Nuestra sociedad es un juego amañado, ruin y mentiroso.
Los inmigrantes «ilegales» llevan camisetas de futbolistas inmigrantes «legales». En París, un inmigrante «legal» es el presidente del club de fútbol más rico. En Qatar obtiene el dinero legalmente para invertirlo en ese juego pornográfico que es el fútbol moderno.
Inmigrantes «legales» besan la camiseta y la bandera del país para el que compiten. Cubanos se hacen españoles para saltar, correr. Juegan a ser patriotas de otra patria que les da de comer y, a cambio, sus no-compatriotas celebran una nueva medalla en el juego del cinismo y la hipocresía.
En el puerto de Cádiz hay un barco atracado de un inmigrante «legal». Cádiz es la «cochera» de un jeque árabe que legalmente saquea su país. El yate se llama «Yas» y tiene 141 metros de eslora. 141 metros de eslora. Es muy grande. Y lujoso. Muy lujoso. Está amarrado a pocos kilómetros de donde personas «ilegales» se juegan la vida con barcas de juguete. Unos se juegan la vida y otros juegan con la vida de los demás.
Y mientras, un nuevo jugador de la política española juega con las palabras y dice que «la ética la marca la ley».
Y un mojón. Sí, un mojón. Esto decíamos en los partidos de fútbol callejero cuando el más listo ponía las leyes y acababa saltándosela por su interés.
Y un mojón a todo lo que está pasando. Es preciso acabar con la justicia del fullero.
A ver cuando pinchamos la pelota. Este juego se debe acabar.
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