La calle no es mía.
Los árboles de la avenida no son propiedad privada.
Los ríos quitan tierras para plantar más olivos, más trigo, más y más. O adosados.
Las carreteras son nichos de negocios muy rentables, salvo que se deban cumplir las especificaciones técnicas.
Estas realidades hacen que una borrasca se convierta en una peligrosa ANA.
Calles anegadas, ramas caídas, campos empantanados, carreteras listas para ser arregladas por las mismas empresas que incumplen las especificaciones técnicas, casas…
La privatización de todo y el desprecio por lo colectivo harán que algo natural se convierta en extraordinario. Y sin embargo, lo anormal, el que todo se guíe por el lucro privado, pasa a ser invisible y naturalizado.
La lluvia acabará aclarando esta sociedad tan oscura.
Autor: Oscar
Navidad
«La solidaridad es lo que substituye en democracia a la caridad, porque la solidaridad es la reciprocidad igualitaria entre ciudadanos, al contrario que la caridad, que supone una desigualdad entre quien da y quien recibe». Estas palabras son de Jean-Louis Laville (La economía solidaria en perspectiva).
Cada día es más evidente el retroceso de la solidaridad y el avance de la caridad. Eso indica el retroceso de la democracia y el avance de un régimen político cada vez más injusto y, por tanto, autoritario.
La Navidad, en este sentido, es un buen momento para reconocer el retroceso democrático.
Ficciones
La bandera roja y gualda dejará sitio al Niño Jesús.
El nacional catolicismo cabe en un balcón. Y lo que cabe en un balcón, claro, también lo hace en un país. Y puede hacerlo por muchos años.
Naturalizada una bandera impuesta por una dictadura y legitimada por una supuesta democracia.
Naturalizado un niño que nace de un espíritu y una virgen.
Vemos la historia, la realidad a través de cuentos, de historias, de ficciones.
El poder puede que sea eso: la capacidad de imponer unas determinadas ficciones, hacer creer en ellas e incluso matar por ellas.
Lebowitz
Dice el economista Michael Lebowitz respecto «al problema de los trabajadores y la gestión». En este sentido, «hay mucho que aprender de los esfuerzos hechos por construir el socialismo en el siglo XX. Sugiero tres propuestas: 1. Cuando los trabajadores no dirigen, otro lo hace; 2. Cuando los trabajadores no desarrollan sus aptitudes mediante la praxis, otro lo hace. 3. Por mucho que creamos haber expulsado al capitalismo, cuando la producción no se basa en una relación de productores asociados, tarde o temprano este retorna.»
Por tanto, para hacer socialismo hay que basarse en una producción centrada en una relación de personas productoras asociadas. Queda cerca, muy cerca, según este autor, la relación entre cooperativismo y socialismo. Cooperativismo, claro está, alejado del basado en el trabajo asalariado y en estrategias similares a las grandes y pequeñas empresas de capital; cooperativismo entendido como asociación de personas trabajadoras que reparten tareas-tiempo, poder-decisiones y derechos-obligaciones en la producción de bienes/servicios.
Equilibrios
En Economía convencional, la que he tenido que tragar para tener un título (e impartir unos años a cambio de un sueldo), el equilibrio indica la permanencia, lo estático, el conservadurismo. Las cosas son como son. Lo ideal para el poder y el mantenimiento de los privilegios.
Una visión más rica la he encontrado en una letra de Carnaval. Sí, un copla de un fiesta popular supera con mucho la teoría económica impartida en las Universidades andaluzas, y no andaluzas, hoy día.
Es una letra Miguel Ángel García Argüez. Palabras mayores. Versos que se encuentran en el popurrí de la comparsa Los Equilibristas. En ella habla de los «equilibrios de la vida», «los equilibrios del poder» y «los equilibrios del amor».
Vida (lo cotidiano, lo material), política (el arriba, el poder) y sentimientos (lo interno, lo profundo). Una bendita trinidad que nos ilumina a los creyentes de la necesidad de transformación-revolución en el más acá.
Equilibrios surgidos de desequilibrios en los que avancemos hacia mejoras humanas, igualitarias (empujes dialécticos hacia mejoras colectivas). Equilibrios inversos a los aprendidos de la Economía paralizante y legitimadora de la Academia.
Equilibrios que nos permitan avanzar en el alambre de la lucha cotidiana por ser mejores personas (mejores amantes), transformar nuestras vidas cotidianas (mejores vecinos-ciudadanos-trabajadores) y hacer que el poder nos respete tanto como si viviéramos en una verdadera democracia.
Talentos
Hubo un tiempo en que se habló de espíritu emprendedor.
También de empleabilidad.
Innovación.
Ahora lo necesario es el talento.
El capitalismo es el culpable de la falta de rentas, de la desigualdad. Todas las personas tenemos talento. No todas la capacidad para salir adelante en esta sociedad injusta y económicamente siniestra.
Demasiada gente tiene el talento de justificar la mentira sin pensar en sus consecuencias.
Talentos miserables que ocultan las verdaderas causas de sufrimiento económico contemporáneo; talentos pagados que desvalorizan los talentos vitales que no sirven para aumentar los beneficios de los verdugos.
Fábricas
En mi pueblo ha abundado la industria. Un pueblo del medio rural con industria. Tan raro que en el pueblo se decía que lo principal siempre ha sido la agricultura. Tan raro que ni se sabía.
Y eso que el día de los inocentes de un día de principios de los ochenta se desalojó el pueblo por un accidente en una fábrica.
