La Junta de Andalucía, y otros gobiernos no lejanos, cada cierto tiempo, lanzan una idea: es preciso cambiar el «modelo productivo».
No obstante, se continúa impulsando el mismo modelo productivo de siempre, es decir, el que interesa a los poderes económicos que van en sentido contrario al interés de las clases trabajadoras y populares. Precisamente a las fuerzas económicas ante las que el socialismo andaluz ha dado y da cuenta (y presumiblemente dará), frente a las que ha engañado y engaña (y presumiblemente engañará).
Ese viejo modelo productivo también es seguido desde el mundo cooperativo de las grandes entidades agrícolas, o desde el «cooperativismo de amiguetes» andaluz. Este cooperativismo capitalista, el único mediáticamente existente, se preocupa de la captación de capitales, la productividad, el crecimiento, la competitividad o la internacionalización. Nada nuevo aportan respecto a las empresas capitalistas convencionales, poca innovación, nada de nuevo modelo productivo. Más bien, este cooperativismo se acerca a un capitalismo «con rostro humano» que tan sólo innova en lo que de maquillaje le aporta al del rostro inhumano.
Cambiar el modelo productivo pasa por la economía social y cooperativa transformadora, nunca por el cooperativismo que tapa el capitalismo salvaje realmente existente. Ese nuevo modelo productivo transformador pone a las personas por delante del capital; innova creyendo que la democracia es posible en las oficinas, las fábricas o lo cortijos; y deja de tener como referente la competitividad y lo sustituye por ser competente.
Mientras la Junta y «su» cooperativismo apuesta por la acumulación, la competitividad y la internacionalización, un verdadero modelo productivo innovador se debe guiar, paradójicamente, mirando atrás, a los valores jornaleros del cumplir, la unión y el reparto; y mirando de frente al actual sistema socioeconómico, al capitalismo, teniendo claro que no tiene mejora ni innovación posible sino que, simplemente, debe ser vencido y hecho desaparecer.
Mes: febrero 2018
Van ganando
Se está produciendo una reacción por parte de los grupos que tienen poder en nuestra sociedad.
En la base, en el fondo, fuera del radar, se encuentran las crecientes concentraciones de riqueza y poder y la inexistencia de contrapoderes efectivos en el terreno financiero o en el mundo del empleo.
En la superficie, las estrategias por las que las élites han decidido dar un paso al frente y liberarse de los corsés de la corrección. Se resumen en el estrechamiento de los márgenes respecto de lo que puede ser dicho públicamente; un rapero a la cárcel, un libro secuestrado, una obra de arte prohibida.
Plantear las cosas de este modo es útil para el poder porque le permite llevar los debates sociales a un terreno que domina bien. Sus medios pueden exhibir las supuestas barbaridades cometidas por los condenados, simplificarlas y amplificarlas, así como señalar con el dedo las reacciones airadas e infundadas de quienes defienden a estos «delincuentes».
Lo esencial es que seguimos perdiendo derechos; hay los mismos o más desahucios, peor empleo y cada vez mayor desigualdad social. Un éxito para el poder.
Parte de este éxito se basa en la capacidad de trasladar las batallas a aquellos terrenos en los que le es más fácil ganar; en la capacidad de fijar la agenda pública.
Ser conscientes de este hecho sería esencial para tejer una alternativa, porque ese marco discursivo en el que la gente echa espuma por la boca favorece mucho más a la reacción (Rajoy, Rivera, Macron…) que a las alternativas.
El poder, las élites van ganando: enviar a alguien a la cárcel por una canción les supone plantear el debate de modo que se invisibiliza el robo económico que continúa existiendo y, además, no les supone ningún tipo de coste electoral para las «marcas políticas» que los representan.
Español
Hoy los «españoles» llaman cobarde a una exiliada política.
Se ríen, como hace 80 años, de quien se va de su tierra por su ideología. Preparan las celdas para quienes osaron poner en duda la unidad de su patria.
Hoy, como hace 80 años, España es una cárcel de pueblos, una represora de ideas.
Hoy, como hace 80 años, la violencia la ejerce el poder y nadie debe condenarla sino más bien usar las condenas para ejercerla.
Hoy, si alguna vez lo hice, me siento menos español que nunca y más compañero de gente como Anna Gabriel.
Gracias Miren
La economista Miren Etxezarreta denuncia en El Intermedio que el sistema público de pensiones «tal y como está planteado ahora no hay ningún interés en que sea viable» y asegura que «no existe tal problema de las pensiones» ya que «separar el gasto de las pensiones del resto de gastos colectivos» del Estado es inviable. Apuesta por financiar las pensiones a través de los impuestos como el resto de gastos del Estado.
La claridad distingue a las verdaderas Maestras.
La honestidad a las buenas personas.
