Los dueños del Estado tienen unos miedos distintos a los de la gente. El Estado impone su miedo y su seguridad. Miedo a ciudadanía organizada que muestra su enfado ante tanta estafa, robo, corrupción. Miedo a ciudadanía que atraviesa líneas rojas, como el respeto debido a la propiedad privada y/o a los teatros de representación del autoritarismo democrático vigente. Miedo, en suma, a la pérdida de sus derechos ilegítimos basados en el robo.
Ese miedo del Estado se traduce en un tipo de seguridad. Por eso la seguridad del Estado nos infunde miedo a la ciudadanía, porque los intereses del Estado capitalista van en contra de los intereses de la gente.
Tenemos miedo al desahucio de la casa o del empleo; a la precariedad laboral y vital; a la actuación de la policía o de la guardia civil en defensa del poderoso; al nuevo atraco «legalizado» por la Comisión Europea de las instituciones financieras que crean y aprovechan la actual crisis capitalista.
Ningún miedo verdadero lo va a solucionar el actual sistema político y económico. Más bien son sus causantes. Sin embargo, los poderes beneficiados por dicho sistema intentarán que asumamos sus miedos como los reales para, de ese modo, seguir ejerciendo la violencia contra la gente dispuesta a no tragar con la continuidad de tanto robo, atraco y pobreza inducida por la injusta riqueza.
Desigualdad
Cuando el pueblo puede comer gambas, el señorito elige potaje. Los objetivos sociales se marcan y consisten en consumir cosas únicas, hechas para ti (y para nadie más). Además «no tenemos sueños baratos», dice una campaña de publicidad; sólo pueden lograr los sueños los ricos. Es imposible por tanto la igualdad, incluso no es buena. Tanto que una marca de ropa se llama Desigual o idolatramos juegos que se basan en concentrar la riqueza y crear millonarios: loterías, cupones de la ONCE, etc. Todos ponemos un poquito para que muy poca gente se lleve mucho. Lo vemos genial.
El capitalismo se basa en la desigualdad, en la discriminación, en la injusticia, en la interiorización de que la existencia de millonarios es bueno. El prestigio social se basa en conseguir más que el resto. Incluso educamos en ser mejor que el resto, no mejor cada día uno mismo (ser competitivo frente a ser competente). Esos valores son necesarios para la legitimación del sistema social que genera hambre y miseria, material y moral. Por eso cuando se habla de igualdad nadie lo cree, incluso hay una idea que la contradice, que dice que para avanzar hay que tener «sueños caros», «meter en los cupones» para convertirte, de la noche a la mañana, en multimillonario, en tener mucho más que el resto. Al carajo la igualdad. Los sueños en capitalismo sólo se consiguen con dinero. Si no te toca la lotería, deberás vender tu cuerpo, alma, tu conciencia y todo lo que sea conveniente.
Atrás queda esa frase de un supuesto cantante de izquierdas con sueños muy caros que decía: «Era tan pobre que no tenía más que dinero.» En esta sociedad, las mayorías quieren ser pobres gentes que sólo tienen dinero. Esa es una de las causas esenciales de la actual sociedad desigual e injusta en la que vivimos. Y en su dificultad para cambiarla.
Derechos y privilegios
Qué es un derecho y qué es un privilegio. Relevante cuestión. Esencial elemento indicador de poder. Vivir en un lugar con las mismas capacidades que otras personas; subsistir por el hecho de ser persona; o no; migrar o no. El verdadero privilegio es tener el poder de decir qué es un privilegio y qué es un derecho. En capitalismo eso lo decide el capital, muy pocas personas con mucho dinero. Imposible la justicia, la democracia, la autonomía sin cambio de sistema.
No tiene ningún paralelismo en las consecuencias, sí en las causas. Donald Trump y Manolo Morilla. Uno presidente de EE.UU., otro fue alcalde de Morón (2003-2011). Personas plagadas de escándalos, personalismo, y dinero, mucho dinero. Y religiosas, muy religiosas. Claro.
La gente que ha votado a Trump de la denominada «América profunda» lo hizo de forma muy similar a la que dio la alcaldía de Morón a Morilla; el objetivo electoral del granjero de Texas es muy similar al de la gente de mi pueblo que defiende a ultranza el empleo de la base militar (de la que a partir de enero Trump será jefe). La gente vota por el interés económico privado, y punto.
