Texto elaborado hace 10 años, en febrero de 2009, en el que se reflexiona sobre política local, haciendo referencia a Morón de la Frontera.
A continuación se exponen algunas reflexiones orientadas a ser útiles para el necesario proceso de construcción de un nuevo partido político en Morón de la Frontera. Actualmente, en los primeros años del siglo XXI, se han conformado en este pueblo una serie de grupos, organizaciones o colectivos que sirven de referencia a un cada vez mayor número de personas. Estos grupos se caracterizan por ser básicamente asamblearios y no sentirse representados por ninguna fuerza política presente en el Ayuntamiento. Ni el Partido Socialista Obrero Español de Morón, ni la Izquierda Unida Comunista (conformada principalmente por personas próximas o pertenecientes al Partido Comunista) son un referente válido para este conjunto de personas pertenecientes a dichos grupos. Es por ello que surge la necesidad de buscar alternativas distintas a las existentes[1].
La construcción de un partido político alternativo, si quiere ser distinto a lo existente, debe partir, como condición necesaria (aunque no suficiente) de los actuales colectivos y grupos que componen el movimiento social asambleario de nuestra localidad. Desde los que se sitúan abajo y a la izquierda, desde los que están trabajando en la actualidad por evitar la hegemonía de la actual derecha en el poder (y cada vez más en nuestra vida cotidiana), es desde dónde debe partir el proceso de construcción de un instrumento con estas características. Eso sí, sabiendo que aunque el movimiento social es necesario aunque no es suficiente, y de ahí que surja la necesidad de crear un instrumento que se presente a las elecciones municipales y aspire a estar presente en el Pleno del Ayuntamiento.
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En la particular opinión de quien escribe, y a sabiendas de pecar de simplista, la vida política moronense de la última década del siglo XX y la primera del siglo XXI se caracteriza por dos elementos esenciales: uno, el control por las elites locales del poder municipal; dos, el uso efectivo de las nuevas estrategias políticas realizado por los políticos profesionales del equipo de gobierno del Partido Popular – conformado por el alcalde, los concejales y asesores externos-.
El control de las elites locales del poder municipal ha propiciado la derechización de la política, tanto con el PSOE de José Párraga como con el PP de Manuel Morilla. Entre el “parraguismo” y el “morillismo” existen diferencias pero existe un claro hilo continuista en la gestión de los asuntos públicos moronenses. De hecho, Manuel Morilla aparece la vida política local tras la derrota en las primarias de su partido de José Párraga y ante la incertidumbre creada por el nuevo candidato del PSOE, Francisco Montero. Con Párraga y Morilla hay una línea continua de irregularidades y clientelismo urbanístico, de poder ejercido desde la arrogancia por y para las elites locales. Aunque ellos gobiernan el Ayuntamiento, el poder, en gran medida, está en otro lado. Esta situación ha llevado a la derechización de la ciudad, del espacio público, de las costumbres, de tal forma que la vida cultural y social moronense están cada vez más influenciada por la Iglesia católica y las referencias culturales de la oligarquía andaluza.
Las diferencias entre la acción política del PSOE de Párraga y el PP de Morilla han sido a grandes rasgos, el uso de las estrategias políticas y de comunicación de los neoconservadores por un lado, y, por otro, el cierto grado de radicalidad de esta derecha neoconservadora que no reniega de sus orígenes antidemocráticos, franquistas y nacional-católicos.
En la actualidad existe un gran descrédito de las ideologías y de la política. Esta situación propicia que el ciudadano desista de cualquier tipo de resistencia al poder. La escasa democracia participativa conlleva el modelo de ciudadano pasivo y consumista, que así mismo se califican como “apolíticos”, y que justo es el tipo de ciudadano deseado por la clase política en el poder. No se ha querido, sabido o podido devolver a la política la dignidad propia de un servicio al Estado y a la sociedad y, al final, se ha conseguido todo lo contrario: que la política vuelva a considerarse como una especie de confabulación entre familiares y amigos para repartirse el botín.
