Contexto
Hace mucho tiempo que no comenzaba un año como este. El gobierno de Estados Unidos es un caos y el entorno geopolítico se ha convertido también en tóxico. La administración Trump ha comenzado un conflicto con China sobre el comercio y el know-how técnico que amenaza con intensificarse cuando la ‘tregua’ actual sobre los aranceles comerciales -“ojo por ojo”- termine en marzo.
El año pasado por estas fechas, Trump se jactaba de que la economía de Estados Unidos estaba en auge, con máximos históricos en el mercado de valores de Estados Unidos. Lo que ocurrió es que se había producido una recuperación cíclica corta desde mediados de 2016, después de la recesión global del final de 2014 (ciclo Kichin). Si el punto más bajo de este ciclo fue a mediados de 2016, el pico debía ser en 2018, con una caída posterior. Y así se ha demostrado. 2018 ha terminado con el crecimiento del PIB real reduciéndose en casi todas partes. Y a finales de 2018, los mercados de valores sufrieron la caída más importante desde la crisis financiera global de 2008.
Según Marx, lo que impulsa los precios del mercado de valores es la diferencia entre la tasa general de ganancia y las tasas de interés. Lo que ha sostenido los precios del mercado de valores desde 2009 ha sido el muy bajo nivel de los tipos de interés a largo plazo, fijados deliberadamente por los bancos centrales de todo el mundo (con tasas a corto plazo cercanas a cero) y la flexibilización cuantitativa (compra de activos financieros con inyecciones de crédito). La diferencia entre los rendimientos de las inversiones en el mercado de valores y el coste de los préstamos para hacerlo ha sido grande.
Sin embargo, en 2018 los inversores de capital ficticio (acciones y bonos) percibieron que la situación estaba cambiando. Las tasas de interés están aumentando y hay indicios de que la recuperación de la tasa de rendimiento del capital en las principales economías ha tocado techo y se está revirtiendo. El crecimiento de Estados Unidos alcanzó su punto máximo en el segundo trimestre con una tasa anual del 4% y se espera un crecimiento en el cuarto más cerca del 2.5%. En Europa, la esperanza de una expansión sincronizada similar a la de los EE.UU. se ha desvanecido, ya que las principales economías europeas, Francia y Alemania, han frenado su crecimiento. Y no es sólo en las principales economías capitalistas avanzadas donde se han malinterpretado las previsiones del fin de la Larga Depresión desde 2008. También en Asia se ha producido una desaceleración en la segunda mitad de 2018.
Todas las previsiones oficiales de crecimiento (desde el FMI, la OCDE, el Banco Mundial, etc.) son de una tasa más baja en 2019 en comparación con 2018. Una recesión se define técnicamente por la teoría económica dominante como dos contracciones trimestrales consecutivas del crecimiento del PIB real. El consenso mayoritario no espera que eso suceda en 2019. Pero, ¿se equivocan los principales expertos?; ¿sufrirán las principales economías una depresión este año que viene? ¿Qué nos espera en 2019?
Las condiciones financieras
Los factores clave que explican el crecimiento de la mayoría de las economías capitalistas son la rentabilidad y las ganancias, por un lado, y la deuda, por otro.
La deuda global creció en 2018 y, lo más importante, el coste del servicio de la deuda también comenzó a aumentar, a medida que la Reserva Federal (Fed) continuó aumentando su tasa política. La tasa de la Fed establece el suelo para las tasas de interés en los EE.UU., y también es el punto de referencia para las tasas a nivel internacional, dado el papel dominante del dólar en las reservas internacionales y los flujos de capital. Y otros bancos centrales han puesto fin a sus inyecciones de dinero barato – la flexibilización cuantitativa – que ahora se ha convertido en un ajuste cuantitativo. Por lo tanto, “las condiciones financieras” han comenzado a endurecerse. Entendemos por condiciones financieras el coste de la deuda, el estado de los mercados de valores y el valor del dólar frente a otras monedas.
Para Janet Yellen, ex presidenta de la Reserva Federal dijo el mes pasado que hay “agujeros gigantescos en el sistema financiero” y que le preocupa que “pueda haber otra crisis financiera”. Esto se debe a que la regulación financiera está “sin terminar” y no está segura de que la Fed y el gobierno de EE.UU. estén haciendo algo al respecto “en la forma debida”. En un artículo reciente, Carmen Reinhart, una historiadora ortodoxa de las crisis financieras, llamó la atención sobre el fuerte aumento de la deuda corporativa sin respaldo cuya emisión ha alcanzado niveles récord en 2018. Reinhart llega a la conclusión de que “las redes de contagio financiero, de ponerse feas cosas, ya están ahí”.
