En esta entrada resumo-tuneo de forma rápida (y algo precipitada) el artículo «Ante el coronavirus: salvar el capital», de Juan Domingo Sanchez Estop. Tuneo, pues sobre la base del artículo cambio «colores» e incluso algunas «formas»; resumo, porque intento quedarme con lo esencial (según mi criterio). Ante todo animo a la lectura del artículo, realmente interesante.
La crisis del coronavirus tiene aires de fin del mundo; de una crisis de la presencia en términos de Ernesto de Martino, en la cual la presencia del ser humano en el mundo se ve cuestionada y casi nada de lo habitual tiene ya sentido. La crisis estaba antes que la pandemia. El coronavirus sólo ha venido a radicalizar esa crisis de inseguridad y de la presencia haciendo de la muerte una amenaza inminente para todos.
Los Estados han tomado medidas para salvar de un contagio masivo y evitar un coste de vidas considerable. Las personas son uno de los componentes básicos del capital: el capital variable, esto es la fuerza de trabajo humana. Para salvar al capital es imprescincible salvar a las poblaciones. Dada la dependencia vital del capitalismo respecto del capital variable, es indispensable para este régimen convertirse en régimen biopolítico, es decir, en un orden político y social que controla la vida, pues ésta es el soporte de la creación de beneficio y de la acumulación ampliada de capital.
Ademas del capital variable, también está en peligro el capital fijo debido a su paralización. La no utilización del capital fijo retira a las empresas del mercado y desvaloriza sus activos materiales. El principal principal valor de estos activos no es el valor presente de las herramientas, sino el valor futuro de lo que con ellas se produzcan. Un largo cierre de capacidades productivas puede así generar la destrucción y ruína de muchas empresas. Esta situación, en una sociedad en la que apenas existen formas de trabajo realmente autónomo, puede generar que dejen de elaborarse productos necesarios para garantizar la reproducción de la vida.
De este modo nos encontramos ante un dilema. No proteger al capital, al menos en algunas de sus formas, puede significar el derrumbe material de nuestra sociedad. No combatir a la economía capitalista, sin embargo, significa condenarnos «a un horizonte oscuro en el que los diversos venenos del capitalismo seguirán derramándose sobre la vida humana y destruyéndola junto a los entornos naturales que la hacen posible».
Hay que tener claro que el virus no va a derrumbar la economía capitalista. Nada la destruirá mientras «no dispongamos de estructuras de producción que permitan sustituirla.» Para Sánchez Estop «es necesaria una acción política que libere los potenciales de cooperación libre de nuestras sociedades y limite hasta abolirla la lógica de la acumulación de capital que nos ha traído hasta aquí. Esto no lo hará ningún gobierno y tendrá que ser impuesto a los gobernantes a partir de un nuevo sentido común de masas y de formas de contrapoder social.» Para el autor, «una acción política decidida que imponga los cambios necesarios desde dentro de la realidad material existente» requerirá de dos elementos fundalmentales: «Primero será necesario no hacer depender la existencia humana del trabajo asalariado introduciendo una renta básica incondicional. En segundo lugar, es necesaria una profunda reconversión del aparato productivo.»
En los intersticios de la economía capitalista ya existen elementos de una realidad distinta, economías sociales transformadoras conformadas por entidades de trabajo cooperativo, bienes comunes, monedas sociales, grupos de consumo agroecológico, etc. La economía capitalista se transforma desde dentro, potenciando estas prácticas socioeconómicas transformadoras ya existentes. La nuevas estructuras socioeconómicas deberán instaurarse mediante la lucha y para lograr su predominancia se requerirá de un proceso de construcción de hegemonía política. Todo esto tiene, pues, una dimensión antagónica, política. La construcción de la hegemonía de las economías transformadoras deberán acabar «bloqueando y finalmente impidiendo la reproducción de las capitalistas.»
Existe una clara amenaza de una gran destrucción de capacidad productiva y de una posible catástrofe social. Hoy, evitar el desastre del hundimiento material implica mantener por todos los medios la existencia humana. Implica también reactivar el aparato económico, pero hacerlo con nuevas condiciones y nuevas reglas. Estas nuevas reglas podrían imponer una capacidad de planificación que permita la seguridad y soberanía alimentaria, energética, en productos esenciales para la salud humana y su protección. Unas cadenas de mercancías más cortas deberán sustituir a las actuales, una desglobalización selectiva se impondrá, aunque sea por motivos de seguridad del abastecimiento. Desde esta planificación se pueden impulsar otra forma de producir, distribuir, consumir y financiar, otro modelo socioeconómico donde la toma de decisiones se haga de modo democrático por parte de las personas trabajadoras. «Solo así podremos salvar la vida de nuestra especie hoy amenazada y lo haremos, como nos enseña esta crisis, no protegiéndonos a nosotros mismos en un combate por la supervivencia dirigido contra los otros, sino protegiendo a los demás seres humanos, las demás especies, los ecosistemas, el clima, el conjunto de condiciones que hacen posible nuestra existencia en este planeta.»
Fuente: «Ante el coronavirus: salvar el capital», por Juan Domingo Sanchez Estop. El Cuaderno; elcuadernodigital.com