Lo que, desde mi punto de vista, supone la mayor diferencia entre el parraguismo y el morillismo es el uso que este último realiza de nuevas estrategias políticas y de comunicación. Esta estrategia está detrás del leguaje agresivo que utilizan cuando les interesa, del reparto de papeles que adoptan e, incluso, de los temas que lanzan y que protagonizan el debate político local en función de sus intereses. Hay que tener en cuenta que todo está bien estudiado. Pocas cosas hacen al azar. Saben como expresar sus posiciones políticas y relacionarlas con unos determinados valores y sentimientos morales. Esta capacidad de movilizar emociones es un arma de enorme valor en el actual contexto donde la política está muy influenciada por el uso de los medios de comunicación. Manuel de Jesús Borrallo, miembro del gabinete del alcalde de Morón de la Frontera, es el secretario de estudios y programas del Partido Popular de Sevilla. Esta persona es clave en toda la estrategia que ha permitido el triunfo y continuidad en el poder de la nueva derecha moronense representada por el liderazgo de Manuel Morilla.
Es imprescindible conocer y poder descubrir qué hay detrás del discurso que a tantos vecinos ha cautivado. En este sentido, existe una serie de valores que dan coherencia al discurso de la derecha local –estos valores son comunes en otros ámbitos-. Entre estos valores se encuentran los siguientes: la autoridad, la disciplina y la lucha competitiva. La necesidad e importancia de la autoridad queda reflejada en la permanente coletilla de «con Manuel Morilla a la cabeza». Este valor requiere de un líder fuerte que imparte la autoridad con firmeza pero desde el cariño y el sentimiento de amor por su pueblo. El alcalde no pregunta, el alcalde afirma. Si uno es una autoridad moral, sabe lo que es bueno, tiene el poder y lo ejerce, sin tener por qué tener ni la más mínima educación o cuidado en las formas. Para esta forma de ver la política, el mundo es y será siempre peligroso y difícil. La gente es mala y el líder es la autoridad moral que tiene que sostener y defender a la comunidad, al pueblo. El líder debe decirle a los demás lo que está bien y lo que está mal y lo que hay que hacer.
Ante esto los demás deben ser disciplinados. Los buenos ciudadanos y políticos son los disciplinados y los que luchan en un mundo competitivo en el que triunfarán si son fuertes y disciplinados («este pueblo tiene que ser el mejor de la comarca»). Los buenos ciudadanos son los disciplinados, que coinciden con los que han hecho dinero o están en vías de hacerlo. Los negocios son el mecanismo mediante el cual las personas disciplinadas llegan a triunfar, y la riqueza es la medida de la disciplina. Respecto al resto de administraciones, el gobierno local debe mantener su soberanía e imponer su autoridad moral. Esto último explica las pésimas relaciones existentes entre el Ayuntamiento de Morón y el resto de administraciones públicas.
Frente a esta fortaleza de la derecha local, la izquierda institucional poco a poco ha ido desapareciendo del Ayuntamiento y el movimiento social de izquierdas se ha mantenido en una estabilidad precaria con altibajos, pero dentro de una situación muy frágil. A principios de siglo XXI, somos muchos los que estamos fuera que dentro de las fronteras orgánicas de los actuales partidos que se consideran de izquierda. Además, poco a poco se ha ido produciendo un progresivo desplazamiento a la derecha de la forma de hace política y de los contenidos de los debates. Ante esta situación, la izquierda institucional, y en cierta media la social, se ha adaptado sin poder cambiar la agenda política que desde hace tiempo ha ido imponiendo la derecha neoconservadora. No se habla de emigración, pero sí de religión; los objetos a poner en una rotonda son más importantes que los desempleados; etc.
En el marco estrictamente institucional, en la actualidad, y tras el periodo parraguista, el PSOE moronense no es referente del sector social que considera a la izquierda como instrumento de transformación social en favor de los más desfavorecidos. Su situación en la localidad es de continua crisis en la que distintas “familias” y sensibilidades luchan por controlar el partido. En este sentido, el sector más próximo al antiguo alcalde escala posiciones por lo que esta fuerza política pierde total credibilidad ante quienes pensamos en un modo de hacer política que se sitúe en frente de las elites y oligarquías locales, y próximas a las clases populares.
Por su parte, Izquierda Unida ha sufrido un proceso de deterioro y pérdida de apoyo de muchas de las personas que iniciaron su conformación. La división y fragmentación ha sido una característica de los últimos años. Entre algunas de las causas de esta situación pueden citarse dos: a) los debates saldados con votaciones en los que los ganadores cada vez se quedaban más solos; b) la mutación de una formación que aspiró a ser “movimiento político-social” para luego acabar convirtiéndose en otra puramente “electoral”.
Por último, el movimiento social, sindical y ecologista aunque vivo, no parece tener la suficiente fuerza para frenar el retroceso laboral, social y ecológico que está sufriendo la población. Es decir, el movimiento social actual es necesario pero no suficiente. Hoy por hoy, no existe la base militante suficiente para poder equilibrar desde este movimiento social el poder y peso de la derecha en Morón. Ante esta situación estamos obligados a pensar y trabajar por construir instrumentos adecuados que cambien esta situación.
