Pello Igeregi, dirigente del sindicato vasco ELA escribe: «Con la excusa de la transición ecológica se prepara el próximo saqueo. Europa ha planteado fondos enormes para hacer frente al reto de la digitalización o la transición ecológica. Pero no hay más que analizar los proyectos presentados para participar en estos fondos en la Comunidad Autónoma Vasca para tener claro que aquí no hay transición. Se van a financiar proyectos de empresas concretas, proyectos pensados desde antes de esta crisis (como Petronor o Iberdrola); se van a financiar proyectos privados y ganancias privadas mediante deuda pública, para luego recordarnos que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y que las políticas de ajuste para hacer frente al exceso de deuda pública son imprescindibles. Para rematar esta falacia, los mismos políticos que invocan la necesidad de la transición ecológica destinan subvenciones públicas para alargar al máximo la esperanza de vida del motor diésel, en lugar de destinar ese dinero a la transición que inevitablemente les tocará vivir al sector del automóvil y sus trabajadores.»
Una vez leído esto respecto a la Comunidad Autónoma Vasca, imaginen lo que ocurrirá aquí, en Andalucía. Hace unos días, se podía leer una noticia que decía lo siguiente: «Andalucía nombra al ‘equipo de los 20.000 millones de euros’. Seis consejeros decidirán los ‘proyectos-región’ de gran calado (mínimo 10 millones de euros) que presentará la Junta, incluyendo iniciativas privadas y de otras administraciones.» Se trata de asignar los fondos europeos denominados «Next Generation UE».
Pienso en los movimientos existentes en los despachos de la Junta en búsqueda de esos millones de euros de la «siguiente generación de saqueadores». La «Sevilla cortesana» debe estar llena de gente «muy preparada»: «liberales» expertos en captar dinero público, es decir, neoliberales.
Sí, eso son los neoliberales, gente como Rogelio Velasco (consejero de economía) o Juanma Moreno. Gente que siguiendo a Friedman, muchos casi sin saberlo, utiliza el Estado, especialmente cuando llega una crisis capitalista, o cualquier desastre natural o creado, para avanzar en los intereses del capital, en la acumulación de riqueza, en la generación de desigualdad.
En una entrada de este blog se puede leer: «El gobierno y otras instancias políticas y socioeconómicas de Andalucía van a utilizar la crisis sanitaria para avanzar en la privatización, la exclusión y la desigualdad de la sociedad andaluza. Y para ello utilizan a empresas como KPMG. Esta empresa recibió 240 millones de euros en el Irak posterior a la invasión para elaborar proyectos y leyes necesarias para el saqueo de las empresas occidentales. (…) Esta empresa está muy bien asentada en Andalucía. Aquí, y allí donde estén y tengan capacidad de influencia, serán útiles para aprovechar cualquier crisis para saquear y expoliar lo común en beneficio de las élites. Empresas como KPMG son colaboradoras necesarias en el despojo programado por el capitalismo del desastre. El desastre que supone el capitalismo requiere de estas ‘eficientes’ organizaciones.»
Esto escribí hace unos meses. Hoy, me gustaría que en Andalucía hubiera una organización, ya sea períodico, sindicato, partido o movimiento social (o club de amigos de la magia, lo que sea), capaz de investigar lo que van a ocurrir con esos 20.000 millones que se están encauzando hoy día, ahora mismo, en esos despachos llenos de neoliberales. Es decir, de gente que controla y asigna dinero público para mayor gloria del capital.
La siguiente generación del capital es tan ratera como todas las anteriores. Esperemos que la «next generation» andaluza sea capaz de frenar el saqueo sufrido por las anteriores.
Este texto es de Beñat Irasuegi, miembro de Talaios Kooperatiba y de la red Olatukoop de economía social transformadora (EST). Hace unos días realizó una ponencia en el que plantea cinco retos a los que se enfrenta el movimiento del cooperativismo o economía social con vocación transformadora de Euskal Herria. A continuación se traduce al castellano (con ciertas licencias aprobadas por el autor y la ayuda de Itzultzailea) el resumen realizado por Argia en euskera. Nos parece del todo punto relevante para economías sociales como la andaluza.
1.- Activación real de la intercooperación y el mutualismo
Entendemos intercooperación como una relación solidaria entre empresas cooperativas, o como una red institucionalizada de empresas de economía social para satisfacer sus necesidades. El reto inmediato es poner a intercooperar realmente a las empresas cooperativas existentes.
En la actualidad existen alrededor de 3.000 cooperativas en el País Vasco, además de otras entidades de economía social. Por tanto, existe una enorme red que puede dar respuesta a las necesidades de la ciudadanía. Sin embargo, lo normal es que cada una de estas empresas o entidades haga la guerra por su lado, sin intercooperar con las entidades cooperativas o de economía social con los que coincide en filosofía, valores, etc. En Euskal Herria, como en la mayor parte de países, pueblos y territorios insertos en la economía capitalista, se intercoopera muy poco de forma institucionalizada. Y lo institucionalizado en este caso no tiene que ver con la rigidez, sino con las relaciones que creamos para subsistir. En caso de que los proyectos de economía social transformadora se pudieran a trabajar en una red compacta, sus capacidades aumentarían exponencialmente.
Por tanto, es preciso asumir el objetivo conjunto de trabajar más las relaciones entre las entidades que formamos parte de la EST que estamos. Al institucionalizar estas relaciones obtendrían una mayor fuerza y permanencia y, de este modo, sería posible impulsar nuevas iniciativas y fortalecer los ya existentes. El establecimiento de fórmulas de solidaridad implicaría, por ejemplo, la construcción de nuevas herramientas de financiación colectiva o de redes de apoyo a proyectos basados en la soberanía y autonomía del trabajo.
Existen muchas experiencias de estructuras de intercooperación que no funcionan. Se piensa, erróneamente, que crear relaciones e intercooperar va a venir por sí mismo, porque las entidades de economía social funcionan en otra clave. Sin embargo, esto no es así. Hay que planificar y trabajar de forma estratégica, además de ser capaces de volcar muchas energías en estos procesos.
