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Quitavergüenzas soberanas

Hoy es un buen día para hablar de las privatizaciones, como cualquier otro.

Las privatizaciones es una de las bases del neoliberalismo, estrategias políticas que desde la década de 1980 impulsó la economía capitalista hacia sus esencias: aumentar los beneficios empresariales y la soberanía del capital.

En estos meses de pandemia observamos como la banca disminuye sus servicios. Sería un buen momento para que aquella Caja Postal privatizada ejerciera de banca pública.

En estos meses observaremos como hay miles de personas que no pueden pagar los precios de la energía. La privatización logró que la soberanía de las eléctricas se impusiera al derecho a no pasar frío.Vemos constantente cómo los servicios públicos municipales privatizados avanzan inexorablemente hacia el siglo XIX. La soberanía del consumidor es un eslogan para ocultar la soberanía de los accionistas.

Aqualia ha dejado a los pueblos de mi comarca sin agua estos días de puente. La soberanía del capital hará que no sufra ningún tipo de castigo. En todo caso, con o sin razón, ese castigo lo sufrirá la actual «política quitavergüenzas», quintaesencia del actual sistema político. Los culpables serán los políticos, la política, mientras que la eficiencia empresarial seguirá inmaculada, desde su concepción.

El neoliberalismo, las privatizaciones, no significan menos Estado, sino un Estado que impulsa, trabaja y hace de escudo para la cada vez mayor soberanía del capital. La supuesta soberanía política es, cada vez más, una quitavergüenza de altos funcionarios y ejecutivos ocultos en oscuros despachos de los que salen para tener instructivas reuniones entre gente seria que se ríe de la gente. De este modo, alcades y concejales terminan en demasiadas ocasiones por ser bencenos culpables mientras las «Aqualias» de turno acabarán siendo las que «resuelvan» el problema.

Es posible cambiar esta situación para quienes desean que la política institucional deje de ser esa quitavergüenzas. Primero, mirando a la cara, asumiendo y publicitando las restricciones impuestas por el sistema. Segundo, con la imaginación suficiente para sobrepasarlas. Tercero, con la humildad para asumir que se está dentro para construir y ser herramienta de un afuera imprescindible para la confrontación. Y así, con realismo, imaginación y humildad es posible desnudar a esos reyezuelos que campean por despachos consistoriales, almuerzan en salones privados y hacen privado lo público.

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