Townsend fue un pensador de finales del siglo dieciocho y principios del diecinueve.
Decía: «Es sólo el hambre lo que puede aguijonear y mover a los pobres a trabajar. El hambre no es sólo pacífica, silenciosa, una presión constante, sino que, como la motivación más natural para la industria y el trabajo, induce los esfuerzos más poderosos. El esclavo debe ser obligado a trabajar, pero el hombre libre debe ser dejado a su propio juicio y discreción, debe ser protegido en el pleno disfrute de lo suyo, ya sea poco o mucho, y debe ser castigado cuando invada la propiedad de su vecino.»
De este modo, dice K. Polanyi, una sociedad libre podía considerarse integrada por dos razas: la de los propietarios y la de los trabajadores. Mientras que la propiedad estuviese segura, el hambre los impulsaría a trabajar.
En esta sociedad libre y democrática vivimos. El hambre, la pobreza, la precariedad material no es un problema para la economía capitalista, sino una consecuencia necesaria para su funcionamiento y desarrollo en pos de la acumulación de capital de cada vez menos personas.
Hoy es posible resolver las necesidades materiales de la Humanidad (niñas, adultos, pensionistas, enfermas…). No en capitalismo. No es posible la reforma.
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