Tras el 15M el ambiente era de lucha social. Manifestaciones, organización popular, protestas, plataformas ciudadanas. No era contra el capitalismo sino contra las consecuencias que éste estaba infligiendo a mucha gente que poco antes renegaban de la gente que luchaba. En poco tiempo había expertos en asambleas por todas partes. En el mismo tiempo algunos de esos asamblearios pensaron que era más útil una máquina de guerra electoral vertical, efectiva, con liderazgos muy marcados. Personas que abrazaron tan rápidamente el asamblearismo tardaron el mismo tiempo en convertirse en soldado de un ejército electoral.
En este momento creo que el Régimen ha adormilado la sociedad. No hay lucha. No se habla del robo diario en pago de intereses de deuda; del vaciamiento de las pensiones; de las cadenas que tienen los representantes políticos municipales para hacer algo que no sea cuadrar presupuestos; de que vivimos en un Estado corrupto y sin soberanía. El tranquilizante ha sido una sobredosis electoral. Un somnífero que adormila la transformación mientras una elite sigue ganando con el robo-crisis capitalista y las mayorías siguen perdiendo casas, derechos laborales y, sobre todo, ganas de convertirse en persona política activa.
Las elecciones han desmovilizado la sociedad. La democracia de mercado (electoral) ha utilizado la heroína que necesitaba, sus propios juegos florales, sus debates amañados, sus tomas de posesiones que nos han despojado de lo único que nos salvará: nuestra toma de posesión de conciencia política al margen de lo electoral.
Por cierto, a los que mejor les va en un estado de cuelgue colectivo es a aquella parte de la sociedad que más tiempo lleva enganchada. No hay duda de quiénes son, ¿verdad?
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