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A partir del anterior diagnóstico de la situación actual, se proponen algunas líneas a seguir para la construcción de un nuevo partido político local. La tarea no es fácil, desde luego, porque se ha de desarrollar en un panorama de derechización creciente de la política y de amplios sectores del electorado tradicionalmente de izquierdas. Un fenómeno que, desde luego, no es característico sólo de este pueblo o país sino que es común a muchos pueblos y países occidentales.
El actual sistema socioeconómico ha dado como consecuencia democracias «controladas». Además del control de los medios de comunicación, que se han convertido en auténticos creadores de opinión, y que se usan para fomentar el bipartidismo, el sistema tiene sus mecanismos legales de «defensa» para que las democracias llamadas representativas no permitan el acceso al poder de fuerzas políticas «peligrosas». Por ejemplo, una ley electoral diseñada para fomentar el bipartidismo y relegar a la marginalidad a fuerzas políticas «non-gratas»; o un sistema de financiación que haga depender a los partidos políticos por un lado del poder económico y por otro del Estado.
A pesar de estos impedimentos, a nivel municipal es más factible alcanzar la «democracia real», es decir, hacer que el pueblo tenga el verdadero poder. Por tanto, aunque el diseño de las democracias representativas actuales acota enormemente el grado de transformación alcanzable, desde lo local es más factible pasar de la actual democracia formal a la deseada democracia real.
La izquierda debe hacer una labor de «desenmascaramiento» de tales «democracias», aunque se participe en sus instituciones. Es más, quizás desde sus instituciones sean un buen lugar para denunciar la precariedad de nuestro sistema democrático.
En mi opinión, es preciso construir un movimiento sociopolítico con dos planos distintos y autónomos, pero complementarios e interrelacionados, a saber: uno) el plano político-institucional, con representación en el Ayuntamiento (principalmente); dos) el plano político-social (laboral, ecológico y cultural). Es preciso agrupar dentro de un mismo movimiento (más o menos articulado, pero reconociéndose a sí mismo como tal) las diferentes expresiones de la izquierda transformadora en el sentido amplio de la palabra.
El ámbito de “lo social y cultural” estará conformado por el movimiento social, sindical, ecologista y cultural. A grandes rasgos es el ámbito de las luchas y campañas concretas, de la organización de actividades alternativas, de la nueva y necesaria «toma de la calle» como espacio político, de la formación y elaboración de planes y programas a largo plazo. Es el lugar de los debates, análisis y construcción de alternativas a los problemas, sin dejarse llevar por las cuestiones del día a día. Sus objetivos principales serán el fomento de la participación ciudadana desde un localismo crítico y democrático (participativo y asambleario) y el fomento del análisis, estudio y comprensión de la realidad local.
Por otro lado, el ámbito de “lo institucional” se conforma como instrumento para acceder a las instituciones (principalmente al Ayuntamiento). Es el ámbito de la concreción de las propuestas elaboradas por el movimiento social y político, de representación en las instituciones y foros públicos y donde deben tomar relevancia las nuevas estrategias políticas. Las líneas que siguen tratan de dar propuestas para configurar este ámbito de actuación. A grandes rasgos, se trata de construir una candidatura institucional de un movimiento más amplio, donde colectivos y movimientos se den cita, se articulen y hablen, construyan juntos para dar sentido a la estrategia de la «unidad popular».
De los problemas existentes en las organizaciones políticas existentes hay que aprender para no caer en sus mismos errores. Por ello, y en primer lugar, es preciso analizar y pensar bien la forma o modo en la que se toman las decisiones. En este sentido, cada vez más personas apuestan por el asamblearismo, el consenso y el uso de las votaciones como caso excepcional. El modo de funcionar debe ser a través de una forma de organización asamblearia, donde la máxima sea la búsqueda del consenso y las votaciones sean algo excepcional y nunca utilizado para cuestiones relevantes. El convencimiento de que una votación crea perdedores y de que siempre llegar a ella es un fracaso debe hacer del debate constructivo, la inteligencia, el compromiso y la tolerancia las máximas a seguir. Es necesario basar nuestras formas de hacer política en una asamblea con plenos poderes de decisión y deliberación[2].