Entender la intercooperación a largo plazo supone trabajar el mutualismo. Hoy en día, dentro del mercado, asociamos el mutualismo con las aseguradoras, etc. Nuestro planteamiento es crear herramientas mutuales para desarrollar a largo plazo el bienestar que hoy queremos generar a partir de esa red. Esto se asoció antaño a las finanzas y a la gestión a largo plazo del dinero pero, en el contexto actual, y dada la actual crisis de cuidados, el mutualismo deber ser una forma de entender el cuidado de forma comunitaria y colectiva. Si queremos organizar las necesidades de cuidados, tendremos que organizarlas e impulsar herramientas: cooperativas de cuidados, mecanismos de cuidados comunitarios en nuestras empresas, dotar de personalidad jurídica a estas entidades, etc.
Por lo tanto, el primer reto es promover la intercooperación de forma estratégica, ampliar las relaciones de intercooperación, crear estructuras, y trasladar esa intercooperación desde el punto de vista del bienestar a las estructuras mutualistas, donde se debe realizar la gestión de recursos monetarias y de cuidados de forma colectiva y a largo plazo. Es preciso poner en marcha pensamiento y respuestas estratégicas, y de este modo evitar las respuestas atropelladas que se dan en el corto plazo. Hay que pensar en las necesidades que tendremos en el futuro para vivir bien, preverlas y construir las herramientas desde hoy para su correcta respuesta o satisfacción.
2.- Cooperativismo para toda la gente
En un escenario de crisis, el capitalismo abandona cada vez más territorios y vidas. El capitalismo necesita territorios y personas desde el punto de vista extractivista para aumentar sus beneficios: un territorio le interesa mientras puede sacar provecho de él, una persona le interesa mientras trabaja y le beneficia o le apoya familiarmente para poder hacer su trabajo.
En este ciclo de crisis, desde 2009 hasta la actualidad, se está evidenciando que cada vez quedan más territorios y personas fuera del círculo de interés del capitalismo: el capitalismo no los necesita, los excluye. El capitalismo ha necesitado clásicamente grandes masas de personas sin empleo para su reproducción, lo que implica poder explotar a la gente. Hoy en día, con el desarrollo tecnológico y el aumento de la productividad, se observa que cada vez hay bolsas cada vez más grandes de personas que el capitalismo no necesita.
Lo mismo con los territorios. La ciudad se ha convertido en el centro prioritario para que el capitalismo aumente sus relaciones y sus beneficios. Muchas zonas rurales están cada vez más alejadas de los propósitos capitalistas: no las necesita porque no les da beneficios, y como están quedando fuera de las relaciones económicas, se están vaciando; la economía capitalista no crea empleo en esas zonas, y como la gente va a donde hay empleo, por acaban por despoblarse. Al mismo tiempo, el Estado o administraciones públicas están abandonando esas zonas, disminuyendo las inversiones, el número de escuelas, de recursos sanitarios.
Los territorios y las vidas que el capitalismo abandona pueden convertirse en marcos estratégicos para la creación de otra economía. Deberíamos hacer un esfuerzo en lugares donde el capitalismo lo pone realmente difícil para vivir y trabajar, e incorporar nuestras formas de entender la economía. Las personas que quieren vivir en estos territorios necesitan una alternativa. Tenemos que aliarnos con esta gente, hacer economía social transformadora en estos lugares. Debemos establecer una alianza estratégica con la gente de cada lugar para plantearles que tenemos herramientas y ponerlas a su disposición, para que ellos puedan construir proyectos económicos de vida.
Lo mismo con las vidas que están quedando marginadas. El capitalismo necesita mujeres migrantes para realizar cuidados en los hogares. Sin embargo, con la pandemia, esto cuidados se han reorientado y un gran número de estas mujeres ha quedado totalmente excluidas, sin empleo y sin vivienda. Además, el sistema asistencialista del Estado capitalista ha dejado fuera a muchas de estas personas, lo que ocurrirá cada vez a más gente.
Además, la crisis capitalista provocará un aumento del desempleo y de los empleos precarios. Muchas personas se convertirán en innecesarias y quedarán excluidas de los mercados de trabajo, como mercancías no reutilizables. Hay que dar respuesta a esta situación con instrumentos de economía social transformadora. Estas personas deben poder crear sus propios proyectos de economía y vida a través del trabajo autogestionario e independiente. Eso es un gran reto, muy complicado, pero tenemos que mantenerlo.
Esto requiere estar presente en territorios que se están quedando fuera de los mapas; poner las herramientas a disposición de las personas empujadas a la exclusión. Todas las personas deben tener derecho a crear proyectos autogestionados para poder vivir. En este sentido es posible impulsar cooperativas de consumo, cooperativas de energía, asociación de ocio y cuidado, etc. La economía social transformadora debe dar herramientas y oportunidades a los territorios y a las personas abandonadas por el capitalismo. Esto supone un gran esfuerzo y una gran red de solidaridad. Exige que desde el día de hoy se inicien, formen y promuevan este tipo de procesos y que parte de la riqueza actual se destine a ello.
3.- Salto de escala
El tercer reto es poder dar un salto de escala a nivel económico y social desde las prácticas cooperativas, desde los proyectos que van surgiendo. Pasar de crear herramientas de autogestión, autoformación para personas y entornos concretos, a impulsar herramientas para toda la sociedad. Lo que queremos para nosotros, lo queremos para toda la sociedad. ¿Cómo se organiza eso? ¿Cómo salimos de la práctica diaria concreta a la estrategia socioeconómica territorial?
Ahí necesitamos una estrategia de soberanía. Necesitamos saber cuáles son las necesidades para nuestras comunidades y organizar sistemas económicos basados en las soberanías. Dicho en plural, porque muchas veces se ha entendido que la soberanía política, la consecución del Estado, nos permite organizarlo todo. No se trata de ignorar al Estado, también lo necesitaremos, pero en este complejo mundo globalizado actual, ser un Estado tampoco es condición suficiente para tener soberanía. Si queremos crear sociedades de gente realmente emancipada, también necesitaremos procesos de soberanía socioeconómica de abajo a arriba.
Tendremos que organizar los procesos soberanistas en diferentes ámbitos. Por un lado, para decidir necesitaremos la soberanía política desde el punto de vista democrático. Por otro lado, tendremos que organizar la soberanía material y crear una estrategia para hacerla efectiva. Para ello, primero tendremos que elegir cuáles son esas soberanías, qué estrategias queremos poner en marcha (soberanía de la alimentación, el trabajo, el cuidado, la soberanía sociosanitaria, la soberanía tecnológica, la soberanía de la información, etc.).
