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Contra lo inevitable (leyendo a Polanyi)

Dice Polanyi: «La derrota de Alemania, tras la primera guerra mundial, creó condiciones extraordinariamente artificiales que suponían una violenta presión extranjera basada en la exigencia de las reparaciones. La nación en su conjunto tenía que soportar el peso de las reparaciones. La solidaridad nacional estaba anclada en la suprema obligación de mantener el valor exterior de la moneda. La responsabilidad colectiva de la moneda creó el marco indestructible en el interior del cual el mundo de los negocios, los partidos, la industria y el Estado se adaptaron a la tensión. Lo que había soportado una Alemania vencida, dado que había perdido la guerra, lo habían soportado voluntariamente todos los demás pueblos hasta la Gran Guerra: la integración artificial de sus países, presionados por la estabilidad de los cambios. Y únicamente puede explicar su orgulloso consentimiento a cargar con esta cruz la resignación a las inevitables leyes del mercado.»
El Estado español asumió la moneda única europea, un mecanismo extremo de estabilidad de cambios, tan extremo que la estabilidad se asegura y fija mediante una única moneda. La moneda única impone, «debido a la resignación a las inevitables leyes del mercado», aquello que soportó la Alemania de entreguerras y que dio lugar al nazismo. La violenta presión extranjera basada en la exigencia de las reparaciones de pago de deuda está generando y generará grandes sufrimientos.
El origen del nazismo se encuentra en mecanismos muy similares a los que actualmente se están aplicando a las economías del sur de Europa: una moneda única que impide políticas fiscales que mejoren la vida de la gente, acompañada de una política monetaria en manos del capital que aumenta la presión para trasladar rentas del trabajo al capital.
Polanyi explica el surgimiento del nazismo y la segunda guerra mundial a través de las consecuencias de este tipo de mecanismos y de la asunción de la economía de mercado como inevitable. Ojalá a historia no se repita. Para ello debemos comenzar a negar esta idea esencial: la inevitabilidad de la economía capitalista de mercado.

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