Y también porque han tenido éxito económico, da igual como. Y porque les prometen lo que haya que prometer. Dicen que Morón, que EE.UU. es lo primero. Llegan al poder más que por méritos suyos por deméritos de los demás, «demócratas» o «socialistas», o «demócratas socialistas». Los partidos «demócratas socialistas» son tan capitalistas como los otros. En este caso, la gente quiere capitalistas de verdad, que hayan hecho dinero.
Consecuencias.
Estos supuestos locos nunca van a hacer una locura contra ellos mismos, es decir, contra el mundo de los negocios. Quizás por eso ayer subió la bolsa y en mi pueblo aumentó la bolsa de los empresarios que no lo trataban como a un loco.
Hubo, en mi pueblo, otra consecuencia. El renacer de un movimiento social asambleario que provocó su caída. Una nueva forma de entender la izquierda donde no todo vale por crear empleo; para la que la forma de transformar se hace desde abajo, desde la asamblea y desde la cooperación. Nada que ver con los representantes andaluces (socialistas del poder o sindicalistas del idem) que ayer tan sólo pensaron en las personas que tienen un empleo en la Base de Morón. Aquí surgió otra izquierda que puso valores humanos, democráticos y sociales por delante del interés económico: la vida de la gente que muere por la Base al empleo que genera; la destrucción del medio natural (Sierra) al supuesto interés económico que tiene. Lo sagrado está aquí, en la Naturaleza y la gente, nunca en otros dioses.
Votar por el estricto interés económico propio, aunque cueste vidas humanas o la destrucción de nuestra riqueza natural colectiva, es la causa del surgimiento de estos Trumps-Morillas. Es la base del capitalismo y, en esta fase de ultracapitalismo, los representantes políticos más adaptados a este sistema bárbaro. Generales sin escrúpulos en época de crisis, mesías que lo hacen todo por su pueblo.
La alternativa en la que creo: movimientos asamblearios horizontales que generen un política y una economía cooperativa. En esas estábamos en los alrededores del 15M (unas antes, otros durante, otras después). Se hace necesaria la vuelta a esa alternativa, sin atajos verticales, sin posibilidades de mesías, sin creer en otra cosa que no sea en la inteligencia colectiva.
En las Sociedades de la Abundancia, en las que se enquista una elevada desigualdad durante un largo periodo de tiempo, se termina erosionando la propia democracia, y eso lo aprovechan algunos grandes latifundistas de capital para privatizar la política, como ha ocurrido con Trump en EEUU, en la Italia de Berlusconi, o en la España del Partido Popular y su financiación corrupta.
Lo más relevante para generar sociedades más igualitarias y más libres no es la forma de distribuir los bienes y servicios producidos, sino la propiedad de las empresas. Socialismo debe ser sinónimo de una democratización de la economía que debe entrar en la empresa, creando sólidos espacios de capital “colectivo”.
Las recientes elecciones de EEUU han puesto en evidencia que el centro del conflicto económico, político y social sigue situado entre dos polos: la democratización de la economía o la privatización de la política. Es evidente que la democratización de la economía tiene una gran potencialidad redistribuidora, pero el reto del socialismo de este siglo también debe ser el reconstruir para millones de trabajadores una percepción emocional colectiva vinculada a la ciudadanía democrática. La democracia es el instrumento de transformación colectiva mediante el cual las trabajadoras y trabajadores deben reconquistar la hegemonía cultural perdida frente a los latifundistas de capital.
De robo, vasallos y reparto
Rajoy dice que en el primer semestre de 2017 se habrá recuperado el nivel de PIB anterior a la crisis. En este caso, esta mala persona va a acertar. Pronto existirá la misma riqueza que antes de la crisis. Por tanto, debemos pedir que sirva para vivir dignamente, tan por encima de nuestras necesidades como (supuestamente) se hacía antes de la crisis. Los ladrones nos lo dicen, hay riqueza, pero no es para la gente normal y corriente, sino para los que precisamente la generaron con la idea de generar desigualdad y quedarse con más parte de la tarta. La crisis como robo, como impulso a la desigualdad, como muestra de que nos están robando. Y las mayorías sin enterarse, y, si se enteran, deseando que el ladrón lo tenga como aliado, como amigo, como uno de los suyos.
Quizás el cambio venga cuando las mayorías caigan en la cuenta de que estos ladrones sólo reparten cuando no tienen más remedio y que ese remedio no se logra siendo vasallo sino persona digna de respeto y reparto.