Para este reto, es precisa una alianza entre diversos agentes socioeconómicos, ciudadanos y políticos. Ahora bien la economía social transformadora debe tener una clara capacidad de propuesta.
4.- Digitalización
La digitalización es el principal ámbito de aplicación actual de la economía capitalista neoliberal. El capitalismo ha tenido diferentes fases y los pasos que se avecinan provendrán sobre todo de la digitalización: las estrategias para obtener beneficios, las estrategias para oprimir a las personas y comunidades, las estrategias para subordinar a la ciudadanía y a la economía procederán de la digitalización.
No podemos responder a la tormenta capitalista de la digitalización renunciando a la digitalización. Necesitamos una estrategia de digitalización independiente. Es preciso tomar las herramientas digitales y la digitalización para desarrollar el modelo económico y social que queremos. No podemos mirar hacia otro lado. Tenemos que mirar a la cara la digitalización y, sobre todo, la estrategia de las grandes multinacionales y empresas digitales que, si no se impide, organizarán a su antojo la economía del futuro. Hay que mirar a la cara y plantear una alternativa: por un lado oponernos, ser firmes diciendo «Amazon no»; y por otro lado, ver qué tomar de los procesos de digitalización y de las herramientas para crear nuestras propias herramientas, para satisfacer nuestros objetivos y necesidades. Sacar esas herramientas del sentido meramente lucrativo y utilizarlas para satisfacer nuestras necesidades socioeconómicas comunitarias.
5.-Vidas vivibles
¿Para qué queremos organizar otro modelo de economía? ¿Para qué todos esos retos que he mencionado anteriormente? Fundamentalmente, para conseguir vidas vivibles debe ser una aspiración que dependa colectivamente de nosotros.
¿Qué es la vida vivible? Un gran problema es que el neoliberalismo también está presente en nuestros cuerpos. Lo que es la vida vivible a menudo no lo decidimos nosotros, nos lo determina el modelo de sociedad. En la actualidad la vida vivible se relaciona con la ocupación del tiempo: con el trabajo y con el ocio que se ha hecho obligatorio. El ocio competitivo, cada vez más individual, en el que nos ponemos retos. ¿Esa es la vida estimulante? Es decir, ¿trabajar para generar unas rentas que nos den recursos para el ocio competitivo y construir nuestra identidad con lo que hacemos en el tiempo libre? Necesitamos un trabajo bien remunerado para que esa identidad que queremos crear esté basada en un tiempo de ocio perfecto. Es uno de los mecanismos más perfectos de individualización de la sociedad neoliberal.
Tenemos que imaginar un nuevo modelo de vidas vivibles. Un nuevo modelo que mira a las necesidades del colectivo y es interdependiente; uno que tiene al cuidado en el centro y que dedica tiempo al cuidado; y también que pone al tiempo libre en el centro. Tiempo libre sí, pero no un tiempo de ocio competitivo en el que lo mido todo (cuánto tiempo he corrido, cuántas series he visto, etc.). Necesitamos una vida en la que pasemos tiempo libre, tiempo en el que puedas correr o no hacer nada, o estar con las amigas, etc. Necesitamos tiempo libre para trabajar las relaciones, para tener conversaciones desde esas relaciones para crear proyectos de autoformación, para pasarlo bien, para disfrutar. Eso no está enmarcado en nuestras estrategias, aunque pensamos que debe formar parte del discurso de la economía social transformadora.
El tiempo libre va a requerir menos trabajo e incorporar la idea de trabajar menos. Muchas veces llevar a cabo un proyecto requiere mucho trabajo, y hay que intentar hacer que ese trabajo sea disfrutable. Pero por otro lado, ¿para qué queremos que se hagan todos estos proyectos? Para disponer de tiempo libre. Este reto es el que da sentido a todos los retos anteriores. La digitalización y las herramientas tecnológicas tienen que darnos tiempo. ¡No utilicemos las herramientas digitales para ocupar más nuestro tiempo, sino para ganar tiempo colectivo y socialmente!
La «doctrina Friedman» sostiene que la única responsabilidad de una empresa es con sus accionistas. Y como tal, el objetivo de la empresa es maximizar sus beneficios para los accionistas. Las corporaciones están ahí para maximizar las ganancias y ese debería ser su único objetivo. Para Michael Roberts, Friedman tiene razón: «el objetivo de las empresas o corporaciones capitalistas es maximizar las ganancias para sus propietarios, ya sean de propiedad directa o mediante acciones.»
La mayoría de los críticos keynesianos/heterodoxos caen en una trampa, según Roberts. Algunos pensamos que no es que caigan en una trampa, sino que esas críticas les permiten ser críticos integrados, lo cual aumentan sus mercados laborales. La línea principal de esta crítica es que la doctrina de Friedman fracasa porque no hay mercados competitivos libres en el capitalismo moderno. Las corporaciones se han vuelto tan grandes que se han convertido en «creadores de precios», no en «tomadores de precios». La implicación de esta crítica de la doctrina de Friedman es que si las corporaciones se limitaran a “las reglas”, entonces el capitalismo funcionaría para todos. Dice Roberts, según estos economistas «no hay nada de malo en que las empresas privadas produzcan con fines de lucro y exploten a sus trabajadores. El problema es que se han vuelto demasiado grandes para aceptar esas limitaciones. Necesitamos regularlas para que, al obtener sus ganancias, todos compitan de manera justa entre sí (….). Esta crítica asume que el capitalismo competitivo es algo ‘bueno’ y funciona.»
Esta es la posición de las «izquierdas institucionales» en las economías capitalistas. Y así, mientras que los economistas «serios» ofrecen competencia y libre comercio contra los males del monopolio, no reconocen el mayor monopolio de todos: la propiedad privada de unos pocos y la falta de ella del resto. Esta es la trampa en la que caen algunos economistas de izquierda cuando hablan de los males del «capitalismo monopolista de Estado». No son los monopolios como tales, o su «captura» del Estado, lo que es el corazón del argumento contra la doctrina de Friedman. Es el capitalismo como tal: la propiedad privada de los medios de producción con fines de lucro.