El escenario está listo para una nueva contracción del crédito en 2019 si las ganancias dejan de crecer y el coste del servicio de la deuda corporativa acumulada sigue en aumento.
El Banco de Pagos Internacionales (BPI), la agencia internacional de investigación de los bancos centrales, advirtió que lo que llama el ‘ciclo económico’ implica que se acerca una nueva contracción del crédito. “Los auges del ciclo financiero pueden terminar en crisis y, aunque no lo hagan, tienden a debilitar el crecimiento. Una vez que los ciclos financieros tocan techo, la economía real sufre normalmente. Esto es más evidente en las crisis financieras, que tienden a seguir a la exuberancia de crédito y al crecimiento de los precios de activos, es decir, al auge del ciclo financiero. Las crisis, a su vez, tienden a marcar el comienzo de una profunda recesión, ya que los precios de los activos caen, se hacen insostenibles las altas cargas de deuda y la necesidad de equilibrar los balances arrastra negativamente el crecimiento”. Y lo más importante, ‘la ratio del servicio de la deuda es particularmente eficaz en este aspecto’.
Todos los indicadores de crédito para una recesión están ahora en color naranja, si no rojo. El más popular es la llamada curva de rendimiento invertida, es decir, cuando la tasa de interés de los bonos gubernamentales a largo plazo cae por debajo de la tasa política de la Reserva Federal. Cada vez que eso ocurre, casi siempre indica una recesión dentro de un año. ¿Por qué? Porque lo que la curva invertida nos dice es que los inversores creen que se aproxima una recesión, por lo que compran ‘activos seguros’ como los bonos del gobierno, mientras que la Fed cree que la economía va bien y está subiendo sus tasas. La curva de rendimiento de EE.UU. se ha aplanado, pero todavía no se ha invertido. Este fiable indicador todavía no se ha puesto en rojo.
La rentabilidad del sector capitalista y el movimiento de las ganancias
Otro indicador importante de que se avecina una recesión se puede encontrar en la economía mundial. Es el precio del cobre y otros metales industriales. Los metales son componentes fundamentales en la producción industrial en todo el mundo y si sus precios caen, esto indica que las empresas están reduciendo la inversión en la producción y por lo tanto utilizan menos componentes metálicos. En 2018, el precio del cobre cayó después de julio, pero desde entonces se ha estabilizado y se mantiene muy por encima del nivel al que cayó en la mini-recesión de comienzos de 2016. Así que esto sugiere que, si bien la economía mundial alcanzó su punto máximo el verano pasado, la recesión aún no está cerca.
Otro indicador de que la economía mundial se está desacelerando desde su mini-auge en 2017 es la fuerte caída de los precios del petróleo.
Pero el factor más importante para el análisis de la salud de la economía capitalista sigue siendo la rentabilidad del sector capitalista y el movimiento de las ganancias a nivel mundial. Es lo que determina si la inversión y la producción continuarán.
El sector empresarial estadounidense terminó 2018 con niveles récord de beneficios/ingresos. Pero este salto en las ganancias fue un hecho aislado. Ha sido impulsado por los enormes recortes y exenciones de impuestos a las empresas en la repatriación de las reservas de efectivo depositados en el extranjero por las principales compañías de Estados Unidos. Y los ingresos corporativos estadounidenses se han visto impulsados por una caída muy fuerte en los costes de inputs, en concreto, la caída del precio del petróleo en 2018.
A nivel mundial, las ganancias seguían creciendo a mediados de 2018. Pero el crecimiento de las ganancias se ha desacelerado en Alemania, China y Japón. Sólo en los EE.UU. han experimentado alguna aceleración. Y si el crecimiento de las ganancias de Estados Unidos es un hecho aislado, como he señalado anteriormente, el crecimiento de las ganancias globales es probable que caiga bruscamente en 2019.
Por tanto
La desaceleración del crecimiento de los beneficios y un aumento del coste de la deuda (corporativa), junto con todos los factores político-económica de una guerra comercial internacional entre China y los EE.UU., sugieren que la probabilidad de una recesión global en 2019 nunca ha sido mayor desde el final de la Gran Recesión en 2009.
Este texto es un resumen-lectura con fuente en: http://www.sinpermiso.info/textos/previsiones-economicas-para-2019
Michael Roberts es un economista marxista británico, analista económico y publica el blog The Next Recession.