Dice Alberto Santamaría:
«Es Madrid donde se ha generado lo que algunos y algunas, de modo informal, hemos denominado la izquierda topo, trágicamente hegemónica. Recuerdo algún caso en el que alguien me hablaba de los distritos madrileños (¿se dice así?) como si fuesen recintos que todos los demás no sólo hemos de conocer sino que incluso hemos de reconocer en sus más mínimas estructuras. Hay una tontuna madrileña en la izquierda que desde fuera resulta algo francamente desolador (aunque no deja de permitirnos echarnos ciertas risas a su costa). Esa es la izquierda topo, es decir, aquella que es ciega al hecho de que hoy, ahora, si es posible que algo pase en España no será en Madrid, ni siquiera en Barcelona. Son las provincias, esas provincias tan menospreciadas por la izquierda topo, desde donde puede venir un cambio. Para ello, por supuesto, será necesario destopizar a la izquierda tanto madrileña como de provincias. El madrileñismo es la tumba de la izquierda, porque es un ombliguismo arrogante que no se da cuenta de sí mismo.»
Pero esto tiene su triste cara B: la autoceguera. El problema es que al mismo tiempo se ha generado una estructura según la cual los problemas madrileños se incrustan en la realidad periférica como propios. El problema también reside, en efecto, en que la izquierda topo no sólo no ve más allá de su cerco sino que (y esto es más grave) termina por producir una pegajosa neblina en la córnea de los movimientos periféricos los cuales terminan por ver sus movimientos oposicionales y proposionales como de menor importancia. El problema es que la izquierda topo madrileña en ocasiones sólo sirve como dique de contención, nada más. Eso sí: da lecciones morales a diestro y siniestro, ya que en las provincias no-sabemos-de-qué-va-esto-de-la-política.»
Fuente: https://enloslimitesdeloposible.wordpress.com/