Ese es el corazón de la máquina que nos precariza, aniquila naturaleza y pone la vida a su servicio. Las políticas estatales transformadoras deben tenerlo presente e impulsar economías sociales transformadoras que buscan alternativas a la propiedad privada, el trabajo dependiente y el valor de cambio. Lo demás se aproxima bastante a hacer verde lo que es negro, asumible lo inasumible, social lo antisocial.
Fuente: «La doctrina Friedman en el siglo XXI». Michael Roberts. En Sin Permiso.
«Final de esta ruta que nos ha permitido matizar en nuestro pensamiento algunos mitos, argumentos generalizados al hablar de economía, política, relaciones de poder o justicia social. Todo ello, gracias a cuatro semanas de reflexión y claras explicaciones por parte del economista Óscar García Jurado. En esta última parte de la entrevista, el moronense invita con cada una de sus respuestas a seguir muy de cerca su obra, su actividad, sus tesis. La premisa, siempre (que nadie lo olvide): divulgar sobre economía como materia para ayudar a erradicar desigualdades, como vínculo para que todas las personas vivan con dignidad, sin sometimientos; nunca entendida como herramienta del poder para aumentar la brecha con la mayoría.»
Hoy, noviembre de 2020, tengo complemente claro que hay alternativa al capitalismo. La destrucción de la vida es evitable. Claro que sí.
Antes de conocer a José Iglesias y su pensamiento no lo tenía tan claro. Demasiado tiempo en una facultad de economía; demasiado tiempo en las adormideras convencionales; demasiada cobardía intelectual paralizante. Contactar con Jose y pensar en una renta básica me abrió caminos para pensar. Por un lado, en la locura del sistema en que vivimos. Por otro en transformarlo.
La economía del revés
La actual economía del revés, aquella que persigue acumular capital exprimiendo vida, es la economía lógica del “mundo del revés” del que escribió Eduardo Galeano en “Patas arriba”, ese mundo que “premia al revés: desprecia la honestidad, castiga el trabajo, recompensa la falta de escrúpulos y alimenta el canibalismo. Sus maestros calumnian a la naturaleza: la injusticia, dicen, es ley natural.”
La economía capitalista, la economía del revés, es la historia de cómo el capital, en grandes cantidades en poder de un número muy reducido de personas, ha logrado su dominación a costa de la inmensa mayoría de la población. Tanto que es el capital el que otorga el derecho a la existencia. La mayoría de la gente tiene derecho a vivir si obtiene un salario, para lo que cual debe ser demandada y contratada como mano de obra en el mercado de trabajo. Las personas y la naturaleza convertidas en mercancías comprables y vendibles, con precios necios.
La instauración de la economía capitalista, tanto en Andalucía, donde vivo y desde dónde pienso, como en el resto de sociedades, convirtió a los bienes comunes y los medios de producción y vida en propiedad privada. Desde ese momento, las personas propietarias pasaron a necesitar de otras dispuestas a trabajar para ellas, así como las no propietarias pasaron a necesitar un salario ante la imposibilidad creciente de ganarse la vida de forma autónoma. La imposición del trabajo “dependiente y servil” requirió de una enorme violencia, desde la sufrida por las mujeres en la “caza de brujas” hasta la causada por generaciones andaluzas por guardias poco cívicas.
Andalucía, y sobre todo su medio rural, es el ejemplo de una economía capitalista caracterizada por la secular y extrema desigualdad en la propiedad de la tierra y, por tanto, en la apropiación del excedente económico generado. El sistema latifundista propició el que una mínima proporción de la población lo tuviera casi todo, mientras que la mayoría se quedaban sin nada, obligadas a “mendigar trabajo”. Es en ese momento en el que Andalucía, ejemplo de economía del revés, se convierte en una tierra extremadamente rica poblada por mujeres y hombre pobres. Esa situación se amplía, y amplía y amplía a cada vez más territorios y sociedades.
PER y cooperativas agrarias: legitimación para la acumulación del revés
El Estado ha intervenido en la economía en épocas más liberales y en épocas menos liberales, incluso en las neoliberales. Y lo ha hecho poniendo en marcha herramientas para consolidar y legitimar el gran capital. En Andalucía se hizo uso tanto del “PER” como del cooperativismo agrario. Tanto uno como otro sirvieron como perfectas estrategias de acumulación y legitimación del capitalismo agrario andaluz.
El PER ha servido y sirve (con distintos nombres pero similares estructuras) como herramienta para disminuir los costes empresariales (salarios), al mismo tiempo que “ayudaba” a las personas jornaleras para evitar la emigración (y seguir ofreciendo su imprescindible fuerza de trabajo al latifundista). Así, estas políticas estatales han sido muy útiles como mecanismo de control social que hizo desaparecer la reivindicación jornalera de la reforma agraria (reparto de la tierra) y reforzó la dependencia y marginación de las economías del medio rural andaluz y sus gentes. Es decir, que más que un sistema de protección social sería más correcto denominarlo sistema de protección empresarial.
El cooperativismo agrario, por su parte, sirvió como herramienta para mejorar los ingresos de la gran explotación agraria mediante la mejora de los precios de sus productos. Este cooperativismo, con origen mayoritario en el franquismo e impulsado por la Junta de Andalucía en las últimas décadas, ha jugado un papel convergente con el realizado por el PER: mejorar las cuentas y beneficios de la agricultura latifundista, uno por la vía de los ingresos y otro de los costes. La inmensa mayoría de estas cooperativas agrarias consistieron, como dijo M. Haubert, en “empresas asociativas” o “cooperativas de servicios a los propietarios de tierras”. De este modo, y en palabras del autor antes citado, “la modernización y la capitalización del campo, en vez de poner en tela de juicio el poder económico, social y político de los caciques, podía reforzarlo considerablemente.”
A pesar de denominarse cooperativas, estas grandes empresas apenas ponen en marcha estrategias de democracia económica. Además, la distribución de las ingentes rentas que generan no repercute de forma equitativa en el campo andaluz, sino que mantienen la injusticia y el mal reparto. Las cooperativas agrarias se han convertido en cooperadoras necesarias del actual capitalismo global, que las utiliza para succionar la riqueza que genera el campo andaluz. De este modo, las grandes cooperativas empresariales refuerzan, en pleno siglo XXI, como diría Haubert, el poder “económico, social y político de los caciques” y son legitimadoras y herramientas clave del capital global que succiona las riquezas del agro andaluz. Al igual que el Estado franquista, la actual administración andaluza, española y europea favorece estos procesos y, disfrazado de “cooperativismo”, se afianza la injusta situación secular del medio rural andaluz.
