajan “sumergidamente” sin dar de alta limpiando en casas de las rentistas verdaderamente paradas. Gentes de bien, digan que esas personas están desempleadas, pero no se dejen engañar y las nombren como paradas. Trabajen las horas al día que trabajen, y satisfagan las necesidades que satisfagan, a esas personas las denominará el poder como paradas, “población pasiva”, fundamentalmente, porque no son recursos humanos en un proceso productivo que genera beneficios empresariales para un capital. Por el contrario, a las que cobran de las rentas sin apenas esfuerzo nunca se las denominará pasivas o paradas pues tener capital en el capitalismo exime de cualquier otra cualidad o exigencia.

Sin embargo, la gran mayoría de las personas realmente “paradas” nunca son denominadas como tales. Las personas paradas, en sentido estricto, son rentistas, a saber: viven del capital acumulado por ellas o por sus familiares; de operaciones especulativas en los mercados financieros; de las rentas o alquileres de locales y/o tierra (en muchas ocasiones heredados); de subvenciones provenientes de propiedades rústicas; etc. La mayoría de estas personas “paradas” pueden contratar a otras para realizar las labores de cuidados y domésticas. Por tanto, las personas realmente paradas son aquellas con elevados recursos provenientes de rentas del capital (mobiliario o inmobiliario) que apenas deben realizar ninguna actividad económica que acompaña a la propia vida, pues se la hacen otras.

Defensores de la clase trabajadora no le hagan el juego a los rentistas, a los parásitos, a los especuladores, al poder. Dejen de llamar parado al que trabaja cogiendo espárragos; no digan que están paradas las que cuidan y cuidan y cuidan de los demás.

Paren ya, dejen de hacer el juego a las clases privilegiadas.

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Renta básica: instrumento de autonomía

En enero de 2003 conocí a José Iglesias, Maestro en muchas cosas, entre las que se encontraba una herramienta sociopolítica a la que llamaba Renta Básica. A lo largo de todos esos años he aprendido a conocer y ver claramente cómo el poder utiliza de manera espúrea conocimientos, luchas, trabajos de mucha gente. Nada nuevo, siempre ha pasado, lo cual no quita que siempre, siempre, continuemos, perseveremos porque sin esperanza, lucha y perseverancia solo queda la aceptación del mal, la mentira, la injusticia. El mal no gana si hay bien en lucha.

Ante la mentira del poder, o el poder de la mentira, hablemos de renta básica. Hablemos, por tanto, del trabajo.

¿Qué es el trabajo? Podemos entender por trabajo a la ejecución de tareas que suponen un esfuerzo humano (mental y/o físico), que tienen por objetivo la producción de bienes y servicios que sirven para satisfacer las necesidades de las personas. Por tanto, no sólo es trabajo aquella actividad que se realiza en una empresa a cambio de un salario y con el objetivo de generar beneficios empresariales. No sólo son personas trabajadoras aquellas que tienen un patrón que les proporciona un salario. También lo son las personas, fundamentalmente mujeres, que se han encargado de realizar las tareas, trabajos, en el hogar, de cuidar a niños y mayores. Y también son trabajadoras aquellas personas que realizan un trabajo voluntario sin contraprestación monetaria alguna. Y, cómo no, a las que se le denominan «paradas» y realizan actividades como coger espárragos y targarninas y obtener unos recursos a cambio de su venta (o rifa).

Es cierto que en la economía capitalista el trabajo dependiente asalariado (por cuenta ajena) se colocó en el centro de la sociedad; que la relevancia de esta actividad laboral en la vida de las personas es evidente y en muchos casos central. También lo es la enorme relevancia que ha tenido y tienen las organizaciones obreras, aquellas vinculadas al trabajo dependiente, en la transformación de la sociedad. Sin embargo, aumenta el número de personas que piensan que no es posible seguir avanzando en la justicia social y la libertad (o autonomía o soberanía) de las personas sin considerar trabajadoras a la gente que cuida de las demás; sin luchar por hacer que todas las personas que realizan una tarea que sirve para satisfacer las necesidades de los demás tengan una renta.

El trabajo dependiente o empleo, aquel que depende de los empresarios (propietarios de los medios de producción y vida) y que hasta ahora ha sido el único que merecía ser llamado trabajo, lo gradúan estas personas según su interés y, por ello, cada día es más escaso, o precario, o precario y escaso. Existe más gente que ofrece su fuerza de trabajo que empresas que la demandan. La escasez del trabajo asalariado es la fuente del poder empresarial, y con ello de su capacidad para precarizar el empleo y la vida de la gente. Por ello es necesario distinguir lo que es trabajo de empleo; tener claro que el empleo es un tipo de trabajo, no el trabajo; y dejar de exigir el pleno empleo y pasar a exigir que todas las personas tengan una renta que les permita vivir con dignidad.

