Antonio Manuel indica en su aclamado libro Flamenco. Arqueología de lo jondo que fue Blas Infante quien comprendió que flamenco proviene de dos expresiones árabes, «felah», que significa campesino y «mankub», marginado entre los marginados.
Antonio Orihuela, por su parte, responde en Diario del cuidado de los enjambres a la pregunta ¿quiénes son los gitanos?: «Buscar un componente racial o étnico se viene demostrando, desde el siglo XVI, que es un error absoluto de aproximación a esta realidad subterránea que tiene más que ver con el submundo del trabajo en precario, la subocupación en la que se incluye toda esa heterogénea masa del lumpemproletariado que se hacina en las periferias de las grandes urbes, formada por desertores del trabajo, mendigos, poetas, artistas, malvivientes que decidieron avanzar en sentido contrario a la domesticación de las fuerzas productivas y a la cultura del sacrificio laboral. El pelotón de los descarriados que comprendió, en los inicios del capitalismo, que la vida es demasiado fugaz para desperdiciarla trabajando para otros, ser engañados en ese robo que es el trabajo asalariado.»
Y digo yo, por tanto, el flamenco es el cante o expresión popular con origen en esas personas, marginadas entre las marginadas, gitanas, moriscas, sefardíes, negras; ese lumpemproletariado andaluz que se negó a convertirse en fuerza de trabajo, a trabajar para otros, que tuvo claro que el trabajo asalariado era un robo y prefirieron vivir de otra manera.
De flamencas maneras.