Para ser justos, es necesario indicar que quedan al margen de estas prácticas pequeñas cooperativas agrícolas que sí tienen como objetivo la mejora de sus personas socias y llevan a cabo, o al menos lo intentan, estrategias participativas y democráticas de gestión. Además, y muy alejada de estas dinámicas, se encuentra la experiencia cooperativa de Marinaleda. No se trata de una cooperativa de personas propietarias de tierras, sino de jornaleras que trabajan de forma autogestionada una tierra pública; es decir luchando con el objetivo de que sea un proyecto de propiedad pública, planificación comunitaria y gestión cooperativa.
Movimiento cooperativista transformador
Con el tiempo, y siguiendo las enseñanzas del Maestro Jose, nos planteamos si es posible poner en marcha un movimiento cooperativo y un sistema de protección social que sirvan como semillas para una alternativa al capitalismo; que comiencen a poner del derecho, al menos en parte, la actual economía del revés. Se trataría de pasar del PER a la Renta Básica (un subsidio agrario sin peonadas para toda la población; un “PER sin peonas”, cómo nos dijeron en el estudio realizado para Extremadura y Andalucía allá por 2003), y del cooperativismo agrario a un movimiento cooperativista transformador.
Una RB similar al PER, y un movimiento cooperativista como el actual agrario, no servirán para otra cosa que para continuar legitimando una relaciones económicas que están provocando que más del 38% de la población de Andalucía está en riesgo de pobreza y/o exclusión social, según los datos de la Red andaluza contra la pobreza y la exclusión social. Sin embargo, una RB incondicional, individual y universal y un movimiento cooperativista con otro modo de entender la propiedad, el trabajo y el valor podrían servir para mejorar la realidad socioeconómica de Andalucía, y de otras muchas economías. Veamos.
Para intentar volver a poner del derecho a la economía del revés, hoy día se habla con profusión de economía social, valga la redundancia. Y es que, aunque es reiterativo poner el adjetivo social tras el sustantivo economía,la situación a la que ha llevado a esta sociedad la economía capitalista provoca estas situaciones que se acercan a lo absurdo. El movimiento cooperativo forma parte de esta economía, de este conjunto de iniciativas socioeconómicas que priorizan la satisfacción de las necesidades de las personas por encima del lucro, de los beneficios. Ahora bien, para que las cooperativas y el resto de entidades de la economía social andaluza tengan vocación transformadora es preciso buscar alternativas a las formas en que la economía capitalista considera el valor, el trabajo y la propiedad. Es decir, difícilmente podremos hablar de economías transformadoras sin buscar alternativas al trabajo asalariado dependiente, al valor de cambio y la propiedad privada, pilares básicos de la economía capitalista.
La economía capitalista convierte el trabajo social, es decir, el trabajo realizado para otras personas, en trabajo dedicado únicamente a la producción y reproducción del capital (y cada vez más contra la Vida). Frente a esto, el movimiento cooperativista transformador debe contribuir a eliminar la explotación de unas personas por otras mediante el establecimiento de la cooperación en un proceso laboral común. Además, si como objetivo la reproducción de la Vida, debe atender a otros trabajos sin salario y, de este modo, la explotación específica de las mujeres en la economía capitalista.
La búsqueda de otro trabajo no dependiente está completamente relacionada con la eliminación de la propiedad privada de los medios de producción y/o de vida en los que se sustenta las condiciones materiales de la gente. La economía social transformadora debe propiciar un nuevo sistema productivo comunitario que busque alternativas a la propiedad privada. En este sentido, es de interés reflexionar sobre la instauración de “fondos colectivos de recursos” donde la propiedad pase a ser colectiva, gestionada democráticamente, participada por múltiples agentes y tengan objetivos vinculados al movimiento transformador y alejados de la economía capitalista.
En tercer lugar, se trata de producir bienes y servicios en función de, hasta donde sea posible, el valor de uso, y que éste sea capaz de subordinar al valor de cambio. La economía capitalista tiene como base otorgar a los bienes y servicios el valor que marca la demanda solvente o poder de compra. Si alguien no tiene poder de compra, es decir dinero, no podrá satisfacer sus necesidades y deja de tener derecho a la vida. Se trata, posiblemente, del eje o elemento más difícil de alcanzar por las actuales entidades o unidades productivas pues el contexto en el que se mueven no les permite tener un grado de autonomía demasiado amplio.
Autonomía para otra economía
Por tanto, la Economía social que busca la transformación hacia el poscapitalismo requiere de la adopción de alternativas a la propiedad privada, al trabajo dependiente y al mercado o valor de cambio. ¿Hasta qué punto puede la Renta Básica impulsar este cooperativismo? En principio, hay que tener en cuenta que la Renta Básica no es una medida que vaya contra la propiedad privada de los medios de producción, ni signifique un cambio en las estructuras esenciales de la economía capitalista. Ahora bien, consideramos que puede servir o tiene un claro potencial para debilitar tanto la propiedad privada como el poder que ejerce el capital sobre el trabajo asalariado. Desde esta perspectiva, la Renta Básica es una medida que proporciona autonomía a las personas respecto al mercado de trabajo, respecto al trabajo dependiente y, por tanto, al capital. Se trata de una medida que resta poder al propietario de los medios de producción pues deja de otorgar el derecho a vivir.
Por otro lado, La Renta Básica dota de poder de compra a todo el mundo por lo que convierte la demanda de muchas personas en real. Así, es una medida que pone por delante de la ganancia la satisfacción de las necesidades de la gente y, por tanto, es una medida que subordina el valor de cambio al valor de uso.
Por último, y en relación con el movimiento cooperativo, una RB sería un potente apoyo de rentas para aquellas personas que deseen crear una cooperativa o cualquier entidad de economía social con vocación transformadora. La precariedad y el desempleo han impulsado a muchas personas hacia la economía social más como “actividad refugio” que como forma de trabajo o actividad con potencialidad enriquecedora y de transformación. La Renta Básica aumenta el grado de autonomía de las personas y de este modo facilita la generación de actividad económica transformadora, con menos precariedad y más capacidad de tomar decisiones.