La industria era protagonista en una Andalucía, la rural, sin apenas fábricas. En esa industria, en esas fábricas se construyeron ideales de justicia, igualdad, orgullo obrero, dignidad feminista.
Las «camacheras», trabajadoras de fábricas de aceitunas, iban a bares o fumaban cuando en los pueblos de al lado las mujeres apenas podían salir a la calle sin el permiso del marido.
Los trabajadores de la fábrica de cemento hablaban de sindicato, hijos en escuelas o universidades o derechos laborales cuando en el campo el señorito tenía vía libre para todo lo que quisiera.
Pueblo raro en un mar de explotación. Hoy, en esas mismas fábricas se cría el retroceso, la competitividad, la autoexplotación y la admiración al explotador. Días raros en los que no nos sirven derechos pasados, dignidades historiadas o supuesta clase obrera transformadora.
Muchas de esas mujeres quieren ser como las mujeres que las explotan; muchos de esos hombres votan a «Ciudadanos» a falta de falange; demasiados piensan que el pueblo empieza y termina dentro de su casa y de su fábrica. Entre medio nada por lo que preocuparse.
Lo que eran fábricas de dignidades hoy lo son de insolidaridad. Fábricas de un futuro en el que esta gente, paradójicamente, serán las más perjudicadas.
Su presente es el fruto de un pasado de lucha; su futuro será el fruto de las actuales semillas de sumisión.
Desigualdad y esperanza
La Comisión Europea ha realizado por primera vez un análisis socioeconómico de los 28 países. Sitúa a España en la séptima posición por la cola. Solo Rumanía y Bulgaria tienen una mayor desigualdad que España. Además es uno de los estados en alerta por el abandono temprano de los estudios, por la caída de su renta disponible o por su tasa de pobreza.
Cuando se habla del conjunto del estado se obvia que Comunidades Autónomas tan difamadas como País Vasco o Cataluña tienen niveles muy superiores en estas indicaciones a Andalucía. Eso significa que Andalucía está mucho peor de lo que se indica. Que ya es decir.
Y ante eso la idea de mucha gente es que sería normal que la ciudadanía se revelara y propiciara un cambio. No tiene por qué ocurrir eso. La sociedades más desiguales tienen un tejido social más desarticulado que las más igualitarias. El fascismo germina muy bien en los barrios «deprimidos» o sociedades extremadamente desiguales. Quizás por eso las posibilidades de cambios positivos para las mayorías se ven más próximas en Euskalherria o Catalunya que Andalucía, aunque la situación socioeconomica por aquí es mucho peor.
La pescadilla que se como la cola vamos. Y además sin discursos, propuestas populares o alternativas institucionales robustas.
En fin, desiguales hasta en la esperanza pero con la esperanza de poder cambiar.
Mirar las gañanías
Hay, o había, espero que lo primero, una serie de valores en las clases populares y jornaleras andaluzas de las que aprender.
En nuestra labor cooperativa nos guiamos por la Unión, el Cumplir y el Reparto.
Hoy pienso que la gente que -con más o menos buena fe, con mejores o peores intenciones- habla en representación de estas clases -de nuestra gente- debería guiarse mucho más por estos valores. Lo que está pasando alrededor de las movilizaciones del 4D es un síntoma de la falta de puesta en práctica de estos valores (tanto por los representantes como por los representados; no creo en la división comúnmente aceptada de líderes malos y seguidores buenos; demasiado simple y quedabién). Parece que no queremos estar unidos, nos cuesta mucho trabajo cumplir y apenas valoramos el poder transformador del reparto.
Sin la acritud ni maldad que abunda en este medio, yo digo, de verdad que sin acritud ni mal rollo, que me encantaría que aprendiéramos y nos fijáramos mucho más en la gente que vivía en la gañanías y sobrevivían gracias, en parte, a estos valores.
La Andalucía del PSOE en la que vivimos va pareciéndose en muchas cuestiones a una de estas gañanías. Por ello, hoy más que ayer y menos que mañana, necesitamos mirar atrás y coger «rebujía» mamando de nuestros propios valores.
Municipalismo
Saltan las alarmas. La recentralización necesaria para la continuidad de la actual democracia autoritaria está cada vez más cerca. Recentralización de «lo autonómico». «Lo municipal» hace tiempo que pasó a ser un simple alguacil de los dictados de un Poder no elegido (que se sepa nadie ha elegido austericidio, ni subordinación de pago de intereses a políticas sociales).
Y eso que todos somos municipalistas; admiramos a los políticos que dan la cara ante la ciudadanía; la política de los problemas reales; ojana, todo ojana (cuento, mentira, trola, engaño).
Gran error de las fuerzas transformadoras que dicen defender «al abajo» y que la democracia se construye «desde abajo». Gran error, digo, no luchar por la autonomía municipal, por la transformación política desde lo local. No he oido, igual no he estado suficientemente atento, ninguna campaña o iniciativa legislativa de las «fuerzas del cambio» para transformar esta situación, para hacer que exista una verdadera autonomía municipal, capacidad de decisión desde lo local. Igual ahora, que han tocado Madrid, hacen algo. Madrid es Madrid.
Los «juegos de tronos» impiden ver que desde lo chico es la única manera de destruir hoy al monstruo. Desde lo chico y con horizontalidad y cooperación. Claro. Para atacar y transformar al «centro» es necesario la cooperación y coordinación entre las múltiples «periferias».
Demasiada gente usó pero no asumió gran parte de los mejores discursos del 15M. Así nos va.