No abundan en el mundo de la economía personas Maestras y Honestas.
Gracias Miren.
Económicas
Se confunde economía con capitalismo.
Trabajo con empleo.
Emprendedor con empresario que arriesga.
Empresa con sociedad de capital.
Solidaridad con caridad.
Personas con recursos humanos.
Racionalidad con rentabilidad.
Ambición con más dinero.
Valor con precio.
Valer con tener.
Sampedro con San Pedro.
La economía se juega, hoy más que nunca, en el campo de las palabras, de los conceptos. Sin embargo, los estudiantes de económicas cada vez tienen un mayor número de asignaturas relacionadas con las matemáticas.
Hace dos años que dejé de dar clases en la Universidad. Lo hecho de menos pero tampoco quiero volver a sentirme un manijero de cortijo, el emisor de mentiras o responsable de suspensos injustos.
Nunca estudies económicas si quieres saber de economía.
Lee a Delgado Cabeza, a Miren Etxezarreta, a Polanyi o a Sampedro. El laico.
Disfrazados
Es hora que vayamos viendo cosas que ocurren en el denominado sector sin ánimo de lucro.
Por ejemplo, en Andalucía este sector tiene como agente relevante la entidad Asociación y Fundaciones Andaluzas.
El presidente de esta entidad sin ánimo de lucro es Antonio Pulido Gutiérrez.
Lean el artículo de portal de Andalucía.
Es bueno ir conociendo, ahora en Carnaval, la capacidad que tiene alguna gente de disfrazarse.
El poder capitalista/patriarcal
La base del poder capitalista/patriarcal es la capacidad de dar el derecho a la existencia.
Convirtieron los medios de producción en propiedad privada. La Naturaleza, la tierra, pasó a ser una mercancía.
También asimilaron al trabajo con un mercancía; la fuerza de trabajo se oferta y demanda; hay que ser empleable en el «mercado» de trabajo.
Empleo pasó a ser trabajo y trabajo empleo. No se distinguen. Desapareció la dignidad de todo lo que no fuera trabajar por un salario, para el dueño de los medios de producción. La mujer dejó de ser «productiva» y su trabajo no remunerado. El patriarca pasó a dominar.
En ese momento quien no lograra un trabajo, un empleo, la persona que no fuera usada/contratada por un empresario (alguien que se apropió y excluyó a los demás de los medios de producción para lograr beneficios económicos), esa persona dejó de tener derecho a la existencia. Sin contrato, sin empleo, sin trabajo (asalariado) no tienes derecho a vivir. Las mujeres sobrevivían dominadas por quien sí era pagado por su trabajo.
El empresario y el hombre (obrero asalariado) se convirtieron en los mediadores sobre la buena o mala vida. Obtuvieron el poder de dar y quitar la existencia digna en una sociedad.
Propiedad privada, mercado (valor de cambio) y trabajo asalariado. Tres elementos que sustentan el capitalismo y el patriarcado.
La Renta Básica Incondicional las ataca, y así ataca el poder del capitalista y del patriarca a dar o quitar el derecho a la existencia.
Por eso estoy a favor y por eso tantos están en contra.
Felicidades Alberto
La economía debe tener como objetivo esencial asegurar la existencia humana. A día de hoy, hay riqueza de sobra para ello. Por tanto, todos los mecanismos que se pongan en marcha para lograrla deberían ser bienvenidos. La Renta Básica Incondicional es uno, ni el único ni quizás el mejor (prefiero reparto de los medios de producción que de la producción), pero sí una herramienta útil para lograr un mundo menos desigual, más humano. Lo demás es convertir a la gente en factores productivos, en recursos humanos (si son humanos, no son recursos, decía uno que no me acuerdo el nombre), en material de producción y consumo, ya sea desde una perspectiva liberal (neoliberal, la seguida por los partidos de centro derecha de los actuales regímenes democráticos de mercado) o keynesiana (neokeynesiana o de centro izquierda).
Leo, sin embargo, que Alberto Garzón opina que dar dinero por existir es un error. En esto coinciden unos y otros, liberales y keynesianos, neoliberales y neokeynesianos, derechas e izquierdas de los actuales sistemas políticos mayoritarios en el capitalismo global.
Para existir hay que tener un empleo, dice cualquier representante del PP y Alberto Garzón.
Para vivir hay que trabajar, de forma asalariada, dice cualquier representante de Ciudadanos y Alberto Garzón.
Para vivir te tienen que contratar, dice cualquier representante del PSOE y Alberto Garzón.
Algunos representantes de Podemos están de acuerdo con Alberto Garzón. Otros no. No tengo claro si para un partido político esto es bueno o malo. Para mí es lo segundo.