Por otro lado, la militancia o afilados deben participar de forma activa en el partido. Los representantes del grupo municipal deben estar subordinados totalmente a la asamblea y la opinión de la militancia y, en gran medida, a los grupos u organizaciones sociales afines. La predisposición a ser meros representantes y portavoces de la asamblea deben regir la forma de actuar de las personas que se conviertan en cargos públicos del partido (aquellos que formen parte de la «lista electoral» o del «grupo municipal», en caso de existencia). En definitiva, seguir la máxima zapatista de «mandar obedeciendo».
Los objetivos fundamentales a lograr en el plano político-institucional son los siguientes:
- Dignificar la política, fortalecer el movimiento social y cívico y e impulsar la participación ciudadana. Se pretende pasar de la actual «democracia formal» a la «democracia real». De este modo se pretende mejorar el sistema democrático y hacer que el poder esté verdaderamente en la ciudadanía.
- Conseguir la máxima seguridad económica posible y que el mayor número de ciudadanos de Morón puedan disponer de unos ingresos suficientes que les permita vivir en su pueblo con dignidad. De este modo se pretende asegurar el derecho a vivir donde se desea y a la libertad de expresión.
Para una fuerza popular que haga frente al poder de las elites locales es preciso crear un movimiento sociopolítico que trascienda al partido o fuerza política electoral. El ámbito de «lo político-institucional» debe tener como uno de sus principales objetivos el apoyo e impulso (siempre desde un segundo plano) del movimiento social y cultural más amplio en el que debe englobarse. Es preciso tratar al movimiento social de igual a igual, respetando su autonomía, con generosidad, asumiendo funciones complementarias y desde el convencimiento de ser un instrumento de uso. Hay que asumir la estricta autonomía de los colectivos afines y adoptar una posición de servicio respecto al movimiento social. Se trata de promover una nueva transición desde lo social a lo político, con el fin precisamente de que los cargos públicos que se reclamen de una izquierda digna de ese nombre asuman su función de exponentes incorruptibles de las demandas de esos movimientos y contribuyan así a construir espacios de resistencia y de contrapoder.
El impulso y dignificación de la política como todo aquello relacionado con la mejora del bienestar colectivo, comunitario, es esencial. La mejora y aumento de la participación de la ciudadanía en los asuntos de todos es la base de una nueva forma de hacer política con y para todos. Para conseguir esto es imprescindible trabajar para terminar con la idea de «la política es una mierda» y transmitir valores positivos al respecto.
Es preciso asumir los principios de austeridad, transparencia y rigor ético. No todo vale. La obtención del máximo número de votos para obtener una mayor representación en el plano institucional no debe ser el único objetivo al que se supedite todo lo demás. Aunque como instrumento político estará orientado a participar en las elecciones municipales, aunque sea una herramienta electoral, no debe estar hecha y orientada con el único fin de sacar votos. No se debe utilizar nunca el número de votos, no ya como el único sino ni siquiera, como el principal método de medir su eficacia política. Nunca se debe estar dispuesto a hacer cosas o dejarlas de hacer, a decirlas o callárselas, como medio para ganar votos. En definitiva, nunca se ha de estar dispuesto a pagar ningún precio para conseguir votos.
Es decir, hacer política no es acudir cada cuatro años a unas elecciones, y, si se consigue, ocupar un cargo sin cuestionar las reglas del actual marco de representación política. Lo principal es llevar al pueblo un concepto global de la política y sobre todo accesible y comprensible para toda la ciudadanía. Esto no es nuevo, sino que siempre ha sido una labor histórica fundamental de los sectores más honestos, conscientes, y transformadores.
Es preciso también asegurar un ingreso suficiente para todos. Sin seguridad económica no hay democracia política; aquellas personas que no disponen de unos ingresos económicos que asegure una vida digna están imposibilitados de expresarse con libertad. Por tanto, un ingreso básico para todos, bien sea por la posibilidad de acceder a un empleo digno, ya sea a través de rentas provenientes del estado, son imprescindibles para alcanzar la democracia plena. Para ello la intervención estatal en la economía será fundamental, tomando protagonismo en la creación de empleo y el fomento de la actividad productiva.
Con la actual crisis del sistema capitalista, el libre mercado y la primacía de la iniciativa privada dejan de ser cuestiones indiscutibles. La actividad municipal y el sector público deben convertirse en elementos dominantes. Hay que defender la propiedad y dirección pública de los medios de producción, pues como dice Sampedro esa «es la verdadera democracia».
