En Andalucía ha sido hegemónico un cooperativismo aparentemente despolitizado, en muchos casos con origen en el sindicalismo católico del franquismo. En los últimos años desde la Junta se apuesta por una Economía social «competitiva», «innovadora» y, en muchos casos, muy dependiente de los presupuestos públicos. Empresas adaptativas a un capitalismo neoliberal que contradictoriamente no duda en subvencionar al «emprendedor» (del régimen).
Hay otras formas de entender la Economía social. Entre ellas la de las personas que la entienden como hacer economía alternativa al capitalismo, completamente alejada de la Economía social vinculada a la Junta de Andalucía u otros organismos oficiales que impulsan el neoliberalismo. Estas prácticas se autodenominan de Economía social transformadora.
El origen principal de la Economía social transformadora se encuentra en los movimientos sociales. Estas prácticas desean ser «competentes», no competitivas, menos innovadoras que transformadoras. «Lo político» subordina a «lo profesional» pues se acercan más a las no neutrales «empresas políticas» que al supuesto «emprendimiento colectivo apolítico». No les basta con las connotaciones democráticas de las cooperativas (una persona un voto), sino que plantean la búsqueda de alternativas a la propiedad privada, al precio como único indicador a tener en cuenta (y así no confundir valor con precio y huir de la jerarquía del valor de cambio frente al justo valor de uso). Huyen de ser parte de la subcontratación capitalista y buscan ser parte de un proceso económico alternativo orientado a la satisfacción de las necesidades de comunidades concretas.
En definitiva, desean forme parte de una Economía social, de una red de Cooperativas autogestionarias o Empresas obreras que quieran convertirse en un arma política y de construcción de clase/comunidad.