Tanto la Renta Básica como el cooperativismo transformador son medidas útiles para desmercantilizar bienes y servicios prioritarios o estratégicos para la vida. En este sentido, la primera es una herramienta que puede impulsar a la segunda y, entre ambas, avanzar hacia una economía que deje de estar del revés, que deje de estar contra la vida.
¿Hay alternativas al capitalismo? Por supuesto, y tanto la Renta Básica de las iguales como la economía social transformadora son herramientas válidas para sostener dicha respuesta desde realidades y medidas concretas.
«Hay pobres porque hay ricos. Sin embargo, los ricos se han encargado de hacer creer que para que los pobres mejoren, a los ricos les debe ir bien. Al final esas ideas terminan siendo hegemónicas. Solo de ese modo se puede entender que haya gente muriendo de hambre cuando es totalmente evitable.«
Para que algo pueda generar rentabilidad capitalista debe tener un precio y, para ello, ser escaso. Si no lo es, se hace lo necesario para que lo sea.
La política monetaria ha dado munición abundante a los fondos especulativos. Llevan años emitiendo dinero, munición para generar escasez.
Y sed, mucha sed.
Hace años los alimentos básicos comenzaron a cotizar en bolsa. Cuanto mayor escasez, mayores precios y mayores beneficios, para unos, y hambre para mucha gente.
Ahora, el agua pasará a ser objeto de especulación. El cercamiento de los bienes comunes continúa para mayor gloria y beneficios de personas sin escrúpulos pero con mucha sed de poder y dinero.
Necesitamos sed de justicia si queremos evitad la sed de beneficios que genera sed mortal. Dejar de mirar a otro lado ante estos instrumentos generadores de violencia, de muerte.
Muertes ocultas, ahogadas por la mugre de esta sociedad que para generar abundantes beneficios a minorías provoca la escasez mortal que sea necesaria para las mayorías.
Hoy es un buen día para hablar de las privatizaciones, como cualquier otro.
Las privatizaciones es una de las bases del neoliberalismo, estrategias políticas que desde la década de 1980 impulsó la economía capitalista hacia sus esencias: aumentar los beneficios empresariales y la soberanía del capital.
En estos meses de pandemia observamos como la banca disminuye sus servicios. Sería un buen momento para que aquella Caja Postal privatizada ejerciera de banca pública.
En estos meses observaremos como hay miles de personas que no pueden pagar los precios de la energía. La privatización logró que la soberanía de las eléctricas se impusiera al derecho a no pasar frío.Vemos constantente cómo los servicios públicos municipales privatizados avanzan inexorablemente hacia el siglo XIX. La soberanía del consumidor es un eslogan para ocultar la soberanía de los accionistas.
Aqualia ha dejado a los pueblos de mi comarca sin agua estos días de puente. La soberanía del capital hará que no sufra ningún tipo de castigo. En todo caso, con o sin razón, ese castigo lo sufrirá la actual «política quitavergüenzas», quintaesencia del actual sistema político. Los culpables serán los políticos, la política, mientras que la eficiencia empresarial seguirá inmaculada, desde su concepción.
El neoliberalismo, las privatizaciones, no significan menos Estado, sino un Estado que impulsa, trabaja y hace de escudo para la cada vez mayor soberanía del capital. La supuesta soberanía política es, cada vez más, una quitavergüenza de altos funcionarios y ejecutivos ocultos en oscuros despachos de los que salen para tener instructivas reuniones entre gente seria que se ríe de la gente. De este modo, alcades y concejales terminan en demasiadas ocasiones por ser bencenos culpables mientras las «Aqualias» de turno acabarán siendo las que «resuelvan» el problema.
Es posible cambiar esta situación para quienes desean que la política institucional deje de ser esa quitavergüenzas. Primero, mirando a la cara, asumiendo y publicitando las restricciones impuestas por el sistema. Segundo, con la imaginación suficiente para sobrepasarlas. Tercero, con la humildad para asumir que se está dentro para construir y ser herramienta de un afuera imprescindible para la confrontación. Y así, con realismo, imaginación y humildad es posible desnudar a esos reyezuelos que campean por despachos consistoriales, almuerzan en salones privados y hacen privado lo público.
A medida que el hemisferio norte entra en su invierno se está produciendo un aumento vertiginoso de las infecciones por COVID-19. La tasa de mortalidad por estas nuevas infecciones puede ser más baja que en la primera ola de marzo a abril pasado, pero las hospitalizaciones están alcanzando nuevos picos en Europa y EEUU. La situación sanitaria es grave, ya que la capacidad hospitalaria ya era baja en muchos países después de las privatizaciones, los recortes del gasto del sector público y la subcontratación de servicios de salud llevada a cabo por la mayoría de los gobiernos capitalistas avanzados durante los últimos 30 años antes de la pandemia. El indicador de número de camas de hospital por cada 1.000 habitantes explica en gran medida el tipo de «confinamientos» prolongados y severos de estos países en la primera ola. Los países con tasas de mortalidad relativamente bajas en la primera ola de COVID también fueron los que tenían mucha capacidad de camas de hospital: Japón, Corea y Alemania.
En esta nueva «ola invernal» está obligando a muchos gobiernos de Europa y en EEUU a nuevos confinamientos de diversa gravedad. Al mismo tiempo, la gente se queda en casa, no viaja, ni compra, y tele-trabaja, no va a cafés, restaurantes, etc. Esta combinación de confinamientos y de autoaislamiento ha frenado la recuperación de la actividad económica que se inició en el verano. La actividad económica, medida por las tendencias de movilidad y gasto, está retrocediendo en las principales economías del hemisferio norte. Es probable que la crisis del Covid empeore antes de mejorar. Las tasas diarias de infección, hospitalización y pruebas positivas apuntan en esa dirección. Las historias sobre la vacunación no proporcionarán ningún paliativo en los próximos seis meses.
Las esperanzas de una mayor recuperación económica en el último trimestre de este año y en 2021 se están desvaneciendo. La Comisión Europea ha reducido su pronóstico del PIB de la zona euro para 2021 a + 4,2% desde + 6,1%. Por lo tanto, no habrá recuperación en forma de V para Europa a medida que aumenta la ola pandémica. En un mensaje similar para EEUU, Oxford Economics reconoce que la «recuperación» se está estancando e, incluso con una vacuna, no hay perspectivas de que la economía estadounidense vuelva a la senda del PIB anterior al virus (débil como ya era) en un futuro previsible.
