Es extraño que uno de los personajes más importantes de la historia no haya tenido, por ahora, ninguna película.
¿No era posible? ¿había miedo? ¿no había dinero?
El director, el haitiano Raoul Peck que ya hizo un buen retrato de Lumumba hace años, se atreve a incorporar al cine a este filósofo tan transformador y desbordante como es Carlos Marx.
Un buen plantel de actores, una buena fotografía y una ambientación extraordinaria, hacen una película de primera. Que nadie piense que el mensaje de la vida de este revolucionario pudiera quitar o distraer cierta calidad cinematográfica.
La película empieza con una carga de la policía contra unos recolectores de leña en el año 1843, cuando Karl Marx ya está en París y Engels en los telares de su familia. Es el momento de empezar a privatizar los bosques colectivos para enviar a sus gentes a las ciudades y convertirlos en mano de obra para las fábricas de la revolución industrial.
Marx y Engels se conocen en los mítines revolucionarios donde Proudhon es el máximo exponente y la máxima autoridad reconocida, en los mismos actos están Bakunin y demás revolucionarixs de la época.
¿Cómo en esta época los revolucionarixs estaban tan organizadxs y unidxs si no había ni internet, ni AVEs, ni aviones?
Ahí coinciden Marx, Engels y Jenny, la señora de Marx que tiene más protagonismo del que mucha gente creemos.
Destierros, peligrosidad, miseria, hijas por parte de Marx y lujos por parte de Engels. Uno de ellos es pagar las facturas de la familia Marx.
La peli termina en la publicación del Manifiesto del Partido Comunista, en 1848.
Manifiesto que no es exclusivo de Marx y Engels, sino también de sus señoras.
Tremenda la escena del golpe de mano para implantar La liga Comunista (además símbólicamente mostrada por dos mujeres que quitan el banderín de la Liga de los Justos y despliegan la bandera roja de la Liga Comunista).
Impresionante el argumentario revolucionario frente al reformista (Engels y Marx fulminan prácticamente a los socialistas utópicos).
Entre medias la radicalización del discurso del buenismo de la clase trabajadora a la lucha de clases. Ayer era el proletariado, hoy creo que el precariado, es la clase llamada a la revolución.
En la tumba de Marx está otra de las referencias de esta gran película:
“Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”.
Para terminar y para no levantarnos de las butacas o de nuestro sofá, el director se despide con un reportaje fotográfico con lxs grandes revolucionarixs de nuestra historia con los acordes del mejor Bob Dylan.