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Esparragueras (económicas)

Fondos de inversión y campo andaluz

Hay bastante capital en el mercado internacional buscando buenas rentabilidades y Andalucía sigue siendo una buena opción para él. Las políticas monetarias están poniendo en manos de los fondos de inversión abundante munición.

Llevamos siglos vendiendo, pero todavía quedan posibilidades. El ‘agrobusiness’ es uno de esos sectores. Poco a poco, con operaciones medianas o pequeñas están transformando el modelo de propiedad de muchas empresas agroganaderas tradicionales. El ‘buy, build & sell’ —comprar, ganar tamaño y vender— es el esquema favorito del nuevo ‘agroequity’.

La entrada de fondos de inversión en el sector, que es frecuente ya que permite crecer y satisfacer la necesidad de liquidez, se dirige hacia la especulación y empobrece las poblaciones. Estas firmas buscan un retorno económico en un plazo muy concreto y no tienen problemas en abandonar las empresas una vez logrado el objetivo. A menudo este tipo de empresas se limita a mantener la propiedad durante el tiempo necesario para que suba el precio y vender. En este caso, además, supone un desplazamiento hacia abajo, hacia sectores todavía no penetrados por las dinámicas de financiarización, concentración y control intenso en que la economía capitalista se ha convertido.

La economía capitalista se extiende por todos los sectores y tiene como objetivo y centro maximizar los beneficios para los accionistas. Cada vez más, los productos agrícolas andaluces están dominados por pocas empresas cuya función principal es la comercialización. En este modelo, los agricultores tienen la propiedad de la tierra y asumen el riesgo productivo. Son dueños de la tierra, pero no controlan los procesos de cultivo, que les son impuestos, y corren con los riesgos de que la cosecha salga mal. Este modelo se está realizando también en sectores ganaderos como el del pavo.

Este modelo no es nuevo. En 2003 relizamos una trabajo en el Instituto de Desarrollo Regional de Andalucía donde entendíamos que la «nueva economía» tenía como elemento fundamental la subcontratación, descentralización o externalización productiva. En relación con ella se encuentra el mito del «emprendedor» («emperdedor»), dueño de su destino endeudado, que debe correr con los riesgos y está sometido a condiciones de empleo muy lesivas, que la empresa le fija. Nada de esto hubiera sido posible en el pasado reciente, porque la normativa laboral hubiera interpretado esta situación como típica del trabajo asalariado, pero ahora estamos en otro momento.

Este es el modelo que permite el enriquecimiento de unas cuantas firmas. Constituye un modo de gestión a partir de la concentración en una parte del canal, que permite imponer condiciones a trabajadores, proveedores y empresas dependientes, y así generar mayores ingresos para estas firmas y menos para el resto. Lo hemos visto en los numerosos falsos autónomos, y está implantado en muchos espacios y sectores. Es también el problema de buena parte de la agricultura y de la ganadería.

Este capitalismo de la distribución genera más beneficios para las grandes empresas mediadoras, pero perjudica a todos los demás participantes, en ingresos y condiciones de empleo. Los trabajadores vieron cómo se fragilizaban sus condiciones, los falsos autónomos proliferaron y después les llegó el turno a los pequeños empresarios. Muchos de ellos permanecen atrapados en una economía concentrada y están supeditados cada vez más a condiciones lesivas de funcionamiento que les dejan dudosas posibilidades de subsistencia.

Todo esto es parte de nuestra economía. Desgraciadamente, las organizaciones políticas y sociales andaluzas de izquierda apenas lo tiene en consideración. Sin conocer es díficil mejorar, imposible transformar.

Tuneo del artículo de Esteban Hérnandez, «La España de la que no se atreve a hablar Vox (ni ninguno de los demás)».

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