«El problema de la agricultura actual es que no es un sistema orientado a la producción de comida, sino a la producción de dinero.» Esto dicen la autoras de ‘Los monocultivos que conquistaron el mundo’ (Akal, 2019), Nazaret Castro, Aurora Moreno y Laura Villadiego.
La economía capitalista se explica de ese modo: su objetivo es la ganancia, no la vida; es más, la primera se sustenta sobre la muerte y destrucción de la segunda.
Si asumimos esta cuestión como base del pensamiento político, social y económico, se hace imprescindible establecer marcos y estrategias que superen al capitalismo.
El error básico de la derrota social, política y económica de las fuerzas sociales que desean una transformación socialmente justa y ecológicamente sustentable es no asumir este marco. Pensar que dentro del capitalismo es posible mejorar masivamente la vida, evitar la discriminación de género, la explotación de los mundos no occidentales, la hecatombre ecológica.
Dentro de ese marco es necesario actuar, dentro y fuera de los Estados; dentro y fuera de los parlamentos; dentro y fuera de las relaciones salariales; dentro y fuera de las familias y las parejas; dentro y fuera del corto y el largo plazo; de lo políticamente correcto; de facebook y twitter.
Dentro y fuera de diferentes campos de acción, pero siempre bajo la búsqueda de la subordinación de poder del dinero al del derecho inalienable y sagrado de la vida. Y eso sólo es posible destruyendo al capitalismo.