Este partido político (y el movimiento político-social en su conjunto) debe ser capaz de ofrecer una visión moral bien articulada, en la que sean los valores y no los meros intereses los que determinen su orientación política. Lo que une a la gente que se considera de izquierda son los valores. Para poder ejercer de contrapeso a la derecha local en el poder es preciso saber expresar los valores de la izquierda con firmeza y claridad.
Debemos asumir una visión moral propia de las clases populares y trabajadoras del medio rural andaluz, caracterizado por los siguientes elementos: uno, la unión, la cooperación, el apoyo mutuo y la relevancia de la comunidad ante la individualidad; dos, el cumplir, la responsabilidad y el compromiso con uno mismo y con los demás; y tres, la lucha por la justicia social y la dignidad ante las desigualdades sociales propias de nuestra tierra. En este sentido, frente a la autoridad y la disciplina, la apuesta de la izquierda debiera ser la unión y la cooperación: comprender y apoyar a los demás, tener confianza en los demás, con los que se debe cooperar. Frente al concepto del amor vacío de la derecha, contraponer el de la responsabilidad ética, la honestidad y la austeridad. Frente al individualismo y liderazgo autoritario, a la autoridad suprema, contraponer formas colectivas de ejercer el liderzazo o proponer un tipo de líder colaborador y dialogante que ejerce labores de coordinador de un equipo de personas más amplia que coopera para alcanzar un fin común del que todos son igualmente responsables. Frente a la jerarquía vertical (militar) contraponer las relaciones horizontales democráticas. Frente a la caridad, al reparto del sueldo del alcalde entre los necesitados, contraponer la lucha por la justicia social. La política de izquierda debe centrarse en la protección de los de «abajo», de las clases populares. Frente a la vacía preocupación por nuestros hijos, asumir la responsabilidad de dejarles un medio ambiente sano y asumir la oferta de empleo digno e ingresos mínimos como algo propio del Estado. Frente a la disciplina y temor al castigo (pérdida de sueldo, caerle mal al líder…) contraponer el compromiso ético e individual de cada cual, la idea de que «hay que cumplir con el pueblo, en el trabajo y con los compañeros». Frente al clientelismo y la desigualdad, igualdad de oportunidades para todos y todas (nos hayan votado o no, sean o no de los nuestros). Frente a una cultura del festejo y la apropiación partidista de religión, una cultura que haga más sabia a las personas. Y frente al culto al ejército encargado de velar por la unidad de la patria, desarrollar una política que tenga como referencia el diálogo, la tolerancia y el conocimiento de los valores propios del medio rural andaluz.
De estos valores se pueden deducir aspectos políticos generales que pueden ser útiles para conformar un programa político. Algunos de estos temas a impulsar deben ser los siguientes:
- Ejercicio del poder.
- Democracia es participar, participar es decidir. Democracia directa y fomento del asociacionismo y la participación ciudadana.
- Poner entre las prioridades esenciales la igualdad de trato, la lucha contra el clientelismo y el enchufismo.
- La responsabilidad pública en la rendición de cuentas.
- La cooperación con el resto de administraciones.
- Asunción de valores como el asamblearismo, la negación de las jerarquías (antimilitarismo), la oposición al actual sistema penitenciario o la protección de los derechos humanos.
- La austeridad como principio esencial. Es necesario rebajar los sueldos y privilegios de la actual clase política.
- Socioeconomía.
- Intervención de la administración pública en la economía con el objetivo de la creación de un empleo de calidad.
- Impulso de cooperativas, creación de empresas municipales, asunción de la oferta de servicios (no privatización), etc.
- Defensa de la tierra. Regulación y control sobre el urbanismo y defensa del territorio frente la especulación.
- La conservación del medio debe ser un pilar esencial, con la Sierra de Montegil y el río Guadaíra como elementos de conservación prioritarios.
- Un urbanismo al servicio del derecho a la vivienda que subordine los intereses de los promotores y constructores.
- Derechos sociales.
- Transformación social. La vivienda asequible y la afirmación de las políticas sociales.
- Reivindicación para Morón y su comarca de unos servicios sanitarios iguales al del resto de Andaluces.
- Implantación de los servicios de dependencia donde el ciudadano sea el referente y donde la iniciativa pública prevalezca sobre la privada.
- Creación de un servicio específico que analice y trabaje por el suministro de un ingreso básico para cada ciudadano de Morón.
- Cultura.
- Relevancia de la cultura. La cultura como eje vertebrador de la cohesión social y el crecimiento humano colectivo.
