Tengo dos perros. El guardián, el grande, el ladrador, debo amarrarlo de vez en cuando. Hay gente que tiene miedo y él le tiene miedo a esa gente y, claro, con el miedo se pone agresivo (como casi todos).
Cuando lo voy a amarrar se pone contento. Sabe que le voy a dar un regalo extra de salchichas ricas ricas. El comportamiento de mi perro es racional. Come bien aunque pierda la libertad por unas horas. Comportamiento no muy lejano del existente cuando hay que pensar en un trabajo asalariado o en el partido al que apoyar. Si lo primero es comer bien, ¿qué más da perder la libertad?, ¿qué más da estar amarrado por una cadena? Mi perro tiene claro que es mejor llevarse bien conmigo, su amo, que mal. No lucha, se somete y cuando lo hace más rotundamente es cuando come lo que verdaderamente le gusta. Formas de actuar guiadas por la escasez, por el objetivo de satisfacer las necesidades.
Quizás no hay que ir más lejos para entender la actuación de mucha gente en lugares de crisis, de escasez, de precariedad económica cuando toman decisiones ante unas elecciones o ante la relación que les conviene con los empresarios. Es decir, entender el comportamiento de las persona cuando actúan ante el poder. Se entiende que se come mejor y más confortablemente siendo amable que luchador; «apolítico» que «politiquillo».
Mi perro cuando muera será recordado por no haberse metido con nadie (salvo el que se lo merecía), ser buen compañero del amo, mirar por su gente y su casa. Cuidar de día y de noche de quien le da de comer. Racional modelo de comportamiento en economías de subsistencia.
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