Polanyi sobre Trump
Escribió K. Polanyi en 1944: «El utopismo liberal o neoliberal está avocado a verse frustrado por el autoritarismo, o incluso por el fascismo absoluto». El bueno de Karl no conoció a D. Trump. O sí. Muy poca gente conoce a Polanyi en las facultades de economía. En fín.
Miren Etxezarreta, Maestra
Muchas veces ha contado que se hizo economista para descubrir por qué había ricos y pobres.
“He empezado a comprenderlo ahora, ochenta años después. En todas las épocas ha habido ricos y pobres, la historia del ser humano es una historia de explotación, y en la etapa actual el explotador es el sistema capitalista. En el capitalismo se encuentra pues ese porqué”.
«Nunca en la historia del capitalismo había habido tantos pequeños grupos de gente tratando de vivir de una forma distinta. Son multitud de florecitas con una minoría de fuerza -no me hago ilusiones- pero, si somos capaces de desarrollarlas, este tipo de iniciativas pronto se convertirán en una importante vía hacia la transformación social”.
Nuestra realidad es compleja
En Andalucía privatizan la sanidad mediante subcontrataciones, CHARE’s, organismos autónomos. No se va fácilmente cómo empresas privadas obtienen beneficios económicos de nuestra enfermedad.
La educación sigue siendo ocupada en demasiada medida por la religión católica, aunque parezca lo contrario. No parece fácil ver el poder de la Iglesia Católica y los efectos de su doctrina en la gente del futuro.
La agricultura continúa sustentándose en la misma distribución de la renta, o peor. Latifundismo por un lado, y minifundismo por otro. No es sencillo hacer ver que la tierra no es de nadie y es de todas las personas, como cualquier medio de producción.
Los sectores productivos estratégicos están en manos foráneas y no nos damos cuenta. Riqueza andaluza que es absorbida por empresas con sedes en Madrid, que tributan en Madrid con riqueza extraida de nuestra tierra. Luego nos llaman pedigüeños y no parece fácil que nos defendamos como es debido: atacando con argumentos sólidos a esas malas personas.
Todo es complejo. Nada parece evidente en estos tiempos de tanta propaganda y tan poco saber.
No obstante, si partimos de esta realidad, si asumimos la complejidad de nuestra sociedad, será posible generar una alternativa transformadora. Si nos pensamos, si nos organizamos, si nos analizamos, seremos capaces de generar en la teoría y en la práctica nuevas fórmulas económicas, y por tanto políticas, políticas y por tanto económicas, que partan de la complejidad en la que vivimos y que queremos cambiar hacia caminos de reparto, humanidad y vida.
Si tan sólo seguimos haciendo política de eslóganes, twitter y camisetas ingeniosas no será posible cambiar nada.
Es más, en la simplicidad siempre gana el fascismo, es decir, la acumulación, la deshumanización y la muerte.
Capitalismo posfranquista español
Vivimos en un Estado continuista del fraquismo, inmoral, donde el nacionalismo españolista sustenta la injusticia social y el autoritarismo. Así lo expresaba Suso del Toro en un artículo de noviembre de 2016:
«Los problemas que tenga España, aunque sean de carácter económico y social, son políticos. Pero el origen de esos problemas es moral, no es que moral y política sean espacios autónomos es que la política española es inmoral. Y la fuente de esa inmoralidad es el pecado original de lo que llamamos «la democracia española», la continuidad legal y orgánica del estado franquista a través de una reforma, la restauración de la monarquía borbónica. Todo viene de ahí, no hubo una ruptura y sí una continuidad, que finalmente gobiernen los franquistas es lo coherente.
La democracia española ha ido degenerando hasta dar este país socialmente injusto, con cultura nacionalista de estado y con las libertades personales que había reconocido en principio enormemente restringidas.
El estado español es de la derecha nacionalista española, del Parlamento a la justicia. Es razonable, por tanto, que la Audiencia Nacional actúe como la continuación del Tribunal de Orden Público y continúe juzgando políticamente los supuestos delitos. Es razonable, por tanto, que un ministro, Fernández Díaz, acusado de crear una polícia política secreta para perseguir a sus rivales tratándolos como criminales políticos, ocupe una comisión que debe atender las reclamaciones de derechos de la ciudadanía. Es razonable que gobiernen los perceptores de sobres de dinero negro porque España está sumida en la completa inmoralidad.»