En octubre del pasado año se podía leer en una noticia difundida por EFE lo siguiente: «Las personas en riesgo de pobreza y exclusión social han aumentado el último año en Andalucía hasta alcanzar a 3,2 millones de habitantes, el 38,2 % de la población, lo que supone doce puntos por encima de la media nacional, y el 68,2 % de andaluces tiene problemas para llegar a fin de mes.» (…) «Andalucía ha experimentado en 2018 un aumento de 75.000 personas en riesgo de pobreza y exclusión respecto al anterior, y el empeoramiento de la situación afecta especialmente a las mujeres, cuya tasa de aumento es de casi dos puntos mientras que en la población masculina se mantiene.» (…) «En el apartado denominado ‘privación material severa’, que incluye a personas que no pueden permitirse una comida de carne, pollo o pescado cada dos días, hay un 6,2% de la población, la cifra más alta de la década, con 670.000 personas.»
Estos días leo sobre los problemas de los autónomos, los empresarios de eventos, del sector cultural, del turismo… Apenas oigo nada sobre niñas y niños que no pueden comer carne o pescado, personas con auténticos problemas para subsistir. No visualizo en la tele, la radio, internet, lo problemas de subsistencia de la gente y, según los datos previos a la pandemia, la situación debe ser dantesca de puertas adentro en muchos hogares.
Es vital para resolver un problema plantearlo, conocerlo, empatizar con las personas que lo tienen.
Una renta mínima es lo mínimo que una sociedad decente debe poner en marcha. Y lo debe poner en marcha ayer.
Lo vital es abrir los ojos y tomar conciencia de la desigualdad, injusticia y destrucción que genera la economía capitalista.