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Cataluña y la soberanía económica de los pueblos

Parece que el cambio de estrategia de los actuales «pilotos» catalanes fue la deslocalización de las sedes sociales de las principales empresas de Cataluña. No fueron los fiscales, ni los palos, ni las multas sino que lo que «había cambiado el guión era la deslocalización de las sedes sociales de las principales empresas de Cataluña, empezando por La Caixa.» (Gustavo Buster).
En Cataluña es donde más desarrollada está la economía social transformadora. Cientos, miles de unidades económicas productoras de bienes y prestadoras de servicios capaces de generar empleo y riqueza de forma justa, repartida y en muy diversos sectores (cooperativas de energía, finanzas éticas, alimentación, producciones industriales de todo tipo, etc.). Y claro, capaces de crear soberanias, ya sea alimentaria, financiera, energética, etc.
Y sin embargo, el cierre fiscal empresarial ha dado sus frutos. Para Buster, «el fracaso de las porras dio paso al triunfo del mercado. Aunque en este caso fuese a golpe de teléfono de los ministerios de Hacienda y de Economía y un decreto aprobado en 24 horas por el gobierno Rajoy para hacer innecesaria la reunión de las juntas de accionistas ante la decisión de los comités de dirección de las empresas».
Las prácticas económicas autogestionarias son causa de la actual situación social, política y económica catalana; y podrían crecer y desarrollarse como consecuencia de la instauración de una República catalana donde el «abajo» subordinara a los anteriormente citados «pilotos».
Quizás para acabar dando el paso hacia la verdadera independencia o autonomía (me gusta utilizar esta última palabra, a pesar del uso dado por el actual régimen), a lo mejor, digo, sean necesarias mayores cotas de soberanías en los diversos campos socioeconómicos. Y así decir adiós con alegría a La Caixa de turno y asumir que la alternativa son muchas Coop57; decir hasta luego a pastas Gallo y hola a cientos de pequeñas cooperativas de pasta ecológica vinculadas al territorio; alegrarte de que una compañía de seguros que invierte en armamento deje de estar a gusto en tu casa y crear seguros éticos y mutualidades sociales; mandar a Gas Natural al quinto carajo, y al sexto a Aguas de Barcelona, y fortalecer las cooperativas de consumo energético primero, y remunicipalizar la gestión del agua después (o viceversa).
No sé si está madura la sociedad catalana para poner en marcha de modo global una economía autogestionaria tan a gran escala. Lo que sí sé es que es ella la que lo tiene más a mano (del occidente conocido) y la que nos puede mostrar el camino a aquellas personas que tenemos claro que el capitalismo es la principal causa de (casi) todos nuestros males (sociales, políticos y económicos; los de amores, solo los de amores, no tienen remedio, como saben los flamencos).

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