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Van ganando

Se está produciendo una reacción por parte de los grupos que tienen poder en nuestra sociedad.
En la base, en el fondo, fuera del radar, se encuentran las crecientes concentraciones de riqueza y poder y la inexistencia de contrapoderes efectivos en el terreno financiero o en el mundo del empleo.
En la superficie, las estrategias por las que las élites han decidido dar un paso al frente y liberarse de los corsés de la corrección. Se resumen en el estrechamiento de los márgenes respecto de lo que puede ser dicho públicamente; un rapero a la cárcel, un libro secuestrado, una obra de arte prohibida.
Plantear las cosas de este modo es útil para el poder porque le permite llevar los debates sociales a un terreno que domina bien. Sus medios pueden exhibir las supuestas barbaridades cometidas por los condenados, simplificarlas y amplificarlas, así como señalar con el dedo las reacciones airadas e infundadas de quienes defienden a estos «delincuentes».
Lo esencial es que seguimos perdiendo derechos; hay los mismos o más desahucios, peor empleo y cada vez mayor desigualdad social. Un éxito para el poder.
Parte de este éxito se basa en la capacidad de trasladar las batallas a aquellos terrenos en los que le es más fácil ganar; en la capacidad de fijar la agenda pública.
Ser conscientes de este hecho sería esencial para tejer una alternativa, porque ese marco discursivo en el que la gente echa espuma por la boca favorece mucho más a la reacción (Rajoy, Rivera, Macron…) que a las alternativas.
El poder, las élites van ganando: enviar a alguien a la cárcel por una canción les supone plantear el debate de modo que se invisibiliza el robo económico que continúa existiendo y, además, no les supone ningún tipo de coste electoral para las «marcas políticas» que los representan.

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