Dice Luis Razeto, teórico chileno de la economía solidaria: «no puede posponerse el énfasis en la esfera económica cuando de realizar grandes transformaciones sociales se trata.»
Y sin embargo apenas encuentro alternativas económicas sólidas en las alternativas políticas. Me llama mucho la atención en las organizaciones estatales, en las que han tenido recursos para generar aparatos de cierta dimensión de gestión y pensamiento. Aunque hay casos y casos, la economía es tomada como una cuestión de difícil abordaje. En muchos casos, la posición es del que se siente derrotado antes de la pelea (si no pudo Varoufakis…). Pero además, no hay un cuestionamiento serio de la primacía de la política (institucional) y el convencimiento del carácter determinante o central de la economía en la acción transformadora.
Estoy convencido que como condición de la posibilidad de la transformación social es necesario postular, ante todo, que las dinámicas de la economía no sean independientes de la voluntad de las personas sino que éstas las pueden cambiar mediante sus propias opciones, acciones y organizaciones. Además, creo firmemente en que es posible construir una economía no capitalista basada en relaciones y valores de justicia y solidaridad. Hay alternativas más eficientes que las capitalistas pues pueden proporcionar mejores satisfacciones de las necesidades de las personas (Som Energia mejor que Endesa; Coop57 mejor que BBVA; etc.).
He apoyado, apoyo y apoyaré la toma del poder institucional. Eso sí, creo que debemos impulsar de forma rotunda la toma del poder económico. La toma del poder institucional debe ser una herramienta para poner en marcha otra política económica poscapitalista (o, al menos intentarlo, o, al menos, pensarlo e iniciar procesos de construcción,más allá del papel a rellenar en los correspondientes programas electorales). La herramienta de política institucional debe ser parte de un movimiento socioeconómico amplio de transformación en el que lo económico es trascendental.
Es la economía, es el poder económico lo que mejorará nuestra sociedad, o, como hace ahora, el que continuará llevándonos a la precariedad, la lucha entre iguales y el mal vivir.