- Impulso y promoción del asociacionismo cultural moronero y autogestión de la oferta cultural local.
- Asumir nuestra realidad territorial y cultural (Morón y medio rural andaluz) como contexto en el que se plantean nuestras alternativas culturales, desde una perspectiva de localismo crítico, solidario y transformador.
- Mejora de la oferta educativa local.
- Aspirar a que la actividad deportiva sea totalmente gratuita.
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Para terminar me gustaría resaltar algunos de los elementos fundamentales que se han expuesto. En este texto se propone crear una forma de organización política a medio camino entre el partido político —porque concurre en las elecciones y participa de las instituciones municipales— y el movimiento social —por las dinámicas participativas y porosas en la estructura y los procesos de toma de decisiones internos—. Se podría describir como un espacio asambleario de trabajo político, social y cultural en y desde Morón de la Frontera o más corto aún, un espacio municipalista asambleario.
Es imprescindible crear una cultura de la asamblea, donde la tolerancia, el respeto por las ideas de los demás y el convencimiento de que la inteligencia colectiva es superior a la individual sean las máximas a seguir.
Por otro lado, debemos ser generosos, leales y modestos. Es preciso convencerse de que el partido político es sólo un instrumento de los muchos necesarios para transformar la sociedad en el camino de la justicia social. Por ello, la generosidad y la lealtad con las demás organizaciones afines es algo muy saludable e inteligente si se tiene una mínima altura de miras. Ocurra lo que ocurra, la modestia debe ser un principio básico en el modo de actuar.
Debemos poner encima de la mesa y defender nuestros valores y no girar nunca a la derecha. Los conservadores locales no han girado nunca al centro o a la izquierda, no condenan la dictadura de Franco, no esconden la ayuda a los mayores empresarios locales, etc. y sin embargo han obtenido más de siete mil votos. Cualquier duda o desviación provoca que la gente de izquierda pierda seguridad sobre sus propios valores y, además, se favorece a los conservadores pues se continúa activando su modelo entre la gente indecisa. Por tanto, ni un paso atrás, ni para coger rebugía.
Por último, tener claro que aspiramos a la auténtica Democracia, es decir, a conseguir que el poder esté en el pueblo. Para ello es preciso alcanzar la democracia económica, hacer que la riqueza que entre todos se genera a todos llegue. En una auténtica democracia nadie debe sufrir la inseguridad ciudadana de no poder satisfacer sus necesidades básicas.
Alcanzar el éxito o el fracaso, ganar o perder, depende de los objetivos que te marques y de lo que se está dispuesto a perder en el intento. Desde el punto de vista del que suscribe siempre será una victoria obtener el número de votos que sea (por muy pocos que parezcan), si se defienden los valores, formas y líneas programáticas expuestas. Aspirar a crear una sociedad civil politizada, concienciada y una economía al servicio de la mayoría requiere de algo más que alcanzar la alcaldía; como dijo en su día Cristóbal (el del Kiosco La Carrera), «Morón no necesita un alcalde, Morón necesita un pueblo». Pues bien, ese objetivo es tan difícil que siempre perderemos, o mejor dicho, siempre estaremos camino del éxito, siempre tendremos metas que superar. Es decir, esa es nuestra utopía, nuestro impulso para caminar, para soñar. Y es que de eso se trata, de soñar con trabajar de forma colectiva para alcanzar un pueblo mejor en el que vivir y morir. Pero para ello debemos crear los instrumentos, uno de los cuales (no el único ni el principal) es el partido político.
[1] Algunos documentos y análisis consultados:
– «No pienses en un elefante. Lenguaje y debate político», de George Lakoff. Editorial Complutense, 2007.
– “El Periscopio”. Pedro Luis Vázquez García, 2008.
– «Izquierda Unida: Fin de ciclo… sin salida por la izquierda.» Jaime Pastor. Viento Sur, nº 97, 2008.
– “Breve historia y lecciones de la Unidad Popular”. Antonio Torres. Rebelión, 2008.
– «Municipalismo de las / los iguales: encuentro entre el modelo de sociedad y la forma de gobierno». José Iglesias Fernández.
– Entrevista a José Luis Sampedro. Diario Público.
[2] Debería tenerse en cuenta casos en los que las asambleas no solo se componen de los militantes afiliados, sino de compromisos individuales y colectivos con el proyecto, mecanismo que permite una más amplia participación. Sobre todo de aquellas personas que pueden constituir el espesor del liderazgo, que son las personas implicadas en asociaciones y entidades de la sociedad civil organizada.