Confunden, Alberto y los que están con él en este tema, trabajo con empleo; ignoran o degradan el trabajo de cuidados; olvidan la situación de sobreproducción insostenible en la que vivimos en este planeta a día de hoy.
Ahí está Alberto Garzón. Está bien que lo haya dicho tan claro. Recibirá, seguro, los parabienes y el respeto de mucha gente a la que el capitalismo actual le va bien.
Felicidades Alberto, te has legitimado como economista (neokeynesiano) entre los que defienden esta sociedad capitalista, precisamente todo lo contrario a lo que debe aspirar un comunista, a lo que seguramente aspires en otro mundo.
Nada que celebrar los que necesitamos de este tipo de personas, y de otras muchas, para dar la vuelta a la actual realidad en la que vivimos. Qué le vamos a hacer. Seguiremos desoyendo las opiniones de estos economistas tan felicitados y televisados.
PD: por los mismos motivos extiendo mis felicitaciones (y los desoigo todo lo que puedo) a Eduardo Garzón y Juan Torres.
as organización que agrupa al cooperativismo empresarial del Estado , la Confederación Empresarial Española De Economía Social (CEPES), elabora la publicación “Empresas relevantes de la Economía Social 2016-2017”. Se trata de un listado de empresas que aque llevan en su forma jurídica la palabra cooperativa, en apenas nada se las distingue de empresas convencionales de capital. (Ver https://www.cepes.es/social/ranking)
En Andalucía destacan las vinculadas con la agricultura y la ganadería. Al frente de la clasificación se sitúan DCOOP (primer productor de aceite de oliva) y COVAP (ganadería del Valle de los Pedroches). Le siguen varias cooperativas de segundo grado que agrupan a explotaciones de agricultura intensiva de Almería (UNICA, VICASOL, SUCA y MURGIVERDE). Posteriormente se sitúan Granada La Palma y Agrosevilla (aceituna de mesa).
En conjunto, se trata de cooperativas de segundo grando con origen en las sociedades cooperativas agrarias. Estas son empresas que se crearon en un buen número en el franquismo. También se les llamaba empresas asociativas o cooperativas de servicios a los propietarios de tierras.
Y es que en la década de 1950 y 1960, los propietarios de tierras se tuvieron que unir para no verse expulsados de la producción y del mercado, para modernizar sus procesos de producción y conseguir mejores precios. Por ello, constituyeron en palabras de M. Houbert “empresas de tipo capitalista, las cuales, sin embargo, no tenían por objeto la producción agraria misma, sino la articulación entre las empresas familiares y el mercado de los productos, de los insumos, del crédito, etc.” No sólo se unieron los pequeños y medianos propietarios de tierra. Algunos grandes propietarios vieron también en estas cooperativas un medio de explotar a los pequeños y medianos productores en tanto que el esfuerzo colectivo de estos permitía la creación de fábricas o almacenes que se utilizaban principalmente en provecho de los primeros. De este modo, dice el autor, “modernización y la capitalización del campo, en vez de poner en tela de juicio el poder económico, social y político de los caciques, podía reforzarlo considerablemente.”
El Estado franquista favoreció estos procesos. Haubert lo expresa del siguiente modo: “El aumento de la producción agraria y la ordenación del mercado correspondían a objetivos estratégicos respecto al abastecimiento de los grandes centros urbanos e industriales o al comercio exterior de la España franquista. Como era económicamente y políticamente imposible alcanzar esos objetivos apoyándose únicamente en las explotaciones típicamente capitalistas, las cooperativas parecían el medio más adecuado de penetración del capitalismo en el campo, por lo menos como fase transitoria. Además, el cooperativismo permitía sufragar la mayor parte de los costes de esta política a los propios agricultores, a los que se incentivaba por beneficios fiscales, créditos preferentes, etc. Y como las cooperativas estaban estrictamente encuadradas en el sindicalismo vertical, estaba asegurado el control social y político del campesinado. (Haubert, M., 1984: 60).
A estas cooperativas con origen en pleno fanquismo, se unen al frente del ranking otras creadas en las últimas décadas y vinculadas con la agricultura intensiva de Almería y Huelva. Este tipo de agricultura se caracteriza, precisamente, por llevar a cabo fórmulas de manejo de la tierra que hacen de la máxima explotación natural y laboral (con relevancia de la inmigración) sus principales ventajas comparativas.
Por tanto, estas grandes sociedades y empresas, aún siendo formalmente cooperativas, no pueden asimilarse a la autogestión y participación que persigue el movimiento cooperativo. Estas grandes empresas (quedan al margen honrosas excepciones de pequeñas cooperativas agrícolas que sí tienen como objetivo la mejora de los pequeños agricultores) apenas ponen en marcha estrategias de democracia económica. La distribución de las injentes rentas que generan no repercuten como deben en el campo andaluz, sino que privilegian los intereses de un grupo de dirigentes con fabulosos salarios propios de multinacionales. Las cúpulas de estas cooperativas están compuestas por una clase gerencial formada en los mismos lugares (por ejemplo, Instituto San Telmo) que los directivos las grandes empresas de capital y con los mismos objetivos y herramientas.