Las personas debemos lograr la autonomía del capital. Las que vivimos de nuestra capacidad de trabajar, y no de capital acumulado, debemos dejar de depender de aquéllas que viven del trabajo de las demás. Mientras se le otorgue a una minoría la capacidad de «crear» puestos de trabajo y, de este modo, controlar la renta que llega a la gente, no habrá posibilidad de lograr la mejora de vida de la inmensa mayoría de personas. En el actual capitalismo, seguir pidiendo trabajo (asalariado) o empleo es continuar dependiendo de la minoría privilegiada que viven a costa del sufrimiento de las demás. Si queremos avanzar en la justicia social y la libertad de las personas debemos pensar en mecanismos de distribución de la riqueza que no dependan del mercado de trabajo, que no dependa de ningún mercado, porque si no estaremos poniendo en manos de los que no quieren redistribuir los mecanismos de distribución.

Por eso es preciso hablar de las cooperativas autogestionadas y con objetivos poscapitalistas; por eso hay que volver a pedir que los medios de producción y vida sean públicos o colectivos o comunitarios; por eso hay que buscar alternativas al trabajo por cuenta ajena; hacer que el valor de las cosas no las marque el valor de cambio o mercado capitalista sino el valor de uso. Por eso la renta básica es un instrumento a considerar por los que buscamos la justicia social y la autonomía de las personas.

Ante el Estado del capital, ante el capital soberano, la renta básica no es más que una herramienta para ampliar la autonomía de la gente, para contrarrestar la actual tiranía del capital. Ni más, ni menos. Si no sirve para eso no es renta básica sino más bien otro elemento básico de tergiversación del poder, de justificación de la actual soberanía del capital.

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Bahía de Cádiz: sin unión no hay futuro

Por Eneko

Las cadenas productivas territoriales localizadas en la Bahía de Cádiz, en términos generales, son actividades compuestas por empresas de muy diversa dimensión. En la industria naval, en la aeronáutica o en el turismo, existen pequeñas, medianas y grandes empresas. Ahora bien, en dichas actividades son las grandes empresas las que tienen el control de la cadena, el poder económico alrededor de la producción de un bien o la prestación de un servicio. Y en casi todas, estas grandes empresas están controladas por capital foráneo, o cuyo control no depende de las fuerzas socioeconómicas locales (como es el caso de Navantia).

La subcontratación productiva y la reconstrucción en forma de red de la producción llevan consigo el crecimiento del empleo precario. Así, durante las últimas décadas, ha aumentado la proporción del número de puestos de trabajo de la industria auxiliar respecto a los directos internos; cada vez más gente trabaja en talleres subcontratados y menos en las grandes factorías de la Bahía. Por ello ha aumentado el denominado mercado de trabajo secundario: el empleo eventual, el autoempleo, el trabajo asalariado más precario. A medida que se desciende en la trama productiva, aumentan los desequilibrios y los contratos de menor calidad. Las relaciones laborales en el “centro” de la red, por ejemplo Navantia, son de mejor calidad y mayor estabilidad que las condiciones de trabajo de las empresas de la “periferia”. Por tanto, en el conjunto del sector se asiste en las tres o cuatro últimas décadas a un proceso según el cual se reduce la proporción de empleos concentrados en las grandes firmas respecto a los existentes en la órbita de las mismas. Aumenta el número de pequeñas empresas y surge la denominada fábrica “difusa posfordista”.

Subcontratando

Con la subcontratación, externalización o descentralización productiva se ha perseguido dotar a los astilleros y grandes fábricas de unas plantillas lo más flexibles posible, es decir, aumentar la temporalidad del empleo. Navantia lleva mucho tiempo poniendo en marcha este tipo de estrategias. No obstante, fue a partir de 1996, con el aumento de la demanda en el sector naval a nivel internacional cuando se aceleró el proceso. En gran medida, la empresa buscaba una estructura organizativa flexible que se adaptara a las fluctuaciones de la demanda. Además, al descentralizar el máximo número de funciones y tareas, la firma podía especializarse en las actividades más rentables. Hace unos años un sindicalista de Navantia me lo explicaba así: “Sacan todo lo que pueden. Yo creo que aspiran a quedarse sólo con las tareas de coordinación. Sobre todo, la última fase, que es la entrega al armador, la fase más complicada y profesional (…) queda en manos de la plantilla propia. También el diseño original y el control de aprovisionamiento y el control de producción”.

