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«Andalucía como la que más. No somos menos que nadie.» Eso dicen muchos representantes políticos andaluces estos días.
Yo, sin embargo, me siento como el que va detrás, muy detrás, en una fila que va desbrozando una selva. Y además, y para colmo, soy de un grupo que casi siempre se ha puesto de parte del dueño de la selva (España, Madrid, la oligarquía de toda la vida). Eso sí, cuando los primeros, los que se llevan las hostias, comienzan a recibir frutos de su trabajo, nosotros «como la que más».
Quiero luchar por la libertad de un pueblo, de unas personas. Delante de la fila. Sin la cobardía de mis representantes políticos y con la honestidad con que muchos vascos y catalanes de clase obrera lo llevan haciendo décadas.
Agradezco lo que están haciendo. Frutos en forma de más democratización de este Estado cárcel (como todos) que, como siempre, se arrogarán los poderosos con sede en Madrid y sus lacayos con sede en Andalucía; los mismos que dan las hostias y nunca han creído en verdaderas autonomías, democracias con derechos a decidir cosas contrarias al poder; en definitiva, los que niegan las libertades subordinándolas a leyes injustas e ilegítimas, a Constituciones ninguneadas para unas cosas y Ley de Leyes para otras.
Lo que hoy ocurre en Cataluña nos acabará beneficiando a los que llevamos mucho tiempo detrás de la fila; cadenas rotas que generarán libertades no luchadas; mejoras de las que se apropiarán otros (con despachos en Madrid o Sevilla), pero que tendrán su origen en las montañas vascas que tanta dignidad han parido y en tantos y tantos casals y ateneos catalanes.

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