Las grandes cooperativas agrarias andaluzas que encabezan los ranking son empresas que actúan al servicio del actual capitalismo global, que las utiliza para succionar la riqueza que en forma de aceite, aceitunas, productos de agricultura intensiva o ganaderos genera la agricultura andaluza. El nombre de cooperativa, y el desamparo secular del pequeño propietario andaluz, hace que estas empresas provoquen una simpatía en la mayoría de los casos inmerecida. Son empresas de tipo capitalista que someten a las cooperativas de primer grado y articulan a los pequeños propietarios andaluces con la globalización, con la mediación y control de grandes propietarios que se aprovechan de los primeros. De este modo, las grandes cooperativas empresariales refuerzan, en pleno siglo XXI, como diría Haubert, el poder “económico, social y político de los caciques.”
Al igual que el Estado franquista, la actual administración andaluza, española y europea ha favorecido estos procesos. De este modo, y disfrazado de “economía social”, el Estado afianza la situación secular del medio rural, donde, como siempre han dicho los jornaleros de la aceituna, “la carne va para unos pocos y los huesos para la mayoría”.
La maquinaria propagandística de la Junta de Andalucía respecto a la economía social se ha puesto en modo “triple modernización”. El vicepresidente, Manuel Jiménez Barrios, presentó ayer el Consejo de Entidades de Economía Social. Un nuevo órgano desde donde las organizaciones y federaciones del sector (y otras de fuera) esperan obtener dinero, tanto para las entidades de la economía social como para ellas mismas. Como ocurre en este tipo de “consejos”, la Junta va a utilizarlo para mantener “prieta las filas”. Ya dijo un maestro de los que mandan en la Junta que quien se mueva no sale en la foto. A buen seguro que los que están en este Consejo se moverán poco o, como mucho, hacia donde les diga quien manda.
Una buena estrategia de propaganda enseña lo que interesa y tapa lo importante. Así, por un lado, Jiménez Barrios destacaba que el Gobierno andaluz “ha promovido entre 2016 y 2018 importantes ayudas para el impulso de la economía social, que suponen más de 13,2 millones de euros” y ha subrayado que “los presupuestos de 2018 contemplan más de 7 millones de euros para el sector”. Mientras, por otro lado, apenas se habla de los 72 millones que se van a repartir en estas semanas por parte de los Grupos de Desarrollo Rural, y otros más de 100 en los próximos dos años. En esas ayudas las cooperativas de trabajo asociado, las cooperativas de consumidores, la asociaciones sin ánimo de lucro, etc. apenas van a obtener nada, mientras que son las grandes empresas agroalimentarias del medio rural (entre ellas las cooperativas de propietarios de tierras que funcionan como empresas convencionales o, incluso, como multinacionales) las que se harán con la mayoría de estos fondos. Esos millones servirán para ejecutar las políticas de desarrollo territorial neoliberal que se llevan implantando desde hace más de dos décadas con los resultados que conocemos (o, mejor dicho, que no conocemos pues nadie realiza evaluaciones de politicas públicas de estos fondos).
En realidad, a la Junta de Andalucía no le interesa la economía social como medio de transformación de la economía andaluza. La Dirección General que se ocupa de estos temas se llama “Cultura emprendedora y economía social” y en los últimos años la mayoría de los fondos han acabado en manos de autónomos o de todo lo relacionado con el emprendimiento, es decir, el nuevo modo de subvencionar a empresarios pero que se note poco. Muy lejos quedan planteamientos como los que exponía Maxime Haubert y Lina Gavira en “Cooperativismo y crisis económica en Andalucía”, publicación editada en 1984 por el Instituto de Desarrollo Regional de la Universidad de Sevilla. En aquel libro se hablaba de las cooperativas como empresas, pero también como forma de lucha, como grupos humanos, y se vinculaba a un desarrollo económico alternativo para nuestra tierra. Hoy, la economía social y las cooperativas tan sólo son consideradas en el mejor de los casos como simples empresas y, en el peor, como meras herramientas legitimadoras del partido en el poder de la Junta de Andalucía desde su creación.
En Andalucía se promociona un cooperativismo empresarial de partido; un cooperativismo empresarial que a su vez se encarga de contentar al partido sin rechistar, vaya ser que no salga en la foto. Nada que ver con lo que está ocurriendo en otros territorios donde la economía social se está impulsando como movimiento socioeconómico de transformación, como generador de soberanía de los pueblos y como herramienta para ofrecer una alternativa al actual capitalismo.