La situación dejará cicatrices permanentes en el «mercado laboral», es decir, en los medios de vida de las personas. La esperanza de un regreso al empleo de millones de personas ha comenzado a desvanecerse. El número de desempleados subestima el problema, ya que millones de personas han dejado de ofrecerse en el mercado laboral y pasan a no ser contabilizadas. A medida que pase el tiempo, las mejoras en el mercado laboral se harán más difíciles.
Un factor que ha mantenido a algunos a flote durante los despidos ha sido el aumento relativo de los ingresos reales de los hogares en los dos años anteriores a la pandemia en 2020. También hubo un aumento en los niveles salariales a partir de los mínimos posteriores a la Gran Recesión, y en los dos años anteriores a la pandemia de 2020, que benefició más al cuartil peor pagado, aunque con aumentos salariales todavía muy por debajo del período anterior a la Gran Recesión. Pero la pandemia ha puesto fin a esa recuperación relativa de los ingresos reales, especialmente para los peor pagados. Es el empleo de bajos salarios en servicios e industrias clave el que está sufriendo el mayor impacto, ya que las personas con empleos como técnicos y profesionales mejor pagados pueden quedarse en casa y trabajar y han sufrido menos pérdidas de empleo.
Con la oferta de las economías retrocediendo a medida que nos adentramos en el invierno y en 2021, la demanda de productos básicos aún fuerte y algo de ‘demanda efectiva’, ya que algunas personas agotan sus ahorros y otras continúan trabajando, también hay muchas posibilidades de que los muy bajos niveles de inflación de 2020 vuelvan a subir en 2021.
Por lo tanto, en 2021 el crecimiento de los salarios se desacelerará, se mantendrá un alto desempleo y la inflación se recuperará. Es un triple golpe para el nivel de vida de la familia promedio en Europa y EEUU.
En las economías del sur global
Además, las llamadas ‘economías en desarrollo’ del llamado Sur Global se han visto aún más afectadas por la pandemia de COVID-19. Los países de América Latina lideran las tasas de mortalidad por COVID debido a sus sistemas de salud privatizados, y a que millones de personas con trabajo ocasional se han visto obligadas a ir a trabajar, si pueden, para sobrevivir. Solo una población relativamente más joven y más dispersa geográficamente (como en India, Sudáfrica, etc.) ha mantenido bajas las tasas de mortalidad.
No hay escapatoria económica. Las economías del sur global han sido aplastadas por la pandemia de COVID cuando el comercio internacional se congeló (-10%) y la actividad económica nacional colapsó. Por primera vez en los registros, las llamadas economías emergentes sumadas sufrirán una contracción del PIB real, y ese promedio incluye al gigante chino, cuyo éxito a la hora de lidiar con el COVID ha significado que China es uno de los pocos países que crecerá en 2020 (aunque solo sea aproximadamente un 1,5%). Las más afectadas han sido las economías capitalistas emergentes, supuestamente dinámicas, como India (-10%), Brasil (-6%), México (-9%), Sudáfrica (-9%).
Inevitablemente, esto está dando lugar a incumplimientos por parte de varios gobiernos nacionales de las deudas contraídas con los acreedores del sector privado. Y esto a pesar de las afirmaciones del FMI y el Banco Mundial de que salvarían a esos países de la carga de pagar el servicio de su deuda durante la pandemia. El desastre de deuda ya está aquí, no es una hipótesis.
Los tenedores de bonos del sector privado exigen sus pagos y hay poca ayuda de las agencias internacionales. “Es impensable que en una pandemia mundial, los países más pobres del mundo tengan que elegir entre hacer los pagos del servicio de la deuda o mantener sus economías a flote”, señala Gayle Smith, presidenta de One Campaign against Poverty. Es impensable, pero está sucediendo. Este desastre revertirá los pocos avances logrados en la reducción de la pobreza mundial, con cerca de 4 mil millones de personas viviendo con menos de 5 dólares al día (un umbral de pobreza más realista que el del Banco Mundial).
En este sentido, UNICEF calcula que aproximadamente 150 millones de niños más viven en pobreza multidimensional, sin acceso a servicios esenciales, debido a la pandemia del COVID-19. Alrededor del 45% carecían gravemente de al menos una de esas necesidades críticas antes de la pandemia del coronavirus. Según un estudio que abarcó 118 países de ingresos bajos y medios realizado por la Escuela de Salud Pública Johns Hopkins Bloomberg, podrían producirse 1,2 millones de muertes adicionales de menores de cinco años en solo seis meses. Hasta 132 millones de personas pueden pasar hambre en 2020, de los cuales 36 millones son niños. Y 370 millones de niños pueden perder las nutritivas comidas escolares. La pesadilla del capitalismo global que ya sufren miles de millones en los ‘países en desarrollo’ se intensificará en los próximos años.
Los desafíos y las cicatrices
En teoría, sobre la base del desarrollo de cinco a seis vacunas con éxito para mediados de 2021, la inmunidad colectiva en la mayoría de los países ricos y de ingresos medios podría lograrse mediante la producción de mil millones de dosis de cada vacuna anualmente. Esto podría ser posible en 12 o 18 meses. Todas las vacunas ‘pioneras’ se darán a conocer o se rechazarán en junio de 2021. Si tienen éxito, aumentar la producción a mil millones de unidades por vacuna podría llevar otros 6-12 meses.
Otros desafíos importantes son los siguientes: preservar la pureza y eficacia del producto al pasar del laboratorio a la producción en masa; la distribución y transporte de larga duración y congelación; la disposición de las personas a vacunarse; la eficacia de cada vacuna y, por supuesto, también está la cuestión de cuánto tiempo es eficaz. Las indicaciones actuales para la mayoría de las vacunas pioneras en desarrollo es que duren de uno a dos años. Y aquí está el gran problema. El COVID-19 surgió, como otros patógenos nuevos para los cuales los seres humanos no tenían inmunidad desde su transferencia de animales salvajes en partes remotas del mundo a animales que se ‘crían industrialmente’ y los mercados de alimentos para humanos. Todavía hay muchos otros patógenos por ahí, sin que se haga nada para detener el mecanismo de transferencia, porque no se está haciendo nada para frenar o detener las exploraciones de combustibles fósiles, la tala, la deforestación para plantaciones y ganado, todo en la búsqueda de más ganancias para la agricultura y las industrias de energía. Además, igualmente preocupante es que parece que estos virus pueden mutar a medida que los humanos infectan a los animales en un círculo vicioso, lo que llevaría a más infecciones en humanos contra las que las vacunas actuales no pueden ser efectivas.
