Un árbol podrido por dentro. Un árbol que en sus capas interiores tiene pinchos, que acuchilla, que hace sufrir.
Pero también es un árbol bonito por fuera. Que cuando le interesa es muy verde, que tiene flores hermosas y que, incluso, da frutos, al que sólo llegan cada vez menos seres.
Ese árbol tiene jardineros. Unos jardineros no se preocupan de esconder sus pinchos, su fetidez. Otros, sin embargo, lo embellecen y le hacen parecer hermoso.
Alguna gente, poca, intenta destruir el árbol. La mayoría intenta ponerse a su sombra.
Unos jardineros dejan morir a la gente en medio del mar. Otros riegan el árbol recogiéndolos, al mismo tiempo que afilarán las cuchillas de las vallas del árbol en Melilla.
Las jardineros que embellecen al árbol, jardineros que se autodenominan socialistas, deberán asumir algún día la gran estafa que suponen.
Alguna gente, no demasiada, seguiremos empeñadas en dejar de regar al árbol, aunque no nos dé sombra.
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