Navantia ejerce el poder con mano de hierro dentro de la trama productiva compuesta por multitud de empresas auxiliares de diverso tamaño. Sobre la unidad hegemónica pivotan un gran número de empresas suministradoras que deben asumir unas relaciones de subordinación. A través de ellas se determinan toda una serie de especificaciones técnicas y otras indicaciones complementarias con las cuales la empresa “cabeza” les indica a las empresas “mano” sus demandas, remarcando quién posee la capacidad de imponer condiciones y, por tanto, la unidad productiva que se coloca al frente de la “cadena productiva territorial”.

Segmentando

El diferencial de condiciones laborales aumenta a medida que se desciende en la trama productiva creada alrededor de la construcción de un barco, un avión o cualquier otro producto. Las relaciones laborales en el centro de la red son de mejor calidad y mayor estabilidad que las condiciones de las empresas de la periferia. A medida que se desciende en la trama productiva, aumentan los desequilibrios y los contratos de menor calidad. De este modo se ha logrado la competitividad: mediante el abaratando los precios del coste de la mano de obra y el incumpliendo los convenios pactados.

El mercado de trabajo “segmentado” para el caso del sector naval puede caracterizarse del siguiente modo a grandes rasgos.

En primer lugar el “núcleo estable” compuesto por personas empleadas con contratos estables pertenecientes a las grandes unidades de negocio de Navantia. Mantienen una elevada estabilidad matizada por la flexibilidad interna (funcional, numérica o salarial). Las condiciones laborales, por tanto, se caracterizan por la escasa rotación, la utilización de la negociación colectiva para establecer las condiciones laborales, un nivel salarial alto-medio y una elevada estabilidad.

En segundo lugar estaría al que podríamos denominar “grupo periférico”. Son las personas empleadas en las principales empresas suministradoras de “Navantia”. El mayor o menor nivel de calidad de la relación laboral depende de la “carga” de trabajo de la subcontrata. Respecto al grupo anterior, tienen normalmente un mayor nivel de rotación y menores niveles salariales y de estabilidad.

Un tercer grupo sería la “corona externa”. Se encuentra en este segmento tanto el pequeño número de profesionales cualificados que se autoemplean, como el creciente volumen de personal eventual dedicado a tareas más descualificadas y subcontratadas que sólo pueden acceder a contratos de trabajo de escasa calidad y que de forma periódica ingresan en las listas de desempleo. En este segmento se encontrarían todas aquellas personas empleadas de aquellas pequeñas empresas que trabajan para las subcontratistas principales de la central o los autoempleados situados en los últimos “escalones” de la “trama productiva”. Estas personas tienen un alto nivel de rotación, una negociación individualizada de las condiciones de trabajo, bajo nivel salarial y gran inestabilidad o eventualidad en la contratación.

Unión o humillación

Las protestas de este verano en el sector del metal de la Bahía de Cádiz tienen una extrema relevancia. La subcontratación ha sido una estrategia del capital para bajar costes, precarizar el empleo y aumentar sus beneficios: precarizar vidas para generar capital. No sólo en los astilleros gaditanos, es una estrategia generalizada en todas las ramas industriales e incluso en actividades primarias y terciarias.

A día de hoy, cada vez más personas que trabajan en las empresas subcontratadas están diciendo basta. La respuesta de las que lo hacen en las empresas subcontratadoras, Navantia, puede ser de dos tipos principalmente: uno, apoyar a los trabajadores de fuera; dos, apoyar las estrategias de la empresa matriz. Lo primero posibilitará un futuro de unión y lucha por las mejoras laborales del conjunto. Lo segundo será privilegio para hoy, de cada vez menos gente, y precariedad y desempleo generalizado para mañana.

El campo andaluz, la economía «cortijera» es una experiencia de la que aprender. Al final a los manijeros también los humillan. Doblemente.

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Esparragueras (económicas)

Fácil y asqueroso

Luis María Linde. Gobernador Banco de España

Dos informaciones fácilmente accesibles en la Red:

– Periódico La Razón. «Las dudas sobre la sostenibilidad de las pensiones públicas lleva a los planes privados a cifras récord.«

– Web Sueldos Públicos. El Gobernador del Banco de España, Luis María Linde, tenía en 2017 un sueldo bruto de 176.481.