Por lo tanto, a medida que nos acercamos a 2021, la tasa de infección pandémica no muestra signos de detenerse o incluso disminuir. Los hospitales del hemisferio norte están bajo presión y la actividad económica está retrocediendo. Los niveles de empleo siguen siendo bajos y los ingresos reales están destinados a caer, especialmente para la gente peor pagada a medida que desaparecen empleo y aumenta la inflación. Para miles de millones de personas en el «sur global» se hará realidad el espectro de la pobreza, la enfermedad y la explotación. Las cicatrices serán a largo plazo.
La vacuna y el dinero público para las farmacéuticas
En el desarrollo de las vacunas para el Covid-19 cabe destacar que gran parte de las pruebas se están realizando en países pobres donde «la vida es barata». Además, gran parte de la ciencia original fue realizada por institutos financiados con fondos públicos, pero son los gobiernos los que pagarán millones por los precios exorbitantes que cobran las grandes farmacéuticas por las vacunas.
Antes de que la pandemia de COVID-19 se extendiera por el mundo, las grandes compañías farmacéuticas invertían poco en vacunas para enfermedades y virus globales. Simplemente no era rentable. Los medicamentos para el corazón, los tranquilizantes adictivos y los tratamientos para la impotencia masculina eran el grueso de sus ganancias, no el tratamiento de las infecciones hospitalarias, las nuevas enfermedades y los asesinos tropicales tradicionales. Una vacuna universal contra la gripe ha sido una posibilidad durante décadas, pero nunca se consideró lo suficientemente rentable como para ser una prioridad. Todos los años nos ponen vacunas que son solo un 50% eficientes.
Pero la pandemia de COVID-19 ha cambiado la actitud de las grandes farmacéuticas. Ahora se pueden ganar miles de millones vendiendo vacunas eficaces a los gobiernos y los sistemas sanitarios. Y en la mitad de tiempo ha surgido un lote de vacunas aparentemente efectivas con todas las perspectivas de que estén disponibles para las personas dentro de los próximos tres a seis meses, algo sin precedentes.
¿Cómo ha sido posible tan rápido? No fue gracias a que las grandes farmacéuticas lograran la solución mediante su investigación científica. Para crear las fórmulas de la vacuna dependen de algunos entregados científicos que trabajan en universidades e institutos gubernamentales. Y fue posible porque el gobierno chino proporcionó rápidamente las secuencias de ADN necesarias para analizar el virus. En resumen, fueron el dinero y los fondos públicos los que proporcionaron la solución médica.
Pero son las grandes farmacéuticas las que desarrollan la vacuna a partir del trabajo científico de los institutos públicos. Son ellas las que toman las decisiones. Las compañías farmacéuticas realizan los ensayos clínicos globales, luego producen y comercializan el resultado. Y venden las vacunas a los gobiernos con enormes ganancias. Así es como se hacían las cosas antes de la pandemia y también ahora. Todavía se sabe muy poco sobre los términos de los contratos de vacuna para el COVID-19 que los gobiernos de la UE han firmado con grupos farmacéuticos como AstraZeneca, Pfizer-BioNTech, Sanofi-GlaxoSmithKline y CureVac. Pero una vez que se elimine el secreto, lo que veremos es una privatización masiva de miles de millones de fondos gubernamentales.
Es probable que las vacunas contra el coronavirus valgan miles de millones para la industria farmacéutica si resultan seguras y eficaces. Se necesitarían hasta 14 mil millones de vacunas para inmunizar a todos en el mundo contra el COVID-19. Si, como anticipan muchos científicos, disminuye la inmunidad producida por la vacuna, se podrían vender miles de millones de dosis más como dosis de refuerzo en los próximos años. Y los laboratorios de tecnología y producción mantenidos con la ayuda de toda esta generosidad gubernamental podrían dar lugar a otras vacunas y medicamentos rentables.
Así que, aunque gran parte del trabajo pionero sobre las vacunas se ha llevado a cabo con dinero público, los fabricantes de medicamentos de propiedad privada obtendrán grandes ganancias, mientras que los gobiernos pagan por las vacunas que ayudaron a financiar.
La lección de la respuesta a la vacuna contra el coronavirus es que unos pocos miles de millones al año gastados en investigación básica adicional podrían evitar mil veces más pérdidas en muertes, enfermedades y destrucción económica.
¿Qué mejor lección podemos aprender de la experiencia de la vacuna para el COVID que las compañías farmacéuticas multinacionales deben ser de propiedad pública para que la investigación y el desarrollo puedan dirigirse a satisfacer las necesidades médicas y de salud de las personas y no los beneficios de estas compañías? Y además, las vacunas necesarias pueden llegar a miles de millones de personas en los países y sectores más pobres en lugar de solo a aquellos países y personas que pueden pagar los precios establecidos por estas empresas. “Esta es una vacuna del pueblo”, señaló Peter Maybarduk, director del programa de Acceso a los Medicamentos de Public Citizen, criticando a las empresas. “Los científicos federales ayudaron a inventarlo y los contribuyentes están financiando su desarrollo… Debería pertenecer a la humanidad».
La segunda parte de la entrevista de JD Vidal es larga. Espero que no pesada.
Hablamos sobre ideas que exponía en «La crisis económica. Instrumento de los que más tienen» (2012. Ed. Baladre y Zambra); de José Luis Sampedro; del actual capitalismo; de la renta básica de verdad y de las de mentira; de partidos asamblearios; de las actuales no-democracias.
Le agradezco mucho a Juan Diego el enorme trabajo que ha realizado. Y lo mucho que ha leído y documentado.
La foto es en Zaragoza, en unas jornadas de la Red de Economía Social y Solidaria de Aragón. En primer plano el Maestro José Iglesias Fernández, impulsor de la Renta Básica y mucho más. Un Maestro de economía pero, sobre todo, de Vida. Beber vino con él ha sido uno de los mayores privilegios de mi vida.