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Demagogo, radical y populista

Hace ya muchos años leía con disfrute como Eduardo Haro-Tecglen desmontaba los argumentos de los que criticaban a los que pensábamos de cierta manera llamándonos demagogos. No hace tanto, era Javier Ortiz que se autoproclamaba radical en un memorable artículo. Hoy leo al gran Darío Fo: “’Populismo’ indica una ideología característica de un movimiento político o artístico que ve en el pueblo un modelo ético y social y el respeto de todos los individuos que forman parte de una comunidad civil». El artículo se titula «Populista, y a mucha honra».
Pues eso, antesdeayer demagogos, ayer radicales y hoy pupulistas. Todo a mucha honra.

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Hablar bien

En Madrid se habla bien. En un pueblo de Andalucía mal. En un sitio se pronuncia el castellano como lo hace el rey de España. En el otro se pronuncia como lo han hecho durante siglos la gente que le ha dado de comer al rey de España. En la corte se habla bien. En el campo del sur mal.
Sin embargo, en la corte se confunde Europa con la Unión Europea, o América con Estados Unidos. Para la gente que supuestamente habla bien, y pronuncia finamente el castellano por las radios y televisiones de la capital del Reino (o de la capital de Andalucía), los americanos son la gente de Estados Unidos de América (los nicaragüenses serán otra cosa, digo yo).
A pesar de todo nadie duda de que esta gente habla bien, como les gusta al poder.
Quizás eso sea hablar bien, dar gusto a quien te pone o te quita. Por eso, seguiré hablando mal, tan mal como lo hicieron y lo hacen millones de personas de miles de pueblos colonizados que tuvieron que acabar expresándose en la lengua impuesta por el colonizador.
Y seguiré llamando americano al nicaragüense.

 

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Mundo del revés

La economía tiene por objetivo satisfacer las necesidades de la gente. La economía capitalista tiene por objetivo satisfacer las necesidades del capital, resumido en acumular, acumular y acumular beneficios. La economía capitalista es antieconómica porque necesita de la necesidad de las personas para satisfacer al capital.
La capacidad productiva hoy en día genera bienes y servicios suficientes para satisfacer las necesidades de las personas que habitan el planeta (incluso debería cambiar de dirección para mejorar el actual desastre medioambiental global). El problema económico no es la falta de producción sino la mejora en la distribución. No digamos en sitios como Europa, con capacidades productivas enormes (basadas entre otras cosas en el robo sistemático de otras zonas del mundo durante decenios).
El capitalismo, para acumular beneficios, necesita de personas que necesiten ser explotadas. Por eso hablar de la imposibilidad de una renta básica es una opción política y una mentira económica; una renta básica debilitaría muchísimo la fuerza del capital y aumentaría la de las personas. Nacho Álvarez hace una cuenta muy sencilla: con las pérdidas del Estado en ayudas a la banca pagaríamos dos veces una Renta Garantizada para 8 millones de personas.
Lo normal sería la existencia de una renta básica. Lo anormal es que haya gente que pase necesidades. Pero lo anormal es lo normal es este mundo del revés.
Si no podemos cambiar el mundo, al menos que el mundo del capital no nos cambie a nosotros (del todo). De ese modo siempre tendremos la posibilidad, más pronto que tarde, de demostrar su locura y maldad.

 

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Heroína electoral

Tras el 15M el ambiente era de lucha social. Manifestaciones, organización popular, protestas, plataformas ciudadanas. No era contra el capitalismo sino contra las consecuencias que éste estaba infligiendo a mucha gente que poco antes renegaban de la gente que luchaba. En poco tiempo había expertos en asambleas por todas partes. En el mismo tiempo algunos de esos asamblearios pensaron que era más útil una máquina de guerra electoral vertical, efectiva, con liderazgos muy marcados. Personas que abrazaron tan rápidamente el asamblearismo tardaron el mismo tiempo en convertirse en soldado de un ejército electoral.
En este momento creo que el Régimen ha adormilado la sociedad. No hay lucha. No se habla del robo diario en pago de intereses de deuda; del vaciamiento de las pensiones; de las cadenas que tienen los representantes políticos municipales para hacer algo que no sea cuadrar presupuestos; de que vivimos en un Estado corrupto y sin soberanía. El tranquilizante ha sido una sobredosis electoral. Un somnífero que adormila la transformación mientras una elite sigue ganando con el robo-crisis capitalista y las mayorías siguen perdiendo casas, derechos laborales y, sobre todo, ganas de convertirse en persona política activa.
Las elecciones han desmovilizado la sociedad. La democracia de mercado (electoral) ha utilizado la heroína que necesitaba, sus propios juegos florales, sus debates amañados, sus tomas de posesiones que nos han despojado de lo único que nos salvará: nuestra toma de posesión de conciencia política al margen de lo electoral.
Por cierto, a los que mejor les va en un estado de cuelgue colectivo es a aquella parte de la sociedad que más tiempo lleva enganchada. No hay duda de quiénes son, ¿verdad?

 

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Heroína electoral

Tras el 15M el ambiente era de lucha social. Manifestaciones, organización popular, protestas, plataformas ciudadanas. No era contra el capitalismo sino contra las consecuencias que éste estaba infligiendo a mucha gente que poco antes renegaban de la gente que luchaba. En poco tiempo había expertos en asambleas por todas partes. En el mismo tiempo algunos de esos asamblearios pensaron que era más útil una máquina de guerra electoral vertical, efectiva, con liderazgos muy marcados. Personas que abrazaron tan rápidamente el asamblearismo tardaron el mismo tiempo en convertirse en soldado de un ejército electoral.
En este momento creo que el Régimen ha adormilado la sociedad. No hay lucha. No se habla del robo diario en pago de intereses de deuda; del vaciamiento de las pensiones; de las cadenas que tienen los representantes políticos municipales para hacer algo que no sea cuadrar presupuestos; de que vivimos en un Estado corrupto y sin soberanía. El tranquilizante ha sido una sobredosis electoral. Un somnífero que adormila la transformación mientras una elite sigue ganando con el robo-crisis capitalista y las mayorías siguen perdiendo casas, derechos laborales y, sobre todo, ganas de convertirse en persona política activa.
Las elecciones han desmovilizado la sociedad. La democracia de mercado (electoral) ha utilizado la heroína que necesitaba, sus propios juegos florales, sus debates amañados, sus tomas de posesiones que nos han despojado de lo único que nos salvará: nuestra toma de posesión de conciencia política al margen de lo electoral.
Por cierto, a los que mejor les va en un estado de cuelgue colectivo es a aquella parte de la sociedad que más tiempo lleva enganchada. No hay duda de quiénes son, ¿verdad?