Aunque parezcan que son muy listos, tampoco lo son tanto. Más que inteligencia lo que tienen es muy pocos escrúpulos, gran cualidad para ser importante en los entresijos de las alturas de la economía capitalista.

Cada vez que el Gobernador del Banco de España, funcionario con sueldo público, expone dudas sobre el sistema de pensiones, los fondos privados aumentan sus ganancias. Cobra de lo público para hacer el trabajo sucio al sector privado.

Nada tiene que ver la pirámide de población o la mayor esperanza de vida de la gente. Buscarán todo tipo de argumentaciones para logar su único objetivo: aumentar los beneficios económicos de los agentes rentistas financieros.

Lo de menos es la vida de la gente.

Fácil y asqueroso al mismo tiempo.

Ángel Martínez-Aldama. Patronal Inverco.

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Goebbels, Friedman, ¡presentes!

En el okupa de mi pueblo, en mi pueblo hay okupa, aprendimos a no repetir (demasiado) los argumentos. En un momento determinado se decía, suficientemente debatido, y a otro tema. Con o sin acuerdo. Un acuerdo por poco es una derrota por mucho.

En la sociedad actual Goebbels está asumido. Hay que repetir machaconamente una idea y así se hará cierta, y obtendrás la victoria, y se acabó.

Si lo dicen en la radio será verdad. Si hay tanta gente preocupada, porque lo han dicho muchas veces, habrá mucha gente a la que le han ocupado su casa alguien que no es la policía enviada por un banco (juez mediante).

Así hasta personas sin casa cree que le van a ocupar su (¿?) casa. Y no atiende a su derecho, y a la de las demás, a una vivienda digna (constitución mediante) y termina poniendo una pegatina de una empresa de (in)seguridad y otros acojones (aunque no tenga dinero para pagar casi ni la pegatina).

Y así, una persona sin apenas recursos habla del «derecho a elegir» colegio privado, tal como haría el mismísimo Milton Friedman (¡presente!). Sin embargo, el derecho realmente existente es a recibir educación pública y la forma de implementarlo cosiste, básicamente, en tener una plaza de colegio público. Ir a un colegio concertado es un privilegio, no un derecho. Pero, claro, con Friedman tan presente, el derecho es a elegir lo que genere beneficios económicos (terminaremos por exigir tener derecho a elegir hospital: muchos pedirán el de Navarra, Opus mediante).

Y así, las empresas de telefonía, energía, banca y demás privatizadas por peperos y socialistas (¿?) son las que más denuncias tienen pero se sigue afirmando que lo privado es eficiente (con sus dirigentes peperos y socialistas al frente, puerta giratoria mediante). Lo público no es eficiente, es ineficiente, lo dicen machaconamente informes pagados por las privadas privatizadas que reciben denuncias y pagan sueldos a expolíticos peperos y socialistas (¿?).

Igual hasta yo me estoy repitiendo. Hace mucho que no recibo enseñanzas en mi okupa.

En fin, termino: repite que algo queda. Esta es la máxima de una sociedad en la que priman los intereses a los derechos, la fuerza a los argumentos, la violencia a la razón. La repetición y la fuerza (Goebbels) como herramientas para establecer mecanismos socioeconómicos en favor de las minorías poderosas (Friedman).

Friedman, Goebbels, presentes!

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Cooperativismo y comunes

Para Elionor Ostrom una institución es el establecimiento colectivo de reglas de acción práctica. Para esta autora, los comunes no son cosas, sino relaciones sociales entre individuos que explotan determinados recursos en común. Esta autora muestra que los comunes son sistemas institucionales de incitación a la cooperación, al margen del mercado y del Estado.

Los comunes incitan a la cooperación, y el cooperativismo debe ser la demostración práctica de que es posible producir-consumir al margen de la propiedad privada y de las jerarquías estatales. No hay ninguna necesidad de privatizar los comunes para excluir de su uso; no hay ninguna necesidad de apelar a leyes creadas por el Poder para controlar a las personas y obligarlas a obedecer a quien tiene la soberanía en la economía capitalista, es decir, al capital.

Para trasladar la soberanía a la gente, al común, es preciso establecer comunes, relaciones sociales que impulsen relaciones económicas cooperativas. Las economías transformadoras deben tener estos principios como pilares de la necesaria transición hacia otra sociedad, otra economía, otro mundo.

Relaciones sociales cooperativas para una revolucionaria economía comunal: tan simple como complejo; tan posible como imposible.

O no.